La mayoría de los maestros no conocen su lengua

Entrevista a Yliana Cohen

En el sistema educativo mexicano se presentan diversos problemas en la enseñanza de la lengua española, los que generan deficiencias en la formación de profesores y también de estudiantes, lo que termina por manifestarse en su forma de comunicarse.

Yliana Cohen con su padre, Sandro Cohen.

Como una forma de facilitar el aprendizaje de aspectos básicos y muy importantes del uso de la lengua, Yliana Cohen ha publicado el libro El corazón de la gramática (Planeta, 2022), en el que explica, de forma sencilla, nueve de las principales categorías de la estructura del idioma español.

Esta obra, como dice la autora, se puede leer antes de Redacción sin dolor, uno de los libros más difundidos para aprender el buen castellano, en cuya elaboración Yliana colaboró con su padre, Sandro Cohen. Al respecto ella anota que “este libro está pensado como una especie de precuela de aquél, pues consideramos que si se tiene bien claro qué son las categorías gramaticales, cómo funcionan y cómo se relacionan entre ellas, el resto de lo concerniente a la gramática en la escritura esmerada será mucho más sencillo de comprender”.

Conversamos acerca de su libro con Cohen, quien estudió Literatura Dramática y Teatro en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. En su trayectoria docente de más de veinte años ha dado clases en instituciones como la Escuela Nacional de Antropología e Historia y en los centros Universitario de Teatro de la UNAM y de Estudios para el Uso de la Voz.

—¿Por qué hoy un libro como el tuyo? Al principio refieres que en cursos para estudiantes y profesores hiciste un glosario para conocer, comprender y analizar la lengua castellana.

—Sobre todo para acercar a los jóvenes para que empiecen a enamorarse de su lengua, porque es lo que más me gustaría. Libros sobre la materia hay muchos, pero éste no es propiamente una gramática porque no abarca todos sus temas sino que la idea es que sea muy sencillo, divertido y atractivo, especialmente para los jóvenes, aunque, por supuesto, lo pueden usar personas de todas las edades y de todos los oficios y profesiones.

La idea es que los más jóvenes se acerquen y los menos jóvenes puedan echarse un clavado. Nunca falta quién se siente en deuda con su lengua y que considera que no la domina a pesar de ser la materna. Éste es un buen comienzo.

—Recomiendas tu libro como una “precuela” de Redacción sin dolor. ¿Cómo conectas ambos libros? Incluso aconsejas que leamos primero El corazón de la gramática.

—En Redacción sin dolor antes del capítulo 1 hay una parte que se llama “Un leve anestésico”, dos paginitas que son un brevísimo glosario de las categorías gramaticales. El corazón de la gramática es eso a profundidad.

Nunca falta quién se siente en deuda con su lengua y que considera que no la domina a pesar de ser la materna. Éste es un buen comienzo.

Si ya conoces Redacción sin dolor y lo usas como libro de cabecera, eso no significa que no puedas leer El corazón de la gramática o que no te sea útil. Cuando llegan al capítulo 4 muchos estudiantes se atoran porque aún no tienen claro cómo funcionan estas categorías gramaticales, no terminan de comprender que hay elementos sustantivos en general, que el sustantivo sí es una clase de palabra, pero que también hay frases sustantivas, es decir, grupos de palabras que, sin que incluyan verbo conjugado, tienen el valor de un sustantivo, y que hay, incluso, oraciones completas, en este caso subordinadas, que también funcionan como un sustantivo.

Redacción sin dolor.

A mí me gusta poner este ejemplo porque es muy sencillo de entender: puedo decir “mamá” y es un sustantivo; puedo decir también “mi mamá bonita”, y esas tres palabras juntas forman una frase sustantiva, y puedo decir “quien me dio la vida”, donde ya metí un verbo y ya estamos hablando de una oración subordinada porque no la comprendemos cabalmente. Yo digo “quien me dio la vida”, y me vas a preguntar “¿qué?, ¿quién te dio la vida?, ¿qué pasa con este elemento?”, y eso no lo descubrimos hasta que llegamos al núcleo del verbo de la oración principal. Pero entonces “mi mamá bonita” y “quien medio la vida” puede ser el sujeto de cualquier oración, pero también puede ser complemento directo o indirecto porque estos tres elementos de toda proposición son elementos sustantivos.

