A pesar de programas como “Jóvenes Construyendo el Futuro”, una parte significativa de la juventud mexicana sigue careciendo de oportunidades y de entornos seguros, libres de violencia y de la constante amenaza del crimen organizado.

La juventud es el tiempo para sembrar, y la madurez, para cosechar.
—Jean–Jacques Rousseau.
La delincuencia organizada utiliza sin miramientos y por la fuerza a la juventud con levantones y ofertas engañosas para —a los más afortunados— volverlos sicarios, y a los más desafortunados para que den su vida por una causa en la que los involucraron sin tener sentido alguno, sólo por el hecho de ser jóvenes y buscar abrirse brecha en el mundo. Es claro que no se están atacando las causas, como tanto se pregona.
Uno de los programas más ambiciosos del sexenio pasado fue “Jóvenes Construyendo el Futuro”, el cual siempre se publicitó como exitoso, ya que por primera vez una acción de política pública de gran influencia y visibilidad abordaba el problema de la inserción laboral de los jóvenes. De 2018 a 2023 el programa ejerció casi 100 mil millones de pesos y reportó una cobertura de 2.9 millones de participantes.
Sin embargo, también es preciso apuntar las limitaciones y los retos. El número de jóvenes con trabajo formal registrado en el IMSS a fines de 2023 no creció respecto a los que había a finales de 2018. De hecho, eran 128 mil jóvenes menos con respecto a 2018, antes del inicio del programa.
Como referencia de comparación, los puestos de trabajo registrados en el IMSS crecieron 9.5% en el mismo periodo. Esto es, 2 millones de personas más con trabajo formal: de 20,458 millones en noviembre de 2018 a 22,409 millones al mismo mes de 2023.
El número de jóvenes con trabajo formal registrado en el IMSS a fines de 2023 no creció respecto a los que había a finales de 2018. De hecho, eran 128 mil jóvenes menos con respecto a 2018, antes del inicio del programa.
Este programa no prioriza a jóvenes con mayores barreras de empleabilidad, como rezago escolar u otras condiciones que dificultan o impiden la inserción laboral, al tiempo que manifiesta un marcado sesgo geográfico que reduce la cobertura en las ciudades y zonas metropolitanas donde hay mayor cantidad de jóvenes fuera de la escuela y el trabajo. Tampoco garantiza una experiencia laboral significativa ni capacitación o desarrollo de competencias.
Las habilidades socioemocionales, que son muy relevantes para conseguir empleo, carecen de prioridad, y no se promueve la certificación de los aprendizajes. Tampoco vincula a jóvenes con programas de intermediación laboral o “bolsas de trabajo”.
En México 16.4 millones de personas son jóvenes; de este porcentaje la gran mayoría pertenecen a grupos históricamente discriminados: pueblos indígenas, afrodescendientes, personas LGBTQ+, migrantes o refugiados, personas con discapacidad y jóvenes rurales, entre otros.
Por ello, para atacar las causas no basta con programas asistencialistas, se requieren políticas públicas viables para apoyar a jóvenes de grupos en situación de vulnerabilidad que se han quedado al margen o corren el riesgo de hacerlo, involucrarlos y aprovechar su energía y talento para que también puedan disfrutar de los mismos derechos y oportunidades que sus compañeros, y puedan participar y recibir aprecio y reconocimiento como miembros que contribuyen a la sociedad.
Para cualquier gobierno de cualquier sesgo ideológico la delincuencia es y será un problema complejo que afecta a la sociedad en múltiples aspectos. Entender las causas de la delincuencia es esencial para diseñar políticas y estrategias que permitan reducir su incidencia y mitigar sus efectos.
Uno de los primeros elementos que deben considerarse son los factores individuales. Cada persona tiene características y circunstancias únicas que pueden influir en su comportamiento. Entre estos factores se encuentran la violencia juvenil, el consumo de sustancias ilícitas y los trastornos de la salud mental. Por ejemplo, un joven que crece en un entorno donde la violencia es común puede desarrollar comportamientos agresivos que lo lleven a la delincuencia.
Además, el déficit de habilidades sociales y de resolución de conflictos puede aumentar la probabilidad de involucrarse en actividades delictivas.
La exclusión social desempeña un papel significativo en la delincuencia juvenil. Las personas que viven con escasos recursos suelen tener menos oportunidades de educación. Otro aspecto importante es la influencia de las redes sociales. En muchos casos, las conexiones con grupos o personas involucradas en actividades ilícitas pueden llevar a la delincuencia. Estas redes pueden ofrecer una sensación de pertenencia y apoyo que los individuos no encuentran en otros ámbitos de su vida, especialmente en comunidades marginadas.
El sistema educativo es una herramienta fundamental para la prevención de la delincuencia. La falta de acceso a una educación de calidad puede limitar las oportunidades de los jóvenes y aumentar el riesgo de involucrarse en actividades delictivas. Por otro lado, un sistema educativo inclusivo y efectivo puede ayudar a desarrollar habilidades y valores que alejen a los jóvenes del crimen.
El trabajo conjunto entre la seguridad pública y la comunidad es vital. Deben instrumentarse programas de prevención y rehabilitación para ayudar a las personas en riesgo de cometer delitos a encontrar alternativas y recibir apoyo.
Es decisivo identificar y abordar los factores de riesgo temprano para evitar que los jóvenes entren en un ciclo de delincuencia. Programas de intervención temprana y apoyo continuo pueden ser efectivos para desviar a los jóvenes de un camino delictivo.
Mediante la instrumentación de políticas sociales inclusivas, programas educativos adecuados no ideologizantes y sistemas de seguridad pública adecuados y efectivos, es posible reducir los estragos de la delincuencia y promover una sociedad más segura y equitativa.
La prevención de la delincuencia a lo largo de la vida requiere un enfoque integral que aborde tanto los factores individuales como los sociales. Las políticas educativas que mantengan a los jóvenes en la escuela, junto con programas de apoyo para familias en riesgo, son esenciales para reducir la incidencia de la delincuencia juvenil. Además, es importante crear oportunidades para que los adultos que han cometido delitos puedan reformarse y reintegrarse en la sociedad.
Las causas de la delincuencia son multifacéticas y requieren un enfoque integral para ser abordadas efectivamente. Desde los factores individuales hasta la exclusión social y las deficiencias en el sistema educativo, todos estos elementos contribuyen a la formación de un entorno propicio para la delincuencia.
Sin embargo, mediante la instrumentación de políticas sociales inclusivas, programas educativos adecuados no ideologizantes y sistemas de seguridad pública adecuados y efectivos, es posible reducir los estragos de la delincuencia y promover una sociedad más segura y equitativa.
Es claro que en México urge una política efectiva de empleabilidad, especialmente para personas jóvenes con desventajas acumuladas, la cual debe ser integral, dado que las aportaciones de dinero no resuelven el problema, sólo son paliativos. Sólo así podemos avanzar e ir a la raíz del problema producido por la exclusión y la precariedad laboral que viven millones de jóvenes en nuestro país; eso sí es atacar las causas. ®