En su visita a la Feria Internacional del Libro en diciembre de 2011 este reportero platicó con Javier Darío Restrepo, el periodista colombiano consultor de ética periodística en la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano que preside el escritor, antes periodista, Gabriel García Márquez.
Con motivo de la conmemoración del día de la libertad de prensa en el mundo el pasado 3 de mayo, publicamos ahora completa la entrevista que se le hizo a este periodista, referente para muchos de qué y cómo hacer periodismo. Adelantándose al tema de las elecciones que se celebrarán el próximo 1 de julio en México, Restrepo responde a preguntas sobre el papel del periodismo en un proceso electoral y anticipa la posible participación del narcotráfico en la política.
—¿Cómo el narcotráfico cambió al periodismo en Colombia? ¿Algo similar sucede en México?
—Probablemente hay muchas semejanzas entra la situación mexicana y la que se vivió en Colombia. El impacto que eso ejerce en el periodismo lo obliga a tomar conciencia de que puede estar transitando entre dos extremos. Frente a un hecho como el del narcotráfico, con todo el peligro que él representa, el periodista tiende a mirarlo a distancia para que no le afecte y para no resultar víctima del narcotráfico, es una actitud de defensa personal. El otro extremo es el del pretender que el periodista tiene la obligación de ser héroe y por tanto se expone irresponsablemente a toda clase de riesgos. Los dos extremos son viciosos porque en los dos está primando el interés del periodista por sí mismo, y es propio de su vocación pensar en la sociedad antes que en el propio provecho. El camino medio es el informar pensando en el mayor bien de la sociedad, eso impone que el periodista sea prudente. Se debe de hacer un periodismo profundo y de gran calidad. En tiempos de crisis no es soportable un periodismo mediocre, tiene que hacerse con todos los rigores y exigencia del oficio porque son momentos en los que la obligación del periodista es brindar la mejor de las informaciones.
—¿Y cómo puede lograrse un equilibrio entre estos dos extremos sin que se falte a la ética que exige la profesión?
—Creo que los primeros días en la universidad deben de ser para destruirle al estudiante todos los mitos y leyendas en los que sustenta su deseo de ser periodista. La identidad profesional se construye a partir de saber el papel que le toca cumplir en la sociedad, que no tiene nada que ver con la ilusión de que por ser periodista se va a convertir en famoso y rico. Es un servidor de la sociedad, de su inteligencia. Esto no coincide con lo que habitualmente se da en las facultades. En las facultades se enseña a hacer muchas cosas, te enseñan a ser redactor, a manejar imágenes, a hacer la entrevista, la crónica, pero no te enseñan a ser persona, y resulta que el ser es anterior al hacer. En la práctica actual el hacer es lo principal y al ser no se le da importancia. El periodista antes que aprender hacer cosas debe tener clara la convicción de que debe ser de determinada manera.
—¿Hay algo que se pudo haber hecho en Colombia para mejorar las condiciones de la práctica periodística, y en lo cual México debe de poner atención?
—En Colombia no se creyó que el narcotráfico iba a tener un impacto en la política nacional, hubo una cierta ingenuidad. En las últimas elecciones que hubo para alcaldes, gobernadores y diputados se vio que los narcotraficantes quisieron meterse dentro del organismo mismo de la democracia, pero utilizando sus prácticas. Entraron en alianza con los políticos y resultó una acción para condicionar el voto de los ciudadanos, particularmente en poblaciones más alejadas, en las que les preocupaba mantener corredores donde pudieran actuar con toda libertad. ¿En qué consistió el pacto? Nosotros, decían los narcotraficantes, hagamos lo que sea porque voten por ustedes. Donde la paga no daba resultado se utilizaban las armas, la amenaza, y donde ninguno de los dos, entonces se apelaba al fraude, había municipios en los que operaban los tres mecanismos. Eso dio lugar al fenómeno de la parapolítica. En las cárceles de Colombia llegó a haber más de ochenta congresistas, que habían tratado de deformar el sistema electoral de esa manera. Fue la manera que los narcotraficantes utilizaron para llegar al congreso y de hacer que se legislara a su favor. Si tenemos políticos propensos a la corrupción, los narcotraficantes encuentran el terreno abonado. Para mí esa es la etapa siguiente que van a pasar ustedes [los mexicanos] si no se comienza a depurar la clase política, una clase política corrupta va a terminar de brazo de los narcotraficantes.
—¿Cuál es el tipo de periodismo que se debe hacer en tiempos electorales?
