Macario nos sumerge en la cosmovisión de la muerte como una constante compañera de la vida. A través de su trama la cinta explora el deseo, la inevitabilidad y la fraternidad que los mexicanos han construido en torno a la muerte.
En México, el Día de Muertos es más que un rito: es una fiesta en que la muerte se convierte en invitada de honor, permitiéndonos ver la vida desde una perspectiva única. La película Macario, dirigida por Roberto Gavaldón en 1960, basada en la novela homónima de B. Traven, se convierte en un espejo poderoso de esta dualidad tan mexicana. Macario nos sumerge en la cosmovisión de la muerte como una constante compañera de la vida. A través de su trama la cinta explora el deseo, la inevitabilidad y la fraternidad que los mexicanos han construido en torno a la muerte.
La cosmovisión de la muerte en Macario y el Día de Muertos
La historia de Macario se centra en un campesino mexicano humilde cuyo mayor anhelo es poder disfrutar de un banquete en vida sin tener que compartirlo. Este deseo aparentemente simple lo enfrenta con tres personajes enigmáticos: el Diablo, Dios y, finalmente, la Muerte. Cada una de estas figuras intenta influenciar el destino de Macario, pero sólo la Muerte se ofrece como un auténtico igual. Es a ella a quien Macario ofrece una pierna de pavo, dando inicio a un lazo de fraternidad que refleja la cosmovisión mexicana sobre la muerte: no es enemiga, sino una compañera ineludible.
La tradición de Día de Muertos en México es, en esencia, una manera de relacionarse con la muerte en términos de aceptación y respeto. Según Octavio Paz, “el mexicano, frente a la muerte, se comporta como si fuera de su propiedad o su creación” (El laberinto de la soledad, 1950). Esta visión de la muerte como algo que puede personalizarse y hasta celebrarse tiene profundas raíces prehispánicas, cuando la muerte era vista no como un final, sino como un pasaje cíclico que integraba lo espiritual y lo terrenal. El Día de Muertos conserva esta visión, pues en esta fecha los mexicanos honran y celebran a sus seres queridos fallecidos, ofreciendo altares adornados con cempasúchil, calaveras de azúcar y fotografías de los difuntos, como si estuvieran todavía presentes en la vida cotidiana.
Macario y el simbolismo de la muerte como compañera
La película Macario ofrece una imagen muy particular de la muerte, simbolizada en un hombre de aspecto sencillo, vestido con una capa oscura, lo que rompe con la imagen de la muerte macabra comúnmente retratada en otras culturas. Al aceptar el pavo de Macario la Muerte establece una relación de confianza y cercanía que, más que inspirar terror, provoca reflexión y respeto. Macario, como muchos mexicanos, no huye de la muerte ni la teme; en cambio, la reconoce y la acepta como parte de su destino.
Esta colaboración entre el protagonista y la muerte personifica la íntima relación que el mexicano establece con el destino. Macario aprende que la muerte no es arbitraria, sino que respeta un equilibrio sutil.
A lo largo de la película la Muerte le otorga a Macario la capacidad de curar a los enfermos, siempre y cuando ella misma no aparezca a los pies de los pacientes, como señal de que es su momento final. Esta colaboración entre el protagonista y la muerte personifica la íntima relación que el mexicano establece con el destino. Macario aprende que la muerte no es arbitraria, sino que respeta un equilibrio sutil que, en sus propias palabras, “es la justicia más pura”.
El contexto histórico de Macario y su influencia en la Época de Oro del cine mexicano
Macario se filmó durante los últimos años de la llamada Época de Oro del cine mexicano, un periodo caracterizado por una narrativa de introspección nacionalista, que buscaba definir y difundir los valores y mitos de la cultura mexicana. A mediados del siglo XX el país estaba sumido en cambios profundos; después de la Revolución Mexicana y de las primeras décadas de lucha social México intentaba reconstruir su identidad y establecer su lugar en el ámbito internacional.
