Arturo Suárez (1947-2009), mejor conocido como Arduro Suaves, inventor del género literario del “periquete”, filósofo y humorista, repasa rápidamente la vida y obra de unos de los mayores cómicos de la historia. Adelante.
A Florida van las naranjas que no podamos vender en California.
—Groucho Marx
La contradicción del título de estas líneas sólo se resuelve en la imposibilidad de autoexpulsarse del club al que jamás se ha de ingresar. En medio, un abismo con puentes colgantes y vértebras juguetonas. Amador reflexivo con urticaria, verboso del piropo esotérico, cejas lúdicas de la mima tipográfica, brochazo parejo sobre el labio mayor dicente y el habano copulativo, Groucho (Julius Schoenberg Marx), gigante del “humor desnudo” (X.V. dixit), tiene que doblar sus rodillas para no sobresalir en la batalla de la genialidad (gnomo culterano del gag semántico intraducible), y así caminar por la sala del diálogo, que no es más que un monólogo democrático. Sus hermanos del alma, queridísimos “hijos de perra” (S. P. Perelman dixit), poseen la misma altura: todos ellos son la patiña quintaesenciada. Amos absolutos de todo lo que no es razón ni regla, zares de la mofa y caciques de la cuchufleta, no podían dirigirse a sí mismos, porque necesitaban burlarse de alguien. Para ese fin contrataron directores de cine y poder lograr de ese modo una improvisación real y una zumba sincera. Todo un mundo de vayas, el chasco a nivel constitucional.
¿Cuántos eran los cinco hermanos Marx? ¿Cuatro? ¿Tres? Tres en casi todos los filmes; cuatro en algunos de los mejores: Duck Soup (que no es sopa de pato ni de ganso, sino pan comido, asunto fácil, cosa de niños; en todo caso, una “sopa boba”: vida holgazana y a expensas de otro), Cocoanuts (que no son cuatro cocos, sino cabezotas pensantes, dolarucos, sandías chifladas), Horse Feathers (que no son plumas equinas, como la inmediatez lo sugiere, sino palabrería, faramalla, baladronada, tontería, mamarracho). La jerga es el trapeador del idioma.
Leonard (Chico), Arthur (Harpo), Julius (Groucho), Milton (Gummo) y Herbert (Zeppo) —nunca tan pocos hicieron reír tanto; mejor, sonreír activamente— fueron conocidos primero en su casa (en el East Side de la ciudad de Nueva York). Chico fue el más grande (1891) y de ahí para el Real. En el principio trabajaron como músicos del teatro de variedades, pero Gummo no salió en el cine, y Zeppo lo dejó después para dedicarse a productor. De tal forma que Chico, Groucho y Harpo hicieron más películas juntos: Cocoanuts (1929), uno de los filmes más acabados que requirió más ingenio que producción: mojaban los periódicos para que, al abrirlos, no hirieran la sensibilidad de los micrófonos de la época; a veces, la risa salía como en camisa de fuerza, y ya nadie se acuerda de las canciones de Irving Berlin, pero es un “clásico” de los cuatro: cinco bellezas acosan al “cerebro” Harpo, y cuatro hermanos se dan la mano sin saludarse. Margaret Dumont, diva y heroína, será a partir de aquí como una hermana Marx más.
Animal Crackers (1930). Farsa marxiana de médula. En el lío fraterno, una locura en el continente negro: “Una mañana le disparé a un elefante en pijamas. Nunca sabré cómo se metió ahí”. Hay un juego de naipes que es una joya, piano y sofá. En Monkey Business (1931) es una transa la sospecha del negocio no lícito: son Naderías, Pistoleros de agua dulce (no marineros, como el Gordo y el Flaco).
Polizontes en crucero, los carnales le bajan los humos al fausto, al orgullo, haciendo dudar de su autoridad a toda autoridad, pero abundan los argumentos secundarios y el teatro musical. No obstante, se impone la extravagancia ya conocida.
Horse Feathers (1932) es la más divertida de sus películas: una parodia futbolera y universitaria. También hay perros, monos y policías. Duck Soup (1933) es el filme por antonomasia y antología de los cuatro. El humor antiinstitucional más audaz boicoteado el día del estreno. Un gran retozo: Harpo lleno de vejigas, y Groucho, fetiche auditivo, con fémina cómplice (nótese el diamante de la baraja en la mano izquierda y siempre la oreja de Groucho). Zeppo y Chico en la carpa imperial, y todos en la clínica de su estética. ¿O al revés? A Night in the Opera (1935). A pesar de las canciones y una zonza historia de amor, los tres (Groucho, Chico y Harpo, este último del arpa a la trompeta) vuelven a lucirse, donde Groucho propone que si muebles y personas no caben en un camarote, entonces que el camarote quepa en ellos, y donde hay tenores que se atragantan con su voz, pero nunca dejan sus sacos, especialmente el de pana de Chico. A falta de maíz reventado, buenas son el agua de cola y las barbas postizas.