Explicado de esa manera es muy sencillo, y es como lo hago en todo el libro, de lo más pequeño a lo más grande, de la misma forma en que te lo estoy diciendo, muy clara. Así, cuando el estudiante llega al capítulo 4, que es donde suele atorarse con las oraciones subordinadas y sustantivas, adjetivas, circunstanciales, ya se le abrió el panorama, ya es otro el universo y se vuelve muy sencillo el estudio de estos elementos de la proposición.

Quienes ya conocen Redacción sin dolor y andan atorados por allí, este libro es la solución; quienes ya leyeron el libro aquel y tienen la curiosidad de ir un poco más a fondo en las categorías gramaticales, comprenden el capítulo 4, les encanta y lo usan tradicionalmente como libro de referencia. Y quienes no conocen Redacción sin dolor, pues ésta es la mejor manera para hacerlo; es la precuela, es el antes de, aunque ha sido escrito veintitantos años después.

—En uno de los textos de presentación del libro Guillermo Vega Zaragoza anota que la escuela ha claudicado en su función de educar. ¿Cuál es tu experiencia respecto a la enseñanza de la gramática en la escuela? Por allí mencionas que los estudiantes llegan a la secundaria sin acabar de razonar la función de las palabras y cómo relacionarlas. ¿Cuál es tu diagnóstico respecto a la enseñanza de la gramática en nuestro sistema escolar?

—El principal problema es que los maestros mismos (la mayoría, no todos, por supuesto, porque hay honrosas excepciones) no conocen su lengua, y desde el sistema no se ha apoyado a los docentes, especialmente de educación básica. Hablo desde preescolar, porque los niños ya están aprendiendo a leer y escribir a los cuatro o cinco años, lo que no me fascina y no me parece que sea lo ideal. Pero los profesores no comprenden la lengua y no se les ha dado el apoyo que necesitan, y no es que tampoco quieran aprender sino que no se les está impulsando.

Hay algo que tenemos que hacer desde arriba, desde el gobierno, desde la Secretaría de Educación Pública, para impulsar a nuestros maestros. Conozco a docentes que son maravillosos, que tienen técnicas increíbles, novedosas, para enseñar a los niños, lo que es fantástico, pero les falla a la hora de explicar qué es un sustantivo, qué es un adjetivo, cómo se relacionan, y entonces los niños se quedan (o nos quedamos: yo misma me quedé en alguna ocasión ahí cuando iba en la primaria) con la idea de que el adjetivo es el que califica al sustantivo, como si sólo existieran los adjetivos calificativos, y no es así en absoluto.

Hay algo que tenemos que hacer desde arriba, desde el gobierno, desde la Secretaría de Educación Pública, para impulsar a nuestros maestros. Conozco a docentes que son maravillosos, que tienen técnicas increíbles, novedosas, para enseñar a los niños, lo que es fantástico, pero les falla a la hora de explicar qué es un sustantivo, qué es un adjetivo…

Hay muchos tipos de adjetivos, la mayoría de ellos están en El corazón de la gramática, y no sólo ellos: las preposiciones, que tan mal entendidas están, así como el gerundio, que tan mal se usa en general no sólo en las escuelas, en el ámbito académico, sino en el periodístico, por ejemplo.

El corazón de la gramática.

En fin, son muchas las carencias, que no son insalvables, para nada. Se puede hacer. A mí me encantaría que este libro llegara a los maestros de todos los niveles educativos y que me hicieran llegar sus dudas (porque, además, siempre sucede), lo que hace que yo tenga más dudas, y entonces tengo que investigar y buscar todo lo que no sé, que es lo que más me gusta de este quehacer.

—Al principio del libro dices que has aprendido mucho de tus alumnos, sean estudiantes o profesores. ¿Cómo te han ayudado las inquietudes de tus alumnos?

