Estampa crítica de Adolfo López Mateos

Un presidente contradictorio, sobreestimado y fallido

No, no fue un gran presidente, ni uno de izquierda, como quieren creer algunos fervientes obradoristas. Reprimió a los ferrocarrileros y a los maestros, asesinó a Rubén Jaramillo y encarceló a David Alfaro Siqueiros.

El presidente Adolfo López Mateos con el líder de la CTM, Fidel Velázquez.

“Todos” sabemos que Adolfo López Mateos fue políticamente un hijo del PNR–PRM–PRI, pero casi nadie supo y hoy nadie sabe de qué padre fue hijo biológico. No del que aparece en el relato oficial: habría sido registrado con el apellido del esposo de su madre, pero él no pudo ser su padre porque… ya estaba muerto cuando Adolfo nació. Tal vez lo haya sido Gonzalo de Murga. Es una posibilidad schrodingeriana. La hipótesis de José Manuel Villalpando es que la paternidad biológica pertenece a Isidro Fabela, quien también tiene la paternidad del Grupo Atlacomulco. Fabela fue el padre político personal de López Mateos.

Si el licenciado López Mateos no fue hijo de su padre, tampoco fue licenciado… La narrativa de que con el PRI se había iniciado la era de la política civil y de los presidentes civiles y universitarios, más una idea completamente torcida sobre el mérito profesional, le impuso a López Mateos el famoso “Lic.”, añadido sustantivamente intrascendente. Manuel Ávila Camacho, el presidente que funda al PRI en 1946, durante el último año de su sexenio, era militar; Miguel Alemán Valdés, el primer candidato presidencial formal del PRI y el primer presidente de México bajo esas siglas, sí fue licenciado, pero también uno de los políticos más autoritarios, venales y corruptos de todo nuestro siglo XX; su sucesor en la presidencia, Adolfo Ruiz Cortines, no tenía licenciatura ni ningún tipo de estudios universitarios, y fue el único que se enorgullecía del hecho y el menos malo de todos los presidentes priistas “universitarios” (sin espíritu verdaderamente propio de la Universidad). Con su dedazo, Ruiz Cortines convirtió a López Mateos en presidente de México sin tener gran mérito. Él y Fabela hicieron la carrera política del joven Adolfo, una carrera que más allá del ámbito local fue realmente meteórica: suplente del senador Fabela, ocupa su escaño cuando “México” lo coloca como juez del Tribunal de Justicia Internacional; en el senado, López Mateos se hace amigo de Gustavo Díaz Ordaz y conoce a Ruiz Cortines, secretario de Gobernación del presidente Alemán, en cuyo sexenio ocurren todos estos hechos (1946–1952). Cuando Alemán entrega el poder Ejecutivo federal a su exsecretario éste hace secretario suyo a Adolfo el joven: el presidente Adolfo Ruiz Cortines designa a Adolfo López Mateos como secretario de Trabajo y Previsión Social. Y luego le entrega el poder presidencial. Desde ese poder López Mateos da la Secretaría de Gobernación a Díaz Ordaz, primero, y la presidencia del país, después.[1]

¿Fue López Mateos un buen presidente? Los priismos dicen que sí, de los mejores. AMLO, priista, lo elogió varias veces antes y después de 2018. Escuderos ignorantes de AMLO, como El Fisgón, han llegado a su vejez global e integral “aceptando” que López Mateos era de izquierda.

La candidatura lopezmateísta ganó electoralmente la titularidad del Ejecutivo porque no podía perderla. López Mateos tenía asegurada la presidencia desde el instante en que Ruiz Cortines decidió que lo sucediera —lo mismo que todos los beneficiarios del dedazo priista antes de 1988—, pero no por eso dejaba de haber elecciones, elecciones no democráticas porque sólo tenían un resultado, el único posible: la victoria del candidato priista. López Mateos aparece como ganador del proceso de 1958 con 6,767,754 votos oficiales; el candidato perdedor, el panista Luis H. Álvarez recibió de una u otra forma 705,303. Más de 6 millones de votos de diferencia… Esa diferencia —el tipo de dato ignorado por Jorge Suárez-Vélez— no la hizo la democracia, tampoco el buen gobierno para el pueblo o la mayoría; como después reconocería Ruiz Cortines, “no hicimos todo lo que debimos”, “los ricos se hicieron más ricos”. El PAN, como sería obvio, no tenía en ese momento la fuerza para vencer al PRI, ni por estructura partidaria ni por apoyo social, pero los números electorales dan una imagen que tampoco corresponde a la realidad: la de un partido oficial con un apoyo social tan libre como enorme que lo hacía triunfar limpia y justamente en elecciones de diseño y funcionamiento institucionales democráticos. No era ésa la realidad política sistémica. Vuelvo a recordar, sobre el sistema electoral priista, la relevancia de la reforma de 1946.

