El trabajo plástico de este artista bebe de variadas fuentes de inspiración. Para empezar el grueso de su obra se alberga en muchos metros de diferentes pieles humanas, siendo Keko Buenavista tatuador de oficio, que paralelamente ha desarrollado una llamativa obra plástica desplegada en cuadros, ilustraciones y camisetas.
Keko admite que su deuda con la fantasía es infinita. Los primeros estímulos los sitúa en la infancia con las animaciones de Disney: “Mis primeros contactos con la realidad fueron pura fantasía. Hay una quimera utópica en la obra de Walt Disney”.
Todo empezó de manera inconsciente como un deseo de poder plasmar la imágenes generadas por su imaginación, para posteriormente convertirse en un desafío, en una actividad que influye directamente en el desarrollo personal, ya que según el artista se da un proceso de crecimiento paralelo entre la técnica y el yo interno: “Si no me hubiera tomado un tiempo para salirme de las exigencias del tatuaje no habría experimentado ese crecimiento personal que me ha dado la pintura”.
Dice Buenavista: “Lo importante siempre fue crear esas situaciones inverosímiles. Uso el dibujo como psicoanálisis, yo lo decido por voluntad, pero esa voluntad luego incide en mí. Hay una vida en mi interior que pugna por salir, es como si el dibujo pensara a través de mí”.
Al compaginar varias disciplinas su trabajo es muy ecléctico, toma elementos de uno y otro mundo, tatuaje y pintura, y los usa con total libertad. Buenavista opina que el tatuaje tiene unas bases muy cerradas, como los acabados y ciertos elementos distintivos, y en cambio en la ilustración o en la plástica no hay más limitaciones que las de la imaginación, “hay que tener la capacidad para poder trascender ese puente entre lenguaje del tatuaje y lenguaje de la plástica”.
En un ejercicio de honestidad y agradecimiento, algo muy poco usual en el mundo artístico donde a nadie le gusta deber nada, dice Buenavista: “Quiero apuntar que la presencia en mi vida de los artistas Josep Marfá, Ramón Sanmiquel, Toño Camuñas y Rita Ginkolova ha sido fundamental. Sin estos cuatro artistas plásticos es probable que nunca hubiera dado el salto hacia lo pictórico. La justicia poética del cosmos puso esos mentores frente a mí para que yo pueda cabalgar libre a lomos de mi caballo desbocado”.
La obra plástica de Keko Buenavista está cargada de narrativa personal, salpicada de elementos autobiográficos, retazos, frases, parlamentos y personajes, como el emblemático gato Tiko, mascota elevada al rango de personaje, que aparece en una de las piezas, “Tiko el grande”, aventando mensajes subliminales telepáticos. Comenta el artista: “He incluido seres vivos en mis cuadros, sobre todo un gato que compartió un espacio de mi vida, de los más felices. Tiko no era exactamente un gato, sino una experiencia mágica. Todo el tiempo que estaba con el gato significaba un tiempo en que se me permitía pintar, y eso es lo que más me gusta hacer en la vida, pintar y en ese entonces estar con el gato Tiko y con la reina Rita, una pareja con la que hacíamos muchos cuadros a medias”. Añade al respecto: “Mi gato ya falleció pero me dejó una enseñanza, y es en la que baso mi proceso de autoeducación en la vida”.
Títulos y consignas tienen su referente en la infinidad de tipografías que se emplean en el tatuaje, para leyendas y promesas de amor eterno, que también están en la obra de Buenavista como las consignas No me olvides, Los pobres sueñan… pero aparecen otras de carácter más simbólico, alegorías personales, frases como Aquella tarde en que nacieron los peces voladores o La virgen dice que seáis buenos.
Quizás también influya que a ratos perdidos Keko Buenavista escriba letras para canciones y se la pase haciendo rimas que luego va anotando en libretas y cuadernos. Muchas de ellas acaban en sus cuadros.
Sobre sus consignas opina que no cree tener la razón universal, los mensajes son en función del cuadro “y para que tú te encuadres”. Los pasajes que usa Buenavista son tomados de la cultura popular, y dentro de esas situaciones tan delirantes hay una posibilidad de proyección para el espectador, signos reconocibles que de una manera u otra forman parte de su vida cotidiana, “la psicología de la gente vive en mí”.
Concluye Buenavista: “Un día me di cuenta de que tenía demasiada mente para tan poco cerebro y que debía tomar cartas en el asunto. La fantasía es algo tan bonito como una tarde de sol de primavera, aunque no soy tan ingenuo para creer que desde la fantasía se pueden arreglar los problemas del mundo”. ®