El arte debe captar la esencia del sujeto, y eso hace Hembras, captura la esencia del sujeto, y el sujeto es la mujer, el sujeto son las hembras animales y las circunstancias que las rodean, los sucesos que la inspiraron.
En la pared donde se recarga mi cama, justo en la cabecera, seguían impresos los mismos fantasmitas de color negro que pintó mi hija menor cuando cumplió cinco años, hasta que compré pintura gris grafito. Tampoco había cuadros que decoraran la pared que había quedado tan oscura; hasta que un año después colgué, a la altura de los burós, un par de cuadros. Sobre uno de ellos colgué una pintura que yo hice, y sobre el otro mi marido puso en un cuadro la hoja de votos matrimoniales que me escribió para la boda. La hoja está garabateada, la tinta se esparció al papel. Ya no aguantó tanto sudor, la guardaba en su cartera. Un día la sacó y la vio, y sin poder leer con claridad lo que decían los votos dijo que la enmarcaría: Se ve chido, dijo. Palabras, le dije, puras palabras. Todavía conservan el sentido, me dijo, sigo votando por ellas. Me reí. Palabras, volví a insistir. Esas palabras las debería conservar yo, son mías, él me las escribió a mí. Pero está claro que los que nos enamoramos de nuestras propias palabras somos nosotros, aunque las escribamos para otros.
Pensaba en eso el día que fui a ver Hembras, la exposición de Víctor Hugo Pérez y Juan Carlos Macías, artistas tapatíos que crearon en colaboración una colección de dibujos en blanco y negro en gran formato, fabulosa. Los exhibe el Museo Universitario de Arte (MUSA) en la segunda planta. Me invitó mi marido el pasado domingo, me dijo: Te va a gustar, ándale, vamos. Me negué dos veces, no tenía ganas de ver una más de esas exposiciones de escaso impacto. Al final lo acompañé. Primero entramos a la exposición del fotógrafo Toni Catany —quedé encantada, por cierto, más por su literatura que por sus fotografías. Subimos luego a ver Hembras. No duré tanto tiempo en paz. Desde el inicio la obra me dio un sacudidón. ¡No mames!, le dije a mi marido, en voz alta, y me escuchó todo el museo. Qué impresión, le dije después en voz baja. “Qué impresión” es como decimos en Monterrey cuando algo nos saca completamente de nuestra placidez.
Un par de días después escribí esta nota en Facebook. Suelo escribir para internet sólo cuando lo amerita. Regularmente lo hago por medio de cartas, y sólo a ciertas personas. “Si voy a escribir gratis, que al menos sea solicitado”, es mi mantra de gratuidad. Pero luego leí en El Informador una nota de opinión muy desafortunada. Una curadora que también restaura piezas de arte escribió lo mucho que le había decepcionado que una institución pública como el MUSA hubiera permitido que semejante obra se colgara en sus muros. Con un tono de censura, aunque sin decirlo, recalcó un par de cosas. Antes de entrar en esta materia tan polémica quiero que hablemos de metonimia. Porque hay que platicar de metonimia y de retórica siempre que sea necesario divorciarse de la corrección política.
Una curadora que también restaura piezas de arte escribió lo mucho que le había decepcionado que una institución pública como el MUSA hubiera permitido que semejante obra se colgara en sus muros.
