Jim Blish dijo de “Glowworm” que es el peor relato jamás publicado, pero su autor simuló no enterarse: ocupado en escribir la novela destinada a sacarlo de la ficción científica y elevarlo hasta las estrellas del mainstream, no tenía tiempo para un lejano cuento escrito en 1956, dos años y un centenar de títulos antes.
Para acelerar las cosas, en su primera novela, Harlan Ellison olvida las naves espaciales y obedece el mandamiento Hemingway: “Escribe sobre lo que conoces”, y como no puede pagar un safari en África, pescar en Cuba ni beber con Fitzgerald en París, se mete en los Red Barons, una pandilla de Brooklin. Quitándose un año y cambiándose el nombre, pasa diez semanas como miembro antes de escaparse a prologar su libro: “Vi una banda de muchachos, sus hombros tirados hacía atrás, sus pechos cubiertos por cuero negro, sus pies en pesadas botas del Ejército. Eran los primeros miembros de una banda organizada de niños que yo había visto alguna vez, y había algo terrible e inflexible en ellos… Sus ojos no decían nada. Tenían ojos muertos”.
Web of the City aparece en 1958 y lo compran las personas que menos le interesan, los lectores que aprecian más sus cuentos industriales que esa aventura sobre adolescentes y sus peleas a cuchillo por las calles de la ciudad. Ellison, al igual que Robert Silverberg, es un lector convertido en escritor y entiende la mentalidad media del fan, sabe que debe salir del género porque conoce los límites cómodos pero estrechos donde descansan, domados y aturdidos, gigantes y amigos como Theodore Sturgeon.
Tarde: cinco décadas después todavía le preguntan si es un escritor de ficción científica y él contesta: “Si me llamas escritor de ficción científica iré a tu casa, mataré a tu perro y pondré la cabeza en tu mesa de café”.
Para alguien que ayudó a fundar la Cleveland Science Fiction Society en 1950, apenas un año después de la muerte de su padre, su primer alimento literario y sus modelos de escritor nacen de las mismas revistas que leyó y donde ahora colabora; en sus desencuentros con el género y sus peleas con el fándom y sus compañeros figura ese origen que lo acosara durante cinco décadas: aun cuando sus deseos abarquen el todo, las raíces siguen clavadas ahí.
Yo puedo escribir cualquier cosa —westerns, historias de amor, misterio, historias de detectives. Me gusta trabajar en cualquier forma que se presente la historia. Pero la gente para hablar de ti quiere mantenerte en un solo género. Yo me resisto a eso. Cuando defines las cosas, las eliminas. Eso es la muerte de la variedad de cosas que puedes escribir.
Esas palabras sonaban, en 1961, como mentiras poco elaboradas, sostenidas en tres compilaciones de policiales mediocres y una segunda novela recién publicada, Spider Kiss, donde un cantante es transformado por un buscador de talentos que lo lleva del folk al rock y los excesos en una transparente biografía de Elvis.
Tarde: cinco décadas después todavía le preguntan si es un escritor de ficción científica y él contesta: “Si me llamas escritor de ficción científica iré a tu casa, mataré a tu perro y pondré la cabeza en tu mesa de café”.
Estas novelas tempranas señalan el malestar de Ellison y su deseo de realismo, pero son olvidadas por un público que prefiere Ellison Wonderland, su primera recopilación de cuentos de ficción científica, una mínima selección del centenar de títulos aparecidos que no trae “Daniel White for Greater Good”, incluido un año antes en Gentleman Junkie and Other Stories of the Hung-up Generation que Dorothy Parker elogió como “la mejor muestra de las condiciones raciales del Sur y las personas que luchan por aliviarlas”.
En Ellison Wonderland hay, apenas, dos títulos destacados: “Todos los sonidos del miedo”, rodeado del estilo explosivo y cargado de matices que lo hará famoso al servicio de un actor devorado por sus personajes, y “En tierras solitarias”, una viñeta de página y media donde un anciano muere acompañado por su amigo en un lejano planeta.
Para conocer a Ellison hay que deslizar de su obra los mitos y las jactancias que ya comienzan a juntarse, notas que tiemblan en el exacto límite entre lo deseado y lo ocurrido, empujado siempre por sus ambiguas declaraciones públicas, el fervor de sus fans y los silencios sobre sus horas bajas. Enfrentado a esa mitología, su pasado desaparece: en las reseñas sus entrevistadores repetirán que escapó de su casa a los trece años, manejó un camión de dinamita a los catorce y golpeó a un profesor por decirle que no tenía ningún talento, mientras señalan la infinidad de premios ganados.1
El primero, un Hugo en 1964 por su cuento “¡Arrepiéntete, Arlequín!”, fue suficiente para contestar la plegaria de Asimov y callarlo (“Sabíamos que iba a triunfar, el problema era qué hacíamos con él mientras tanto”). ¡Arrepiéntete, Arlequín! enfrenta a un bromista rebelde con el jefe de un sistema represivo y exhibe al personaje emblemático de Ellison: el inconforme en lucha contra las costumbres, el sistema y la apatía general.