—Yo aprendí muchísimo de mi padre, directamente, pero en estos veinte años que llevo dando clases he aprendido casi igual de mis alumnos, de sus dudas, de sus inquietudes. Al momento de preguntarme por qué este verbo funciona de tal manera y no de tal otra, cómo se llama eso, pues descubrí que necesitábamos incluir en Redacción sin dolor el complemento preposicional del verbo. Por ejemplo, si estoy escribiendo una narración en el pasado y ése es mi plano narrativo, cómo le hago para contar algo que sucedió antes de ese pasado o algo que va a suceder después, y entonces hablamos de la lógica temporal relativa del verbo. Eso me llevó a escribir cinco capítulos sobre el verbo y su lógica temporal relativa. Mi papá me pidió: “Es que mete algo sobre el verbo y su lógica temporal relativa”, y terminaron siendo cinco capítulos que se añadieron a Redacción sin dolor, y que ahora en El corazón de la gramática está visto un poco más a fondo, porque en el capítulo del verbo por supuesto tiene que entrar.

Éstos son sólo dos ejemplos mínimos, pero lo que he aprendido de mis alumnos es muchísimo: aprendo con sus dudas, con sus eureka, con sus descubrimientos, con sus ejemplos. No podría estar más agradecida con ellos por todo lo que me enseñan todos los días.

—Recuerdo haber empezado a leer los trabajos sobre la materia de, por ejemplo, Helena Beristáin, que me parecieron muy densos. En tu bienvenida terminas con un “a divertirse”, que es algo que te elogia Vicente Quirarte. ¿Cómo hacer divertida esta enseñanza? ¿Cuál es la fórmula que usas en este libro?

—Al no haber un maestro enfrente y al haber tantos estudiantes autodidactas, creo que es importante que los ejemplos y los ejercicios sean simpáticos por lo menos, que nos saquen una sonrisa y nos hagan más sencillo el recordar. Yo siempre digo que la memoria no es mala; por supuesto que saber cosas de memoria es muy útil, pero es más sencillo que en ésta se quede algo porque aprendimos a usarlo. Esto es más fácil que repetir como perico un montón de palabras que realmente no estoy entendiendo pero que me van a preguntar en un examen, y lo voy a saber responder pero después me voy a olvidar de eso y jamás sabré cómo se usa ni cómo funciona.

Si lo hacemos al revés, naturalmente se va a quedar en nuestra memoria y vamos a saber cómo emplearlo. Me parece que eso es lo más importante, y la manera más sencilla de hacerlo es haciéndonos la vida ligera. ¿Cómo lo hacemos? No tomándonos tan en serio.

—Hay algunos ámbitos en los que parece que no nos tomamos tan en serio la gramática, las reglas para expresarnos bien. Mencionas tus reservas frente a su uso en los medios de comunicación. ¿Cuáles son los principales problemas que observas en el uso de la gramática en los medios? Comentas que el libro también le sirve a quienes se desempeñan en los audiovisuales.

—Los que veo, sean en medios impresos o en línea, son los mismos. El principal que observo es el mal uso del gerundio y, aguas, jamás voy a decir como algunos profesores universitarios que me ha tocado escuchar, quienes recomiendan “mejor no lo uses”. No: el gerundio es muy expresivo cuando está bien utilizado, pero hay que sentarse a aprenderlo, a estudiarlo para saber cómo se usa. Es muy común en los medios escritos ver frases como “se estrelló el avión yendo 150 personas”, usando el gerundio como consecuencia del verbo principal, y eso no es posible en español: en castellano no funciona así. El gerundio debe ser la acción simultánea, o puede ser ligeramente anterior a la del verbo principal, pero jamás es posterior. Tampoco puede ser utilizado en general como adjetivo, como sí pasa en inglés; los únicos que pueden funcionar siempre como adjetivos son “ardiendo” e “hirviendo”.

No: el gerundio es muy expresivo cuando está bien utilizado, pero hay que sentarse a aprenderlo, a estudiarlo para saber cómo se usa. Es muy común en los medios escritos ver frases como “se estrelló el avión yendo 150 personas”, usando el gerundio como consecuencia del verbo principal.