En la retórica, la metonimia es un tropo que consiste en designar algo con el nombre de otra cosa, tomando, por ejemplo, el efecto por la causa o viceversa; el autor por sus obras; el signo por la cosa significada, etcétera. Vamos a ver por qué Hembras debe ser interpretada también desde la lingüística y no sólo desde la perspectiva de género, como lo hace Alejandra Petersen en su nota de El Informador. Cuando hablamos de canas para representar a la vejez, o cuando decimos que leemos a Virgilio, en vez de decir que leemos las obras de Virgilio, estamos usando la metonimia. También se usa para sustituir la causa por el efecto, por ejemplo: Carecemos de pan en vez de decir que carecemos de trabajo. O utilizamos efectos para representar a las causas: Los niños son la alegría de la casa (causan felicidad); continente por contenido: Tomar una copa (beber el contenido de una copa). Podemos también hablar de la sinécdoque. Cuando hablamos de la parte por representar el todo: Una ciudad de diez mil almas (se hace referencia a los habitantes del lugar, no a que la ciudad está habitada por espectros o fantasmas). Todo esto para explicarle a Alejandra Petersen por qué los artistas no estamos obligados a “un uso más modulado del lenguaje para crear un ambiente de empatía y reconocimiento hacia los grupos más vulnerables”, como lo pide en la nota.
Tendríamos que recordarle a ella que la pipa de Magritte no es una pipa, que no nos caen hombres del cielo y que las Hembras de Víctor Hugo Pérez y Juan Carlos Macías no son mujeres. Es pero no es, son pero no son. En la representación del sujeto se centra el arte. Hembras es carbón sobre un lienzo situado estratégicamente para simular algo. Hay que aprenderle a Magritte que si no fuera porque en su obra se lee esto no es una pipa el cuadro sería una simple pipa, pero al negarlo con palabras se recrea la realidad y se recrea el lenguaje. “La famosa pipa”, dijo Magritte. “¡Cómo me reprochó la gente por ello! Y sin embargo, ¿podría usted rellenarla? No, claro, es una mera representación. ¡Si hubiera escrito en el cuadro ‘Esto es una pipa’ habría estado mintiendo!” La pipa de Magritte no puede rellenarse de tabaco, no se le puede dar un toque. Como a las mujeres de Hembras, no se les puede vestir y no se les puede —inserte aquí el verbo que quiera—. “Magritte pone de manifiesto en su arte el abismo que le separa de la realidad visible”, dice Fulwood Lampkin, “justamente el ámbito en el que habita la pintura. Nos dice claramente que toda representación pictórica (incluso fotográfica) se halla definitivamente separada de la realidad. De hecho, las propias palabras también son un engaño, en la medida que representan algo”.
Yo engaño todo el tiempo, mentir es mi deber. Miento cuando escribo para representar una verdad literaria. Como dice el propio Magritte: “Mi propósito al pintar es hacer visible el pensamiento”. Y en nuestro pensamiento cabe la mentira, la mentira que está a nuestro favor, la que nos permite hacer visibles nuestras verdades, nuestro pasado, lo que ya no es visible. ¿Pero servirá de algo decirle esto a Alejandra? La invención colectiva de Magritte también nos dice que en el arte el animal puede humanizarse y el humano puede animalizarse. ¿Qué tiene de malo pues el título de Hembras que Víctor y Juan Carlos le dieron a su exposición, y qué tiene de malo que le dibujen cabezas de perras a unas cuantas mujeres? De esto también se queja Alejandra.
Lo vivo muy de cerca. Algunas mujeres de mi vida ya no saben a qué más entregarle el control de sus vidas, no saben a qué más asignarle la responsabilidad de sus desgracias e infortunios. Lo vivo muy de cerca con ellas y pienso que se parece mucho a lo que pasa en todas partes. Lo que pasó hace unos meses en el Museo Metropolitano de Nueva York —el Met— es un ejemplo de ello, cuando quisieron retirar una obra de Balthus de los muros del museo. Resulta que en lo que respecta a crear arte los artistas —y lo dice textualmente Alejandra Petersen, que las pinturas de Hembras distan de encaminar el discurso a una convivencia social más horizontal: “Así es”, escribe, “Hembras es el título de la nueva exposición en el MUSA de la Universidad de Guadalajara, conformada por grandes formatos en blanco y negro de mujeres desnudas en escenas que denotan agresividad”— debemos hablar de metonimia con nuestro público, porque está claro que existe un cambio semántico que les molesta, por el cual se designa un sujeto (mujeres) con el nombre de otro (hembras). ¡Me estresa! Si seguimos interpretando el arte desde el género nos vamos a perder de toda la introspección.
