Para entender el arte del siglo XX hasta hoy debemos considerar dos cuestiones: el hombre que le realiza y la definición del arte.
Al hombre de esta época podemos considerarle, en lo que afecta a sus creaciones, por dos aspectos: en primer lugar, por la exigencia de mayores precisiones en sus definiciones, es decir, por una creciente fe en la ciencia y en la razón. Pero, en segundo lugar, por una consideración a las formas incluso antes que al contenido.
En cuanto al arte, podemos hacer la siguiente definición: en su aspecto externo, es la transformación de la materia mediante el uso de una técnica para realizar una representación. En su aspecto interno, es la aspiración a presentarnos una idea.
Cuando Maurice Denis estableció que un cuadro era, antes que la representación de una escena, una superficie cubierta de colores, estaba estableciendo, no la definición de la obra de arte, sino la necesidad de estudiar la obra de arte y, además, de hacerlo conforme a las exigencias del hombre de su época, es decir, mediante principios racionales o ideológicos.
La pintura abstracta apareció en la misma época que el cubismo y el expresionismo, pero causó mayor desconcierto que estos otros estilos porque en ellos se observaba una representación y se creía ver una especie de continuidad en la historia de la pintura figurativa. Por ello, el expresionismo y el cubismo parecían estar justificados históricamente. En el arte abstracto no existía referencia a ningún objeto de la realidad y no se podía entender el sentido de un arte que no tenía en cuenta el mundo que nos rodea. Pero, en realidad, los tres nuevos estilos nada tenían que ver con la historia de la pintura, que acababa de realizar un quiebro en la evolución del arte en la que se ha había abandonado el interés original de la pintura, el de realizar una representación de la realidad que nos rodea, para proceder a estudiar de qué forma se realizaba esta representación a través de la obra de arte.
La pintura abstracta se ocupa, precisamente, del primero de los aspectos que hemos incluido en la definición de obra de arte: de la materia, y en particular de una de sus cualidades, del color. Como su nombre indica con toda propiedad, es una abstracción que se hace de la pintura pues se prescinde de los otros aspectos del arte, olvidando deliberadamente el objeto y la técnica, pues se centra en un aspecto y, como toda ciencia, debe tener presente una sola cualidad para poder analizarla sin las influencias que ejercerían sobre ella las demás cualidades que la alterarían dificultando la identificación de las propiedades particulares del color.
Cuando Maurice Denis estableció que un cuadro era, antes que la representación de una escena, una superficie cubierta de colores, estaba estableciendo, no la definición de la obra de arte, sino la necesidad de estudiar la obra de arte y, además, de hacerlo conforme a las exigencias del hombre de su época, es decir, mediante principios racionales o ideológicos.
Del cubismo hemos dicho que parecía pertenecer, de alguna forma, a la tradición por su contenido, más o menos, figurativo. Pero el fundamento de este estilo sigue siendo un misterio, hasta ahora que descubriremos que se ocupa de la segunda de las condiciones de una obra de arte, de la técnica de la representación. La representación había sido, durante cientos de años, una mera agrupación de figuras hasta que, en el Renacimiento, se descubrió la perspectiva. Pero al principio del siglo XX la representación no era una dificultad técnica, era posible representar cualquier cosa en cualquier estilo, ahora era una cuestión científica pues el problema no era cómo realizar la representación, era conocer los elementos que hacen posible una representación: las formas, los elementos y las posiciones relativas de los cuerpos. El cubismo es, por lo tanto, el estudio de la técnica de representación.
Entre los expresionismos incluimos al fauvismo, pues están íntimamente ligados ya que no es otra cosa que la interpretación francesa del expresionismo. Y es necesario hacerlo porque entre este estilo, el Puente y el Jinete azul, completan las formas de mostrar la superación del drama que constituye la vida mediante la aplicación de ideas sociales a las situaciones problemáticas, dando a entender que la sociedad nos proporciona las respuestas que buscamos. Como se comprende, estamos ante el estudio que realizan los artistas de principios del siglo pasado de la actitud que nos ofrece la figura que se representa en la obra de arte.
A la definición de Hegel de obra de arte (idea, materia y figura) nosotros hemos añadido la técnica, y a las tres condiciones materiales necesarias para la existencia de la obra de arte (materia, técnica y representación) les corresponden, precisamente, tres estudios que, inconscientemente los artistas realizaron metódicamente según las exigencias de su tiempo: la ciencia y la sociedad.
El estudio realizado por los artistas para alcanzar esta conclusión fue llevado a cabo inconscientemente aplicando principios filosóficos, los más evidentes los del principio de razón que nos presenta Schopenhauer en La cuádruple raíz del principio de razón suficiente. De todo ello, lo más evidente y simple de comprender es que nada ocurre sin una causa, y de esta forma hemos encontrado las causas de las corrientes artísticas que desarrollaron las primeras vanguardias, demostrando que constituyen una unidad y explicando la necesidad de desarrollar precisamente todos aquellas corrientes prácticamente de forma simultánea puesto que estaban realizando la labor de estudiar científicamente la creación de una obra de arte. ®