Isaiah Berlin y los avatares de la letra

El estudio adecuado de la humanidad

Sorprende un poco que la edición en español de El estudio adecuado de la humanidad sea un muestrario tan variado y tan vasto de erratas e imprecisiones. Algunas, herencia del pasado, trasmitidas de Berlin a Hardy y Hausheer, y de éstos a sus perplejos y algo sumarios traductores y editores mexicanos.

I

Isaiah Berlin

El adusto cerco de los catedráticos universitarios, con sus colegios y cofradías, es reacio al olvido y la remisión de las faltas, en particular cuando uno de sus adeptos abandona temprano el redil para hacer oír sus balidos afuera, en la sociedad civil, por ámbitos de la alta diplomacia y la política da camera. Un modesto judío, regordete, moreno, bajo de estatura, llega de un lugar del Báltico, la remota Latvia o Letonia, y consigue a través de su padre, hábil comerciante y consumado cultivador de las relaciones públicas, colarse en medio del exilio hasta las esferas más etéreas del circunspecto mundo inglés, coronando su carrera con estudio de la filosofía analítica en Oxford, bajo la tutela de Ayer y Austin y, más tarde, como miembro del servicio exterior británico en las estratégicas legaciones de Estados Unidos y la antigua Unión Soviética.

Isaiah Berlin (1909-1997), a quien alguna vez confundiera Churchill con un músico estadounidense durante una recepción, gozó fama de ingenioso, culto y sagaz. Sus informes diplomáticos, durante la II Guerra y la Posguerra, fueron famosos por estar redactados en dos versiones: la exotérica o abierta a todos, pormenorizada y formal, y otra más condimentada con comentarios punzantes, reservada a un uso cuasi familiar y privado, la cual hacían circular sus amigos; precisamente fue ésta la que llegara a manos de sir Winston, por la que le resultaba conocido el apellido.

Estando ya consolidada la carrera de Berlin, a partir de 1974, Henry Hardy del Wolfson College de Oxford se dio a la tarea de recoger en volúmenes o colecciones de ensayos sus escritos dispersos. Hasta entonces se tenía una visión de Berlin muy distinguida en cuanto a su pertenencia al establishment (llegaría a tomar el té con la reina y Thatcher), pero muy flaca y dudosa en cuanto a su seriedad y consistencia como estudioso. Su temprana salida de Oxford, su distancia del ambiente universitario con raras excepciones, la aparición un tanto desordenada de sus artículos en revistas culturales y especializadas de varios países contribuyeron, y no poco, a crear una visión de dandy de la cultura, recherché o snob, más relumbrón que sólido. Hardy, además de expurgar el estilo de Berlin ‒educado en ruso, conocedor del alemán, lector del francés y entusiasta sin mucho conocimiento de causa del italiano y el español‒ en relación con una serie de problemas como la extensión de las frases, el uso de la puntuación y el no incluir por lo general suficientes referencias, se asoció con Roger Hausheer, conocedor del alemán, en esta selección o antología de ensayos que él mismo titulara The Proper Study of Mankind (1997), vertida al castellano como El estudio adecuado de la humanidad (FCE-Turner, 2009). Traducir significa elegir un término y renunciar a muchos otros. ¡Quién sabe si “El verdadero estudio del género humano” no hubiera resultado más fidedigno!

II

El libro, dada la amplitud y difusión de que ha sido objeto, ofrece una oportunidad sin igual para acercarse a este autor, un tanto desconocido para las nuevas generaciones. La fama que Berlin tuvo en su día habría de convertirse, más tarde, en una suerte de maldición. Sorprende un poco que la edición en español sea un muestrario tan variado y tan vasto de erratas e imprecisiones. Algunas, herencia del pasado, trasmitidas de Berlin a Hardy y Hausheer, y de éstos a sus perplejos y algo sumarios traductores y editores mexicanos. Confusiones con palabras en italiano, títulos de obras mal escritos, inconsistencias frecuentes en la trascripción de nombres rusos más apegada a los usos ingleses que españoles, amén de una serie de vacilaciones e imitaciones serviles de la puntuación hipercorrecta del inglés (¿fueron ésas las enmiendas de plana de Hardy, con las que pretendió atraer la atención hacia sí?) y otros descuidos básicos con trasposición de grafías, omisión de palabras y un montón de barbarismos del inglés que se cuelan en el español, en apariencia decente y funcional.

