Encontremos juntos las vías de lograr un medio urbano resistente a los contagios de la epidemia, un contexto solidario en su devenir y responsabilidad.
I. De la ciudad solidaria
La pandemia del coronavirus tiene una inmediata repercusión en la vida de las ciudades. Hemos sido ya testigos de lo que una infección como la actual ha obligado a hacer a distintas urbes del mundo, incluso a países enteros, a la Unión Europea en su conjunto. Habrá que seguir estrictamente los protocolos y las indicaciones de autoridades y especialistas en la materia, tratando de discernir con claridad las medidas que en cada caso sean indispensables y adecuadas.
Las ciudades son un conjunto de relaciones, más o menos estrechas, entre sus habitantes, que conllevan distintos riesgos que habrá que prevenir puntualmente. Pero es necesario preservar, por diversos medios, las redes de relaciones que ayudan a vivir en la comunidad. La solidaridad que ahora se requiere es la de la liberación del mayor espacio posible en los ámbitos comunes para así reducir los riesgos sanitarios.
Durante un lapso que cabe esperar no sea muy largo es básico recurrir, siempre que sea factible, a la permanencia, por el mayor tiempo posible, en el ámbito doméstico, en los espacios individuales o familiares que aseguren una mayor protección de la epidemia.
Quizá sea tiempo de reflexionar sobre la naturaleza de la ciudad, la interdependencia y la responsabilidad compartida sobre el devenir colectivo que su vida cotidiana entraña. Dilucidar las muy diversas redes de relaciones en términos de trabajo, educación, economía, cultura y recreación, etcétera. A partir de esa toma de conciencia se podrá valorar el grado de involucramiento que cada individuo guarda con respecto a la vida comunitaria. Y construir entonces en la conciencia el modelo de ciudad que se busca y propone para el beneficio comunitario.
Quizá sea tiempo de reflexionar sobre la naturaleza de la ciudad, la interdependencia y la responsabilidad compartida sobre el devenir colectivo que su vida cotidiana entraña. Dilucidar las muy diversas redes de relaciones en términos de trabajo, educación, economía, cultura y recreación.
La deseable, indispensable reflexión sobre la ciudad que por estos días se ve transformada pasa entonces por un principio indispensable: la reducción, hasta donde sea posible, de los riesgos de contagio. Estos riesgos recaen con mayor fuerza en las franjas de población más vulnerables.
Es en beneficio y cuidado de esas franjas en donde mejores repercusiones tendrá la consecución de una ciudad transformada temporalmente en ámbitos más libres y menos propicios a la transmisión del contagio. Cuidarse, para cada ciudadano, es cuidar a los demás. Encontremos juntos las vías de lograr un medio urbano resistente a los contagios de la epidemia, un contexto solidario en su devenir y responsabilidad.
II. Repensar la ciudad en tiempos de crisis
La actual pandemia del coronavirus ha provocado ya, y seguirá provocando, una nueva conciencia sobre la ciudad. Las exigencias sanitarias, las precauciones que es preciso tomar adquieren de inmediato una dimensión urbana.
La ciudad es ahora un territorio sobre el que es necesario determinar desplazamientos, estancias, buscar las alternativas más prudentes. Gradualmente los movimientos se aminoran, los hábitos de trabajo y educación y muchos otros se adaptan lo mejor posible para eludir las amenazas de contagio.
Pero para cada habitante de la urbe existe una particular geografía de afectos, una particular red de contactos humanos que son la verdadera esencia de su relación con la ciudad. Es de esta trabazón de la que depende, al final de cuentas, la superación de una contingencia que es ya histórica. Las redes sociales, el internet, el teléfono, toman una capital importancia en el mantenimiento de noticias y progresos, en el ejercicio de la solidaridad y la ayuda mutua.
En tiempos oscuros resulta oportuno repensar todo lo que la ciudad entrega a sus habitantes, y todo lo que de ellos se requiere para que todo el gran complejo citadino guarde una marcha adecuada. La llamada distancia social redimensiona ahora todos los espacios en los que la vida transcurre. Y esa medida provoca también que la toma de conciencia sobre la ciudad sea más patente.
Porque el espacio cedido a las precauciones sanitarias subraya más que nunca la estrecha interdependencia que todos guardamos normalmente en los contextos urbanos. La ciudad de la proximidad se vuelve ahora algo virtual, en la que respetar las recomendaciones sanitarias libera forzosamente los espacios para que en ellos existan mayores posibilidades de salud para todos.
En medio de las preocupaciones y zozobras de una amenaza como la que ahora enfrentamos, como una comunidad completa, reside una prueba central para la ciudad: su capacidad de ser un ámbito en el que la responsabilidad y la sensatez –de las autoridades y de la sociedad civil- se hagan legibles, patentes, compartibles. ®