Aun cuando el conocimiento está al alcance de cientos de millones de personas, la información es más rápida. Es decir, quien ostenta cierto poder promueve la circulación de la información sobre el conocimiento.
Es relativamente fácil ponerse de acuerdo. Si y sólo si la experiencia es un lugar común para quienes participan del intento de convenir. El interés personal se forja en ese lugar. Cuando decimos que “la guerra es fea” casi cualquiera sobre la faz de la Tierra estaría de acuerdo, sobre todo aquellos que la han promovido, la han librado e incluso quienes se benefician de ella. La situación es distinta cuando lo inevitable es casi desconocido, por voluntad propia o por no haber vivido la experiencia. Como la digestión y la mala digestión. Mientras la magia del sistema metabólico haga su trabajo en silencio, pero lo haga, todo saldrá bien. El empero sobreviene cuando la mala digestión aparece. Lo que sale causa estragos.
Dice Enrique González Rojo que la sugestión es también la “aceptación” de un espejismo.1 De todo lo que se percibe, no todo es verdad. Sin embargo, cualquier persona tiene todo el derecho de aceptar como cierto lo que cree que es verdad. Eso no implica necesariamente que lo sea. En 1983 un mago de renombre mundial en el siglo XX logró “desaparecer” la Estatua de la Libertad, en Nueva York. Ante la presencia de miles de personas, físicamente y por transmisión televisiva, David Copperfield, con menos de treinta años de edad, hizo “desaparecer” un monumento de 46 metros de altura sin necesidad de levantarlo.2 Eso no significa que la estatua se movió, que fue trasladada ni mucho menos que logró desaparecerla en el sentido estricto del concepto o en la rígida ciencia de la física. Pero muchas personas lo vieron hacerlo; eso, para ellas y para el mago, significó un cambio exponencial en su vida individual.
Si se usa fuego, se quema. Si se roba, se castiga. Si se miente, no siempre se nota. A esas afirmaciones se pueden arribar por diferentes caminos. La distancia entre lo ineludible y la aceptación de un espejismo es la diferencia entre la capacidad de vivir juntos frente a la incapacidad de ponernos de acuerdo en “algo” específico.
Lo ineludible es aquello que no se puede evitar o esquivar, es “no poder evitar con astucia una dificultad o una obligación; que no se puede evitar el encuentro con alguien o algo”.3 Hay hechos probados humanamente que son de cierta manera. Ante eso tenemos la teoría del conocimiento y su desarrollo durante miles de años, la existencia del ser humano y sus afanes, entre ellos el de conocer la Verdad; por lo menos explicarse la realidad inmediata. Es decir, si el corazón deja de funcionar, el torrente sanguíneo se detiene y la vida de ese cuerpo muere. Si se usa fuego, se quema. Si se roba, se castiga. Si se miente, no siempre se nota. A esas afirmaciones se pueden arribar por diferentes caminos. La distancia entre lo ineludible y la aceptación de un espejismo es la diferencia entre la capacidad de vivir juntos frente a la incapacidad de ponernos de acuerdo en “algo” específico.
Ortega y Gasset advertía ya al ser publicada La rebelión de las masas: “…cree la masa que tiene derecho a imponer y dar vigor de ley a sus tópicos de café”.4 Cómo se puede pasar la delgada línea entre el derecho a creer y el deseo a imponer a otros lo que uno cree. Así, aparece la legitimación de la realidad. La potestad que se tiene para declarar válida una realidad individual, promover como cierto un espejismo y promover su aceptación. Incluso la imposición. Eso ocurre cuando la sugestión se escurre de manera vertical en la pirámide social. La posibilidad asiste a quien ostenta el poder de una institución para verter el espejismo como una realidad tan válida como perceptible, para ver cómo la fuerza de gravedad hace su trabajo y el espejismo se escurre desde arriba hacia abajo. He aquí la legitimación. Además, cabe decir que sí lo es para muchos. De allí que sea posible. Cuando la legitimación y la posibilidad se conjugan como elementos de propagación de la sugestión se crea una realidad compartida. Es aquí cuando adquiere fuerza. Depende de cuántos sí acepten la realidad perceptual frente a cuántos no, será entonces la nueva oportunidad de quien la legitimó para promover las diferencias e imponerla. Entonces se actualiza el concepto de masa de Ortega y Gasset, sus peligros y el retroceso en los avances por conocer la Verdad o por explicarnos la realidad inmediata ineludible.