No hay nada más ofensivo para mí que, en nombre de la equidad, la seguridad y la defensa de la mujer nos incluyan a todas. Soy mujer y soy artista, y también soy madre. Decido todos los días lo que creo que es mejor o peor para mí y para mis hijas respecto de su educación.
Me pregunto si Alejandra Petersen rechazaría el trabajo de restaurar una de estas obras en algún distópico futuro, cuando alguno de estos grandes dibujos se encuente deteriorado por el tiempo. ¿Existirá un conflicto de interés? Alejandra es restauradora y llama agresivos a los cuadros de Hembras que aluden a Los grabados oscuros de Goya y a las obras de Picasso y Leonardo Da Vinci. Su temática sombría no le gusta, la ofende y la agrede, y peor: dice que no sólo a ella sino a todas las mujeres.
No hay nada más ofensivo para mí que, en nombre de la equidad, la seguridad y la defensa de la mujer nos incluyan a todas. Soy mujer y soy artista, y también soy madre. Decido todos los días lo que creo que es mejor o peor para mí y para mis hijas respecto de su educación. Tomo decisiones a favor y en contra de mi bienestar y el de ellas; tengo libre albedrío y una gran responsabilidad para usarlo. No necesito una madre que lo haga ni que me regresen a la infancia. Hace muchísimos años que mi madre dejó de hacerse cargo de mí. ¡No quiero otra que lo haga! Mi madre puede creer que sabe lo que nos conviene a mis hermanas y a mí, pero no significa que por ello pueda escribir una nota en El Informador dejándolo claro. ¿Por qué habría de venir otra mujer a hacerlo? Yo no lucho por impedir que mi cuerpo sea sistemáticamente dominado y violentado. ¡Yo exijo mi derecho a defenderme sola y a luchar por mis ideales y objetivos personales, propios de mi proyecto de vida!
Platiquemos con Alejandra de metalepsis, de afasias y de los trastornos del lenguaje que se producen como consecuencia de diversas patologías. No estaría de más. La invitaría a mi casa a charlar de retórica pero hace tanto tiempo que no invito a nadie. He pospuesto, durante casi tres años, el open house. Las paredes de mi sala están desnudas, no hay cuadros que las adornen ni pintura que las vistan. Como decía en un principio, siguen en la cabecera de mi cama los mismos fantasmitas de color negro que pintó Eli, la menor de mis hijas, hace un año, cuando cumplió cinco. No para sustituirlo, pero sí para complementarlo, me gustaría colgar en esa misma pared el Sauna de Zinaida Serebriakova, por qué no, o La echadora de cartas de Suzanne Valadon. En la recámara de mis hijas, además de los dos cuadros que he pintado para ellas, colgaría una copia de La muñeca abandonada de Suzanne Valadon. Arte de mujeres que pintaban a otras mujeres desnudas. Tania, la mayor de mis hijas, se encuentra precisamente en la etapa de desprendimiento de objetos “infantiles”. Ya no tiene muñecas, ahora juega con discos viniles, escucha a The Smiths y combina su ropa con tenis Converse.
En la sala colgaría uno de los cuadros que Macías y Pérez nos hicieron favor de heredar. Según Petersen, ellos objetualizan a las mujeres, y también dice que no hay nada hay más convencional en la Historia del Arte que una exhibición donde a la mujer se la representa desde su condición sexual como un objeto bello o monstruoso. Exacto, Alejandra, porque no hay nada más agresivo, bello o monstruoso que la adolescencia de una mujer, que el cuerpo de una mujer y lo que representa el cuerpo de una mujer. No se diga el cuerpo del hombre desnudo en todas sus formas y expresiones. No se nos olvide que también el hombre ha sido sujeto de inspiración, que también es convencional en la Historia del Arte. Mira nomás el arte de Goya y dime si no, o el arte de Ramiro Ramírez Cardona o el de Kati Heck.
