A lo largo de décadas Elena Garro se ha enfrentado a una serie de lecturas distorsionadas y, en algunos casos, incluso francamente maliciosas, arteras y mentirosas, que han construido alrededor de ella una leyenda negra.
Esta leyenda pretende sostenerse sobre todo en dos aspectos de su vida, el primero de ellos, el papel que tuvo en los acontecimientos del año de 1968 en México y, el segundo, su matrimonio con Octavio Paz.
Patricia Rosas Lopátegui ha dedicado una enorme cantidad de trabajo a desmontar, deconstruir y desmentir esa leyenda negra en ambos frentes. Respecto a la relación de Garro con el 68 hizo una exhaustiva investigación que quedó plasmada en su libro enorme —tanto por la cantidad de páginas como por la calidad de su contenido— Diálogos con Elena Garro, publicado por Editorial Gedisa hace un par de años. En lo que toca a su matrimonio con Octavio Paz, la investigadora ha dedicado varios textos a desmitificar esta relación y establecer lo que verdaderamente significó para la escritora. El más reciente de ellos es “La zona de Elena Garro”. publicado hace unos días en esta revista Replicante. Este texto es una respuesta al escrito de Maarten Van Delden titulado “En la mirada de Elena Garro”, publicado por una página electrónica dedicada a la vida y obra de Octavio Paz que lleva el nombre de Zona Paz.
Al parecer el autor de ese texto considera necesario defender al poeta de la forma en que lo presenta Garro en algunas de sus narraciones y quiere referirse a él como alguien intocable e intachable en cualquier aspecto y, para ello, ataca la obra y la figura de Elena Garro a través de comentarios categóricos y tajantes en los que el crítico lanza arriesgadas afirmaciones sobre las novelas de la escritora Testimonios sobre Mariana y Mi hermanita Magdalena y, haciendo gala de una enorme soberbia, pretende conocer las verdaderas motivaciones que movieron a Garro a escribir estos libros, diciendo cosas como que “…extrajo de su difícil matrimonio con el poeta mexicano una gran cantidad de material para sus libros, al mismo tiempo que utilizó sus novelas para vengarse de su exmarido”. Más allá de lo difícil que pueda resultar al autor de estas líneas comprobar esta afirmación, comentarios como el anterior no pueden tomarse como parte de una crítica literaria rigurosa y responsable. Es necesario ir en contra de las lecturas simplificadoras y reductivas de la literatura de Elena Garro. La escritora comenzó a escribir antes de su relación con Octavio Paz y continuó escribiendo después de ella; su escritura va mucho más allá de su matrimonio con el poeta y no se puede encajonar a partir de esta circunstancia, que no es más que una entre las muchas otras de su vida que están pintadas en su literatura, y ni siquiera una de las más importantes, pues tiene mucho mayor peso en ella, por poner sólo un ejemplo, su infancia. Esta lectura sesgada revela una miopía y la falta de una verdadera lectura de la producción escrita de la autora.
La escritora comenzó a escribir antes de su relación con Octavio Paz y continuó escribiendo después de ella; su escritura va mucho más allá de su matrimonio con el poeta y no se puede encajonar a partir de esta circunstancia, que no es más que una entre las muchas otras de su vida que están pintadas en su literatura, y ni siquiera una de las más importantes.
Más adelante, Van Delden arriesga otro comentario que despide el tufillo de una lectura pseudopsicológica: “…la mentalidad paranoica (…) parece haber sido una experiencia definitoria para Garro”. Con estas palabras se entrega a un tipo de interpretación literaria rancia, que ha sido superada desde hace décadas y que muy pocos pueden tomarse en serio en la actualidad. Además, al calificarla de paranoica roza los límites de lo que podría ser aceptable en una crítica pues no sólo recurre a la interpretación psicológica de una manera absolutamente chabacana y arbitraria, sino que ni siquiera explica por qué considera la paranoia como una experiencia definitoria para la escritora, con lo que demuestra el desconocimiento que tiene sobre la vida y obra de Garro. En sus ataques Van Delden llega incluso a sugerir que Garro miente respecto a su vida cuando habla de “…la versión que Garro solía ofrecer de su matrimonio con Paz, un matrimonio al que según ella fue obligada a participar en contra de su voluntad”. Olvida que, al tratarse de una percepción de la escritora sobre su matrimonio no puede desmentirla, pues el terreno de las percepciones es absolutamente personal.
A pesar de que en su crítica el mismo Van Delden establece varias diferencias entre los personajes de Garro y Octavio Paz, la acusa de construir en sus novelas “…una evocación muy parcial de Paz”. Con estas palabras pide a Garro algo que resulta un despropósito para cualquier novelista, es decir, que al convertir a Paz en personaje fuera totalmente objetiva al reflejar a la persona, y no objetiva con la realidad, sino con lo que el autor de esta nota piensa que fue realmente Octavio Paz. El crítico pretende conocer mejor al poeta que Garro, quien estuvo casada con él durante veinte años. Todo escritor presenta a sus personajes desde su particular punto de vista por más que hayan existido como personas de carne y hueso. Además, olvida completamente que está hablando de seres de ficción y que, siendo así, la escritora tiene todo el derecho de construirlos de la manera en que ella quiera y su imaginación se lo permita. Por otro lado, la literatura de Garro nunca ha pretendido ser realista; de haberla leído realmente se hubiera dado cuenta de que en ella hay una mezcla de realismo con elementos simbólicos, poéticos y fantásticos.
