Una transexual “tardía” y su singular familia protagonizan Transparent, la serie que posiciona a Amazon como un serio competidor de Netflix, en pleno auge del streaming y con la notable ausencia de los “gustos de las mayorías”.
“Entonces lo nuestro fue un matrimonio gay antes de que estuviera de moda”, arriesga Shelly Pfefferman a la hora de decodificar la salida del armario (trans) de su marido. Pero el tono es sarcástico antes que didáctico y la escena, una más de las tantas en las que la diversidad sexual terminará siendo más sobrevolada que explicada —por suerte—.
Así que digamos, para empezar, que el juego de palabras que da nombre a la serie (“Trans” y “Parent”) hace justicia a su contenido: la historia no sólo trata sobre la transformación de Mort Pfefferman en Maura sino también sobre su nexo de paternidad con tres desbordados jóvenes–adultos. Una vez concretado el “anuncio” de la nueva identidad, los hilos de la trama se reparten equitativamente entre ellos y Mort/Maura, con flashbacks frecuentes hacia la década de los noventa.
Pero los espectadores descubren muy pronto que no hay ninguna gran intriga que descifrar: los Pfefferman no son una familia muy proclive a los secretos y, por el contrario, pueden resultar insoportablemente imprudentes. A fuerza de extroversión e impaciencia construyen y reconstruyen vínculos un tanto explosivos, con recriminaciones que no tienen fecha de vencimiento, aunque también con contundentes gestos de solidaridad.
Más allá de esa repercusión, Transparent también ha seducido a los críticos, quizás porque nunca tuvo pretensiones de representatividad en materia de tolerancia y diversidad sexual.
La disfuncionalidad de esta familia judía progresista de California es así jocosamente exaltada, aunque sin desmesuras. En la misma línea la serie se permite algunos “dardos” contra la militancia ferviente de lo políticamente correcto, en un mundo donde la homoparentalidad ya se enseña en las escuelas y dónde los discriminadores corren el riesgo de ser los más discriminados.
Del nicho al “mainstream sin cifras”
La ausencia del tono pedagógico/moralista y su preciso equilibrio entre la comedia y el drama parecen haber contribuido al éxito de Transparent, que acaba de cosechar dos Globos de Oro en un momento de plena disrupción para el sector audiovisual estadounidense. En términos comerciales vale destacar que Transparent ha sido para Amazon lo mismo que House of Cards fue hace dos años para Netflix, es decir, el producto estrella con el que una plataforma de streaming le ha salido a competir a los actores tradicionales del rubro (HBO, AMC, CW).
Más allá de esa repercusión, Transparent también ha seducido a los críticos, quizás porque nunca tuvo pretensiones de representatividad en materia de tolerancia y diversidad sexual. Emily Nussbaum, crítica de The New Yorker, señala que Soloway (guionista y directora) ha conseguido contar una historia que no busca erigirse en un modelo a seguir y por eso Maura es tan convincente como única. La melancolía y la languidez del personaje, por cierto, parecen desarmonizar por completo con los estereotipos más frecuentes acerca de la transexualidad.
Estos aciertos muy probablemente tengan que ver con el hecho de que la propia Soloway tiene un padre transexual, un dato que, de todos modos, ha pasado inadvertido para el gran público. Mientras tanto, ese “gran público” es la primera sorpresa para Transparent, una serie que, en opinión de Kevin O’Keeffee hubiera sido catalogada como “de nicho” hasta no hace mucho tiempo.
Pero la dimensión “precisa” de este nuevo mainstream no está tan clara. El fenómeno Transparent —como en su momento el de House of Cards— refleja las curiosas circunstancias de algunas series estadounidenses que, por un lado, cosechan los reconocimientos clásicos de la industria (Globos de Oro, Emmy) y por otro lado se imponen a través de hábitos de consumo on demand para los que no rigen los clásicos patrones de medición de audiencia.
La situación es tal que Vox.com ha fallado a la hora de calcular cuántas personas realmente han visto la serie (y Amazon, por cierto, no da información al respecto), aunque este “mainstream sin cifras” ya ha garantizado que habrá segunda temporada. Entretanto, no deja de ser llamativo que el éxito de una serie sobre minorías ocurra en momentos en que el factor rating (sinónimo de los gustos de las mayorías) ha quedado fuera de juego. ®