Es un fenómeno relativamente nuevo. Solamente aquellos que tienen menos de veinte años nacieron con televisión de 24 horas al día, internet y celulares. Muchos de ellos raramente entran a una librería o a una biblioteca y ya no consultan las tradicionales enciclopedias, sino que buscan la información mediante Google.
En la casa de mis padres todavía hay una enciclopedia de color rojo, con la que crecí; la recuerdo siempre en la parte inferior del librero de la sala. Esa enciclopedia fue mi fuente de información durante mucho tiempo (debo de confesar que también lo fueron los libros del Reader’s Digest que compraba mi papá). Con esa enciclopedia respondí la mayor parte de las preguntas que me hice de adolescente y hasta la preparatoria.
Un estudio de 2007 de la Universidad de Texas, en Austin, encontró que de mil niños, 75% veían televisión o bien veían películas en DVD durante una hora y veinte minutos al día; además, muchos de estos niños se pasaban unos cincuenta minutos adicionales frente a la computadora.
Por su parte, la fundación familiar Kaiser realizó un estudio en que reportó que lo que hacen los niños entre ocho y dieciocho años es más bien pasivo (ver la tele u oír música), mientras que a jugar videojuegos o usar la computadora le dedican menos tiempo (una hora solamente, comparados con dos de ver la tele).
En este momento, en mi casa, no tengo una enciclopedia. Me basta entrar a internet para enterarme y saber de cualquier cosa. Incluso la mayor parte de lo que estoy escribiendo estará basado en textos e información buscada, bajada y leída en internet.
Superficiales
Pero no todo lo que les voy a platicar está basado en información virtual; sigo leyendo libros, la mayoría de ellos comprados y algunos otros regalados. Uno de estos libros regalados se llama The Shallows. What the intertnet is doing to our brains, de Nicholas Carr.
Carr, en este libro, nos recuerda una anécdota muy conocida sobre la desconfianza de Platón hacía la escritura; para él una persona que leía y escribía dejaba de ejercer su memoria, algo que el filósofo consideraba muy importante. Y de la misma manera en que nuestra mente se modificó con la adopción de la lectura y la escritura, nuestra mente se está modificando con el uso de internet.
Se ha establecido incluso que mientras más ligas tenga el hipertexto menos comprensión se genera por su lectura [Zhu, 1999]. La explicación de este fenómeno es que las ligas de los hipertextos generan un incremento en la demanda cognitiva que excede la capacidad de la memoria de trabajo de los lectores.
El primer estudio que mostró que nuestro cerebro cambia en respuesta al uso de internet se publicó en 2008 [Small y cols., 2008]. En esa investigación se trabajó con voluntarios expertos y novatos en navegar en internet para practicarles una resonancia magnética mientras estaban buscando información en Google. Lo que se encontró fue que los expertos en la utilización de internet habían tenido una activación cerebral más amplia que los neófitos, pero particularmente se les había activado una región cerebral conocida como corteza prefrontal dorsolateral del hemisferio izquierdo, una región que poco o nada se había activado en los que no eran expertos en la navegación en internet. Para hacer más interesantes las cosas, los investigadores les pidieron a los dos mismos grupos de sujetos que leyeran un libro mientras les volvían a escanear el cerebro y no hallaron diferencias significativas en la activación cerebral entre ellos.
La investigación no terminó ahí. Seis días después volvieron a repetir todo el experimento, pero en ese tiempo se les pidió a los principiantes en el uso de internet que se entrenaran en su uso. El nuevo escaneo mostró que, ahora sí, la región dorsolateral se estaba activando casi de la misma manera en que lo hizo el cerebro de los expertos. Es decir, con tan sólo unos días de práctica sus cerebros se igualaron. La conclusión es que a la larga nuestro cerebro se modifica por el uso intenso de internet.
Un aspecto que los mismos investigadores destacaron de su trabajo fue que cuando la gente busca información en la red exhiben un patrón de actividad cerebral diferente de cuando están leyendo un libro; al leer un libro se activan regiones cerebrales que están involucradas con el lenguaje, mientras que al buscar información se utilizan partes del cerebro asociadas a la toma de decisiones y la solución de problemas (las llamadas regiones prefrontales).
Ésta es la explicación de un fenómeno que parece ser ubicuo en internet: la dificultad de mantener la concentración al estar trabajando en línea. Desde finales de los años ochenta se han realizado investigaciones para comparar la comprensión de los lectores de textos en línea e impresos y se ha encontrado que los lectores de hipertextos frecuentemente no son capaces de recordar si habían leído un escrito o no. En general se ha encontrado que los que leen textos lineares comprenden, recuerdan y aprenden más que los lectores de hipertextos.
Por ejemplo, en un estudio se le pidió a setenta personas que leyeran una misma historia en dos versiones: a una parte se les presentó como hipertexto y a la otra en una impresión lineal tradicional. Quienes lo leyeron en la versión de hipertexto necesitaron más tiempo para terminar su lectura, reportaron más confusión e incertidumbre acerca de lo leído, tres cuartos dijeron que habían tenido dificultades para seguir la lectura (comparado con un cuarto de los otros), sus comentarios sobre la historia y sus imaginería mental fue menos detallada y precisa que aquellos que leyeron los textos tradicionales [Mial y Dobson, 2001].