¿Fue López Mateos un buen presidente? Los priismos dicen que sí, de los mejores. AMLO, priista, lo elogió varias veces antes y después de 2018. Escuderos ignorantes de AMLO, como El Fisgón, han llegado a su vejez global e integral “aceptando” que López Mateos era de izquierda. Mi conclusión es que ni fue tan buen presidente como dicen ni fue jamás un político de izquierda.

¿Hizo todo mal? No. No es lo que implica decir que no todo fue bueno, para empezar. Pueden tomarse como aciertos la promoción internacional del nombre México, con fines de turismo e inversión, así como la obtención de la sede de los juegos olímpicos de 1968 y la devolución a México del territorio de El Chamizal por parte del gobierno de Estados Unidos. También puede añadirse que esa promoción internacional le valió al presidente unos muy buenos viajes de poco trabajo y el apodo de “López Paseos”, que la organización de las olimpiadas no deja de ser un logro gubernamental menor y que El Chamizal es un pedazo de tierra minúsculo. Un acierto cabal, que sería mezquino regatear, es el regreso de Jaime Torres Bodet a la Secretaría de Educación Pública. López Mateos tomó esa decisión y la de apoyar a Torres Bodet en dos grandes proyectos: la creación del libro de texto gratuito y la construcción del Museo Nacional de Antropología. El primero fue puesto bajo la responsabilidad del gran escritor Martín Luis Guzmán —otro destitulado como López Mateos— y el segundo bajo la del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez. Una nota sobre el libro de texto gratuito: lo que veo bien es la existencia de un libro público, laico y gratuito para las escuelas de educación básica, no necesariamente el contenido y ciertamente no el uso político–ideológico que pudieran dar y daban al libro los gobiernos y los maestros priistas.

El manejo económico del gobierno lopezmateísta ¿es admirable como algunos dijeron y otros siguen diciendo? Su secretario de Hacienda fue el abogado Antonio Ortiz Mena, abogado inteligente y funcionario económico competente pero sobrevalorado, desde mi perspectiva. No lo veo como un estadista, no le regalo ese lugar, ni veo al “desarrollo estabilizador” como una etapa brillante y modélica. Más que Desarrollo bien entendido como un proceso de aumento y mejora de la calidad de vida del mayor número posible, fue simple crecimiento de la economía con alguna estabilidad de precios. No es un éxito de Desarrollo social/humano y con estabilidad democrática. Las desigualdades socioeconómicas siguieron siendo enormes, la pobreza siguió siendo profunda. Lo de siempre. Como la corrupción, que estuvo presente, constante, contante y sonante, durante el “desarrollo estabilizador”.

Su gobierno asesinó al líder campesino Rubén Jaramillo, después de elogiarlo y prometerle que no sería reprimido; como reacción desproporcionada a sus actividades obreristas y sindicales, encarceló a Demetrio Vallejo, Valentín Campa y Othón Salazar; al pintor David Alfaro Siqueiros se le encarceló por el solo hecho de criticar al señor presidente.

¿Estamos hablando de un presidente de izquierda? No. Yo no. Otros sí. Pero es su desconocimiento de la historia o su contumaz mentira política para el presente. López Mateos no fue un político de izquierda, no fue un senador de izquierda, no fue un secretario de izquierda, no fue un gobernante de izquierda. Su relación con la Revolución cubana, contemporánea de su sexenio (éste inicia en 1958, la otra en 1959), es como la del presidente López Obrador con el presidente cubano Díaz–Canel, o la relación de AMLO y Canel fue similar a la de López Mateos y Castro: por estrategia y con retórica, no de principios e imitaciones de fondo. Sobre las relaciones entre el PRI y los castristas ya he escrito aquí. La otra parte de la respuesta sobre el “izquierdismo” de López Mateos es también la causa de que no haya sido un estadista ni un gran presidente: su gobierno asesinó al líder campesino Rubén Jaramillo, después de elogiarlo y prometerle que no sería reprimido; como reacción desproporcionada a sus actividades obreristas y sindicales, encarceló a Demetrio Vallejo, Valentín Campa y Othón Salazar; al pintor David Alfaro Siqueiros se le encarceló por el solo hecho de criticar al señor presidente. En todas estas medidas represivas, López Mateos tuvo el apoyo natural —natural respecto al sistema de partido hegemónico— del presidente de la Suprema Corte, el político priista Alfonso Guzmán Neyra, conocido gracias al mismo Siqueiros como Alfonso “Gusaneyra”. Supongo que todos esos actos represivos extremos son los hechos a los que se refieren con tanta seguridad quienes afirman que “los priistas cuidaban las formas”… Con el dedo presidencial se remata: López Mateos puso como sucesor a Díaz Ordaz, político de mano dura y de mano derecha —incluso de anticomunismo, digamos, provinciano, pueblerino, además de derechista.[2]

