La élite de los libros de cine

¿La élite de la élite?

Podemos imaginarnos que de aquellos casi tres libros que se leen por año, por persona, en México, los de cine han de ser de las últimas opciones. Salcedo, por cierto, dice que un libro fundamental de cine es el de la conversación entre Alfred Hitchcock y François Truffaut.

Escribir libros de cualquier tema puede ser en este país un acto suicida o cómico, sobretodo ahora que nos enteramos de que cada vez son menos los mexicanos lectores, según consta en la Encuesta Nacional de Lectura: “la encuesta de 89 preguntas, que se efectuó a dos mil personas a nivel nacional del 25 al 28 de agosto de 2012, concluye que sólo el 46.2 por ciento de los mexicanos lee algún tipo de libro, 10 por ciento menos que hace seis años, donde el 56 por ciento de los nacionales eran lectores” (Rigoberto Juárez, suplemento Filias del diario Milenio Jalisco, 28 de noviembre). Las cifras —vaya paradoja— fueron presentadas en el marco de la segunda fiesta editorial más importante del mundo, después de la de Frankfurt.

Durante la presentación de Las cinco claves de la cinematografía, de Josep Maselli, reeditado por el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM, Gerardo Salcedo dijo que abrir un libro de cine “es la élite de la élite”. Podemos imaginarnos que de aquellos casi tres libros que se leen por año, por persona, en México, los de cine han de ser de las últimas opciones. Salcedo, por cierto, dice que un libro fundamental de cine es el de la conversación entre Alfred Hitchcock y François Truffaut.

Curiosidades aparte, Boris Goledblank, el otro presentador, explicó que tanto el libro que reedita el CUEC como Esculpir el tiempo, de Andrey Tarkovski, los leyó en México porque el Instituto de Cine de Moscú no editaba obras literarias en otra lengua, como la inglesa. Por tales motivos, Goledblank explica que los jóvenes, a diferencia de los de esta época, que “son más revolucionarios”, en sus tiempos de juventud estaban más preparados para escuchar que para oponerse a una idea impuesta.

Recuerdo que en la edición pasada de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara el crítico de cine Carlos Bonfil trajo un libro sobre las historia del cartel cinematográfico, coordinado por él, y en una entrevista que le hice en el Festival Internacional de Cine de Morelia, me dijo que habría preferido que ese voluminoso libro, por arriba de los 500 pesos, hubiera sido una edición más discreta, no de lujo, sino de divulgación. El señalamiento sobre los precios es algo recurrente en cada presentación de libros cinematográficas, sobretodo del IMCINE.

Me acerco a Rodolfo Peláez, jefe del Departamento de Publicaciones del CUEC, y antes de explicarle me dice que ya sabe de dónde vengo; le digo que no es de ese lugar rarísimo llamado Presidencia de la República sino de la revista Replicante. Le pregunto sobre cuántos libros llevan en el sexenio y me da una cifra; agrega que para el próximo año saldrán aproximadamente quince libros sobre cine. ¿Alguno de ellos es sobre crítica cinematográfica? Me responde que ésa está más cercana a las revistas y que en la de Estudios Cinematográficos no hay espacio para la crítica, sólo para el análisis. Rodolfo Peláez interrumpe amablemente la conversación pues se dirige a otra mesa para compartir otro título editorial del CUEC en otro salón de la FIL. Se trata de La revolución traicionada. Dos ensayos sobre literatura, cine y censura, de Eduardo de la Vega Alfaro. Al final me vuelvo a acercar. ¿Será posible que me puedas obsequiar uno para reseñarlo? Me dice que con lo que se comentó en la presentación es más que suficiente para hacer una nota y que en el Twitter del “Fondo” puedo sacar algunas frases que se comentaron ahí adentro. Me llama la atención que no quiera obsequiarme un libro si no es para una revista de cine. Le apunto en una tarjeta la dirección y lo invito a que lea mis textos —también la revista—, los cuales, le digo, son sobre festivales de cine. Finalmente, le pido que me dé su opinión cuando los haya leído. Peláez se va. ¿Después de todo, a quién le puede parecer relevante lo que publica la élite cinematográfica en un país donde se leen dos libros y medio por año? No importa, ya llevo en la bolsa el Chilangonario. Vocabulario de superviviencia para el visitante de la Ciudad de México (Algarabía/Lectorum), de Alberto Peralta, a quien acompañaron Jaime López y sus editores. ®

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Publicado en: FIL, Noviembre 2012

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