Deja tras de sí una vasta obra literaria en la que el diario íntimo y el vagabundeo literario eran los invitados estelares. Descansa en paz, ya no tendrás más que pagar renta a la severa y no siempre muy simpática casera que es la existencia humana.
El escritor franco suizo Roland Jaccard (1941–2021) tomó su propia vida el pasado 20 de septiembre en su apartamento parisino. Dejó tras de sí una vasta obra literaria en la que el diario íntimo y el vagabundeo literario eran los invitados estelares. Además, la ironía y el sarcasmo eran el vino de mesa que siempre corría de forma generosa. Sabía justamente hacer esto muy bien, conjuntar la brevedad con el paseo intelectual y la autobiografía. Una mezcla que celebro poco a poco, poniendo sus palabras en la lengua de mis primeras lecturas, desasosiegos y goces.
Vislumbré por primera vez a Jaccard en un coloquio sobre Emil Cioran en la feria del libro de París en el 2010. Su intervención versó sobre la relación entre Cioran y la enfermedad. Su tono elegante, divertido y oscuro me llevó a buscar sus libros. Unos años más tarde me convertí en su traductor. Después de gestiones un tanto barrocas con fondos de traducción y la complicidad de la editorial Moho, se pudo publicar en México dos de sus libros, Retorno a Viena (2016) y Cioran y compañía (2019). Esta conversación con sus letras es ante todo un modesto homenaje, que seguiré continuando lentamente y concienzudamente hasta que deje de ser necesario.
Me enteré de que en su funeral sonó la canción “Es fährt ein Zug nach Nirgendwo” (El tren que va hacia ninguna parte), un corolario exacto a su visión del mundo.
Aquí comparto en nuestra lengua algunas de sus últimas publicaciones de su blog, así como un artículo en el que narra nuestro primer encuentro en el café de Flore en París. Descansa en paz, querido Jaccardo, ya no tendrás más que pagar renta a la severa y no siempre muy simpática casera que es la existencia humana.
Reflexiones bellacas
Desde siempre me ha rondado la idea del suicidio, sin haber pasado al acto. Esto a pesar de considerar que se trata de la mejor solución a los problemas y sobre todo al aburrimiento que uno acarrea al vivir. Después de todo, es posible participar de los placeres de la existencia mientras éstos se encuentren accesibles. No son más que una ligera compensación a las afrentas que la existencia misma conlleva. “Pero el suicidio no es una solución”, me dijo Lao–Tse. ¿Entonces hay que resignarse a vivir? Le pregunté. Me sonrió como se hace con los niños y con esta frase concluyó el diálogo: “¿Por qué habría de haber una solución? Desde entonces me dedico al no–hacer y todo va más o menos bien. Es cierto que estoy ya demasiado viejo para poder gozar de la vida, pero demasiado joven para escapar de las garras del deseo. Por ello debo resignarme a la ausencia de soluciones. A pesar de haber jugado el juego de la vida, las reglas nunca quedaron del todo claras.
5 de septiembre 2021
El dandismo helvético
Jean Paulhan creía que había un tipo de dandismo suizo que consistía en tener un sentido del humor agudo, una cierta distancia hacia aquello nos rodea y un gusto por el absurdo en la conversación. Además, nunca buscar imponer la opinión de uno a los demás, eso sería considerado muy poco elegante. Prefiere incluso callarse a ser descortés o tomar demasiado en serio cualquier postulado.
André Gide se maravillaba ante la limpieza helvética. No se atrevía siquiera a tirar su cigarrillo en el lago Leman y se sorprendía de la falta de graffitis en los baños y urinales públicos. Los suizos se enorgullecen de todo esto, pero Gide juzgaba que justamente había algo que faltaba: la suciedad y la malicia.
Sin duda es el lugar ideal para morir, sobre todo cuando uno está huyendo de su exmujer y el fisco. Los actores americanos encontraron allí un refugio. Es cierto que el tedio se puede encontrar en cada esquina, como en otros lugares los gitanos o la policía. Pero con la edad este tipo de cosas ya no importan.
Hitler aborrecía a Suiza, sobretodo le parecía que allí se comía muy mal. ¿Fue acaso por esa razón que decidió no invadirla? No encontraba ninguna razón de ir a Suiza teniendo los Alpes austriacos, que consideraba muy superiores. Guillermo Tell liberó a Suiza de la dominación de los Habsburgo y ésta no iba a regresar de ninguna forma. Nikita Kruschev afirmaba con humor que cuando el mundo entero fuera convertido al comunismo, él hubiera deseado hacer con Suiza un museo del capitalismo, donde se pudiera mostrar lo mejor de él. Es siempre riesgoso tentar la vía del profeta: los suizos son los menos propensos a ello, pues viven de la certeza de que, pase lo que pase, será su responsabilidad sacar las castañas del fuego. Su neutralidad benévola les ha dado la razón hasta ahora. Incluso han podido acumular algunas medallas de oro en los juegos olímpicos y las distribuyen en la calle a los menesterosos, sobre todo cuando son de chocolate. Uno paga su buena conciencia con lo que puede.