El estudio adecuado de la humanidad sale en coedición entre el Fondo de Cultura Económica y Turner Publicaciones, con sede en Madrid. En este caso particular, con la colección Noema, las traducciones se efectuaron en casa. El Fondo de Cultura Económica cuenta con un grupo de traductores experimentados. Se supone que es una de las editoriales que opera con más altos raseros en el medio. Si alguien que traduzca manifiesta el deseo de trabajar para ellos tiene antes que pasar una prueba. Algunos de los traductores cuyos textos se comentan a continuación figuran entre quienes revisan estas pruebas. En principio se trata de un proceso democrático y transparente, cualquiera puede presentarse al examen, hoy en día es posible realizar el procedimiento por correo electrónico incluso. Es el equipo interno de los expertos el que toma la decisión definitiva, teniendo en cuenta que el mercado de trabajo con su oferta y su demanda se halla prácticamente copado. En general, solicitan traducir entre tres y nueve cuartillas de un texto original en lengua extranjera (la cantidad depende de lo verde del postulante, un inexperto deberá hacer más), relativo a alguna de las variadas disciplinas que componen el catálogo de la editorial (humanidades, ciencia y tecnología, economía y otros). Se suele revisar justamente la propiedad del idioma al que se se tradujo o target language, que no haya false cognates, calcas ni empréstitos fácilmente detectables de la source langue o idioma del que se tradujo. Además de la corrección de las citas y referencias bibliográficas. Si se menciona el título en español de una obra, éste debe corresponder al de la versión más ampliamente difundida. Se revisa la adecuada trascripción de nombres en otros alfabetos (griego, cirílico u otros), amén de las fechas, las cifras y los llamados datos duros (o al menos debería hacerse).

En el ensayo “La originalidad de Maquiavelo”, en versión de Hero Rodríguez Toro, se hallan vaguedades en italiano, achacables al propio Berlin, quien nunca en realidad llegó a dominar esa lengua que tantas veces acababa confundiendo con el español. En la versión final, la depurada labor con el alemán, que llevó a cabo Roger Hausheer, se halla en agudo contraste con expresiones como il grande apasionato [appassionato], p. 174, en otros ensayos aparecen algunas otras, en éste puede leerse al menos necessitá [necessità], p. 181, sus colegas en la [las] Pratiche Fiorentini [fiorentine], p. 221, inmenso [immenso] desiderio, p. 193. O bien ciertas expresiones dudosas en castellano como: un hombre libre de visiones petit-bourgeois [pequeñoburguesas], p. 177; ¿Dónde ha [sic] sido elevados los hombres [se ha elevado a los hombres] a su cabal tamaño?, p. 184; Hobbes, Spinoza o los philosophes [iluministas] del siglo XVIII, p. 190; cualquier cosa que conduzcan [sic] a la infectividad política es condenada por él [condena todo lo que no conduce a la efectividad política], p. 191; cierta mundanería [cierto carácter mundano], p. 191; en el mismo corazón [centro mismo] del racionalismo tradicional, p. 214; Las dos proposiciones no son, en cualquier [todo] caso, idénticas o lógicamente conectadas [compatibles], p. 224.

El Fondo de Cultura Económica cuenta con un grupo de traductores experimentados. Se supone que es una de las editoriales que opera con más altos raseros en el medio.

En el ensayo titulado “Herder y la Ilustración”, que tradujo María Antonia Neira, puede hallarse frases como: tal vez haciendo eco al nascimiento [la nascita] de Vico, p. 294; Descartes, Kant y los philosophes [iluministas] franceses, p. 296; sólo si se vive de las invenciones de otros [los inventos ajenos], p. 301; por el mismo tipo de irrealismo [irrealidad], p. 306; por su comercialismo [mercantilismo o bien carácter comercial], p. 308; Indeciblemente difícil es transmitir [inexpresablemente difícil resulta trasmitir], p. 311; La Philosophie d’histoire [La philosophie de l’histoire], p. 314; a partir de recuerdos y antigüedades [monumentos] que forjaron su individualidad colectiva, p. 329; aquel monumento pagano que bañado de sol, que fue muerto por [aniquiló] la sombría [oscura o tenebrosa] religión cristiana, p. 313; Macedonia fue consquistadora [una nación de conquistadores] como Roma, p. 312; polémica contra Volatire [Voltaire], p. 322; de su concepción central [fundamental] deriva el concepto de estar [sentirse] a sus anchas p 323; Turgenev y Chejov [Turguiénev y Chéjov], p. 330; lo que se encuentra en el corazón [meollo] de sus pensamientos, p. 337.