En la sala colgaría uno de los cuadros que Macías y Pérez nos hicieron favor de heredar. Según Petersen, ellos objetualizan a las mujeres, y también dice que no hay nada hay más convencional en la Historia del Arte que una exhibición donde a la mujer se la representa desde su condición sexual como un objeto bello o monstruoso.
¿La mujer no puede ser monstruosa en el arte o en la vida pero el hombre sí? ¿No podemos ser bestias desalmadas o criaturas tiernas capaces de devorar a hombres ingenuos y sensibles, o a mujeres ingenuas y sensibles? ¿No será que confundes el sujeto con el objeto? El arte debe captar la esencia del sujeto, y eso hace Hembras, captura la esencia del sujeto, y el sujeto es la mujer, el sujeto son las hembras animales y las circunstancias que las rodean, los sucesos que la inspiraron. Es importante entender la diferencia entre sujeto y objeto. Pero ¿qué le puedo enseñar yo a una curadora de arte? Me siento ridícula al decirle que un retrato hace precisamente eso, capturar esencias.
No sé si en tu agenda esté la de censurar, pero sería muy desafortunado y triste que encaminaras tus pasos en esa dirección. “El arte es la manera de enseñar al mundo exterior cómo es nuestro interior”, dice Jerry Saltz. Enseña figuras que coexisten en el espacio, y Zimmerman dice también que el arte debe apreciarse como representación perceptiva. El arte nos provoca y causa sentimientos tremendos. ¿Si no le está permitido hacer eso, qué más puede hacerlo?
Pienso en el sinnúmero de reflexiones que tuve frente a la exposición porque eso es lo que son las artes visuales, un medio para la reflexión. “Éste sí lo colgaría en mis paredes”, fue una de ellas. Si cupiera, si tuviera el dinero. Si pudiera colgar un par de estas obras en las paredes de mi hogar invitaría a la mitad de mis amigos el viernes y a la otra mitad el domingo. Celebraría con presunción que me he hecho de dos obras de arte degenerado. Al Führer no le hubiera gustado esto, les diría a mis amigos; si éstos fueran los años treinta y si esto fuera Alemania Hitler vendría a confiscarlas ipso facto. Brindemos por eso, y chocaría con ellos mi copa. ¡Ay! Pero se me olvidan mis hijas. ¿A poco vas a colgar eso en tu casa con tres hijas? Sí. ¿O qué? ¿Acaso están ellas más seguras de este lado de los cuadros?
Más de una vez han sido descolgadas de las paredes de hogares y de galerías obras de arte que “degradan” a la mujer: Adolf Hitler en 1935, por ejemplo —siempre es bueno recurrir a la lectura de tan altisonantes juicios de valor antisemitas que se imprimieron a petición suya en un catálogo: “Les prohíbo someter al pueblo a sus experiencias”, se leía en el programa, “si de verdad ven los campos azules están dementes y deberían estar en un manicomio”. Cómo olvidarlas, y por qué no, cómo no retorcerse de coraje por ellas. “Si sólo fingen que los ven azules son criminales y deberían ir a prisión. No es la misión del arte revolcarse en la inmundicia por inmundicia, pintar al ser humano solo en estado de putrefacción, dibujar cretinos como símbolos de maternidad, o presentar idiotas deformados como representantes de la fuerza masculina”. Se refería a la obra de Paul Klee, a la de Ernst Ludwig Kirchner (mi amor) y a la de 110 artistas más. Así ¿cuál es la misión del arte?, le preguntaría yo a Hitler. Y hay más: “Purgaré a la nación de su influencia y no permitiré que nadie participe en su corrupción. El día del castigo está por venir”, decía. “Lo que están viendo son los productos enfermos de la locura, la impertinencia y la falta de talento. Necesitaría varios trenes de carga para limpiar nuestras galerías de esta basura”.