3 agosto 2021
La esencia misma de la psiquiatría
René Diatkine, quien fue el psiquiatra de Althusser, me contó una historia judía que se quedó grabada en mi memoria. Según él, ésta contiene la esencia misma de la psiquiatría, así que no puedo evitar compartirla con ustedes:
Un hombre da vueltas en su cama, intentando en vano conciliar el sueño. Su esposa, preocupada, le pregunta cuál es la fuente de su angustia. “Lo que sucede es que mañana tengo que pagarle a nuestro vecino Lévy, pero no tengo ni un centavo.” Dicho esto, su mujer se levanta, abre la ventana y llama a Lévy. El vecino eventualmente se despierta y atiende al llamado, saca la cabeza de la ventana y le pregunta: “¿Qué pasa?” “¿Es cierto que mi esposo te debe dinero?”, le pregunta la esposa. “Así es”, le responde Lévy. “Pues bueno, no te va a poder pagar, no tiene un quinto”, dice la mujer antes de cerrar la ventana y regresar con su esposo a la cama. “¿Por qué has hecho esto?”, le pregunta su marido. “Porque antes eras tú quien no podía dormir, ahora será él.”
Y ya que estamos hablando de psiquiatría, te recuerdo este principio por el cual se basan las relaciones humanas: confirma lo que yo soy o creo ser y te estimaré. Cuestiona o critica quien yo creo ser y te ganarás mi completa enemistad.
La sabiduría más elemental nos dice que debemos rodearnos de personas a las cuales podemos confirmar en lo que quieren mostrar… obviamente no es algo que vuelva a la vida muy emocionante.
31 julio 2021
Declaraciones intempestivas de un mexicano en París
Este joven y seductor escritor mexicano, Guillermo de la Mora Irigoyen, se pregunta por qué si yo (según él) poseo tan buen sentido del humor, me siento atraído por las asiáticas (sobre todo japonesas), que también según él y según mi experiencia me dicen que no pueden entenderlo. No se me había ocurrido pensar en ello. Las japonesas y el humor: un tema en el cual valdría la pena profundizar. Me dice también que con las chinas es aún peor, pues no se pueden reír de la muerte y por ello le parecen demasiado convencionales. A esto tendría que explicarle que los suizos tampoco somos muy dotados al respecto.
Apenas llegó a París, Guillermo fue víctima de una tentativa de asalto en el metro Glacière. Salió ileso del asunto, pero no deja de sorprenderle el hecho de que esta situación nunca le había sucedido en México. Al respecto de las mujeres, ya posee ideas sólidas (a pesar de contar sólo con veinticuatro años): ellas seguirán siendo niñas eternas. “Y niñas malvadas”, añadió incluso. No me queda más que celebrar su precoz lucidez. Él colabora con una revista de nombre Avispero que muestra una calidad extraordinaria. Los artículos sobre Jünger, Sebald, Cioran, Goethe y Sloterdijk, ilustrados por Jonathan Barbieri, me han dejado sorprendido. Tal vez en México los jóvenes escritores son capaces de hacer lo que en Francia es imposible incluso concebir. ¿No será Francia acaso una suerte de cadáver autómata que camina todavía de puro milagro?
Avispero es un título formidable para una revista de crítica literaria. Es una lástima que no pueda leerla, pero de seguro le hubiera gustado a Cioran o a Caraco. ¡Se me ocurre enviársela a Schiffter! A Guillermo de la Mora solamente le interesan los filósofos de piscina y sol, como Rosset y Schiffter. Además, piensa que el peor destino que le puede suceder a un escritor es el de terminar en una edición de La Pléïade,1 aquel monumento a la pretensión editorial francesa. Me hizo jurar que antes de suicidarme tomara la precaución de señalar en mi testamento mi deseo expreso de prohibir que mi obra fuera publicada allí. Como le dije que había pocas oportunidades de que esto sucediera, me respondió: “Pues Baudelaire y Rimbaud tampoco se lo esperaban…”. No hay nada que contribuya más a la decadencia de la literatura francesa, me dijo, que estos monumentos de pretensión y de mal gusto que son tan venerados por la prensa. “Pobre Cioran, dijo, de haber terminado allí.” ®
Octubre 2015
Nota
1 Renombrada edición francesa de lujo encuadernada en piel y papel biblia, donde se editan (regularmente las obras completas) textos de figuras literarias consideradas tanto clásicas como representativas de la cultura mundial, aunque sobre todo francófona.