En “El erizo y el zorro”, cuya versión es de Juan José Utrilla, uno de los traductores más antiguos del Fondo, de quien menos podían esperarse novedades como las siguientes: León Nicolás [Lev Nikolai] Tolstoi, Gogol [Gógol], Vasily [Vasili], Afanasy [Afanasi], p. 351, Ivanov [Ivánov], p. 357, Boris Eikhenbaum [Borís Éijenbaum], p. 374, Kareev [Kareiev], p. 377, Zhikharev [Zhíjarev], p. 387, Biryukov [Biriukov], Danilevsky [Danilevski], p. 352, Ana Alekseevna Koltovskaya [Alekséievna Koltóvskaia], p. 357, el príncipe Kurbsky [Kurbski], Mme. [madame] de Staël, p. 366, el príncipe Andrey [Andrei], p. 360, Tyutchev [Tiuchev], p. 351. También ciertas frases como: casi [prácticamente] más que ningún [otro] escritor europeo, y por su parte no puede ser llamado [llamarse] oscuro en ningún sentido normal [ordinario], p. 349; se han aducido pruebas condenatorias de falsificación de detalles [pormenores] históricos por [contra] el autor de La guerra y la paz, cometida [cometidos] al parecer deliberadamente [en forma deliberada] y con pleno conocimiento de las fuentes originales y la ausencia de contrapruebas [pruebas en su contra], p. 351; A todo se le mete [todo se hace entrar] por la fuerza [en] el molde inventado por los historiadores, p. 357; es decir que lo que ocurre esta [está] relacionado de algún modo, p. 359; la basta [burda o grosera] multiplicidad de minúsculas causas y efectos indescubribles [indetectables], p. 361.

Berlin resulta actual, está vivo, tiene tal vitalidad en algunos de sus escritos (¿dónde se halla un buen autor sin desperdicio?) que es capaz de brillar sobre todas las peculiaridades de sus editores.

La lista es copiosa y podría extenderse pero es preferible obviar el nombre de los traductores que cometen la falta, dicho sea de paso, no se salva ninguno de los del libro, incluido Francisco González Aramburo, encargado de las traducciones en la sección humanística. Annensky [Anenski], Schelegel [Schlegel], p. 465, Stravinsky [Stravinski], Gorky [Gorki], p. 461, Nijinsky [Nizhinski], p. 468, Mussorgsky [Musorgski], p. 308, Bucle [Buckle], p. 258, Koenigsberg [Königsberg], p. 147; fue cercano [íntimo] aliado de Proudhon; a corto término [plazo], p. 424; le prometí sacar microfilmes de su novela, enterrarlos en los cuatro polos de la urbe [del orbe], enterrar ejemplares en Oxford, Valparaíso, Tasmania, Ciudad de [del] Cabo, Haití, Vancouver, Japón, p. 456; especialistas en escansión [encandir], p. 293, una visión compresiva [abarcadora] del propósito [objetivo] del parlante [hablante], p. 289; los mundos de Homero, de la Biblia, o de [del] Kalevala; corsi e recorsi [ricorsi], el buen sentido [sentido común]; [hablando de Herder dice] en Australia [Austria] y Alemania, p. 153. Haciendo caso omiso de las comas innecesarias, tantas veces después de la conjunción y y otros barbarismos por desgracia cada vez más comunes con el uso indiscriminado de la voz pasiva en castellano. Claro, resulta más sencillo, por mecánico, dejarlo así que invertir el orden y cambiar el régimen de las voces.