La otra ocasión en que el gerundio puede usarse como adjetivo es cuando modifica al complemento directo de un verbo de percepción: escuché, imaginé, etcétera. Ahí el gerundio puede ser adjetivo, elemento sustantivo, que es el complemento directo de este tipo específico; fuera de eso, no hay modo de que el gerundio sea adjetivo. Digamos que su principal uso es adverbial ya que generalmente funciona como un adverbio de modo: “Entró gritando”, “salió corriendo”. ¿De qué manera entró? Gritando; ¿de qué modo salió? Corriendo. Éste es su uso adverbial, que es el más común, no el único.

El uso de las preposiciones es otro problema: es muy común que estén mal empleadas en los medios y también en general. No por ser palabras pequeñas las preposiciones son sencillas; tienen su chiste.

Me imagino dudando a los periodistas cuando están escribiendo sus notas. El problema no es dudar: yo lo hago todos los días, y por eso vivo con los diccionarios, las ortografías y las gramáticas abiertas, como es entre quienes son especialistas y tienen la obligación de saber. Pero me da la impresión de que los periodistas tienen la duda, la piensan dos segundos y la resuelven como pueden, pero lo hacen mal.

Eso es muy frustrante: yo no me espanto ni mucho menos juzgo ni critico a la gente que no tiene las herramientas y que no sabe. Entiendo que hay quien dice “haiga” y “fuistes”, pero es lo más natural del mundo aunque, por supuesto, no es la norma culta y no es lo recomendable. Lo que no comprendo y me frustra mucho es ver eso en los periódicos, escrito por gente que tiene la obligación de saberlo, de revisarlo, y si tiene la duda, correr a resolverla. Las respuestas están en los libros, en los diccionarios, de los que hay muy buenos en línea; no hay que tenerlos todos en papel, aunque siempre conviene por si se va la luz o el internet y hay que tener reservas.

Eso es lo frustrante, y por eso me da mucho gusto cuando encuentro periodistas serios que aman su oficio y que lo procuran.

—En el libro señalas que está más enfocado en acercarse más al español estándar, pero siempre siguiendo la norma culta. ¿Cuál es la distancia que hay entre una y otra?

—Yo, particularmente, uso español estándar y norma culta casi como sinónimos, porque en realidad no podemos hablar del español estándar. Cada región de cada país de habla hispana tiene su propio español: todos hablamos nuestro propio dialecto, y no hay un español más español que otro, más válido o más culto, ni siquiera el de España.

Las respuestas están en los libros, en los diccionarios, de los que hay muy buenos en línea; no hay que tenerlos todos en papel, aunque siempre conviene por si se va la luz o el internet y hay que tener reservas.

Pero sí hay una norma culta que es este español estándar al que me he referido quizá no muy precisamente, que es más un sinónimo de la norma culta que es este español que nos permite comunicarnos en nuestro idioma en cualquier país de habla hispana. Por eso es la recomendación de acercarse a la lengua culta si queremos que cualquier persona, cualquier público, comprenda lo que estamos diciendo. Es sólo eso.

—En su texto Vega Zaragoza menciona un tema no tan nuevo pero sí relevante: el uso de las nuevas tecnologías, de las redes sociales, y dice que curiosamente la gente tiene que escribir más porque está en ellas y en WhatsApp, por ejemplo. Pero menciona varias deficiencias en esa escritura. ¿Qué posibilidades encuentras en esta situación para que la gente considere escribir bien?

—Me parece que es una gran oportunidad para cualquiera que se dé cuenta de que sus mensajes no están llegando al público que busca. Si cae en cuenta de esto puede acercarse a cómo puede mejorar desde la ortografía hasta la puntuación y la gramática en sí. Pero también me doy cuenta de que hay gente a la que no le interesa ni le va a interesar nunca, para la que las redes sociales son una extensión del lenguaje oral (aunque muchas veces lo es) y allí se queda. A veces esas personas son visitadas por muchas otras y que reproducen errores que causan confusión.

Creo que más gente, poco a poco, va dándose cuenta de esto, ahora que está tan generalizado escribir en Facebook, en Twitter y, aunque menos, en Instagram, además de otras redes sociales. Yo estoy casi en todas partes como Yliana Cohen y como GramaDrama, que es la página donde recibo dudas, analizo partes de textos periodísticos, de la red y de todos lados. Los participantes hacen sus comentarios y ellos mismos intentan resolver, reescribir y proponen cómo corregir; yo me meto, me pongo a investigar y también hago mis propuestas y resuelvo dudas. Me encanta tener ese contacto con la gente, sobre todo ahora que no tengo alumnos en persona. Y siempre hay material, y también tengo un espacio para aplaudir lo bien escrito.

