José Valdez cierra este año con una exposición de grabados, tintas y acuarelas, en la que refleja su sentir sobre la violencia desde hace tres años que oprime a la región lagunera y a su vez recuerda a las leyendas de la primera Toma de Torreón.
A cien años de la primera toma de Torreón por el ejército de Pancho Villa, rodeado de un ambiente funesto y macabro, la ciudad continúa bajo esa opresión en la que la burguesía local y los personajes cotidianos, la gente común, no se ponen de acuerdo para combatir.
Ésta es una de las principales reflexiones que nos deja el artista plástico lagunero José Valdez, quien cerró este año con la exposición “La Toma de Torreón, entre sueño y balacera” compuesta por grabados, tintas y acuarelas.
Desde hace algunos años, cuando José conducía un taxi, un Athos, fue conociendo parte de la cultura popular de La Laguna a través de los relatos de sus clientes, quienes le enseñaron a la “Taconuda” y al “Curro sin Cabeza”. Estos personajes se quedaron en la memoria de Valdez y desde entonces los ha compartido en algunas de sus obras.
La idea original de este proyecto —que se expuso hace unas semanas en el Museo de la Revolución— fue de Miguel Canseco, uno de los grabadores más importantes de la Comarca Lagunera. En éste ambos artistas buscaban reflejar la violencia en esta región desde una perspectiva histórica e irónica con personajes y situaciones que ocurrieron durante la Toma de Torreón, pero además buscaron conjuntar algunas leyendas que persisten en nuestros días.
En este proyecto ambos artistas buscaban reflejar la violencia en esta región desde una perspectiva histórica e irónica con personajes y situaciones que ocurrieron durante la Toma de Torreón, pero además buscaron conjuntar algunas leyendas que persisten en nuestros días.
“Cuando me puse a reflexionar y a bocetear me di cuenta de que se trataba de un ambiente macabro y festivo, donde hubo muchísimos muertos, pero parte de ese espíritu nos ha seguido hasta la actualidad”, dice el autor.
Valdez recuerda que cuando acudió a la primera corrida de toros en su vida fue partícipe de un ambiente de fiesta aderezado con humo de cigarro, olor a sudor, aguacates, lonches y hasta calcetas de anilina que aventaban sobre las gradas.
De “La Taconuda” le hablaron a Valdez cuando era taxista. Le dijeron que era una mujer con cabeza de caballo, que se aparecía en el desaparecido barrio de la colonia Metalúrgica. “Tiene mucha similitud con la Llorona porque estaba cerca del agua. Dicen que en Oaxaca la Llorona tenía cabeza de caballo”.
En cuanto al “Curro sin Cabeza”, se trata de un hombre sin cabeza vestido con traje que solía aparecer en el actual Centro Histórico, ya en la Plaza de Armas o en la extinta fábrica jabonera ubicada en las calles de Galeana y Jiménez, donde ahora hay un centro comercial.
Pero no cualquiera puede ver al “Curro”, pues solamente se le aparece a los mal portados o “a las mal portadas, a las que les da un susto para que se calmen”, dice sonriente el autor. Cuenta la leyenda que este personaje se le apareció a un empleado de la fábrica, lo que provocó que el asustado hombre tirara su cigarro encendido y quemara la jabonera. Aunque ahora hay quienes dicen que el dueño quemó su fábrica para cobrar el seguro, pues estaba en quiebra.
A muchas décadas desde entonces, el lagunero considera que el “Curro” es una alegoría a la burguesía local: “Es el diablo… Mi mejor versión del Curro es la burguesía local, aquella que no tiene cabeza, que es poco sensible a las manifestaciones artísticas. Es el peor ejemplo de espanto ver a alguien que tiene el poder de decisión pero no hace nada”, dice.
En la segunda parte, José Valdez, llamado “Pepe” cariñosamente por sus amigos, muestra algunos personajes de la Toma de Torreón, unos conocidos, otros no tanto, otros laguneros y otros más de lugares lejanos. Para plasmar pasajes históricos de la Revolución el artista trae a la mente conversaciones con amigos que le compartieron diversas anécdotas. “Mi amigo Lázaro Martínez, que pasó a mejor vida, me contó que en el Cañón del Huarache sigue vivo el recuerdo de la Revolución. Hay unas capillas donde rinden culto a las ánimas de soldados que ahí murieron”, dice.
De ahí surge Juan Soldado, un santo laico al que se le rinde culto en Tijuana. En aquella época fue acusado de violar y dar muerte a una niña. Años después se comprobó que no había sido culpable. Esta figura es venerada por quienes cruzan a Estados Unidos pues, aseguran, les brinda protección.
Otra de las imágenes que se aprecian en la muestra de Valdez es el fenómeno climatológico llamado “Calina”, que es similar a la neblina, aunque la diferencia es que se ve con más frecuencia en el desierto. Según cuenta la historia, en la Toma de Torreón hubo terregales muy fuertes que fueron aprovechados por las tropas opositoras a Francisco Villa, que utilizaron para huir. Al levantarse la “calina” el Centauro del Norte se dio cuenta de que el contingente enemigo había desaparecido.
Otro amigo de Pepe, Jesús Gallegos, de oficio mecánico, le contó que era común ver a niños dándole de comer a los burros para que pudieran continuar de pie. “Esto es una anacronismo. Es como la gente que se hace rica con la tragedia. Había una pila de cuerpos en ese entonces y hubo gente que hizo dinero. Lo que para unos es una tragedia, para otros es la oportunidad de negocios”.
Un personaje implacable de este episodio fue Ernesto Santos Coy, quien fue enviado por Francisco Villa para que Velasco se rindiera en Torreón y que no hubiera ya tantos muertos. Se sabe que el general conferenció con cónsules estadounidenses e ingleses, quienes le pedían detener la masacre.
Otra de las imágenes que se aprecian en la muestra de Valdez es el fenómeno climatológico llamado “Calina”, que es similar a la neblina, aunque la diferencia es que se ve con más frecuencia en el desierto. Según cuenta la historia, en la Toma de Torreón hubo terregales muy fuertes que fueron aprovechados por las tropas opositoras a Francisco Villa, que utilizaron para huir.
La mujer también aparece en el trabajo de Valdez en la figura de las soldaderas, quienes no solamemte acompañaban a los combatientes, también los alimentaban y cuidaban.
Asimismo, también están los “liebreros”, que aún se ven en el sector Alianza, lugar donde se inició el comercio. “Echarse una liebre es como echarse una chamba. Son los cargadores que hay ahorita”, dice.
Uno de los personajes más importantes en la muestra es “El Chino” Banda, quien, empistolado y con motocicleta se dedicaba a recorrer la retaguardia para que nadie se rajara. Era extraño que alguien tuviera un vehículo de este tipo pero su labor era no permitir que nadie dejara de luchar, pues de lo contrario se encargaba de matarlos. Dicen algunos que cuando se aprecia la “calina” en el desierto se observan las luces de la motocicleta del “Chino” Banda, otros más dicen que es la “diligencia” integrada por los combatientes al mando de Villa.
José Valdez trabaja ahora en otra propuesta en la que compartirá de nuevo su interés por la cultura popular de una tierra que ha sido tan castigada y que ya desea volver a la tranquilidad.
José Valdez Perezgasga nació en Torreón, Coahuila, en 1963. Realizó sus estudios formales en la Escuela de Artes Plásticas La Esmeralda. Ha expuesto en diversas galerías y centros culturales. Actualmente es productor de exvotos y retablos, dibujante y viajero incansable. ®