—Lo fundamental es que el periodista se sienta servidor de todos los ciudadanos, en el que presente información de mejor calidad, teniendo en cuenta que el voto es una actividad que debe depender de la inteligencia del ciudadano y no de sus emociones, por tanto hay que darle razones suficientes y datos que le permitan ver quiénes son los candidatos, cuáles son sus políticas y antecedentes, sin importar el grupo al que pertenecen. En la medida que uno como periodista se olvida de cualquier convicción política que tenga y sobrepone a eso a la convicción de que tiene que servirles a todos los ciudadanos, hace un buen periodismo. En la medida en que el periodista entienda que su servicio es dar a conocer lo que está sucediendo, lo que hay como trasfondo de toda la propaganda política, está haciendo un periodismo que va a ayudar a la democracia. Se trata de demostrar cuáles son los fracasos que se han tenido en materia electoral con el fin de que el ciudadano pueda tomar una decisión inteligente y no una decisión emocional. Es muy importante que en los medios de comunicación se establezca una especie de crítica permanente a la propaganda electoral, de la misma manera que hay una crítica de cine, de teatro, de libros, porque es la forma en que se está engañando al ciudadano. La propaganda siempre dice verdades a medias, y la propaganda electoral inventa atributos a los candidatos y desde luego no muestra la otra parte.
—¿Cuál es el efecto de que los medios de comunicación transmitan información propagandística, disfrazada de periodismo, mediante un acuerdo económico?
—Es la forma de periodismo más cercana a la prostitución. ¿Qué es lo que impera en la prostitución?, la paga. ¿Qué es lo que convierte al sexo en algo censurable?, que lo haga por dinero. La introducción del dinero en esa relación la degrada, de la misma manera la introducción del dinero en la información, la degrada. Es una forma de prostitución del periodismo, así de simple.
«En la medida que uno como periodista se olvida de cualquier convicción política que tenga y sobrepone a eso a la convicción de que tiene que servirles a todos los ciudadanos, hace un buen periodismo. En la medida en que el periodista entienda que su servicio es dar a conocer lo que está sucediendo, lo que hay como trasfondo de toda la propaganda política, está haciendo un periodismo que va a ayudar a la democracia».
—¿Esto cómo demerita la credibilidad del medio y de quienes trabajan en él?
—A veces los medios no se dan cuenta del perjuicio grande que se están haciendo. El día que el lector se da cuenta de que una información que le pretendieron vender como si fuera información pura, es simplemente producto de un pacto económico, ese lector desprecia a ese periódico, ya queda marcado porque a nadie le gusta que lo engañen de esa manera. Es un engaño para el lector, una pérdida de la dignidad de la profesión y desde luego una forma demasiado barata de entregar el nombre y la marca de un periódico.
—¿Cuál es el periodismo que se debe de hacer para atraer más lectores y que éstos se interesen en temas políticos?
—Desde el momento en que uno haga un periodismo para todos, con datos del partido que sean, eso forzosamente va a generar más lectores, en cambio se reduce el número de lectores cuando el periódico se convierte en la cartilla de un partido o un candidato, porque se convierte en propaganda. Si la información es amplia, profunda, con análisis y demás, atrae sobre todo a los lectores más inteligentes. En cambio si se propone hacer propaganda oculta o clandestina a un grupo o un partido, eso le hace perder lectores.
—¿Qué tipo de información se debe ofrecer a los públicos para que tomen decisiones sobre los políticos que los gobernarán?
—El periodismo mejor es aquel que hace entender lo que está pasando, y hacerlo entender a la luz del bien público. El periodismo que está metido en la vida y en las pequeñas rencillas de los políticos es muy mal periodismo, y a los lectores les parece que es siempre lo mismo. Eso no tiene importancia social, los hace parecer a las rencillas y chismes de las estrellitas de cine o televisión. Político es alguien que está llamado a cumplir una función muy importante, si la cumple o intenta cumplirla, es un político que hay que destacar, si es el que está moviendo siempre zancadillas, trampas o juego sucio para con los demás no vale la pena ni mencionarlo. Es muy posible que el redactor y el jefe de información destaquen esas cosas porque dicen “Eso es lo que le gusta a la gente”, pero uno no está para darle gusto a la gente, uno está para informarlo. Un periódico que respeta a sus lectores descarta lo que únicamente responde a la curiosidad, y destaca lo que es respuesta al interés público porque está construyendo democracia y orientando a la sociedad.
—¿Cómo hacer para que los medios de comunicación no se conviertan en reproductores de mensajes para el “enemigo”?
—El periodista no debe tomar partido. Desde el momento en el que esté con todos los ciudadanos y no con un grupo, se está librando de uno de los fundamentos del síndrome del enemigo, un problema mental ante todo, una limitación del entendimiento que introduce el odio en todo entendimiento. Si el periodismo es conocimiento, el periodismo tiene que defender su conocimiento de todos los virus que pretenden cambiarlo, alterarlo o degradarlo. Si el periódico o el periodista es capaz de decir “Yo estoy sirviendo a todos los ciudadanos y no estoy sirviendo a un grupo”, ya con esto se está eliminando el peligro de actuar movidos por un odio o por un fanatismo. Puesto que la gente está propensa a adquirir el síndrome del enemigo, yo tengo que ayudarle a superar eso con conocimiento. El periodista tiene la mejor de las armas: dar un buen conocimiento previene las consecuencias del síndrome del enemigo.
