¿Es posible imaginar un futuro sin cenizas?

La eterna lucha contra los incendios forestales

Los incendios forestales son una problemática que no espera ni perdona. La mayoría son provocados, y otras pocas veces debidos a causas naturales, los incendios causan incontables daños a la naturaleza y a la humanidad.

Fotografía: Gobierno de Santa Fe.

¿Se cumplirá aquello que la naturaleza nos advierte desde hace décadas? ¿El mundo entero arderá en llamas? La realidad que nos rodea no es más que el reflejo que el hombre devuelve a sí mismo y a su entorno. No es una película de ciencia ficción, tampoco una novela distópica. Es mucho peor.

En las tierras calcinadas por el fuego se esconden las evidencias de lo que ya no se puede negar, una de las problemáticas más urgentes de los últimos años: los incendios forestales. Una historia sin fin. Un ciclo que se repite año tras año en todo el mundo. ¿Qué hay tras todo esto? ¿Qué se esconde detrás de estas llamas que arrasan con todo a su paso? ¿Se puede evitar? ¿Es posible pensar un futuro sin cenizas?

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Bajo una niebla gris. El 20 de septiembre la provincia de Córdoba, en Argentina, amaneció bajo una oscura niebla gris. Una vez más el humo cubrió cielos, montes y hogares. Horas antes los bomberos controlaron el fuego en el barrio de Dolores, de la localidad de San Esteban. Pero el foco del incendio se reactivó. Esta vez no había vuelta atrás. El fuego no espera, tampoco perdona.

Las llamas arrasaron con todo a su paso, hectárea por hectárea, hasta alcanzar el Valle de Punilla, una de las principales zonas turísticas y fuentes de ingresos económicos de la región.

En breve, la página oficial de Bomberos Voluntarios de la República Argentina publicó un comunicado en el que advirtió sobre la presencia de “diversos focos activos” cerca de la zona de Traslasierra. Otro punto turístico…

En las calles, los bares y restaurantes estaban vacíos y los deportes populares en la zona como trekking, pesca, ciclismo y escalada interrumpieron su rutina.

Los Bomberos Voluntarios, la Agrupación Serrana de Bomberos y el Equipo Técnico de Acción ante Catástrofes (ETAC) de Córdoba, trabajaron en las zonas más afectadas: Capilla del Monte, Los Cocos, Cosquín y La Cumbre en Punilla; El Durazno en Calamuchita, Malagueño, en Santa María, y La Calera, en Colón. Pero no fue suficiente. Debido a la complejidad de la situación los bomberos no conseguían controlar el fuego.

Las condiciones climáticas no ayudarían a mitigar la situación. “El combo de alta temperatura, baja humedad y ráfagas de viento fuertes, genera un escenario de riesgo extremo”, dijo Rafael Di Marco, técnico en meteorología para el medio La Voz del Interior.

En menos de 24 horas las llamas avanzaron y arrasaron con varias hectáreas de bosques. Ayudadas por un fuerte viento, se dirigieron a la zona de viviendas donde destruyeron aproximadamente treinta casas que se cruzaron en su paso, dejando otras afectadas. El riesgo de interfase ya era un hecho. Con cuatro incendios activos, se encendió la alarma. Hubo varios evacuados y se cortaron las rutas de acceso por precaución.

—Se nos quemó todo —dice entre lágrimas un vecino al medio TN.

En sus ojos se percibe el dolor de quien acaba de perderlo todo; la indignación y la desesperación entendible del momento por la ayuda que nunca llegó.

—Nos mintieron los bomberos, nos mintieron desde provincia. No nos quedó un caballo, no nos quedó un alambre ―se lamenta.

Como este caso hay muchos… Los focos de incendio siempre causaron incertidumbre en Córdoba. Año tras año la historia se repite. Lo más preocupante es que la situación excede a bomberos y autoridades locales. En 2020 la provincia rompió un récord histórico con más de 300 mil hectáreas quemadas en cuatro meses. Esta vez la gota rebalsó el vaso. Aquellos incendios que durante agosto y septiembre de este año se mantenían en una especie de cuerda floja terminaron por propagarse.

Fotografía: Gobierno de Santa Fe.

