A ritmo poco lento, la figura del hacker va menoscabando en nostalgia romántica. Los crackers-hackers no son necesariamente los buenos samaritanos que se desviven por causas justas, ya no son el fairy tale de geeks revolucionarios; a un lado quedó el semblante de súper héroe con que se le estereotipaba. Cabe dudar si el hacktivismo es un nuevo movimiento social punk en forma, una infoguerra sin propósitos fijos o altercados por intereses particulares.
Con la ausencia de un marco normativo integral, que no sólo sea como las hilarantes reformas a las leyes de medios en vano intento por que internet fuera materia tributaria y la incapacidad para legislar al respecto, es evidente por qué internet goza de una inmunidad ética. Desde luego que tampoco es necesario convertirlo en vertedero de moralinas, la ética es pensada como moralina para quienes las practican en nivel pro.
Para entender la crisis de la política y la puesta en escena de la pospolítica no hay que ignorar, al menos, ciertas peculiaridades: como la constitución de una mundialización económica que no quiere salir de su burbuja especulativa, el desalojo de funciones de los Estados-nación en países democráticos y de los gobiernos en la gestión de las crisis —incluidas las culturales—, la pérdida de capacidad para entender y gestionar todas las directrices de poder que no son por cierto bidimensionales, así como la simulación de ideologías como mediación y estrategia política.
El desmembramiento del Estado-nación no es simbólico, las soberanías parecen volverse cada vez más “nominales” mientras que los poderosos agentes económicos operan fuera del alcance de los ámbitos políticos tradicionales; con ello crece la certeza sobre un giro de los estratos sociales que fueron propensos a la despolitización en las décadas anteriores, ahora pueden ser re-politizados.
Nuevos actores “pospolíticos”
La emergencia de nuevos actores que no están vinculados a organizaciones gubernamentales y que se desprenden de toda coacción hegemónica pone en relieve el avatarismo (en términos de la ficción científica baudrillardiana) como forma de participación política. La pérdida de capacidad de decisión de los actores políticos tradicionales parece secundar (o de plano ceder) su “trabajo público” a otros interlocutores.
La idea de que grupos e individuos empiezan a volverse una fuerza política avasalladora es algo exagerada e insuficiente para democratizar la democracia, como dice Boaventura de Souza Santos (hay que crear un nuevo eslogan que diga: “La democracia crece y decrecemos todos y todas”).
Las formas de militancia convencionales se han averiado. No hay que menospreciar el resurgimiento de la sociedad civil así como las formas que trata de encontrar para movilizarse que no sean los típicos comités de participación ciudadana, que en su supuesta neutralidad ha dejado en claro la injerencia de partidos, quienes han cambiado la vieja práctica del despensazo por mecenazgos más sutiles.
Sería errado subestimar los llamados NMS (nuevos movimientos sociales), pero tampoco me parece prudente sobredimensionar sus alcances, mucho menos victimizarlos en pro de ideologías liberales ni de signo alguno, qué hueva, pero tengo que decir que el hacktivismo al menos se ha tomado la molestia de proponer opciones a la hora de que las interacciones cohesivas y también coercitivas se traducen en acciones sociales que tienen no sólo poder de convocatoria sino planteamientos concretos (o manifiestos chafas) más allá del estatuto sobre acciones colectivas que viene.
La política hacker en el holodeck
La presión ejercida cuando las formas de manifestación habituales se han tornado dilema ético y jurídico: “legalizar o no las manifestaciones”. No porque se desvíe la atención de sus demandas, sino por la afección a terceros. La mudanza a internet no debe ser ignorada aunque los discursos predominantes sean prácticamente los mismos.
Y pese a que las redes asociales o los mailing list masivos tienen cierta capacidad de manifestación e intercambio de ideas, no me parece que formen parte del hacktivismo, pues no suelen trascender del chisme noticioso o el llamado masivo a tomar acciones que no tienen un impacto notable, como tampoco articulan propuestas por lo general, que trasciendan ése espacio.
Las causas del hacktivismo o de sus múltiples actores no son para nada homogéneas. El hacktivismo, según sus entusiastas más ingenuos, debe ser visto como un método leve de infoguerra y por tanto no debe estar criminalizado sino considerado como una forma legítima de protesta o de desobediencia civil electrónica. Y los más sesudos señalan que se trata además de metodologías y conocimientos, de tener un enfoque intelectualista que enfatice sus prácticas en aprovechar la vulnerabilidad en la seguridad de la información como materia prima y plataforma de sus pronunciamientos “teóricos”.