Por otro lado, Van Delden apunta que la literatura de Garro no es feminista por algunos tipos de personajes femeninos retratados en sus novelas:
…leer a Garro desde tal perspectiva se vuelve mucho más difícil una vez que nos damos cuenta [de] que ambas novelas giran de modo casi obsesivo en torno al tema de la atracción que ejercen las protagonistas femeninas sobre una serie de pretendientes masculinos. Si insistimos en una lectura feminista de las novelas, ¿cómo explicaríamos la preocupación de Garro por retratar a mujeres que se encuentran en el centro de la atención de los hombres? Las tramas de Testimonios sobre Mariana y Mi hermanita Magdalena contradicen el mensaje sobre la autonomía de las mujeres que las críticas feministas han visto en ellas, y sugieren que estos textos están más preocupados por el tema de cómo encontrar un buen hombre que con denunciar a todos los hombres.
El crítico pretende erigirse en censor, sancionar y fijar un canon, que por supuesto excluye a Garro, de las escritoras que pueden o no ser llamadas feministas por las estudiosas de la literatura mexicana. Pareciera que para proclamar feminista a Garro, o a cualquier otra escritora, para el caso, ésta debiera construir en sus obras únicamente personajes femeninos que hablen con discursos dogmáticos y se comporten de acuerdo con posturas teóricas predeterminadas y no incurran en conductas que pudieran considerarse políticamente incorrectas. Como si las novelas de Garro fueran obras de tesis o ensayos filosóficos hechos para ilustrar un movimiento o una postura y no obras de arte. Además, pretende que la escritora pase de lo particular a lo general para poder ser considerada feminista y al hacerlo solicita otra imposibilidad: ninguna obra literaria basada en una experiencia personal puede pretender pasar del plano individual a uno colectivo o universal por lo menos no desde su propio discurso, a menos que quisiera convertir su obra en un discurso doctrinario o demagógico. Como bien lo señala Rosas Lopátegui en su texto de respuesta a Van Delden: “Elena Garro no es una autora panfletaria ni didáctica”, por lo que no se dedica a ilustrar tal o cual postura teórica, si bien pueden encontrarse lecturas de tipo feminista y de otros muchos tipos a partir de su obra.
Si se trata de limpiar la figura de Paz ante la posible percepción del poeta como un hombre patriarcal y machista, develada por una mujer que fue su esposa, habría que recordarles que esto no necesariamente pone en entredicho la calidad de su obra.
Al final, subsiste la pregunta de por qué una página de internet dedicada a la vida y obra de Octavio Paz se ve en la necesidad de publicar un texto contra Elena Garro. Si se trata de limpiar la figura de Paz ante la posible percepción del poeta como un hombre patriarcal y machista, develada por una mujer que fue su esposa, habría que recordarles que esto no necesariamente pone en entredicho la calidad de su obra, y la misma Garro en varias entrevistas reconoce a Paz como uno de los poetas más importantes del siglo XX en México. Por otro lado, parece necesario decirles que los escritores, incluso los más encumbrados, no son santos patronos inmaculados cuyas efigies intocables descansan en una especie de parnaso que se encuentra más allá del bien y del mal y que, como todos los mortales, son, o fueron, personas de carne y hueso, susceptibles de cometer errores y acciones que, a la luz del tiempo, puedan ser vistas como reprochables o incorrectas. Tampoco se trata de juzgar la vida personal del poeta. Nada obliga a un escritor a estar por encima de las vicisitudes de la vida y de su propia personalidad y pasiones.
La importancia literaria de Garro es insoslayable y pasa por la renovación de la dramaturgia en México durante los años cincuenta, con obras como Un hogar sólido, hasta la innovación temática y estilística dentro del terreno de la narrativa con obras como las novelas Los recuerdos del porvenir y Reencuentro de personajes, y los cuentos incluidos en La semana de colores y Andamos huyendo Lola, por sólo mencionar algunos de sus libros. Su escritura abarca todos los géneros y en cada uno de ellos aportó muestras de su maestría en el manejo de la palabra. Patricia Rosas Lopátegui ha hecho la interpretación y el estudio de muchas de sus obras durante años. Sin embargo, ante la envergadura de una literatura como la suya todavía quedan muchos temas de análisis que las diversas lecturas de su literatura pueden todavía aportar, más allá de tal o cual postura ideológica. Por lo tanto, no nos queda más que esperar que los críticos se acerquen de una manera honesta al inacabable venero de su obra y sigan mostrando a las nuevas generaciones de lectores la enorme riqueza de su legado. ®