La vocación que Eugenio Trías siente por la filosofía emergió de forma silenciosa en su adolescencia, tras la muerte prematura del padre y cuando el futuro pensador se vio metido en un espacio solitario plagado de interrogantes, dudas, angustias y vértigos incomprensibles. Sintiéndose inclinado hacia la escritura, optó por el ensayo frente a la ficción por necesidad existencial de hallar respuestas mientras componía reflexiones, interrogantes y aforismos. Así nació una fecundidad que a lo largo de su trayectoria ha ido configurando un pensamiento filosófico propio, minucioso, implacable y casi enciclopédico. Una labor rigurosa al margen de las modas, de los oportunismos y de la sociología, que le ha reportado el reconocimiento por buena parte de la crítica como una de las trayectorias más originales de la filosofía española. Más de treinta libros publicados en cuarenta años y unos cuatrocientos artículos en periódicos y revistas españolas e iberoamericanas. Su pensamiento creador ha merecido también distintos galardones: el Premio Anagrama, el Nacional de Ensayo, el Ciudad de Barcelona y el Friedrich Nietzsche, algo así como el Nobel de la Filosofía, entre otros. También se ha dedicado a la docencia. En la actualidad es catedrático de la Facultad de Humanidades de la Pompeu Fabra y Doctor Honoris Causa de varias universidades americanas.
La filosofía y su sombra, su primer libro, editado por Carlos Barral en 1969, inauguró un nuevo estilo de ensayo filosófico que conjugaba la lingüística, la modernidad, lo poético y lo metafísico en una España anquilosada en el tomismo tras treinta años de dictadura. Los tanques de Praga lo habían distanciado del paradigma marxista, le encandilaban las sombras de la razón y el joven filósofo emprendió en aquellas épocas de gran agitación —final de los sesenta y primeros setenta— una intensa búsqueda en la filosofía que llegaba de fuera: Levi-Strauss, el Foucault de La historia de la locura, Lacan, el psicoanálisis, las nuevas corrientes lingüísticas. También le perturbaba el cine de Godard, El séptimo sello de Bergman o La aventura de Antonioni. En la actualidad confiesa que aparte de la música —recientemente ha publicado El canto de las sirenas— le apasiona el cine de Tarkovski y de Kubrick. Y yo sé que ha visionado en más de veinte ocasiones Stalker y Eyes Wide Shut. Trías es un hombre obstinado que desmenuza concienzudamente los códigos ocultos de las verdaderas obras de arte. A modo de ejemplo, merece la pena leer Vértigo y pasión, donde revive el cine de Alfred Hitchcock dentro de la estética moderna.
Los primeros ensayos de Eugenio Trías surgieron tanto de la experiencia vivida como de la sed de conocimiento: Drama e identidad, El artista y la ciudad, Tratado de la pasión, Filosofía y carnaval, La memoria pérdida de las cosas, La Dispersión, Metodología del pensamiento mágico. “Los escribí en una época de intensos descubrimientos y de pequeñas reuniones en forma de seminarios con matemáticos, antropólogos y científicos. Me interesaba desvelar por qué se constituye un marco de sociedad o de cultura sobre bases racionales excluyendo los aspectos más perversos como el tema del incesto, el de la pasión, la sinrazón o la locura. La tradición occidental, desde los griegos y los estoicos, piensa que la pasión es una anti-ciencia y que lo que hay que hacer es entretenerla, frenarla, reprimirla. En Tratado de la pasión, uno de los libros que más me satisface, hice una especie de inversión: planteaba el amor pasión como principio de conocimiento y de acción, como fundamento de la inteligencia”.