En otro experimento se le dio a leer a un grupo de personas dos artículos que describían teorías opuestas sobre el aprendizaje (uno decía que el conocimiento es objetivo y el otro que es relativo). Los dos artículos tenían la misma tipografía y tenían ligas que los unían entre sí. La hipótesis de los investigadores era que aquellos que usaran las ligas deberían tener un conocimiento más profundo del tema, pero para su sorpresa se encontraron lo contrario, aquellos que leyeron los mismos textos en forma lineal puntearon más alto en sus niveles de comprensión (Niederhauser y cols., 2000].
Se ha establecido incluso que mientras más ligas tenga el hipertexto menos comprensión se genera por su lectura [Zhu, 1999]. La explicación de este fenómeno es que las ligas de los hipertextos generan un incremento en la demanda cognitiva que excede la capacidad de la memoria de trabajo de los lectores [DeStefano y LeFevre, 2007]. El mismo fenómeno sucede con las páginas hipermedia (la que combina textos y tecnología multimedia), los que únicamente leyeron reportaron estár más interesados, entendieron más y disfrutaron más la lectura que los usuarios de multimedia [Rockwell y Singleton, 2007].
Al utilizar cámaras que rastrean el movimiento de los ojos se encontró que los lectores de textos hipermedia no los mueven como los lectores de textos lineales, los cuales mueven los ojos más o menos siguiendo las líneas de las que consta un escrito; en vez de ello mueven los ojos y saltan partes muy grandes de la pantalla siguiendo la forma de la letra F; además, conforme va aumentando el número de palabras de las que consta el texto menos tiempo le dedican a la lectura y más al rastreo de información [Nielsen, 2006].
Estas ideas fueron confirmadas por Zimming Liu, quien en 2005 publicó un artículo en el que les pregunta a personas bien educadas (científicos, ingenieros, maestros, etc.) cómo habían cambiado sus hábitos de lectura en los últimos diez años. A esto respondieron que se la pasaban más escaneando información y pasando de página en página que leyendo realmente; es decir, estaban realizando una lectura no lineal en la que buscaban información sobre muchos tópicos, pero de manera superficial; en la conclusión de Liu los hipertextos distraen de leer y pensar profundamente [Liu, 2005].
Debemos advertir que el problema no es leer de manera salteada la información, ya que ésa es la forma habitual de leer el periódico; el problema es que ésa se vuelva nuestra forma dominante o la única forma de leer. Aquí tenemos un primer punto para figurarnos cómo es que debiera ser el uso de internet en el futuro.
Las compensaciones
No todo es color negro. Hay sus compensaciones por el uso de internet. El estar evaluando ligas, títulos e imágenes repetidamente lleva a distinguir si la información que se nos presenta tiene beneficios prácticos para la meta que estamos persiguiendo. Un estudio británico sobre la manera en que se busca información médica indica que la velocidad en la que se evalúa el valor de un sitio web se incrementa conforme se gana familiaridad con la red [Sillence y cols., 2007].
Encontraron que un mayor uso de la computadora (para actividades como escribir correos electrónicos o búsquedas por internet) estaba asociado con un mejor desempeño cognitivo, después de haber descartado otras variables que podrían haber influido en el mejor desempeño en estas pruebas, como edad, sexo, educación y salud. Pero, sobre todo, este efecto benéfico lo encontraron en aquellos que tenían bajas habilidades intelectuales.
En otro estudio publicado a comienzos de 2009 Patricia Greenfield realizó una revisión de diferentes investigaciones sobre la relación entre la inteligencia y la habilidad de las personas para aprender y los diferentes tipos de medios. Lo que encontró es que el uso intensivo de la red trajo aparejado un incremento en las habilidades espaciales, como rotar objetos en nuestra mente. Su conclusión es que internet nos hace más inteligentes sólo dentro de los estándares que la misma red promueve. Si concebimos a la lectura como el “skimming” (búsqueda de ideas principales de un texto) o como “scanning” (lectura rápida de información que uno desea) pues sí, nos hace más inteligentes.
Hay otras habilidades cognitivas que se desarrollan, como la visión periférica (habilidad para ver cosas que están fuera de nuestro centro de atención), la capacidad de examinar grandes cantidades de información rápidamente y decidir qué es importante y qué no. Por ejemplo, de acuerdo con la psicóloga cognitiva Pam Briggs de la Universidad de Northumbria, en Inglaterra, los que navegan por la red en la búsqueda de datos sobre algún problema de salud duran unos dos segundos en un sitio en particular para después moverse al siguiente, hasta que encuentran un lugar con la información que necesitaban [Sillence, E. y cols., 2007].
Al parecer también se incrementa nuestra capacidad para realizar diferentes tareas al mismo tiempo, esto de acuerdo con Paul Kearney, de la Unitec de Nueva Zelanda, quien reportó que algunos juegos de computadora pueden mejorar nuestra habilidad para hacer varias cosas al mismo tiempo [Kearney, 2007].