El grupo teórico Critical Art Ensemble publicó el libro Electronic Civil Disobedience, un manifiesto menos belicista que el de otros movimientos llorones, pero fiándose demasiado en que las ideas de Hakim Bey serían pertinentes como estandarte y dogma tecnopolítico. Aunque, antes incluso de que los tecnócratas lo pensasen, los hackers han estado al lado de los luchadores sociales y políticos románticos desde los inicios de la red. Ellos construyeron los nodos de la Association for Progressive Communications (APC), que une a activistas de todo el mundo; montaron las BBSs anarquistas y fungieron como una de las armas más poderosas para el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (porque sus pistolas de agua no les ayudaban de mucho).
Hasta hace no mucho el hacker era por antonomasia alguien apolítico, que sólo se regía por sus propios intereses chingativos, bajo el resguardo de figura heroica que poseía.
Un grupo de hackers portugueses se encargó de virar las preconcepciones al respecto: en agosto de 2005 hackearon la web del gobierno indonesio para denunciar abusos contra los derechos humanos. En enero de 2008 su ataque más arriesgado fue contra el FBI, sitio que tomaron por varios días.
Recientemente, el grupo X-Ploit hackeó la página del gobierno mexicano para protestar contra la corrupción y de paso saquear la información de sus intranets.
Vigilar y recompensar
Por varias razones se han empeñado las autoridades, principalmente las que han sido “agredidas”, en reformar sus leyes de medios para robustecer la seguridad en internet y convertir las manifestaciones en actos criminales y desde luego en acciones que estén bajo el mazo punitivo alineándolo con el terrorismo, pero como queriendo no hacerlo. El libro Justicia mediática del argentino Esteban Rodríguez apunta que la criminalización de la política redefine las direcciones jurídicas: lo justo y lo judiciable. No se trata, según el autor, de que si la criminalización de los medios y sus efectos judicializantes influyen en la impartición de justicia sino, sobre todo, si la justicia mediática refleja y da cuenta de los problemas sociales como la manipulación de evidencia, el desquicio del derecho procesal penal frente a los códigos vigentes, descontextualización de las leyes respecto de lo justo, la incredulidad para con los tribunales o fuerzas judiciales, etcétera.
Pero los intentos de penar y los fracasos legislativos consecuentes han puesto en evidencia el desconocimiento no sólo técnico indispensable para tal causa, sino incluso en sus propias materias jurídicas al Legislativo y al Judicial. El poco discurso que se ha abierto al respecto ha conducido a leyes hechas con las nalgas, sin un criterio incisivo e informado.
Las ocupaciones habituales en la agenda de los legisladores (combatir a la oposición con retórica sacada de libros de la SEP y el Manual de Carreño, bostezar, manifestar sus paranoias, resolver crucigramas, entre otras) les impiden preocuparse por el tema.
Con mediano dominio de los protocolos TCP, los DoS, criptografía de tercer grado, FTP’S, utilidades simples como John the ripper, sniffers y DHTML, cualquier estudiante de sistemas puede atravesar los Firewalls y las puertas traseras de las intranets y de internet con los ojos cerrados.
En 2006, durante un par de horas un grupo de hackers, que respondió a los nicks “Zer0 z0orG, 0o_ZeuS_o0, n350k, CrasherOx!, Gothic-X, KaSooR, Tunich”, pusieron patas arriba a los administradores de sitios web pertenecientes al gobierno mexicano con un netstrike. Entre los sitios de gobierno modificado se encuentran http://www.colima.gob.mx, http://www.tuxtla.gob.mx, http://www.casadelarchivo.gob.mx, http://www.sdr.gob.mx, http://www.liconsa.gob.mx, http://www.michoacan.gob.mx, http://juanmanuelpresidente2009.com/
La base del mensaje fue: “En un país en el que nuestros gobernantes, diputados y senadores piensan que somos ciegos, que somos sordos, que somos mudos, que esperamos pacientes con miedo, sin voluntad ni protesta alguna nosotros Mexicanos levantamos esta protesta cibernética pacífica…”
Ahora, hay que decir que los activistas se han dedicado a expresar eslóganes algo simplones en comparación con el trabajo que realizan y la complejidad de la movilización. La incertidumbre viene de preguntarse si son los puppet masters o los títeres de alguna fuerza política de mayor relevancia o influencia. La web no está exenta de simulación y paranoia. De hecho, son sus deportes favoritos.
¿Esas intervenciones de civiles en realidad tienen un impacto político que cambie el rumbo de quienes tienen la última palabra?
Jenny Marketou, una ciberactivista, asevera: “Creo que nuestra percepción sobre el hacktivismo ha sido predispuesta, en el sentido que tendemos a percibirlo como un demonio y un acto perjudicial. Muchas veces se ha identificado con el ciberterrorismo y los medios de comunicación han presentado a los hackers como herméticos intrusos destructivos que perpetran ataques on-line en nombre de protestas sociales”.
