Estampa crítica de Manuel Ávila Camacho

Un presidente poblano a examen

Manuel Ávila Camacho es un presidente de México poco conocido y poco criticado. Pero no es poco criticable. Vamos a revisarlo y criticarlo.

La idea de fraude electoral estuvo presente en la memoria colectiva de la presidencia de Manuel Ávila Camacho (Twitter/@INEHRM).

Económicamente, tuvo la buena suerte de que su gobierno coincidiera con la Segunda Guerra Mundial. No es necesario decir más por el momento y por el espacio. Políticamente, importa entender que fue por descarte el beneficiario de la decisión sucesoria de Lázaro Cárdenas. Además de que llegó al poder con muchas irregularidades, probablemente equivalentes a algún fraude electoral, como presidente Ávila Camacho protegió el cacicazgo de su hermano Maximino en Puebla y el de Gonzalo N. Santos en San Luis Potosí (Santos fue culpable de muchas de aquellas irregularidades electorales), provocó la aparición del grupo Atlacomulco en el Estado de México, practicó el nepotismo haciendo al general Maximino secretario de Comunicaciones y Obras Públicas e inventando una carrera política para su hermano Rafael; supuestamente civilizó al partido oficial eliminando su sector militar pero los militares político-partidistas no desaparecieron, sólo empezaron a pedir licencia para dar saltos y guardar las apariencias; los tres hermanos Ávila Camacho eran militares. Y puso una de las bases de la hegemonía del PRI y su sistema electoral autoritario, que duraría décadas. Esto último es la centralizadora reforma electoral de 1946.

El tema de la educación es multidimensionalmente relevante en el sexenio 1940–1946. Ávila Camacho se deshizo de dos herencias cardenistas: de “su” primer secretario de Educación Pública, Luis Sánchez Pontón, y del artículo tercero constitucional, la educación “socialista”. A Sánchez Pontón lo sustituyó con el orgulloso católico Octavio Véjar Vázquez, por influencia o presión de la devota “primera dama” Soledad Orozco, y luego con el escritor Jaime Torres Bodet, quien sustituyó el artículo “socialista” con un mejor artículo tercero constitucional: educación pública ni socialista ni religiosa. Torres Bodet fue, desde mi perspectiva, el mejor miembro del gabinete presidencial. Verdaderamente preocupado por la educación y la cultura, fue el artífice de la Campaña Nacional contra el Analfabetismo, del Instituto Federal de Capacitación del Magisterio y del Programa Federal de Construcciones de Escuelas, impulsó la inauguración del Museo Nacional de Historia (Castillo de Chapultepec) y logró un mayor presupuesto federal para la educación. Esas obras no están exentas de problemas e insuficiencias, pero así como pueden ser criticadas también representan avances institucionales y mejores materiales. Sin embargo, un Torres Bodet no deja de ser una excepción, por lo que su caso no justifica a todo un gobierno y mucho menos a todo el sistema político–estatal priista.[1]

Torres Bodet fue, desde mi perspectiva, el mejor miembro del gabinete presidencial. Verdaderamente preocupado por la educación y la cultura, fue el artífice de la Campaña Nacional contra el Analfabetismo, del Instituto Federal de Capacitación del Magisterio y del Programa Federal de Construcciones de Escuelas, impulsó la inauguración del Museo Nacional de Historia (Castillo de Chapultepec) y logró un mayor presupuesto federal para la educación.

¿Qué podemos decir sobre el Seguro Social? Al tomar posesión de la presidencia, el 1 de diciembre de 1940, Ávila Camacho reconoció que “nuestros ideales de justicia colectiva están muy lejos de haberse logrado” y habló del deber: que “en un día próximo las leyes del seguro social protejan a todos los mexicanos en las horas de adversidad, en la orfandad, en la viudez de las mujeres, en la enfermedad, en el desempleo, en la vejez”. Eso no fue el Seguro Social mexicano. Aunque peor habría sido nada…

Diario poblano del 6 de agosto de 1945.