Si todos estos yerros pueden recomendar a un gremio y a una editorial, ahí están, para que cada quien juzgue y se forje su propia opinión. Por desgracia no es el único volumen con pecas ni la única casa editora que incurre en este procedimiento exprés a la hora de sacar un volumen, sin tomarse la molestia de contratar un revisor técnico, ducho en varias lenguas, o bien tener traductores cuya labor resulte en verdad impecable y no sólo funcional desde ciertos estándares (en apariencia no demasiado elevados). Una de las lacras que se han creado de reciente son los gremios o grupúsculos de profesionales que se protegen unos a otros, erigiéndose en verdaderas mafias, cuyo único fruto es la ineficiencia y mantener las puertas cerradas para nuevos posibles colaboradores. Antes de ponerles una prueba de traducción, sería bueno someter a los nuevos candidatos y presuntos titulares a exámenes rigurosos de lengua española. Es patente que con ello se ahorrarían muchos bochornos futuros y, sobre todo, se mantendría un alto rasero en los niveles editoriales.

III

Revalorado como uno de los pensadores sociales más destacados durante la segunda mitad del siglo XX, Isaiah Berlin habrá de ser recordado por sus visiones de Maquiavelo, Herder, Hamann, Tolstoi, Pasternak, Ajmátova, Churchill y Franklin D. Roosevelt, personalidades históricas que rebasan la pura arena política y se insertan en los principales campos de la cultura. Desde una perspectiva bastante actual, el estilo de Berlin cobra una fluidez y un interés inusitados, ahí precisamente donde linda con el gossip periodístico y el testimonio del cronista o testigo ocular (más que su otra vertiente ensayística que preña sus escritos más ambiciosos, al menos desde el punto de vista académico). Sus recuerdos de Borís Pasternak, el gran poeta ruso que luego se haría célebre con su tardía novela, Doctor Zhivago, y la gran Ana Ajmátova, bardo, vate y refundidora del idioma ruso, durante sus años de miseria, desdenes y condenas por parte del régimen de Stalin, exhiben una vigencia, una vivacidad y un carácter humano palpitantes, y no le van a la zaga a aquello que Berlin tiene que enseñar sobre Maquiavelo, Vico, Herder u otros grandes maestros de la historia.

Al abordar a Herder, por cierto, se recalca la veneración y el absoluto respeto con que el pensador y poeta alemán se acercaba a todas las culturas, formaciones particulares e inconmensurables del espíritu humano, cuya riqueza ha de protegerse a despecho de la sed de poder y conquista por parte de pueblos beligerantes. Cada cultura engendra, dados su idioma y sus mitos, una visión del mundo inédita e irrepetible. Herder, sin saberlo, barruntaba la época de los totalitarismos y los crímenes de lesa humanidad. Isaiah Berlin fue, además de un zorro y un erizo, términos de los que se vale en su ensayo sobre Tolstoi, en el terreno de la política y la vida real, un extraño humanista, no desdeñable en su estilo literario a veces exuberante, que trae a la memoria las prolijidades y raras armonías que caracterizan el espíritu de la lengua rusa. Berlin resulta actual, está vivo, tiene tal vitalidad en algunos de sus escritos (¿dónde se halla un buen autor sin desperdicio?) que es capaz de brillar sobre todas las peculiaridades de sus editores.

Valiente fortuna, la de Isaiah Berlin, de espía a académico, de autor cultísimo a autor hipercorregido y ni así quedan mondas sus obras. Como lo suyo era la política en los altos gabinetes, el trabajo de redactar sus escritos debió confiárselo a una de las tantas mecanógrafas de la dependencia pública en turno en cuya nómina se hallaba. La élite en Oxford ha pretendido ennoblecer su trabajo, editar sus ensayos completos y aderezar diversas antologías con éstos, como es el presente caso, pero hay cosas que no pueden disimularse. Mucho de relumbrón e impostado había en la pretendida cultura universal de Berlin. Es difícil ser un buen escritor o estudioso y a la vez un envidiado cortesano. A lo más que es posible aspirar, en tal caso, es a componer sencillos y sustanciosos volúmenes de máximas, como muestran los ejemplos históricos de La Rochefoucauld y La Bruyère. Voltaire también tenía algo de eso, pero no hay que perder piso, el genio de Voltaire, con sus altibajos y demás coqueteos con los encumbrados, se halla muy por encima de muchos de sus presuntos sucesores y herederos. ®

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Publicado en: Ensayo, Septiembre 2010

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