El 24 de septiembre la Coordinación Única de Operaciones (CUO) declaró una “alerta roja”, en la que se convocó a las Federaciones de Entre Ríos y Santa Fe para asistir en el lugar. Alrededor de 700 bomberos trabajaban en la catástrofe  junto a ocho aviones hidrantes y seis helicópteros para apagar tres focos activos en zonas cercanas a Capilla del Monte, La Granja y San Marcos Sierra. Pero no era suficiente…

El bombero voluntario Juan José Roger explicó que para asistir en los incendios se debe estar certificado por el Servicio Nacional de Manejo del Fuego (SNMF), la máxima autoridad en el combate contra los incendios forestales.

Año tras año la historia se repite. Lo más preocupante es que la situación excede a bomberos y autoridades locales. En 2020 la provincia rompió un récord histórico con más de 300 mil hectáreas quemadas en cuatro meses. Esta vez la gota rebalsó el vaso.

“La emergencia se maneja de una sola manera, organizada y coordinada”, dijo Marcos Escajadillo, secretario de Protección Civil y Gestión de Riesgos de la provincia de Santa Fe.

En Santa Fe hay doce regionales que se agrupan dentro de la Federación Santafesina de Bomberos Voluntarios. Cada cuartel de bomberos depende de una regional. Con un sistema de funcionamiento similar al policial, se organizan para dar respuesta ante las grandes catástrofes o incendios que azotan a las zonas más cercanas.

En situaciones críticas, como los incendios forestales, la prevención y el apoyo del Estado son fundamentales. Mientras, en el mundo entero se advierte sobre la importancia de combatir el cambio climático, el presidente argentino Javier Milei niega una realidad probada por la ciencia. “Todas esas políticas que culpan al ser humano por el cambio climático son falsas y lo único que buscan es recaudar fondos para financiar vagos socialistas que escriben papers de cuarta”, dijo durante un debate presidencial de 2023.

Su postura no parece cambiar. Según un informe de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), la Subsecretaría de Ambiente y la Administración de Parques Nacionales sufrieron recortes de más de 40% en el primer semestre de 2024. Mientras que otros datos aportados por Chequeado indican que entre abril y agosto de 2024 se ejecutó sólo un 40% del presupuesto anual para el SNMF. En el primer trimestre no hubo ejecución presupuestaria para combatir el fuego.

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Desde lo alto, los drones monitoreaban las zonas afectadas y se ocultaban entre las columnas de humo. Abajo, en el centro del desastre, los bomberos voluntarios que acababan de llegar desde Santa Fe se concentraban en diferentes puntos como Deán Funes, Ischilín y Ongamira para combatir las llamas.

―Se logró combatir un frente muy grande ―cuenta Carlos Dolce, director de Gestión de Riesgos y brigadista que asistió en la zona.

Como co–conductora del programa radial “En primera línea” de LT3 tuve la oportunidad de entrevistarlo sobre su experiencia en el combate contra el fuego.

―El primer día fue una jornada intensa, de trabajo arduo; al segundo día nos dedicamos a tareas de enfriamiento y control para que el fuego no se propague, y al tercero hicimos guardia de cenizas —relata Dolce, atrapado todavía en el recuerdo de aquellas 72 horas de labor.

La guardia de cenizas es un procedimiento que consiste en vigilar el terreno quemado para detectar cualquier rebrote que pueda expandir el fuego. Es el último paso para extinguir completamente el fuego. Previamente, se realizan técnicas minuciosas para controlar focos como enfriamiento con agua, sofocación con tierra y líneas de control.

Fotografía: Gobierno de Santa Fe.

El incendio forestal tiene una peligrosidad diferente a la de otros eventos. El fuego es un arma de doble filo. Su naturaleza impredecible puede engañar incluso a quienes conocen sus trucos.

―La mayoría de las veces no combatimos el fuego con agua ―explica el brigadista―, sino a mano, con herramientas manuales; con lo peligroso que puede significar que el viento te cambie de orientación y que terminen falleciendo bomberos porque el fuego los encerró.

Afortunadamente, las técnicas para combatir el fuego durante los últimos años cambiaron. Se actualizan de forma constante. Si hay algo que el director de Gestión de Riesgos destaca es el apoyo por parte de la Federación Santafesina de Bomberos Voluntarios y el gobierno provincial, quienes siempre apuestan por la capacitación y prevención en la problemática.