Los años pasan, pero la ética debe persistir
En 1932 nació Javier Darío Restrepo enAntioquia, Colombia. Tiene una trayectoria periodística de más de cincuenta años enprensa escrita y más de 25 años en televisión. Fue columnista de los periódicos El Colombiano de Medellín y El Espectador de Bogotá. En el primero de ellos, así como en El Tiempo, se desempeñó como defensor del lector. También ha publicado para el periódico español El País.
«Si el periodismo es conocimiento, el periodismo tiene que defender su conocimiento de todos los virus que pretenden cambiarlo, alterarlo o degradarlo. Si el periódico o el periodista es capaz de decir “Yo estoy sirviendo a todos los ciudadanos y no estoy sirviendo a un grupo”, ya con esto se está eliminando el peligro de actuar movidos por un odio o por un fanatismo».
Ha sido catedrático en la Pontificia Universidad Javeriana y en la Universidad de los Andes. Es miembro fundador de la Comisión de Ética del Círculode Periodistas de Bogotá y de lacorporación de periodistas colombianos Medios para laPaz.
Recibió el premio nacional del Círculo de Periodistas de Bogotá en la categoría de prensa en 1993, así como el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en las modalidades de crónica e investigación en televisión en 1985 y 1986.
En 1997 ganó el premio latinoamericano a la ética periodística otorgado por el Centro Latinoamericano de Periodismo, auspiciado por la Universidad Internacional de la Florida. Desde 1995 es profesor de ética en la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano.
La realidad de la fantasía
Javier Darío Restrepo habla de un periodismo que puede sonar utópico para muchos de los trabajadores en diferentes medios de comunicación masiva, en aquellos que tienen años de consolidación pero también en aquellos que aparecen antes o en medio de procesos electorales, muchos de estos últimos para favorecer a algún partido político o para aprovechar la gran cantidad de ingresos que pueden obtener al ofrecer sus espacios publicitarios al mejor postor. No importa si es tal partido político u otro, si es de derecha, centro (supuestamente) o izquierda, mientras sus equipos de campaña u oficinas de comunicación social desembolsen un dinero, se publica lo que sea. Algunos medios con mayores filtros que otros, algunos haciendo el engaño más evidente al no poner el autor de la nota.
Los reporteros de periódicos o de noticiarios de radio y televisión cada vez realizan su profesión sin menos libertad, sin poder decir “Yo no cubro este acto de campaña porque quieren que escriba información a modo, yo hago periodismo, no propaganda”. Los editores se ven sometidos a cumplir lo que marcan los departamentos de publicidad y comercialización, a los que tanta falta les hace la capacitación ética que tanto defiende Restrepo. Así la población recibe información propagandística con un disfraz de periodismo.
Pero, también, ¿cuántos egresados de periodismo o de escuelas de comunicación tienen conciencia del trabajo que realizan? ¿Cuántos se sienten satisfechos de cumplir lo que marcan en sus agendas los jefes de información sin cuestionarse las consecuencias de trabajar bajo las reglas del candidato que paga porque se publique información a su favor? ¿Ese periodismo que el colombiano recomienda hacer en dónde se puede llevar a cabo? Pocos son los medios de comunicación en donde los periodistas tienen espacios para reflexionar su trabajo de manera colectiva y no aislados, sentados frente a su pantalla, y así saber si lo que hacen carece de ética.
Por otro lado, son muchos los periodistas que sin pensarlo se convierten en una extensión de la oficina de comunicación social de los políticos, porque la información que publican sobre éstos se ve opacada por diferentes razones, unas de ellas es que se creen amigos de la fuente que cubren, porque presumen tener una relación cercana con el poder; lo peor es que ellos han caído en uno de los extremos que señala Restrepo: el protagonismo, y no en ése en el que arriesga su vida, sino su credibilidad. Aquel que se cree protagonista de la información por hablar con tal o cual gobernante, y lo presume, no se da cuenta de que bajo la emoción que esto le provoca se oculta una gota que va llenando su garrafón de ego. Algunos otros más se corrompen por dinero y, como dice Restrepo, caen en la prostitución del periodismo. Así, ¿cuál es el periodismo que está consumiendo la gente en tiempo de elecciones? ¿Las reflexiones de Restrepo quedan para ser cumplidas en journaland?, en un territorio construido por sueños pero aún desconocido, o ¿será que otro tipo de periodismo, muy similar al de sus convicciones, es posible? ®