Vamos a ver, alguien con un cargo de autoridad dice que un hecho es color “azul bajito”. Quienes conocen de colorimetría saben que ese color no existe en la clasificación aceptada para ponernos de acuerdo —en el tiempo y en el espacio— sobre qué es el “azul bajito” y qué no es. Habrá quienes por sus experiencias personales acepten para sí esa expresión, al grado de creer entender qué es el color “azul bajito”. Pero les será muy difícil explicarlo e incluso transmitirlo a quienes no comparten su experiencia previa a la percepción de ese “color”. No podrán probar que ese color existe. La mala digestión aparece. Ésa es la limitante de su capacidad por explicar una percepción personal ante una realidad ineludible. Recordemos el hecho del torrente sanguíneo, el bombeo al corazón y la vida en un cuerpo humano como una realidad ineludible. Quienes saben de colorimetría tendrán una digestión aceptable de la realidad. Pues conocen de los parámetros aceptados y científicamente comprobados de las características de cada color, incluidos todos los azules posibles. Que es lo mismo, pueden desfragmentar el color, explicar sus causas como sus efectos y “construirlo” otra vez. Está probado el procedimiento, es conocimiento compartido, así como transmitido en el discurrir del tiempo —la historia—. Se llegaría a la conclusión, el color “azul bajito” no existe como tal.
La inmediatez en el descubrimiento de eventos del otro lado del mundo, respecto del que uno habita, pudiera propiciar la desventaja de sentir “en carne propia” lo que ciertamente ocurre pero que no forzosamente afecta al receptor del mensaje.
El resultado parcial y temporal de la globalización de la información hace parecer que la distancia física no existe. La inmediatez en el descubrimiento de eventos del otro lado del mundo, respecto del que uno habita, pudiera propiciar la desventaja de sentir “en carne propia” lo que ciertamente ocurre pero que no forzosamente afecta al receptor del mensaje. Me explico, la declaración legitimada del “color azul bajito” por parte de las masas en algún lugar que no es el propio no contribuye a nuestra realidad, pero sí adhiere características específicas a quienes perciben con vigencia esa expresión, lo que permitirá no solamente el entendimiento, sino la validación y propagación de la noticia: el “azul bajito” es un color socialmente aceptado del otro lado del mundo. Si “el color ese” es una experiencia social relacionada con la percepción limitada de las masas se vuelve factible la promulgación por parte de una institución para el uso del “azul bajito” con el carácter de oficial. Éste es el tema de café (Ortega y Gasset, 1929) que se tiende a imponer desde las masas hacia la población de un territorio determinado.
La propagación de la información limitada es un vehículo para promover las realidades limitadas (percepciones personales). Crean realidades compartidas no necesariamente ciertas. Hemos abordado ya la acepción de esa certeza y sus efectos. Sabemos como especie, desde la dialéctica de Platón, Aristóteles, Kant, Hume, Freud, la Teoría del Todo de Einstein hasta la sofisticación humana por medio del método científico; ése que nos permite mediante la verificación metódica de los fenómenos naturales y sociales conocer la Realidad -esa ineludible- libre de la limitación de las condiciones humanas.
La gente que ostenta posiciones de poder ocurre en la posibilidad de legitimar esas limitaciones. Sin necesidad de entrar en sus motivaciones, la posibilidad es real. Eso significa que la historia humana de los últimos tres mil años puede darnos una idea de los efectos, las consecuencias, así como las limitaciones de esas realidades legitimadas; Egipto, India, Atenas, Roma, China, Mayas, Aztecas, Olmecas, Incas, el Imperio Ruso, Francia, Estados Unidos, entre muchos otros capítulos de la historia humana, desde la ubicación geográfica como característica de identificación y no de determinación.
Quien ostenta cierto poder promueve la circulación de la información sobre el conocimiento. El interés personal no asiste en ponerse de acuerdo, sino en crear realidades parciales, múltiples, limitadas y compartidas por sectores fraccionados de cada sociedad.
Ahora la narrativa es otra. La vulnerabilidad que pesa sobre el confort alcanzado, como efecto de la supuesta conquista de un estado de bienestar del ser humano, evidencia la falta de certeza que tenemos sobre lo que creíamos que éramos. La historia tiene un capítulo no terminado donde la ubicación geográfica para identificación es el planeta Tierra. La pandemia. Esa condición global también corre el riesgo de la realidad limitada, de la imposición por legitimación. Aun cuando el conocimiento está al alcance de cientos de millones de personas, la información es más rápida. Es decir, quien ostenta cierto poder promueve la circulación de la información sobre el conocimiento. El interés personal no asiste en ponerse de acuerdo, sino en crear realidades parciales, múltiples, limitadas y compartidas por sectores fraccionados de cada sociedad. Si cada fracción comparte la percepción de un hecho, no es el hecho lo que lo explica, sino la percepción la que se valida. Así, se legitiman las realidades a modo de quienes pueden sobre los que no pueden.
La percepción es la “sensación interior que resulta de una impresión material producida en los sentidos corporales”,5 entonces la limitación promovida por quienes pueden resulta en la ausencia del razonamiento, la omisión del método, la falta de comprobación, la ausencia de la historia, la incapacidad por conocer la Verdad. La promoción de la apatía, el sesgo; la imposición de las masas. ®
Notas
1 En www.enriquegonzalezrojo.com «Hacia una crítica de la sugestión».
2 Véase aquí.
3 Véase www.rae.es
4 Ortega y Gasset, José, La rebelión de las masas, México: La Guillotina, 2010.
5 Véase www.rae.es