Algo que no todos saben es que el actual presidente de Estados Unidos mantiene amistad con extremistas de izquierda que fueron acusados de terrorismo en la década de los sesenta y que a la fecha no han renegado de ello: “Siento que no hicimos suficiente. Y no me arrepiento por las bombas”, declaró uno de ellos, William Ayers.
Los sesenta están de regreso aunque el senador* Barack Hussein Obama (¿y por qué no decir su nombre completo?) piense que eventos sucedidos hace cuarenta años, “cuando tenía ocho”, debieran olvidarse. Habría que decirle al optimista precandidato del Partido Demócrata que olvidar no es tan fácil.
Como tampoco podemos olvidar a sus malas compañías. Su ministro de los últimos veinte años Jeremiah Wright, además de maldecir a los Estados Unidos, sostiene que el sida es un complot genocida de la CIA en contra de la comunidad negra, que los ataques del 9/11 son justificados y concuerda con Louis Farrakhan, líder de los Black Muslims, que la cadena Black Entertainment Television está controlada por “judíos satánicos”. Por si eso fuera poco, resulta que Obama y su esposa están estrechamente vinculado con dos de los terroristas más destacados de los años sesenta, William Ayers y Bernadine Dohrn.
Obama participó durante ocho años en la mesa directiva de la Fundación Woods, organismo que aporta millones de dólares a proyectos progresistas. Ese no es el problema, sino William Ayers, cofundador de la fundación, compañero en la mesa directiva y amigo. Con un doctorado en Educación, Ayers es profesor en la Universidad de Illinois-Chicago. Su esposa, Bernardine Dohrn, dirige un centro de asesoría legal para niños y es profesora en la Universidad North Western. Cuando Dohrn trabajaba en el bufete jurídico de Sidley Austin, la señora Obama era pasante y establecieron una relación mentor/alumna. Pese a sus perfiles, Ayer y Dohrn debieran ser los últimos que cualquier familia —sea republicana o demócrata— quisiera tener para confiarles la enseñanza y cuidado de sus hijos. Veamos por qué.
En la década de los sesenta el grupo activista izquierdista más importante fue Estudiantes por una Sociedad Democrática (SDS). En casi todas las universidades del país SDS encabezaba las luchas por los derechos civiles y la libertad de expresión y era la vanguardia en las manifestaciones contra la guerra de Vietnam. Mas la frustración iba en aumento. La guerra empeoraba y en 1968 el asesinato de Martin Luther King, los motines afroamericanos y el atentado que mató a Robert Kennedy1 prenderían fuego, detonando la rabia y la militancia juvenil.
En la convención demócrata de 1968, celebrada en Chicago, jóvenes radicales y liberales se habían aliado en contra del establishment, fuera éste el partido, el gobierno federal o el propio alcalde de Chicago. Con sangrientos enfrentamientos la resistencia del establishment al cambio se expresó mediante brutal violencia oficial en las calles, inclusive dentro de la misma convención. El resultado: la casi desaparición del Partido Demócrata, la polarización de la sociedad estadounidense y la elección del republicano Richard Nixon.
La SDS había sido una organización de la Nueva Izquierda, con un amplio rango de tendencias, enfocadas en el trabajo político-comunitario. En 1968 tenía alrededor de cien mil miembros y contaba con la lealtad de miles más. Los estudiantes tomaban acciones directas en contra del racismo, la pobreza y la guerra. En una peculiar mezcla de marxismo revolucionario, anarquismo e idealismo romántico, su ideología se basaba más en la práctica que en la teoría. Se rechazaba al estalinismo, al elitismo y la manipulación y se insistía en que separar las cuestiones personales de las políticas motivaría daños en ambas.2 Pero en ese momento la SDS enfrentaba serias divisiones.
La guerra seguía, las tensiones domésticas se escalaban y la frustración en la juventud blanca llegaba al punto de ebullición. Luchas sectarias y dogmáticas comenzaron a atacar al liderazgo. La facción más numerosa y mejor organizada en el plano nacional era el grupo marxista-leninista-maoísta Labor Progresista (PL). La militancia se sumió en la alienación y las bases de la SDS se perdían con rapidez. No obstante, mientras que en el mapa nacional se luchaba por imponer una ideología, el lema “la Ideología es una Enfermedad del Cerebro” surgió espontáneamente de las masas de la izquierda estudiantil.
Los opositores al PL eran los Weatherman, pequeño grupo cuyo nombre salió de una línea de un canción de Bob Dylan “You don’t need a weatherman to know which way the wind blows”3 (No se necesita un meteorólogo para saber por dónde sopla el viento). Encabezados por Ayers y Dohrn, esta minoria tomó el control de la SDS y muy pronto encaminaría a la militancia rumbo a la locura, dando fin a la organización más poderosa y original en la historia de la izquierda en Estados Unidos.