―Hay una inversión del Ministerio de Ambiente para la brigada, para los equipamientos, una decisión política de nuestro gobierno provincial de invertir ―afirma Dolce. En la misma línea, destaca la certificación otorgada a 120 brigadistas para el Servicio Nacional de Manejo del Fuego, donde la provincia también intervino.

Además, la Federación Santafesina de Bomberos Voluntarios encontró en el avance tecnológico un aliado para la detección temprana de los focos de incendio. Así, evitan exponerse a situaciones de riesgo sin conocer de antemano el escenario con el que se van a encontrar. Los drones, los aviones hidrantes y las telecomunicaciones son claros ejemplos de la importancia de la tecnología para facilitar tareas y mejorar la seguridad en el trabajo.

―Antes necesitabas un helicóptero para tomar dimensión de la extensión, la magnitud, y por dónde tenías que abordar el incendio. Hoy levantas el dron y sabés hasta dónde va, por dónde tenés que ingresar, si hay algún espejo de agua que va a servir como cortafuego, te da una imagen distinta ―señala Marcos Escajadillo, secretario de Protección Civil y Gestión de Riesgos de la provincia de Santa Fe.

En situaciones críticas como incendios, estructuras colapsadas, accidentes con víctimas múltiples o sustancias químicas es importante incorporar la tecnología.

Durante los incendios en Córdoba los bomberos de la Federación Santafesina utilizaron un equipo tecnológico de última generación, integrado por drones y el sistema de internet satelital Starlink. El dron se conectaba a internet y de manera instantánea podían comunicarse a través de Zoom o Meet.

—Los muchachos, desde la camioneta, me hablaban desde el cerro más alto de Córdoba, donde la señal es prácticamente inexistente. Sin embargo, a través de ese sistema Starlink, nos comunicábamos sin problemas ―dice Escajadillo.

Fotografía: Gobierno de Santa Fe.

En medio de la nada, donde nadie más podía comunicarse, resultaba casi increíble presenciar una conversación en tiempo real, como si estuvieran frente a frente, como si los límites entre el tiempo y el espacio se hubieran difuminado sólo para ellos.

―Teníamos señal de internet en cualquier punto de la montaña, nos podíamos comunicar por radio en cualquier punto de la montaña, cosa que no le pasaba a todas las generaciones ―nos cuenta Carlos Dolce, que fue testigo de aquel momento.

Desde lo alto los drones captaban cada uno de los movimientos del caos. Mientras los incendios arrasaban con hectáreas y viviendas estos dispositivos se desplazaban a través de sus hélices y se ocultaban entre las columnas de humo. Quien maneja el dron puede ver lo que sucede en tiempo real en las zonas del desastre, ya que, éste cuenta con una pequeña pantalla.

―Lo que ve el dron, nosotros lo vemos en la televisión ―dice el secretario de Protección Civil.

Las imágenes se pueden apreciar desde la pantalla de un televisor de 44 pulgadas. A través de la conexión satelital se puede transmitir la vista panorámica de los terrenos captados por el dron de forma inalámbrica. Además, los drones, cuentan con cámaras térmicas para identificar los puntos más calientes y el daño en las hectáreas afectadas.

La tecnología ofrece herramientas para la prevención de desastres ambientales y su abordaje, aunque no hay nada que pueda hacer para impedir las acciones del ser humano en contra de su propia naturaleza.

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El mundo entero arde en llamas frente a nuestros ojos y no hay nada que hacer para frenarlo. No sin consecuencias legales para los incendiarios y sin la intervención del Estado para garantizar políticas ambientales.

Según la Ley de Bosques, se debe destinar al menos el 0,3 % del presupuesto nacional a las provincias que conservan bosques nativos y el 2% del total de las retenciones a las exportaciones de productos primarios y secundarios provenientes de la agricultura, la ganadería y el sector forestal. El 7 de octubre, mediante el decreto  888/2024, se eliminó el Fondo Fiduciario para la Protección Ambiental de los Bosques Nativos (Fobosque) en Argentina.

En un contexto como éste ¿es posible imaginar una vida sin cenizas? Quizás, cuando el simbolismo del fuego no habitaba en la mente del ser humano lo era… La diferencia entre nuestros ancestros y la sociedad actual es que siglos atrás el fuego era sagrado y respetado, incluso temido. En el presente, nos hace falta temor.