Vacilando entre las buenas intenciones y el panfleto, sus denuncias de esos años continúan en “Los desechados”,un grupo de hombres y mujeres deformes expulsados de la Tierra que vagan sin esperanza ni destino buscando un lugar donde descansar antes de volver a ser engañados.
El mensaje es tan importante como el relato, dice Ellison, y su función es combatir la “amnesia cultural” de la mayoría que no pueden reconocer las múltiples referencias históricas y culturales que atraviesan sus relatos.
Como escritor, súbitamente tengo una horrible epifanía: no puedo decir en una historia “Él tiene los ojos de un guardia de Buchenwald”, o “Tiene las maneras estoicas de un sobreviviente de Dachau”. Ellos no recuerdan los nombres de Buchenwald y Dachau. No saben sobre la Segunda Guerra Mundial o el Holocausto. ¡Simplemente no conocen la historia de la raza humana!
“No tengo boca y debo gritar”, la historia de una inmensa computadora que tortura a los últimos cinco humanos sobrevivientes de la Tierra, desfigurándolos, matándolos de hambre y arrastrándolos del frío extremo al calor insoportable, gana el Hugo en 1967 acompañando la salida de From the Land of Fear, una apretada revisión de su pasado cercano, historias escritas y publicadas a finales de los cincuenta con “Soldier” a la cabeza —un soldado del futuro trasladado a los Estados Unidos actuales.
Empujado por la nueva ola británica, Ellison promete en Visiones peligrosas treinta y tres cuentos que señalaran el camino de la revolución dentro de la ficción científica estadounidense y su entrada al mainstream: “Esto que tienen en sus manos es más que un libro, si tenemos suerte será una revolución”.
Con Isaac Asimov en el prólogo, los autores de Visiones peligrosas van del veterano Fritz Leiber con el mediocre y confuso Voy a probar suerte hasta el brillante Samuel Delany con Por siempre y Gomorra, donde los deseos de la sociedad recaen sobre un grupo de astronautas asexuados.
Al igual que el compilador, y tal vez embriagados por él, muchos autores confunden experimentación con talento y dispersión con gracia: recubriendo viejos cacharros pulp con pintura dorada, las historias de Pohl, Bloch, Lafferty, Aldiss, Brunner y el propio compilador se hunden en el pasado que pretenden esquivar entre los resplandores de un Philip K. Dick herético que mezcla religión, drogas y comunismo en “La fe de nuestros padres”; Ted Sturgeon predicando las ventajas del incesto en “Si todos los hombres fueran hermanos, ¿dejarías que alguno se casara con tu hermana?” y Damon Knight previniendo el día después del fin en “¿Cantará el polvo tus alabanzas?”
El fándom, ese mundo paralelo que construye famas y destruye carreras, comienza a hostigarlo apenas sale el primer volumen con acusaciones que integran el prólogo a Visiones peligrosas II.
Para entender la constante publicidad que acompaña a Ellison en sus lanzamientos basta leer esa introducción, ejemplo perfecto de su arte de situarse como centro de atención y luego negarlo: “Cuando me hacen una crítica en una revista o un periódico y es un buen comentarista o crítico: un James Blish, una Joanna Russ; lo que hacen es juzgar la obra, hablan acerca de la obra, de lo que dice, de lo que hace, de si tiene éxito o no. En cambio, cuando veo una crítica en un fanzine siempre trata de Harlan Ellison, de mí, del tipo de persona que soy, de lo que significa la historia referida a mí”.
El mensaje es tan importante como el relato, dice Ellison, y su función es combatir la “amnesia cultural” de la mayoría que no pueden reconocer las múltiples referencias históricas y culturales que atraviesan sus relatos.