Con versiones idealizadas y delirantes que mezclaban las ideas bélicas de Lin Piao,4 la Albania retro-feudal-estalinista-campesina de Enver Hoxha; la Corea del Norte de Kim Il Sung (oficialmente conocido como: “el Gran Líder, Patriota Sin Par y Brillante, Siempre Victorioso Comandante con Voluntad de Hierro”), sin faltar los paraísos de Cuba y Vietnam, los Weatherman tenían febriles visiones de la destrucción de Estados Unidos a causa de una guerra racial. El liderazgo sería afroamericano aunque regido por ellos mismos, como los colaboradores vanguardistas de las fuerzas invasoras del Tercer Mundo. Al ser cuestionados por el carácter fascista de ese sueño, Ted Gold, respondió: “Si es necesario el fascismo, debemos tener fascismo”.5 En marzo de 1970 Gold moriría debido a su inepto manejo con explosivos.
Su violenta retórica de “Aplastar a los cerdos”6 sumada a sus poses machistas en chamarras de motociclistas de cuero negro y botas de combate atrajeron a ciertos jóvenes universitarios que si bien estaban hartos, eran más herederos de la actitud desafiante de Marlon Brando y James Dean que de las tropas de asalto comunistas. Para el joven blanco de clase media que había evitado el servicio militar, el pegajoso lema “Llevar la guerra a casa” les daba oportunidad para probar su machismo al romper ventanas y ser golpeados por la policía durante las manifestaciones llamados “Días de furia”. En el pensamiento Weatherman estos “wargasmos” de violencia insignificante ofrecían apoyo material al Viet-Cong. Por lo tanto, si los jóvenes estadounidenses no rompían escaparates eran objetivamente aliados del imperialismo y hasta que se atrevíeran a romperlas —mejor si eran escaparates de bancos— serían “revolucionarios comunistas”.
Los Weatherman se resistían al análisis marxista de la lucha de clases y optaban por uno planteado en términos raciales. “El privilegio de la piel blanca” invalidaba a los obreros como posibles revolucionarios, y sólo los militantes negros y del Tercer Mundo podrían hacer “La Revolución”. Ayers, hijo del presidente de Consolidated Edison, enorme empresa de energía, y Dohrn, abogada de Whitefish Bay, Wisconsin,7 eran vástagos de la clase dirigente. Como “revolucionarios” ambos se sentían profundamente incómodos ante la clase obrera. En un reflejo de sus orígenes, tenían el lema de “¡Combatir al pueblo!” Frustrados ante la indiferencia a sus esfuerzos por “Aplastar la monogamia”, “Aplastar al sexismo”, “Aplastar al imperialismo” y “Aplastar a los cerdos”, los Weatherman ensalzaron el terrorismo y llegaron a abogar por el asesinato de bebés blancos.8
Robin Morgan, feminista radical que trabajaba en Rat, periódico de la resistencia neoyorquina, cuenta que al amamantar a su bebé, envuelto en una cobija con los colores rojo, azul y amarillo de la bandera del Viet-Cong, una weatherwoman le dijo:
—¡Tú no tienes derecho a tener a ese hijo cerdo!
Morgan tan sólo atinó a ver a “esa persona chistosa, gorda y dulce que chupaba mi seno”.
—¿Cómo puedes decir eso? ¿Qué debo hacer?
—¡Tíralo a la basura!9
En la convención final de los Weatherman en diciembre de 1969 en Flint, Michigan, Dohrn celebró a Charles Manson y su pandilla de asesinos seriales zombies.10 En aquella ocasión Dohrn dijo: “¡Guau! Primero mataron a esos cerdos, después cenaron en el mismo cuarto y además, clavaron un tenedor en el estómago de una de las víctimas! ¡Qué chido!”11 Sus gritos de “¡Poder a Sirhan Sirhan!”,12 “¡Poder al Ejército Rojo!” y “¡Poder a Charlie Manson!” dieron término a su alienación en la izquierda no-psicótica.
Tras esas declaraciones de locura los Weatherman se refugiaron en el terrorismo y la clandestinidad. Durante 1970 se proclamaron responsables de más de veinte ataques por bomba, incluidos varios en bancos y universidades y el estallamiento de un sanitario del Pentágono. Su nadir llegó en marzo, cuando por accidente explotó una residencia en Manhattan y tres Weathermen volaron en pedazos, Ted Gold entre ellos. Debido a su ineptitud, las bombas de dinamita envueltas con clavos estallaron prematuramente. Esos horribles artefactos pretendían detonarse en un baile en el Fuerte Dix, en Nueva Jersey, donde habrían despedazado a jóvenes soldados y sus novias.
