La provocación que buscaba Miguel Ángel Martín, autor de la mítica historieta Snuff 2000, sigue siendo una firma que lo caracteriza. Ahora los juegos del amor es el tema a tratar en sus últimos cómics.
Provocar antes que entretener, dice Miguel Ángel Martín (León, 1960), dibujante y guionista de cómics, galardonado con el premio a autor revelación del Salón Internacional del Cómic de Barcelona en 1992 y el Yellow Kid al mejor autor extranjero en 1999; conocido por sus obras víctimas de la censura y por cargos penales en Italia a causa de ellas. A pesar de esto continúa publicando novelas gráficas como Playlove, donde las calles no tienen nombre (Rey Lear), una historia que retrata la cotidianidad y la patética realidad de las relaciones de pareja.
Antes de Playlove publicó Psychopathia Sexualis (La Factoría), historias cortas basadas en hechos reales y, como continuación a éste, Snuff 2000 (La Factoría, 1998), una obra que narra cómo se produce un video snuff. El autor comenta:
—El snuff es una leyenda urbana; tomar gente, violarla y matarla para hacer una película es algo dudoso, pero esto me permitió crear dos personajes y con ellos hacer una reflexión y una sátira sobre los medios de comunicación.
—Un cómic muy polémico y a la vez aceptado, pero, ¿qué pasó en Italia?
—Antes de que el cómic salga de imprenta se tiene que pedir una autorización previa para su distribución, pero un día después de haberla solicitado se decomisaron todos los tomos. Pero mi editor publicó una edición clandestina que se vendió muy bien, y como resultado final tuvimos cinco años de juicios por los que se nos quería condenar por los cargos de inducción al suicidio, homicidio y paidofilia… Al final nos absolvieron. Lo que yo hice al escribir estos libros es buscar qué es lo que puede joder a la gente, qué es lo que más impacta, lo típico, siempre, lo más débil; las mujeres embarazadas, los niños, la violencia extrema, y creo que socialmente existe mucha tontería y demasiada cursilería con estas cosas.
—¿Los cómics pueden funcionar como una herramienta de reflexión?
—El cómic es un medio de entretenimiento y puede ser muy peligroso porque educa, sensibiliza o lava el cerebro, y eso es un gran riesgo. El lector puede ser inteligente y cuando lee un cómic como Snuff se da cuenta de dónde están la moral y la ética aceptables y cuáles son las que no; un escritor no tiene que decirles qué es correcto y qué no, de ellos depende; nunca me pongo del lado bueno ni del malo, ni en un nivel ni en otro, cuento las cosas con humor, siempre tratando de buscar la vena abierta para que la gente salte. En Snuff me interesaba poner en tela de juicio el comportamiento social y no el de los asesinos, el porqué la gente consume estos productos y el cómo reacciona ante ellos, pues cada vez la gente es más fría, se aparta más, pierde y olvida sus emociones y así hay algunos personajes en mis libros.
—Tratas en Playlove sobre el “buen comportamiento” y la esperanza de vivir una vida correcta en términos sociales y morales, pero al final la naturaleza humana no ha evolucionado mucho, ¿o sí?
—Yo soy partidario de la psicología evolutiva. Autores como Edward O. Wilson y Steven Pinker me han influenciado para escribir Playlove. Ellos dicen que a lo largo de la historia se ha demostrado que no somos tan distintos de los chimpancés”; sí, hacemos cosas más sofisticadas, incluso tenemos un lenguaje, pero la base de nuestro comportamiento es la misma. En los estudios de la primatóloga británica Jane Goodall se ha demostrado que estos animales hacen lo mismo que nosotros, alianzas entre grupos, machos alfa, asesinatos, palizas y el rechazo del grupo, cosa que planteo en mis cómics, ese enfrentamiento o distancia entre individuo y grupo porque siempre mis personajes son individuos muy vividos, idealistas, que tienen dificultades para adaptarse o integrarse a una colectividad y cómo ésta siempre presiona para eliminar al que es distinto o para que adopte los mismos comportamientos, y todo esto es para que culturalmente se pierda el miedo al otro.