Seguramente estamos más seguras y más seguros de este lado. ¿De verdad estamos más seguros y seguras de este lado de Hembras, de los muros que sostienen el trabajo artístico de dos de nuestros más emblemáticos artistas? ¿Estuvimos más seguras de este lado de las pinturas de Balthus, de Courbet o de Tamara de Lempicka?
Alejandra Petersen dice que “Hembras ignora el reclamo de las mujeres de zafarse de una participación pasiva en la sociedad y la lucha por impedir que su cuerpo sea sistemáticamente dominado y violentado”, aunque se afirme que no se tiene la intención de censurar a Víctor y a Juan Carlos, creadores de Hembras,lo hace. Porque son hombres y porque las mujeres que protagonizan su obra no son su ideal. Importante advertir: les estamos negando a los hombres la oportunidad de evidenciar su sensibilidad con estos absurdos argumentos. ¿Cuándo aceptaremos las mujeres que los hombres son tan sensibles como nosotras, incluso a veces más que nosotras? ¿Acaso es propio de la mujer espejearse con su propia condición? ¿No tiene el hombre derecho a retroalimentar, a imprimir cómo es que él nos ve, nos siente y nos vive? Pregunto: ¿será la envidia manifestándose? Vivo con un hombre desde hace ocho años, convivo con él todos los días, noto en detalle la sensibilidad que le aflora en circunstancias dentro y fuera de mi casa, dentro y fuera del arte, del trabajo y de la paternidad. Como si se tratara de una maravilla revelándose, algo insólito que no había visto desde que dejé mi casa y la casa de mis abuelos. ¿Por qué no me habían educado en esto antes? ¿Por qué educarnos con el manifiesto que dice que el hombre es un monstruo insensible? ¿Por qué exigirle, Alejandra, a las autoridades que regulen la exposición de semejante trabajo? ¿Por qué pedirle a las autoridades que se hagan responsables de lo que nos corresponde a nosotras de manera individual? Hay que hablar de las capacidades espirituales y emocionales de los hombres, frente al arte y frente a la vida. Esa responsabilidad no la deben tomar solamente las autoridades. Las autoridades, los curadores y su museonomía deben respetar la misión del museo, que es la de coleccionar, estudiar, conservar y presentar obras que conectan a las personas con la creatividad, el conocimiento y las ideas. Fue lo que hizo el Met: se plantó con este argumento para rechazar con rotundidad una petición para que se retirara una pintura de Balthus en la que hay una niña a la que se le ven los calzones. Las artes visuales, insistieron, son un medio para la reflexión.
Es exactamente la obra que a mí me hubiera gustado crear, pensé, cuando salí del museo. En mi literatura es lo que hago, invento narradoras y narradores de todas las edades, que hablan de su vida y que muestran su cuerpo y almas desnudos; almas adoloridas, rotas, de mis personajes, como Víctor y Juan Carlos lo hacen con Hembras. En mis relatos siempre estoy delatando a alguien, Alejandra, a hombres y a mujeres; los violento, los concibo, los amo y los asesino. Es lo que hacemos los artistas. ¡Son mis ficciones! ¡Es mi arte! ¡Son mis personajes! ¿Quién va a defenderlos? ¿Mis hermanas? ¿Tú? ¿Para qué queremos estar del otro lado de las rejas si no podemos ser libres para crear de este lado de los lienzos, del papel, lo que se nos dé nuestra chingada gana?
“Mi literatura, cuando adolescente, era caótica, intensa, totalmente fuera de la realidad”, decía Clarice Lispector de sus inicios como escritora. “El no haber nacido animal es una de mis nostalgias secretas. A lo mejor es porque soy sagitario, mitad bestia”.
Dice Marín que una obra de arte no está nunca terminada, que la termina el público: “Una obra de arte nunca tiene un significado absoluto”. Nuestra reflexión es nuestra parte del trabajo que completa el trabajo del artista. No nos va a gustar todo lo que vemos. ¡De eso se trata! ¡De dejarnos desarmar! No podemos controlarlo todo, Alejandra.
