El estornudo es tan antiguo como la humanidad. Sobre ello trata el primer capítulo, el cual da cuenta de que el proceso civilizatorio ha hecho de un acto biológico un proceso cultural. La idea se sintetiza en que estornudar es comunicarse; es una manera de relacionarnos con los demás y de crear comunidad y sentido de pertenencia.
La crónica es un estornudo de largo aliento.
—Xavi Villicaña
Quienes me conocen, saben que no me gusta recomendar libros, que prefiero hablar mal de ellos y de sus autores —o, si son buenos, no decir nada. Sin embargo, debo hacer una excepción tras la lectura de uno que, por erudito y tan bien escrito, no puedo omitir compartir mi gusto y exhortar a otros a no perderse el placer intelectual de disfrutar una obra de la que hay mucho que aprender y de un autor que hace del oficio de escribir una aventura. Me refiero a El libro de los estornudos, del maestro Xavi Villicaña, recién publicado por la casa editorial Amagrama en este 2013.
Me parece que aun cuando se trata de un libro voluminoso por su cantidad de páginas, su lectura no es en absoluto tediosa. Gracias al talento ensayístico del autor, lo erudito de los contenidos no abandona al lector a un esfuerzo descomunal por tratar de ir siguiendo las argumentaciones, el ejercicio lógico-conceptual y las inferencias para demostrar la tesis central de la obra: el estornudo ha sido, es y será una clave para entender e interpretar la relación del hombre en su identidad y sentido histórico, sociológico y metafísico. No trato, por lo tanto en este caso, de hacer una crítica, sino de transcribir y comentar brevemente algunos de los pasajes que me resultaron particularmente más interesantes.
El estornudo es tan antiguo como la humanidad. Sobre ello trata el primer capítulo, el cual da cuenta de que el proceso civilizatorio ha hecho de un acto biológico un proceso cultural. La idea se sintetiza en que estornudar es comunicarse; es una manera de relacionarnos con los demás y de crear comunidad y sentido de pertenencia. Cada pueblo ha tenido una manera particular de estornudar y los procesos de conquista han impuesto no sólo el poder político sino el cambio cultural, la Weltanchauung de los sometidos, y esto se hace evidente en los cambios en el patrón de la forma y fondo de los estornudos. Por ejemplo, “la mal llamada conquista de América fue también una manera de imponer la dominación del estornudo europeo sobre el estornudo de los pueblos originarios”.
La idea se sintetiza en que estornudar es comunicarse; es una manera de relacionarnos con los demás y de crear comunidad y sentido de pertenencia.
El segundo capítulo trata sobre la geografía etnográfica del estornudo. La idea principal es que podemos reconocer el carácter de un pueblo, de los habitantes de una región, en su manera de estornudar. En México podemos reconocer distintas idiosincrasias según el énfasis del estornudo: “El norteño es directo”, explica Villicaña. “Te estornuda de frente y no modera su exhalación. Es un grito de: ‘Aquí estoy y así soy’. En cambio, el capitalino, el chilango, siempre estornuda de lado. Duda en girar a un lado o a otro. Siempre modera el sonido que emite, como si quisiera disimularlo”.
Hay una musicalidad del estornudo distinguible de un país a otro. “Los alemanes son particularmente interesantes en su estornudo: emiten todas sus vocales en cada uno. Hacen del estornudo una declaración de su Kultur und Technik”, mientras que los japoneses entrecortan en una serie de guturaciones, lo cual explica que “su tendencia a tomar fotografías compulsivamente ha sido precedida por su particular estornudidad”. La estornudidad, precisamente, es ni más ni menos que “la manera de ser y estar en el mundo sintetizada y manifiesta en uno y todo estornudo”.
El buen Xavi advierte que la globalización aplana la diversidad del estornudo, quiere uniformarla en un solo tipo, hacernos seres que estornudan mecánicamente, y en ello los medios de comunicación desempeñan una labor clave, manipulatoria, por la cual “sólo la lectura de calidad podrá preservarnos a largo plazo de que nuestro estornudo logre mantenerse como un rasgo humano. Sólo la cultura salvará al estornudo inteligente”.
El tercer capítulo se titula: “El gol es un estornudo”. Puesto que el futbol es una actividad universal que involucra pasiones como ninguna otra, se trata de un fenómeno que puede ser estudiado desde el interaccionismo estornudístico. Por eso puede afirmarse que los once de la tribu no van de cacería, lo que buscan es el desahogo. El gol es más que un orgasmo. El gol es un estornudo. Esa sensación de alivio y satisfacción que resulta de un estornudo es la misma que se busca en anotar gol.
Villicaña, como apasionado intelectual del futbol que es, narra su experiencia en su tierra catalana donde ha podido comprobar que es la manera en que se estornuda en Barcelona lo que ha favorecido el florecimiento de la mejor demostración de balompié en el mundo: “Estando en el Camp Nou observé que Messi es un mago del estornudo. Sabes que en cualquier momento lo va a hacer, pero siempre te sorprende cuando lo hace y la forma en que lo hace. Su estornudo es siempre una genialidad. Cuando parece que va a hacer un aaaaaaaapprrruccccchutaef salpicante, te desconcierta con un simple achú que ni gota de saliva deja escapar. Hay en él una economía del esfuerzo estornudístico que se manifiesta en su rendimiento en la cancha”.