Leonard, Arthur, Julius, Milton y Herbert ya no están con nosotros en este ridículo mundo de existencias virtuales, de tecnocracia prepotente, de imagen en vez de palabra. Sólo ellos podrían cambiarlo. Y si Carlos Marx puso a temblar a los capitalistas, los hermanos Marx no descansaron en la lucha contra la solemnidad.
A Day at the Races (1937). Todavía en su elemento, los Hermanos (sin Zeppo, desgraciadamente) alcanzan un buen nivel después de la ópera. Son insuperables: entre otras locuras, la expectación facial de la mamá de Mia Farrow al ver a Groucho (servilleta como sábana en un restaurante) y el reojo de la Dumont frente al queso derretido imaginario de Chico y el pescado pidiendo auxilio en las manos de Harpo. At the Circus (1939). Comenzaban a perder fuerza los Marx como grupo cómico, pero todavía se podían disfrutar sus comedias, a pesar del “¿es el héroe de la historia o de la historieta?” Y también del sonsonete cantado de Kenny Baker, que nadie quiere recordar.
Como sea, una foca sin paraguas es todo un espectáculo bajo la lluvia, o el trío de tres en un toldo y las pesas de goma del hombre forzudo. No hablen con los Marx, sino con los dueños del circo.
Go West (1940). Muy lejos de sus primeros éxitos, los hermanos seguían divirtiendo a sus seguidores: un grupo ecléctico de trabajadores negros recibe, ¿o despide?, a Groucho en la estación, ¿de ferrocarriles?, ante la mirada perdida de un chino. Chico y Harpo, sombrerudos de cantina, observan a otro sombrerudo. The Big Store (1941). Un cantante que no es actor (Toni Martin) aparece aquí, en uno de los filmes menos logrados de los Marx (un mechazo fallido con poco suministro de hilaridad), por lo menos para la MGM. Con todo, la película se salva por la esgrima verbal de Groucho y el delicioso dueto pianístico de Chico y Harpo. Hay que fijarse también en el guajolote enjaulado y las lechugas regadas por Harpo, sin olvidar el traje de Groucho en calidad de oso y la puerta portátil de un taxi, mientras Rooney y Garland aparecen en la marquesina.
A Night in Casablanca (1946). Ya gastadas las fórmulas anteriores, hay que rentar (¿dónde?) esta película por las agudezas de Groucho y las bufonadas de Chico y Harpo.
Love Happy (1949). Es el Amor en conserva para los españoles (¿amorosamente feliz a la manera estúpida, o a la manera avícola según Cortázar?). Ahora sí, el último filme de los Hermanos, aunque se pensó sólo en Harpo para la historia. Nunca debieron actuar juntos en esta cinta, pues nada más la mirada coqueta e insinuante de Groucho hacia la reciente estrellita (Marilyn Monroe) es el mejor atractivo para los amantes de la comedia. Aquí salen también Raymond Burr y otra actriz que no es Marilyn, pero que Chico casi la ve con la mano.
The Marx Brothers in a Nutshell (1990). Es una selección-homenaje para la televisión de escenas de películas, entrevistas y tomas fuera de serie de los Marx. Se nota que Groucho sigue siendo cómicamente mordaz dentro o fuera de la pantalla. La narración está a cargo de Gene Kelly. Para coleccionistas.
En cuanto al Groucho solo, sin hermanos, actúa en Copacabana (1947), donde ni él salva esta ligera comedia; Double Dynamite (1951), en la que comparte créditos con Frank Sinatra y Jane Russell. Es sólo dinero y críticas encontradas. Maduro, Groucho rescata, con Jane y Frank, la película. Es triple dinamita. Luego vino A Girl in Every Port (1952), un filme sobado, sin brillo, según la crítica. Después Mr. Music (1950). Aquí Groucho se pierde entre las estrellas invitadas. You Bet Your Life (serie para la televisión, de 1950 a 1961): entrevistas para concursar en un programa de premios en el que Groucho imprime el gran sello marxiano de la habilidad fraseológica.
Harpo actuó solo, sin sus hermanos, en Stage Door Canteen (1943): la vida tras bambalinas.
Leonard, Arthur, Julius, Milton y Herbert ya no están con nosotros en este ridículo mundo de existencias virtuales, de tecnocracia prepotente, de imagen en vez de palabra. Sólo ellos podrían cambiarlo. Y si Carlos Marx puso a temblar a los capitalistas, los hermanos Marx no descansaron en la lucha contra la solemnidad. ®
—Publicado originalmente en Replicante no. 11, “Humor”, primavera de 2007.
Carlos Q
Hace un buen tiempo que leí este articulo y siempre ha sido uno de mis favoritos, me da gusto que lo publicaran en su version online.