En 1941 se elaboró un anteproyecto de Ley del Seguro Social y, después de posposiciones y trámites legislativos, en 1943 se publicó el decreto presidencial que marcaba el inicio del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) para el primero de enero de 1944. Como reconoce el hagiógrafo —porrista histórico— de Ávila Camacho, “la legislación [propuesta por el presidente y su comisión del anteproyecto] excluía a trabajadores de empresas de tipo familiar, a domicilio, domésticos, temporales, estacionales, eventuales, extraordinarios y supernumerarios y a los trabajadores del campo” (Gustavo Abel Hernández, el hagiógrafo, con Armando Rojas, Manuel Ávila Camacho. Biografía de un revolucionario con historia, Gobierno del Estado de Puebla, 1986, p.164). El del IMSS no sería un servicio público universal anclado en la ciudadanía/nacionalidad jurídica, ni en la residencia legal que pagara impuestos, sólo cubriría a trabajadores regulares de empresas en “centros y distritos industriales” y si los trabajadores y las empresas cumplían ciertos requisitos relativos al total del salario y el total de empleados causantes de impuesto sobre la renta. El financiamiento no provendría de una estructura fiscal progresiva, ni ya creada ni a ser creada, sino de una estructura especial tripartita de cuotas, con 50% del patrón, 25% del trabajador y 25% del Estado. Como es evidente, el Seguro Social no fue una construcción socialdemócrata, ni equivalente a ella, no sólo porque la parte demócrata en lo socialdemócrata no va de broma, y la dominación del partido posrevolucionario nunca fue democracia, sino porque la parte social significa universalidad e incondicionalidad política progresivas, que el gobierno mexicano nunca realizó.

El Instituto Mexicano del Seguro Social iría mejorando, poco y poco a poco, pero nunca fue ni nunca ha sido realmente ejemplar ni tendiente a lo excelente, jamás miembro pleno de la familia del Estado de Bienestar.

EL IMSS nació con las resistencias de empresarios y organizaciones obreras (de las no controladas por el partido–gobierno, obviamente). Esto es, no es cierto que haya sido recibido con aplausos generalizados en la sociedad ni con apoyo unánime de las clases trabajadoras y sus representantes. Tampoco empezó su operación con agilidad y fuerza. Según Hernández y Rojas, para finales de 1944, “en cuanto a los ingresos, el instituto había absorvido (sic) 15 millones 794 mil pesos, de los cuales 12 millones 90 mil pesos fueron destinados a las reservas. En contrapartida, se dio a conocer que sólo habían egresado tres millones 704 mil pesos para cubrir sus servicios” (p.167). Así fue el arranque del IMSS. “La inconformidad empresarial fue diluída (sic) en noviembre de 1944, cuando el ejecutivo presentó un conjunto de iniciativas de reformas a la Ley del Seguro Social orientadas a dar carácter fiscal a las cuotas y facultar a las autoridades hacendarias a cobrarlas” (p.167). El Instituto iría mejorando, poco y poco a poco, pero nunca fue ni nunca ha sido realmente ejemplar ni tendiente a lo excelente, jamás miembro pleno de la familia del Estado de Bienestar.

Tenemos que enfatizar el punto político. Tampoco es cierto que el IMSS haya estado siempre más allá del uso partidista, o aislado del clientelismo y la manipulación electoral. Rescato la confesión no intencional de un político priista y poblano como Ávila Camacho, el doctor Alfredo Toxqui Fernández de Lara. Toxqui era médico y político, empleado del IMSS desde 1945 y parte de las élites locales del PRI, partido del que fue presidente en el estado de Puebla y por el que obtuvo la gubernatura. Él mismo relató, en un librito homenaje publicado por El Colegio de Puebla, varios hechos que vale pena tomar en cuenta para la evaluación histórica del IMSS.

—“Había una sátira que hacían algunos médicos que ya estaban establecidos, decían que éramos [los médicos visitadores del IMSS] ‘médicos taxis’ porque nos alquilábamos por hora. Algunos llevaron su enojo a tal grado que dijeron que el Seguro Social era la escoria de la medicina” (cito la página 20 de Transición del Estado de Puebla hacia la modernidad política y administrativa. Vida y trayectoria del Dr. Alfredo Toxqui Fernández de Lara: entrevistas y testimonios, El Colegio de Puebla, 2003; la publicación es el primer número de una serie de “Reconocimiento a Personalidades Poblanas Contemporáneas”, es decir, principalmente, de elogio a políticos en la línea de visión del gobierno estatal del año). Lo que deja ver esa cita son las precariedades de los primeros periodos del IMSS.