El ensayo de Villicaña va de lo universal a lo particular, así pues, en el cuarto capítulo nos deja ver su faceta como analista político que tenemos bien conocida por sus colaboraciones en El País y Reforma. En esta ocasión nos presenta un diagnóstico exacto de la situación del país a partir de su estornudología. Es decir, su observación sobre la manera de estornudar de varios de los políticos más importantes nos da una radiografía de cómo y por qué México se encuentra en una crisis moral tan grande o más que su crisis política, económica, social, cultural y futbolística.
Villicaña hace una radiografía de la clase política reconociendo los perfiles estornudísticos de los líderes. Josefina “estornuda pudorosamente… A Andrés Manuel le encuentro muchos defectos, pero reconozco que estornuda honestamente y, sobre todo, con mucha valentía”.
Se puede reconocer, sin la menor duda, los rasgos de la personalidad de todo político con poner atención a sus estornudos: “Todo político miente, pero el estornudo es el único momento en que se muestra públicamente tal cual es; es el instante en que no hay simulación o mascarada alguna; y es cuando la ciudadanía puede conocer a cada uno de ellos en su esencia”. Así, por ejemplo, en el caso de México, Villicaña hace una radiografía de la clase política reconociendo los perfiles estornudísticos de los líderes. Josefina “estornuda pudorosamente… A Andrés Manuel le encuentro muchos defectos, pero reconozco que estornuda honestamente y, sobre todo, con mucha valentía”. En cuanto al ex presidente, nos dice sobre su fallida estrategia contra el crimen organizado: “La guerra de Calderón hizo de un simple resfriado una bronconeumonía”. Y, lo más interesante, lo que nos dice del presidente Peña Nieto: que es alguien “en quien no podemos confiar”, puesto que es claro que oculta una personalidad siniestra. “Nunca lo he visto estornudar”, nos dice Villicaña.
El análisis va más allá de los lugares comunes, pues tiene el tino de observar a las esposas de los políticos, pues su influencia es determinante sobre sus decisiones. Respecto a la esposa del ex candidato progresista, nos dice: “Sus estornudos son los de una persona culta; elegantes, pero sobrios; discretos, pero encantadores; un tanto sonoros, pero amables”. En cuanto a la primera dama: “Su estornudo es cualquier cosa, menos el estornudo de una dama; manifiesta ignorancia desde que jala aire hasta que suena su nariz como cualquier arribista patrocinada por la televisión”.
Pero no todo es gris en el panorama político nacional. El movimiento de los jóvenes #YoSoy132 fue un encomiable intento “por estornudar como pueblo, por descongestionar las vías respiratorias de México, de sacar con fuerza el aire de la nación desde el estómago y expulsar como gargajo la corrupción del viejo régimen priista y los poderes fácticos que mantienen constipado al país”. Hay esperanza.
“De mi padre aprendí a estornudar reflexivamente, pero de manera comprometida. Le debo mucho de lo que soy… Crecí en un entorno progresista en el que aprendí que no debíamos responder ‘Jesús’ a un estornudo”.
El quinto capítulo es todo un agasajo, pues, valiéndose de sus recursos narrativos, Villicaña nos deja ver la manera en cómo desarrolló su ensayo. “En mis libros de viajes”, nos cuenta, “fui haciendo una bitácora de mis estornudos. Al revisar mis notas y apuntes me percaté de que mis estornudos cambiaban de un aeropuerto a otro, que la frecuencia, intensidad y estilo de mis estornudos cambiaban de un país a otro, por lo que me di cuenta de que se trataba de un descubrimiento universalizable a partir de mi experiencia”.
Las anécdotas de Xavi enriquecen de manera notable el conocimiento. Como lector es un privilegio poder acceder a su bagaje cultural por medio de sus experiencias: “De mi padre aprendí a estornudar reflexivamente, pero de manera comprometida. Le debo mucho de lo que soy… Crecí en un entorno progresista en el que aprendí que no debíamos responder ‘Jesús’ a un estornudo”.
Es una grata sorpresa halla en este capítulo la puntual respuesta a una pregunta que está en el aire cultural del país, si el autor es heredero de las glorias culturales de Carlos Monsiváis. Xavi responde con suma modestia e inteligencia: “Quienes tuvimos el placer de tratar a Monsi, de contar con su amistad, disfrutamos como pocas cosas sus estornudos. Era un estornudador generoso. Nos salpicaba como hacía con su sabiduría. Nos bañaba de lucidez con ese sentido del humor agudo que le caracterizaba”. Nada más. Ni la menor referencia a vanagloriarse de que se le compare con él.
Por último, quiero destacar un apunte con el que concluye, en el cual delinea en unos cuantos párrafos lo que puede constituir una teoría literaria: “El cuento es un estornudo breve, la novela un estornudo largo, la poesía es la metáfora de un estornudo y el ensayo es un estornudo reflexivo”. Gracias a Villicaña por esta obra que llega a renovar la discusión cultural con inteligencia y que constituye desde este momento una referencia obligada. ®