Asimismo, si el lopezmateísmo mató a Jaramillo y a su familia (literalmente), resucitó a los expresidentes de la familia priista: a Emilio Portes Gil lo colocó en la Comisión Nacional Bancaria, a Lázaro Cárdenas en la Comisión del Río Balsas y al corruptazo Miguel Alemán en el Consejo Nacional de Turismo, para que refrescara su amor por los conflictos de interés.

¿Pero la “nacionalización de la electricidad”…? Cuando se confunden nacionalización, estatización, expropiación e izquierda se cree que López Mateos nacionalizó la electricidad expropiando una empresa privada. Pero en 1960 no ocurrieron una nacionalización y una expropiación “eléctricas”. El presidente estatizó una industria, no nacionalizó, y lo hizo sin expropiar: estatizó comprando unas empresas privadas a otras, pagándoles a sobreprecio; acciones de esas empresas que valían 16 dólares las compró a 20 dólares, por recomendación de Ortiz Mena. La Comisión Federal de Electricidad y la Compañía de Luz y Fuerza del Centro no se convirtieron en empresas nacionales en el sentido de controladas por la ciudadanía/el pueblo/los mexicanos/la nación, quienes tampoco fueron sus beneficiarios únicos ni principales; se convirtieron por compraventa, es decir, por una operación de y en el mercado, en empresas del Estado priista, autoritario y corrupto. López Mateos no socializó nada ni izquierdizó nada, solamente compró desde el Estado y para el Estado —lo que no necesariamente es socialismo ni izquierda— unas empresas que cada año invertían menos, siendo el contexto político de la compra un contexto influyente: el desprestigio de López Mateos por la represión a los ferrocarrileros en 1959, el año de la igualmente influyente Revolución cubana, hacía conveniente para el presidente parecer menos autoritario y antipopular. Por eso he dicho que para mí la estatización eléctrica es más una reforma política que económica, y del todo ajena a la nacionalización que existe en los ideales y también a las ideologías de izquierda practicadas en la época.

Último punto relativo: Andrés Manuel López Obrador, El Fisgón y Jesús Ramírez Cuevas mintieron al propagar que López Mateos dijo que serían traidores a la patria quienes permitieran la inversión privada en la industria eléctrica. Trío de grillos ignorantes. No saben que ese presidente priista permitió un tanto de inversión privada en la industria petrolera y que no nacionalizó ninguna industria.

López Mateos terminó su sexenio enfermo pero enriquecido y entregado a la frivolidad automovilística y sexual (hay testimonios de cómo, al presidente, le organizaban encuentros “secretos” con jovencitas vírgenes), y por eso admirado o querido por muchos mexicanos. Esto no lo transforma en demócrata ni en un gran presidente. No lo fue. Se quedó lejos. No superó a Ruiz Cortines, quien probablemente sea el mejor de los presidentes priistas por ser, como se dijo, el menos malo. Adolfo López Mateos no lo es.[3] ®


[1] Regresando a Isidro Fabela, no falta quien cree que fue un demócrata y un gran gobernador del Estado de México. Los hechos difieren: reemplazó de un gobernador asesinado (a manos de un diputado local) en 1942, durante el sexenio avilacamachista, se quedó anticonstitucionalmente en la gubernatura hasta 1945 (no convocó a nuevas elecciones como debía hacer); en el cargo, recurrió a la corrupción como medio político, incentivándola, y ejerció el nepotismo, encumbrando a su sobrino Alfredo del Mazo Vélez. Uno de sus colaboradores en el gobierno estatal fue López Mateos, como director del Instituto Científico y Literario del Estado de México, posición para la que carecía de todo mérito. Ese gobierno tiene algunos “claros” que no pertenecen a este texto.
[2] Sí, en efecto, sí hay un anticomunismo de izquierda y, al mismo tiempo, antimacartista. Estar contra el comunismo, no contra toda izquierda, y estar en contra pero no a la manera de Joseph McCarthy.
[3] Murió en 1969, apenas cinco años después de dejar el poder, tras pasar casi la mitad de ese tiempo en estado vegetal.

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Publicado en: Política y sociedad

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