La película refleja este contexto, pues aborda temas universales como la pobreza, el deseo de trascendencia y el respeto a la muerte, pero los encapsula en un ambiente rural y austero que representa la vida de muchos mexicanos de aquel entonces. Esta autenticidad fue parte del éxito de la película y de otras producciones de la época, como Los olvidados, de Luis Buñuel, que también exploran las dificultades y contradicciones de la vida en México.
Macario marcó un hito en el cine mexicano al ser la primera película mexicana nominada al Premio Óscar en la categoría de Mejor Película Extranjera. Este logro fue significativo porque, más allá de los premios y reconocimientos, la película colocó en la escena global una narrativa en que la muerte no era un tabú ni un tema de terror, sino un elemento de identidad cultural. Al abordar una cosmovisión tan única Gavaldón ofreció una interpretación artística de la muerte que tanto los mexicanos como los espectadores internacionales pudieron apreciar y analizar.
La muerte como símbolo de dignidad y libertad
En Macario la muerte no sólo es un personaje, sino un símbolo de dignidad y libertad. A través de la figura de la Muerte la película sugiere que la dignidad de una persona no radica en su estatus social o en su riqueza, sino en su capacidad para enfrentar su destino sin temor. Esta visión se conecta con la manera en que los mexicanos suelen abordar la muerte en la vida real: con naturalidad y hasta cierto sentido del humor, un enfoque que contrasta con otras culturas en las que la muerte suele ser un tema sombrío y evitado.
Macario no pide grandes riquezas ni inmortalidad, tan sólo un momento de placer en medio de su vida de privaciones. Este deseo es casi una burla de sí mismo y de su realidad.
El crítico de cine Emilio García Riera escribió que “la relación entre Macario y la Muerte tiene una cualidad casi pedagógica”, ya que le permite al protagonista entender la vida misma (Historia documental del cine mexicano, 1969). A través de esta relación Macario no únicamente enfrenta sus propias limitaciones, sino que también descubre un tipo de libertad que sólo la aceptación de la muerte puede otorgar. Éste es un aspecto fundamental en la cosmovisión mexicana, que percibe la vida y la muerte como etapas complementarias de una existencia cíclica y no lineal.
La muerte y el humor en la cultura mexicana
El Día de Muertos también es una fecha para reírse de la muerte, lo cual es parte esencial del carácter mexicano. Las “calaveritas literarias”, esas rimas humorísticas que hacen burla de los vivos como si ya estuvieran muertos, son un ejemplo claro de este humor irreverente. Así, la muerte se convierte en un tema de convivencia cotidiana, algo que los mexicanos pueden moldear, entender y hasta trivializar.
En Macario el personaje principal nunca pierde el toque de humor en su deseo; quiere un pavo entero para él solo, un deseo infantil y egoísta que, sin embargo, encierra una profunda ironía: Macario no pide grandes riquezas ni inmortalidad, tan sólo un momento de placer en medio de su vida de privaciones. Este deseo es casi una burla de sí mismo y de su realidad, reflejando una actitud mexicana de aceptar lo poco con humor, sin renunciar a soñar.
Conclusión: Macario y el legado cultural de la muerte en México
La riqueza de Macario radica en su capacidad para transformar un relato sencillo en una profunda reflexión sobre el alma mexicana y su relación con la muerte. La película no sólo retrata un ritual popular, sino que explora la esencia de una cultura que ha logrado reconciliarse con su finitud de una manera única y poderosa. La muerte, en la tradición mexicana, no es una ruptura, sino una transición; no es el final, sino un nuevo inicio.
Al ver Macario el espectador experimenta una narración en que la muerte es parte de la vida, y la vida, a su vez, se ve como un transitar hacia lo inevitable. Como escribió Paz, “el mexicano no solo acepta la muerte, sino que la celebra” (El laberinto de la soledad). En este sentido, la película sigue siendo relevante en una época en la que la muerte se ha vuelto casi un tabú en muchas culturas. La cultura mexicana, en cambio, mantiene viva una relación simbiótica con la muerte, que Macario retrata de forma tan entrañable y sincera. ®