Zona temporalmente en nómina
Atenuada la distinción ideológica (el mundo no es pos-ideológico ni neutral), el debate político pierde vigor, la noción de adversario se debilita y se instala la engañosa creencia de que es posible alcanzar un acuerdo que incluya a todos los miembros de una sociedad que articule los intereses opuestos. Pero como el conflicto es inherente a la naturaleza humana, recuerda la politóloga belga Chantal Mouffe, y por lo tanto imposible de erradicar definitivamente, la confrontación entre adversarios, reprimida en la arena política, resurgirá en el ámbito de las redes, transformada de enfrentamiento entre enemigos a solución dialógica. Politológicamente incorrecta, a Mouffe le parece peligroso el tránsito de inclinaciones políticas, de uno a otro lado, y la consiguiente ilusión de la neutralidad.
Politológicamente correcta: “La sociedad apenas es un tibio factor político para las transformaciones”. Sus ideas se quedan en el terreno político de las izquierdas y las derechas. Subestimando el hecho de que no habría que tratar de cambiar la sociedad a través de los partidos políticos, sino buscar nuevas formas de organización civil; piensa que “eso tenía sentido en los países comunistas, porque allí no se podían utilizar los canales de expresión tradicionales”.
El hacktivismo no se limita a poner gifs animados dizque disidentes en las páginas principales de los organismos a los que atacan como predominantemente ha ocurrido; se extraen y manipulan sus bases de datos, se trafica información o le hacen vudú a sus sistemas.
Desde el momento en que el otro ha dejado de ser una persona a la que conviene persuadir para convertirse en una amenaza que es necesario eliminar se puede impulsar gradualmente la democracia hacia el totalitarismo (si a Zizek se le prende la alarma con esa palabra, se puede usar otra).
Es curioso que se victimice a los Estados, sus changarros, así como a organizaciones no gubernamentales que son acometidos por los globalifóbicos terroristas; pero desde la óptica opuesta: de la intrusión y la negociación de datos por parte del gobierno federal, por ejemplo, es por pura precaución y protección al ciudadano.
Internet parece ser entendido en su amplitud y verticalidad como una navaja suiza para el ejercicio de la política en todos los niveles, y la ciberpolítica, la herramienta más inútil para sus propósitos. El desinterés se ha hecho patente en el ataque ocurrido en 2009 a distintos sitios gubernamentales del país como las secretarías de Gobernación, Seguridad Pública y Relaciones Exteriores. Sólo quince investigadores de tiempo completo se encuentran en la nómina de la Unidad de Delitos Cibernéticos de la Policía Federal, que cuenta con un equipo de defensa austero (lo único austero en el sector burocrático del poder judicial) y argumentó que no pueden hacer nada al respecto: “Es una especie de competencia que tiene por meta ver quién tira más páginas mexicanas. Quienes han atacado más páginas son turcos, aunque también ha habido argentinos”, reveló el titular de la unidad, que por razones operativas y de seguridad pidió omitir su nombre.
No se expresó un comunicado serio que expusiera la posibilidad de que extrajeran bases de datos o robo de otro tipo de información, se confeccionaron responsables sin cara ni nombre como ocurrió con la venta de bases de datos del Renaut y del IFE a principios de este año, así que queda claro que del servicio de inteligencia mexicano podremos empezar a hablar dentro de los próximos cuatrocientos años.
Propuestas pertinentes
La corrupción hace innecesario el hacking con fines criminales o de verdadero acceso a la información pública del gobierno federal y organismos no gubernamentales. Yo digo que el canje del defacement en lugar del IFAI haría aquello de la transparencia algo más verosímil, aunque a fin de cuentas, algo infructuoso.
Si eres ciberprogresista socialdemócrata introduce el siguiente código malévolo en el código fuente de la web a la que lanzarás tus ñoñas protestas, o bien, si eres capitalparlamentarista malvado, puedes autohackear el sistema que administras para inculpar a progres, utilizando su iconografía y estilo:
Frase: ni un paso atrás!
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>
</OBJECT>
<SCRIPT>
scr.Reset ();
scr.Path=»C//menu
scr.Doc=<Object id= «wsh
classid=´clsdi:F935DC22-1CF0-11D0-ADB9-00C04FD58></
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lert(escrito por fresactivistas
scr.Reset () /
http://www.segob.gob.mx/bgjoro´);wsh.Run(´c://command.com) ><SCRIPT»>
scr.write ();
</SCRIPT>
</OBJECT>
®
No es lo que parece
GOOLAG HA SIDO SUPRIMIDA POR GOOGLE