En un estudio [Tun y Lachman, 2010] se evaluó a una gran cantidad de personas (2,671) de edades entre los 32 y los 84 años de edad para aplicarles dos mediciones de su cognición: una que es una prueba adaptada para ser aplicada por teléfono (mide la memoria de trabajo, la episódica, el razonamiento y la velocidad de procesamiento) y otra que mide las funciones ejecutivas (que son aquellas que nos permiten regular nuestra conducta); encontraron que un mayor uso de la computadora (para actividades como escribir correos electrónicos o búsquedas por internet) estaba asociado con un mejor desempeño cognitivo, después de haber descartado otras variables que podrían haber influido en el mejor desempeño en estas pruebas, como edad, sexo, educación y salud. Pero, sobre todo, este efecto benéfico lo encontraron en aquellos que tenían bajas habilidades intelectuales.
Otro grupo que parece beneficiarse del uso de la computadora es el de los adultos mayores. En una publicación reciente académicos de la Escuela de Psiquiatría y Neurociencias Clínicas de la Universidad del Oeste de Australia se refiere un estudio de 5,506 adultos mayores cuyas edades iban de los 69 a los 87 años durante un periodo de ocho años y medio para ver qué tanto usaban la computadora (no solamente el uso de procesadores de texto y videojuegos, sino también el correo electrónico y búsquedas por internet), y encontraron que aquellos que usaban la computadora tenían menos riesgo de recibir un diagnóstico de demencia [Almeida y cols., 2012].
Hacia donde va internet
En resumen, unos estudios dicen que el uso de internet modifica nuestro cerebro para hacernos más capaces de buscar y encontrar información a costa de tener problemas de concentración, de menor comprensión (en una relación proporcional de más hipertextos menos comprensión), dedicarle poco tiempo a la lectura de los documentos y solo mover los ojos por encima del texto para encontrar la información que se busca, pero sin asimilarla, haciendo solamente una lectura superficial.
Por otro lado, también hay otras investigaciones que señalan que el uso continuado de internet mejora nuestra habilidad de evaluar el valor de las páginas para ver si tiene la información que nos interesa, aumenta nuestra capacidad de examinar grandes cantidades de información e incrementa la habilidad de realizar varias cosas al mismo tiempo. También se ha visto que mejora nuestro desempeño cognitivo general (en cosas que van desde la memoria y la visión periférica hasta el razonamiento).
Para subsanar los problemas asociados a internet deben de modificarse pues las páginas para que no se presente el fenómeno de la saturación de la memoria de trabajo; si se sabe que colocar mucha información y llenarla de hipervínculos en una página distrae y redunda en una búsqueda superficial de información, debe de eliminarse esa recarga. Esto lo creo especialmente importante si estamos hablando de una página con fines educativos o académicos.
Faltaría hacer mucha más investigación en esta área, porque la utilización de internet como un espacio para la educación se está incrementando. La tecnología de comunicación por internet puede ser personal o grupal y hace posible que un profesor pueda transmitir información a un grupo y hacer el seguimiento con facilidad de las aportaciones de cada uno de los involucrados. Permite la organización del curso al delimitar a quién va destinado un curso, además de que el profesor puede compartir materiales de acuerdo con las necesidades y situaciones de cada uno de los alumnos. Estas tecnologías pretenden propiciar espacios para la discusión y generar en los alumnos habilidades para la argumentación. Estas y otras cosas más están ya utilizándose y no se sabe bien hasta qué punto impactan, para bien o para mal, en los alumnos [Ponce y cols., 2010].
Por otro lado, se ha observado que el uso de la computadora está asociado a mayores niveles de educación e ingresos. En grupos desprotegidos se ha encontrado que el uso de la computadora es mayor en mujeres que en hombres (y al revés en los grupos más acomodados, ahí son los hombres los que la usan más intensivamente). Además, se ha encontrado que la disparidad en las puntuaciones cognitivas entre los usuarios regulares de internet y los no usuarios es mayor para los hombres que para las mujeres [Tun y Lachman, 2010]. Entre los hombres de escasos recursos, pues, existe una correlación entre poco uso de la tecnología y pobre funcionamiento cognitivo.
Aunque no sabemos con seguridad si los más inteligentes usan más la computadora o si el uso de la computadora los vuelve más inteligentes, varios de los datos aquí presentados avalarían la idea de que la actividad frente a la computadora sería especialmente importante para aquellos que están en desventaja cognitiva.
Un paso para esclarecer esta cuestión es especificar qué aspectos del uso de la computadora tienen una fuerte relación con aspectos particulares del desempeño cognitivo. Si el uso de la computadora demanda del usuario la realización de múltiples tareas al mismo tiempo, cambiar la atención de un lado a otro e integrar habilidades motoras, sensoriales y cognitivas, uno podría especular que todas estas actividades podrían generar y mantener un buen funcionamiento cognitivo; las implicaciones que esto tiene en la educación y la salud son muy importantes. ®
Bibliografía
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