“Mi literatura, cuando adolescente, era caótica, intensa, totalmente fuera de la realidad”, decía Clarice Lispector de sus inicios como escritora. “El no haber nacido animal es una de mis nostalgias secretas. A lo mejor es porque soy sagitario, mitad bestia”. No había tampoco camuflaje ni romance en la pintura de Van Gogh, había honestidad, y en Hembras es lo que yo veo: honestidad. Me sorprende que con tanta honestidad sea posible retratarnos.
Algún día, Alejandra, la tecnología será tan avanzada que en un futuro no muy lejano seremos casi inútiles. Si salvaguardamos y respetamos nuestra capacidad creadora y nuestro poder creativo será el arte una de las libertades que conserve intacta nuestra esencia humana. La mujer tiene total libertad para crear y exponer, ¡que lo haga! ¿Qué la detiene? Es evidente que una mujer empoderada, con voz y libertad para publicar en un medio como El Informador, como tú, con acceso a medios que le otorgan voz y profesionalismo, tiene abiertas las puertas. El arte, quiero recordarte, es nuestro vehículo más primario, con el que conectamos con nuestras emociones. Y eso es lo que yo viví con Hembras:he conectado, gracias a ella, con sensaciones que hace mucho no experimentaba, con lo intangible, con lo que no me puede dar el intelecto. Ha sido como ir a un retiro espiritual; estuvimos yo y la obra, yo y lo que la obra me hizo ver de mí misma, yo y mi camino recorrido, yo y lo que no puedo explicar con nada más que con la mirada cómplice de los trazos y mis ojos. Yo y todas las mujeres que he sido.
¿Qué sucedería si descuelgan Hembras de los muros del MUSA? Nos robarían la oportunidad de llorar, de experimentar sentimientos complejos, ocultos, atorados, se nos robaría el derecho de admirar y confrontarnos con nuestro interior. “Yo tenía miedo”, escribía Clarice Lispector, “pero era un miedo vital y necesario porque venía del encuentro con mi más profunda sospecha de que el rostro humano también fuera una especie de máscara”. Lo escribió en su libro Agua viva. “La cuestión de entender o no una obra no depende de la inteligencia, sino del sentimiento, de entrar en contacto”. Si Hembras nos ha hecho entrar en contacto con nuestros más profundos y remotos sentimientos entonces ha cumplido su objetivo.
De todos los factores que tienen lugar en la violencia, ¿por qué culpar al arte? ¿Son celos los que tenemos de estos dos extraordinarios artistas? ¿Nos encontramos en otra lucha de poder? Recuerda lo que pasó con El juicio final. Dicen que el prelado acudió lloroso al papa Pablo III para pedirle que ordenara a Miguel Ángel que lo retirara del mural, y que éste, con un gran sentido del humor, le respondió: “Querido hijo mío, si el pintor te hubiese puesto en el purgatorio, podría sacarte, pues hasta allí llega mi poder; pero estás en el infierno y me es imposible. Nulla est redemptio”.
Estoy feliz de que Víctor y Juan Carlos impriman en su obra su proceso creativo. Que no se nos escape ese detalle cuando visitemos el MUSA. La obra transgrede, la obra es directa, la obra no es condescendiente; como deben ser todas las obras de arte. Si nos enganchamos con las protagonistas Hembras habrá logrado su objetivo. No hay lugar para la superioridad moral en esta obra, no la busquemos. Guillermo del Toro dice que “El único acto de censura que no debe existir nunca es la autocensura. La gente siempre intenta criticar. El arte es presentar un mundo para que sea admirado o no por la gente, si los adultos no pueden hablar de sexualidad, mal vamos…”. ®
La exposición se exhibe del 16 de marzo al 17 de junio en el Museo de las Artes (MUSA) de la Universidad de Guadalajara (UdeG).