—¿Y el sexo?
—Con respecto a la sexualidad ésta puede ser muy psicótica, muy enferma o muy erótica, pero siempre ha favorecido al sexo femenino. Pinker parte de la base de que los machos de cualquier especie animal, incluyendo la nuestra, muestran una tendencia sexual dirigida a la promiscuidad y las hembras están dirigidas a la monogamia y para el grupo —la sociedad—; es el principio a la represión sexual y a quién beneficia, a la tendencia de las hembras y no la de los machos. En sí, se está reprimiendo constantemente la tendencia sexual masculina en nuestra cultura, en todas.
—Si se reprime tanto a una sociedad, la vida se vuelve más aburrida, ¿será esta la razón por la cual la sociedad continúa estancada?
—Yo creo que sí, lo que yo reflejo en mi trabajo es la sociedad que conozco, la europea, la de los países occidentales ricos. En los países en vías de desarrollo donde no viven como nosotros el comportamiento social es distinto, tienen una convivencia con el otro más sencilla y más humana, es más directa; aquí la gente se aísla, ya sea en sus departamentos, en sus cubículos, se comunican por internet, por teléfono móvil y no hay un trato social; aquí no conoces a tu vecino, no sabes quién es; en otra sociedad aunque te lleves bien o mal con éste, sabes quién es. Aquí el ambiente es más despersonalizado. Mis historietas hablan de esta sociedad deshumanizada y muy despersonalizada.
Cómics underground
—El paso de los años le ha dado a los cómics un prestigio por el que actualmente se le considera una forma de expresión artística, por ello el Ministerio de Cultura español otorga un premio nacional para reconocer a este género, considerándolo dentro de otras disciplinas como la literatura, las artes plásticas y el cine, ¿qué opina Miguel Ángel Martín de esto? ¿Es un buen momento en la historia para el cómic?
—Sí, el cómic se está comercializando demasiado, aunque está dominado básicamente por los mercados estadounidense y japonés. Francia y Bélgica tienen una gran industria, en especial la francesa, que produce muchas historias de aventura y románticas, son historietas muy trabajadas pero muy vendibles. Existe el cómic independiente, que es el que más me interesa; éste llega a menos gente con temas más interesantes, más arriesgados. El que Europa lo reconozca es significado de que ya no se considera a la historieta como antiguamente se creía: basura para idiotas.
—¿Actualmente existe el cómic independiente, underground, o es sólo una etiqueta para el mercado?
—No se puede etiquetar al cómic underground o independiente. Son etiquetas muy mal puestas. Primero, algunas editoriales que se hacen llamar independientes no lo son, como Mondadori o Planeta, que están publicando cómics “independientes” pero son parte de una industria. Entiendo como cómic underground a todo lo que está fuera del circuito comercial, por un lado, y tiene que ser por lo menos ilegal o que no tenga permisos de distribución. Yo nunca he sido un escritor underground, publico para una revista que se llama El Víbora, la consideran underground pero no es así, está en todos los quioscos. Una película snuff es una película underground, pues suponiendo que exista no la venderían en un quiosco o en un almacén. Snuff 2000, cuando estuvo secuestrada en Italia, era un cómic underground, estaba prohibido y uno tenía que buscar la edición clandestina o conocer a alguien que la vendiera; era una edición que no encontrabas en ninguna tienda de cómics ni en ningún sitio. Llaman underground a Robert Crumb y lo es, pues a finales de los años sesenta en Estados Unidos los contenidos de sus cómics no los quería publicar nadie y él los fotocopiaba, hacía autoediciones y se ponía a venderlos en las esquinas de las calles, y la policía lo detenía por vender ilegalmente. ®