En mayo de 1970 el muy esperado momento “pre-revolucionario” habría de llegar. El 4 de mayo, en una manifestación en contra de la invasión de Camboya, en la Universidad Estatal de Kent, tropas de la Guardia Nacional de Ohio mataron a cuatro estudiantes e hirieron a nueve. Una protesta masiva y espontánea llevó a 437 universidades a huelga. Una docena de personas resultaron heridas por balas de la polícia en la Universidad de Bufalo, Nueva York; sesenta bombas explotaron en la Universidad de Wisconsin en Madison; se atacaron edificios del ejército en universidades de los conservadores estados de Utah y Idaho, y la Guardia Nacional hirió con sus bayonetas a diez personas en la Universidad de Nuevo México.13 Y cien mil manifestantes llegaron a Washington, D.C. con cientos de miles de jóvenes enojados, frustrados y más que listos para seguir a una vanguardia militante, la SDS estaba muerta y los Weatherman en la clandestinidad. En choque y sin líderes, con alternativas de no-violencia pacifista, o el lunático terrorismo de los Weatherman, el movimiento estudiantil se desintegró.
Al final, los Weatherman se aniquilaron en su mundo clandestino. Algunos fueron a prisión y otros perdonados por Carter y Clinton. Evitando encarar a la justicia, Ayers y Dohrn se rindieron en 1981. Sus cargos por felonía fueron retirados; Dohrn llegó a un arreglo para aminorarlos. Desde entonces, la pareja vive confortablemente en una mansión, herencia del padre de Ayers, en un enclave de elite de Chicago. Tuvieron dos hijos (que escaparon de ser “bebés cerdos”) y adoptaron al hijo de Kathy Boudin tras ser arrestada.
Boudin, una rica niña comunista —cuyo padre fue abogado de Fidel Castro— fue encarcelada por asaltar a una camioneta de valores en 1981. En la acción murieron un guardia y dos policías —el primer policía negro de Nyack, Nueva York—, quedando nueve niños sin padres. Boudin y otros Weatherman se habían unido al Ejército de Liberación Negra,14 cuya meta era separar a los estados sureños para constituir un país todo negro y comunista.
Sin remordimientos, en una entrevista en el New York Times, que grotescamente apareció el 11 de septiembre de 2001, Ayers dijo: “Siento que no hicimos suficiente. Y no me arrepiento por las bombas”. Un mes antes había sido fotografiado pisando una bandera estadounidense durante una entrevista con el Chicago Tribune.15 La campaña de Obama para el Senado se inició con una fiesta para recopilar fondos en la mansión Ayers. Huésped frecuente de esa casa, Obama dice que él y su anfitrión “nunca intercambiaron ideas de una manera regular”. ¿Alguna vez habrán intercambiado ideas sobre los eventos de cuando Obama tenía ocho años de edad?
Esos mismos eventos, sufridos por un niño de nueve años en Chicago, todavía tienen importancia para él. En “Fuego en la noche: los Weathermen intentaron matar a mi familia”, John Murtagh relata el ataque que sufrieron el 21 de febrero de 1970.16 Su padre fue el juez en un caso en contra de militantes negros. Esa noche tres bombas explotaron en su casa, obstaculizando las puertas con llamas. La familia optó por no salir, por miedo a ser asesinados. En la mañana vieron el graffiti “Matar a los cerdos”. Los responsables del ataque fueron los mismos Weatherman que morirían accidentalmente semanas después. Al decir: “Siento que no hicimos suficiente…” Ayers lamenta no haber matado a la familia Murtagh.
Ayers y Dohrn disfrutan hoy de sus privilegios de “piel blanca” y glorifican su pasado. En los noventa, con burla y desprecio, Ayers contó a David Horowitz: “Soy culpable como el infierno, y libre como un ave. América es un gran país”.17 Pero Mark Rudd, otro fundador de los Weatherman, maestro de matemáticas jubilado, dice: “Los Weatherman fueron un desastre total”. Arrepentido de “la estrategia perdedora y estúpida de la violencia revolucionaria”, reconoce que “Los Weatherman mataron a la SDS”.18 Rudd, todavía un hombre de izquierda, siente que los derechos constitucionales y la democracia son esenciales para una sociedad libre, y que el camino al terror nunca debiera tomarse. Jesse Lemisch, un ex militante de SDS, historiador de izquierda, está en contra de cualquier rehabilitacion de los Weatherman y ha expuesto las mentiras de Ayers.19
¿Qué piensan los Obama en cuanto a que Ayers enseñe a los niños y su defensa legal esté a cargo de Dohrn? ¿Qué pueden aprender los niños de esos terroristas sin remordimientos? ¿Y qué nos dicen los amigos de Obama sobre sus creencias, su filosofía y sus planes para Estados Unidos? Tomado en cuenta su locura que llevó a la destrucción del más grande movimiento progresista en la historia de America, a los jóvenes estadounidenses les hubieran ido mejor con otras líneas de la misma canción de Dylan: “No sigas a líderes, vigila los parquímetros”20 Y hoy este consejo sigue siendo oportuno. ®
* Publicado originalmente en Replicante no. 16, “Medios y democracia”, 2008.
Ve este hilarante video sobre el presidente Obama.