En los años de la Transición Eugenio Trías funda, junto a Xavier Rubert de Ventós, Toni Vicens, Jordi Llovet y Josep Ramoneda, entre otros, el Col.legi de Filosofia al margen de la Universidad por el estado calamitoso en que ésta se encontraba. “Éramos personas a las que nos unía más la pasión por el conocimiento que la comunidad en sentido filosófico. El invento dio pie a interesantes debates y duró unos diez años”. Para el filósofo que despuntaba fueron años cargados de ilusión. Estudió a Hegel en El lenguaje del perdón, de 1979. A continuación escribió Lo bello y lo siniestro, de 1981, obra que lleva varias ediciones, en la que destila su concepción estética sin escamotear la sombra siniestra que arrastra la belleza: “Lo bello es el comienzo de lo terrible. Me interesaba desvelar lo siniestro como límite y condición de lo bello”. Y en 1985 da a conocer Los límites del mundo, un cambio de paradigma en su carrera ensayística que le aproxima a esa “filosofía del límite”, que es filosofía en el más profundo sentido de la palabra. Partiendo de la frase de Wittgenstein “el sujeto es el límite del mundo”, desarrolla el concepto de límite en diálogo con la tradición kantiana, con Wittgenstein y con Heidegger. Y logra definir al hombre actual como un ser que habita en la frontera. “La frontera”, el aspecto más relevante de la filosofía de Trías, es el lugar de confluencia, donde se propicia el mestizaje entre religiones, lenguas y culturas.
Como tantas veces acudo a su casa. Recuerdo algunos de los apasionados coloquios mantenidos para la revista Ajoblanco en ella, como el que sostuvimos con Rafael Argullol en 1991, que dio origen a Qué está pasando y el Cansancio de Occidente, y con Fernando Savater, en noviembre de 1997, tras el polémico artículo de Trías en El País: “El dogma del nacionalismo lingüístico”, que tanta polémica despertó.
Le digo que para tener intuición hay que saber interpretar los silencios. Él me dice que su vida ha sido tan intensa como recatada, que siempre ha sido crítico con el poder, que detesta al intelectual cortesano y que sólo cree en el poder de la palabra que no teme a las presiones de la política que invade y absorbe absolutamente casi todos los ámbitos de la cultura. Le recuerdo lo que un día escribí sobre él en Ajoblanco: “Eugenio Trías se define a sí mismo como un filósofo trágicamente honesto. Reivindica el pensamiento crítico y, frente a la España de las Autonomías propone la España de las ciudades como sistema para integrarnos definitivamente en la modernidad”.
El filósofo ríe con cara de niño malo, pone muy bajito una pieza de Stockhausen —música del tiempo—, se recuesta en el sofá y resopla. “Coincido con el poeta Joan Maragall: Barcelona es la gran hechicera. Una ciudad hermosa con atardeceres bellísimos en otoño, con una historia dramática como lo demuestra la Semana Trágica y con un espíritu tan libre como el de muchas ciudades mediterráneas. A pesar de los pesares, nunca me he movido de ella. En la actualidad no está en su mejor momento y diseccionarla me pone melancólico”.
A Eugenio le gusta perderse a solas por los bosques ampurdaneses, con zarzamoras en los lindes de los caminos, y detenerse perplejo en busca del significado metafísico de una palabra como eros o como eternidad. “¿Qué es la eternidad?”, le pregunto. “El más intenso de los instantes”, responde. A continuación me cuenta que cuando era joven, la gran afición de su madre eran los rompecabezas con miles de piezas que ocupaban la mesa del comedor durante semanas. “Iban apareciendo fragmentos: las ramas de los árboles, una casa, un pedazo de cielo al atardecer”. Apaga la música y prosigue: “Lo que ahora he hecho es recopilar una obra muy dispersa, en sentido editorial”. Así han nacido los dos tomos de Creaciones filosóficas, el primer volumen sobre Ética y estética, el segundo sobre Filosofía y religión. Más de dos mil quinientas páginas publicadas recientemente por Galaxia Gutenberg.
Otras de las investigaciones de Trías se han centrado en Lo Sagrado, más allá de los marcos confesionales, en busca de una religión del espíritu capaz de sintetizar un tapiz unitario. “Los ideales son necesarios para que el impulso del individuo no se vea sometido a poderes inabarcables, sean de orden financiero, económico, mediático o político. Hay que repensar el punto medio de Platón y Aristóteles”.
Salgo de su casa con la plenitud de los muchos momentos compartidos con él y con el gran amor de su vida, Elena, cuando soñamos con el país libre, culto, próspero y moderno que aún está por llegar. ®
moira bailey
Muy buen artículo sobre Trias, me dieron ganas de acudir a sus libros. Situa muy bien las oras cosas que van sucediendo mientras el hace su pensamiento, además es ligero a pesar de ser de filosofía.