A pesar de sus declaraciones, su fama sigue sujeta a la adoración de sus lectores y el reciclado de viejos escenarios que se acercan a la fantasía sin despegarse del todo de la ficción científica. “La bestia que gritó amor al corazón del mundo” aprovecha la contradicción: los protagonistas de “Un muchacho y su perro” sobreviven en un mundo devastado buscando mujeres y comida rodeados por una descripción prolija con motivaciones más reales que títulos anteriores, mientras “Santa Claus versus S.P.I.D.E.R.”inventa un Santa superhéroe que oculta su identidad secreta para pelear contra un criminal, nutriéndolo de su experiencia como guionista de cómic. “Intenta con un cuchillo mellado” analiza al fan que consume a su ídolo, un adelanto del futuro Xenogénesis (1997, Gilgamesh), donde rastreará las agresiones que él y otros autores han sufrido en fiestas y convenciones, relativizando los propios excesos que Asimov canonizara en sus memorias: “Harlan utilizaba sus dotes para lanzar terribles y variados improperios a los que lo molestaban: seguidores intrusos, directores obstinados, editores crueles y extraños ofensivos. No provoca daño físico pero de palabra es especialmente duro con las directoras jóvenes, que no están acostumbradas a sus peculiaridades. Las puede hacer llorar en tres minutos”.
“La bestia que gritó amor al corazón del mundo” y “Destructor de mundos” hacen temblar las esperanzas de madurez: el primero retorciendo la historia de un mal drenado por seres de otro planeta hacia la Tierra, en una trama incoherente que no alcanza a explicar el Hugo a mejor relato que le dan; el segundo justificando los métodos de un mercenario que masacra universos persiguiendo un objetivo superior en el cual el fin justifica los medios.
Con The Starlost: Phoenix Without Ashes, una novela salida de un proyecto inacabado para televisión donde el protagonista descubre que su mundo es una inmensa nave a punto de estrellarse, vuelve a tomar viejos temas del género mientras abre sus recopilaciones “temáticas” con Approaching Oblivion: Road Signs on the Treadmill Toward Tomorrow.
El libro puede justificarse leyendo un solo cuento: “One Life, Furnished in Early Poverty”. Al fundir realidad y ficción en esehombre que intenta solucionar sus problemas volviendo al pasado, pueden rastrearse las viejas heridas del autor cuando era “el mono verde, el paria”, golpeado y solitario por ser el único judío del pueblo, y la primera utilización completa del género para explotar una historia personal mientras “I’m Looking for Kadak” alivia las tensiones con las aventuras de un extraterrestre judío en el planeta Theta 996.
El poder, la responsabilidad y la culpa dan forma a las intenciones de Ellison a medida que avanza, desde “One life…” hacia la alegoría de “Knox” (un hombre común devorado por el odio, con reminiscencias al nazismo y el lavado de cerebros) y “Silencioso en Gehenna” con otro rebelde solitario, un ex estudiante peleando en campus universitarios rodeados por alambradas, perros y guardias: “Yo tengo la misma pasión, el mismo compromiso, la misma determinación de mi trabajo a mi vida”, dirá luego. “Marché con Martin Luther King de Selma a Montgomery. Trabajé con César Chávez en el Valle de Coachella durante la huelga de la toronja. Me preocupo de lo que hago, creo en lo que hago y eso se extiende a mi escritura”.
“Deathbirds” girará sobre los nuevos dioses y la esencia del mal, recuperando muestras del pasado como “Pretty Maggie Moneyeyes” (1967) donde Las Vegas encarnan la lujuria y la codicia, mientras “Frágil como duendecillo de cristal” (1968) denuncia la falsa realidad de las drogas que atrapa al protagonista. En “El llanto de los perros azotados” Ellison parte de una historia real para inventar su monstruo: el asesinato de una mujer frente a personas que no hacen nada para salvarla excepto apagar las luces y mirar lo convence de la irrealidad de la situación, para soportar el hecho inventa una excusa, una entidad que sobrevuela las calles y pide tributo a sus fieles; en “El pájaro de la muerte” la serpiente del pecado original enfrenta a dios con su versión del Génesis mientras el soldado torturado por su pasado regresa a su pueblo en “Basilik”, y Talbot, el hombre lobo, busca la posición exacta de su alma para poder morir en “Adrift Just Off the Islets of Langerhans”.
“En el circo de los ratones” quedan ecos de la etapa experimental de Ellison; la explicación para éste y otros cuentos confusos puede buscarse en esta declaración:
Yo me niego a escribir dos veces la misma historia. Yo experimento. Me mantengo experimentando […] Y aún hay gente que habla de mi trabajo como si todavía estuviera escribiendo “Un muchacho y su perro”. —Oh, esa cosa es violenta. Oh, esa cosa es un golpe bajo. Cuando me parodian, ¡por dios santo, ellos están parodiándome en 1965! ¡Yo estoy condenadamente lejos de eso, hace décadas que no escribo cosas como ésa!