—“Siendo médico del Seguro Social, algunas veces fui invitado a participar en actividades políticas por el doctor Alejandro Malo, delegado del Instituto Mexicano [del Seguro Social] aquí en Puebla; él era simpatizante de don Adolfo Ruiz Cortines” (p.22). Aquí vemos que se confundían o identificaban en la realidad el régimen político, el Estado, los gobiernos y el PRI. No es una situación democrática. Toxqui trabajó en la campaña presidencial de Ruiz Cortines y por él, con el apoyo del gobernador Rafael Ávila Camacho, fue diputado federal priista en 1955.

“Logramos hacer algún movimiento para integrar [en el partido] a la clase media. Para atraer al pueblo hacíamos jornadas semanales o quincenales, como llevar a los barrios de la ciudad, dentistas para que atendieran a los niños, peluqueros para que los rasuraran y médicos para que dieran consulta».

-Toxqui también fue dirigente de la CNOP local, la Confederación Nacional de Organizaciones Populares del PRI, en la cual “logramos hacer algún movimiento para integrar [en el partido] a la clase media. Para atraer al pueblo hacíamos jornadas semanales o quincenales, como llevar a los barrios de la ciudad, dentistas para que atendieran a los niños, peluqueros para que los rasuraran y médicos para que dieran consulta; en fin, un trabajo de servicio social extra del Seguro Social, pero con un horizonte político” (p.29).

Ahí está: el uso partidista del IMSS, su partidización informal pero real, su aprovechamiento para crear clientela rumbo a las elecciones. Lo que cuenta con suavidad Toxqui no era la excepción, ni en Puebla ni en el país; era parte del modus operandi político del PRI–gobierno, una práctica de su normalidad política–gubernamental–electoral. Que haya sido normal no significa que haya sido bueno, y que se haya conservado o repetido lo malo de entonces en décadas y gobiernos posteriores no lo convierte en bueno ni disuelve ninguna crítica.

La humilde casa del ex presidente Ávila Camacho, inexplicable sin el abuso del dinero del Estado. Fuente: Grandes casas de México.

Siguiendo el hilo político y regresando a la ley electoral prohegemonía priista, esta nueva ley fue promulgada rápidamente el 7 de enero de 1946, once días antes de que el PRM se transformara: el 18 de enero del 46 el partido oficial posrevolucionario pasó a llamarse PRI. Su primer candidato presidencial sería el beneficiario del dedazo de Ávila Camacho, el licenciado Miguel Alemán. Así, el que para unos fue “El Presidente Caballero” y para otros “Ávila Camocho”, también es criticable por haber escogido como sucesor a ese político autoritario y corrupto que llevó a otro nivel el capitalismo de cuates, bajo la bandera de la industrialización. México sería peor con Alemán que con Ávila Camacho, pero eso necesariamente implica culpa avilacamachista.

Manuel Ávila Camacho nació en Teziutlán, Puebla, en 1897 o 1896 y murió el 13 de octubre de 1955 en su rancho-mansión de Huixquilucan, Estado de México.[2] Habían pasado poco más de diez años de la misteriosa muerte de su abusivo hermano Maximino (1945) y del nacimiento del IMSS (1944), Ruiz Cortines era presidente como sucesor del enriquecido Alemán, su hermano Rafael (Ávila Camacho) gobernaba Puebla, el doctor Toxqui levantaba la mano como diputado en un congreso monocolor. Sólo desde el priismo, el actuante en esos años y el nostálgico de los mismos, Ávila Camacho es visto como “un gran presidente”, “un hombre excepcionalmente patriota”, en palabras de su admirador Gustavo Abel Hernández. No es uno de los peores presidentes de México, pero un grande tampoco es. ®


[1] Torres Bodet volvió a ser secretario de Educación Pública durante el gobierno de Adolfo López Mateos, de 1958 a 1964.
[2] Las páginas 30 y 31 del citado libro de Hernández y Rojas, sobre los nacimientos de Maximino y Manuel Ávila Camacho, son un desastre de fechas. Páginas descuidadas, imprecisas y contradictorias.

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Publicado en: Política y sociedad

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