Las cifras no mienten. Según un informe del Ministerio de Ambiente y Economía Circular, en 2024 los incendios forestales en Córdoba arrasaron con 100 mil hectáreas, de las cuales 5 mil corresponden a bosques nativos. Actualmente, la provincia sólo conserva el 3% de sus bosques nativos.

El fuego es un arma de doble filo, diseñada para consumir todo lo que toca. Su naturaleza es quemar. Y si se utiliza irresponsablemente es lo que hará. Aquel elemento considerado sinónimo de alimento y refugio cuando apenas se sobrevivía es utilizado hoy como arma para incendiar, y tarde o temprano arrasará con todo a su paso si no se le pone un freno. Me corrijo. No se le debe poner un freno al fuego sino al ser humano.

El Servicio Nacional de Manejo del Fuego indica que el 95% de los incendios forestales son provocados por la acción humana.

No es difícil imaginar que detrás de cada incendio desatado hay algo más que cuestiones climáticas. ¿Quién está detrás de los incendios? Todos lo piensan, todos lo dicen, nadie lo sabe con exactitud.

En Córdoba algunos vecinos piensan que los incendios forestales benefician al sector inmobiliario, otros a la autovía en Punilla ―donde se pretendería avanzar sobre el monte nativo―, la industria minera o la agricultura.

En medio del caos, incluso bomberos voluntarios que combatían el fuego fueron agredidos por gente de la zona. Los rumores y la desinformación, combinados con el temor y la desesperación del momento, llevaron a la violencia.

No se puede determinar quiénes son los culpables de este tipo de fenómenos. Todos lo piensan, todos lo dicen, pero nadie lo sabe con exactitud. Se puede afirmar, sin embargo, que son el resultado de medidas que fracasaron a lo largo de una gran crisis climática.

Como en la novela Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, en la que los bomberos tienen la misión de provocar incendios en vez de sofocarlos, en Córdoba muchos tienen el presentimiento de que los brigadistas del Equipo Técnico Ante Catástrofes (ETAC) están implicados en los incendios que azotan la región. Incluso, el legislador provincial Dante Rossi, del bloque Construyendo Córdoba, presentó un proyecto de ley para disolver ETAC. En esa misma línea se presentaron denuncias contra donde se cuestionó las técnicas de contrafuego utilizadas por la brigada.

Fotografía: Gobierno de Santa Fe.

El Comité Técnico Internacional para la Prevención y Extinción de Incendios (CTIF) define al contrafuego como un incendio que se inicia deliberadamente delante de un frente de fuego activo, normalmente un incendio forestal, para evitar que se propague.

Sin embargo, no se puede determinar quiénes son los culpables de este tipo de fenómenos. Todos lo piensan, todos lo dicen, pero nadie lo sabe con exactitud. Se puede afirmar, sin embargo, que son el resultado de medidas que fracasaron a lo largo de una gran crisis climática.

En las manos equivocadas, el fuego se convierte en un arma letal. Los incendios forestales no son nuevos, pero en los últimos años parecen haberse replicado en distintas partes del mundo a pasos agigantados, especialmente en América. El fuego no entiende de fronteras. No es una problemática a escala regional, sino global.

De acuerdo con el Instituto Brasileño de Investigaciones Espaciales (INPE), durante 2024 Sudamérica acumuló más de 400 mil focos de incendio, casi el doble que en 2023. Otro estudio publicado por The Conversation afirma que en Estados Unidos los incendios forestales son cuatro veces mayores que en las décadas de los ochenta y noventa.

Dicen que “donde hubo fuego, cenizas quedan”. En un mundo consumido por las acciones del hombre siempre quedan cenizas, y aunque el fuego se apague, las llamas siempre se reavivan.

Tarde o temprano el fuego nos alcanzará a todos. Como en una especie de profecía… La realidad que nos rodea no es más que el reflejo de lo que el hombre le devuelve a su entorno.

¿Es posible imaginar un futuro sin cenizas? ¿Sin ver cómo los colores del paisaje se pierden opacados por el gris humo? A veces la mano del hombre es la que enciende la mecha. El fuego nos muestra aquello que preferimos no ver: la fragilidad de un mundo que se consume a sí mismo. El fuego como protagonista de una historia que no parece tener fin. Y aunque el último foco se apague, el miedo permanecerá. Porque en la próxima temporada la historia se repetirá. Y, tal vez, no habrá más que cenizas. ®

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Publicado en: Apuntes y crónicas

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