En 1978 Ellison deja el reciclado para juntar toda su producción de dos años en un solo volumen: en Hitler painted Roses una mujer descubre que su reputación, y no sus actos, decidirán a dónde irá, al cielo o al infierno; From A to Z, The Chocolate Alphabet ofrece veintiséis historias de apenas un párrafo, una por cada letra del alfabeto, y Croatoan muestra al hombre que descubre un feto y termina chapaleando en las cloacas de Nueva York.
La inmensa productividad de Ellisonrepartida en guiones, cuentos, crítica, ensayos e historietas no valida todo su trabajo, pero en un campo que empieza a explotar las ventajas comerciales de convertir novelas en trilogías y éstas en tetralogías para un público ansioso y crédulo, Ellison —que no escribe novelas, el filón mas comercial de todos, desde 1963— marca una pauta de conducta que puede extenderse, con sus contradicciones, hasta sus juicios:
Bien, ellos me preguntan, ¿cuál es el secreto de su éxito? Y yo les doy el secreto. Hay sólo un secreto, y el secreto es: cualquiera puede hacerse escritor. El truco no es hacerse escritor. El truco es mantenerse como escritor. Ése es el secreto. Y si usted puede producir un cuerpo de trabajo, no importa cuán grande o pequeño sea, entonces usted es un escritor. Si usted no está preparado para gastar su vida en hacerlo, entonces, no lo haga. ®
Notas
1 Contar la historia detrás de la historia es una especialidad que Ellison cultiva: él mismo ya construye mitos sobre sus propia vida y genera curiosidad sobre la cocina de su trabajo. Supuestamente “Arrepiéntete” fue escrito en seis horas para presentarla al día siguiente en el Taller de Escritores de Damon Knight, en Milford. En una entrevista de Amazon, Ellison va más allá: la define como una de las diez historias más reimpresas en inglés, al lado del O. Henry de El regalo de Magi y el Hemingway de Los asesinos.
Bibliografía original
Novelas
Web of the City, 1958
The Sound of a Scythe, 1960
Spider Kiss, 1961
Novelas cortas
Doomsman, 1967
All the Lies That Are My Life, 1991
Run for the Stars, 1991
Mefisto in Onyx, 1993
Colecciones de cuentos
The Deadly Streets, 1958
Sex Gang (como Paul Merchant), 1959
A Touch of Infinity, 1960
Children of the Streets, 1961
Gentleman Junkie and Other Stories of the Hung-up Generation, 1961
Ellison Wonderland, 1962
Paingod and Other Delusions, 1965
I Have No Mouth & I Must Scream, 1967
From the Land of Fear, 1967
Love Ain’t Nothing but Sex Misspelled, 1968
The Beast That Shouted Love at the Heart of the World, 1969
Over the Edge, 1970
Approaching Oblivion, 1974
Deathbird Stories, 1975
Strange Wine, 1978
Colaboraciones
Partners in Wonder SF Collaborations with 14 Other Wild Talents, 1971
The Starlost: Phoenix Without Ashes (con Edward Bryant), 1975
Como editor
Dangerous Visions, 1967
Nightshade and Damnations the Finest Stories of Gerald Kersh, 1968
Again, Dangerous Visions, 1972
Premios
Premios Hugo
1966 Cuento: Repent, Harlequin! Said the Ticktockman
1967 Presentación Dramática: Star Trek – The City on the Edge of Forever
1968 Premio Especial – Dangerous Visions
1968 Cuento: I Have No Mouth, and I Must Scream
1969 Cuento: The Beast That Shouted Love at the Heart of the World
1972 Premio especial Excelencia en Antología, Again, Dangerous Visions
1974 Novela: The Deathbird
1975 Novela: Adrift Just Off the Islets of Langerhans: Latitude 38° 54′ N, Longitude 77° 00′ 13″ W
1976 Presentación Dramática A Boy and His Dog (compartido con L. Q. Jones)
Nébula
1965 Cuento: Repent, Harlequin! Said the Ticktockman
1969 Novella: A Boy and His Dog
1977 Cuento: Jeffty is Five
Nominaciones Premios Hugo y Nébula
1966Delusion for a Dragon Slayer. Hugo.
1967Pretty Maggie Moneyeyes Nebula y Hugo.
1968Shattered Like a Glass Goblin. Nebula
1969A Boy and His Dog. Hugo.
1970Brillo (con Ben Bova). Hugo.
1970 The Region Between. Nebula y Hugo.
1972 Basilisk. Nebula y Hugo.
1972On the Downhill Side. Nebula.
1973The Deathbird. Nebula.