—Para dar un salto a aquello de “las y los”, “aquellas y aquellos”: hay otro fenómeno actual, que es el de las personas trans, de las personas de género no binario. ¿Este problema qué necesidades de cambio trae a la lengua?

—Las personas trans y cualquier persona de género no binario no dan ningún problema; sí lo provoca que no se les dé su lugar. Socialmente hablando, soy absolutamente proLGBT, y la lengua está viva, igual que los seres humanos: los hablantes somos quienes la usamos y la modificamos, como ha sido siempre. La gramática es la parte del idioma que tarda más tiempo en cambiar porque es la estructura; el léxico, el vocabulario es lo que cambia con mayor rapidez.

Las personas trans y cualquier persona de género no binario no dan ningún problema; sí lo provoca que no se les dé su lugar. Socialmente hablando, soy absolutamente proLGBT, y la lengua está viva, igual que los seres humanos: los hablantes somos quienes la usamos y la modificamos, como ha sido siempre.

A mí no me gusta para nada el “los y las” y la repetición del masculino y femenino todo el tiempo; es cansado y aburrido, además de que no sólo somos “los” y “las”. Eso hemos pensado como sociedad durante muchísimos años; simplemente no hemos querido ver que no sólo hay hombres y mujeres en el mundo, que hay gente que no se identifica así. A quienes no hemos vivido esa condición en carne propia nos parece dificilísimo de entender, pero no es que no exista ni que no haya existido antes, sino que no lo veíamos o no queríamos verlo.

Así, qué bueno que lo estamos viendo, y si hay que cambiar en la lengua algunos pronombres o algunas cosas, yo no le veo el problema. Al final, insisto, somos los usuarios de la lengua quienes transformamos el idioma, diga lo que diga quien quiera.

No es algo que me preocupe, aunque no me gusta, por ejemplo, porque es confuso, que se use el pronombre “les”, que es tanto complemento indirecto como complemento directo: “Les veo en la tarde”. Yo siempre me pregunto: ¿qué nos vas a ver en la tarde? Porque no quieren decir “los veo” a un grupo de hombres y mujeres.

En estos caso yo incluso me atreví a sugerir en GramaDrama (obviamente nadie me va a hacer caso ni mucho menos) que si ya está pensándose en que se acepte el pronombre “elle” y “elles”, ¿por qué no usar el pronombre “lles”, pero no “les” porque ya existe y es para complemento indirecto? Si queremos usar un pronombre de complemento directo que sea inclusivo, ¿pues por qué no “lles”, si ya existe el “elle” y el “elles” como pronombre personal?

Ésa es sólo una ocurrencia y una sugerencia, como seguramente hay muchas: vemos “lxs”, que no se puede leer, es antinatural del castellano y tampoco me gusta, así como el “l@s”, que me gusta visualmente por escrito porque ciertamente la arroba parece una “a”, una “o” y una “e” al mismo tiempo, pero tampoco se puede leer en voz alta. ¿Por qué no mejor buscar esos pronombres y empezar a usarlos? Aunque todavía no es norma culta creo que hay que hacerlo: debemos visibilizar a todo el mundo porque todos existimos y todos tenemos derechos.

—Eso podría estar en un libro próximo…

—Eso no está incluido ni en Redacción sin dolor ni en El corazón de la gramática, pero estos libros están vivos, el primero porque yo voy a seguir con él, como me encargó mi padre. Desde siempre, desde que era muy joven y trabajábamos juntos, me dijo: “Esto es tu herencia, es tu libro. Tú vas a continuar con esto”, y en eso estamos. La séptima edición ya está por salir en unos meses, que es la última en la que trabajamos juntos mi papito y yo, y a partir de la octava ya será enteramente mi trabajo porque él ya no está con nosotros.

Pero Redacción sin dolor sigue, y esperemos que El corazón de la gramática también tenga una larga vida. ®

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Publicado en: Libros y autores

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