Leí este texto en el Encuentro Regional de Narradores Centro Occidente en Zacatecas el pasado 17 de noviembre, por invitación del Instituto Zacatecano de Cultura, en un día soleado y con viento fresco.
En la entrevista que le hizo Ariel Ruiz Mondragón a propósito de la edición mexicana de su libro Literatura de izquierda [Tumbona, 2011] el escritor argentino Damián Tabarovsky dice: “Muchas veces lo que se nos presenta como la gran literatura, la literatura de calidad, no es más que una obra muy sobada que se apega a reglas y clichés que resultan muy convencionales y que con ello responde a las exigencias más puras del mercado. No se trata de los llamados best sellers, sino de libros que se pretenden vanguardistas, cultos, eruditos, pero que en realidad presentan una propuesta ya muy desgastada, muy cómoda y sin riesgos”. Aunque Tabarovsky se refiere principalmente a autores argentinos, ¿es posible aplicar ese juicio a la literatura mexicana? ¿Cuántos de nuestros autores escriben obras que puedan sustraerse a una opinión tan tajante? Una pregunta más: ¿Deberían los escritores jóvenes mexicanos ser innovadores en términos literarios, como lo han sido tantos escritores desde Cervantes hasta Borges y Cortázar, por ejemplo? Por supuesto, en mi muy personal opinión, no creo que toda obra literaria deba ser necesariamente innovadora, me basta con que sea una bien escrita y con una historia narrada con solvencia y que pueda interesar al lector —alguien dijo que toda la literatura trata de investigaciones o de viajes— y no con fórmulas complacientes o trampas: plagios, temas oportunistas. Si además es capaz de aportar innovaciones formales, estilísticas, qué mejor.Hablemos solamente de escritores vivos y en activo, desde Carlos Fuentes al último de los jóvenes publicados por Tierra Adentro o por alguna modesta editorial marginal o independiente, los cuales deben sumar seguramente varios cientos en todo el país. De Carlos Fuentes se ha dicho que no ha alcanzado a superar sus propias cotas establecidas con sus obras clásicas Aura —sin olvidar el cuestionamiento que se le hizo en su momento por el parecido con Los papeles de Aspern, de Henry James— y La muerte de Artemio Cruz, por ejemplo. Lo que es cierto es que su propio juicio se ha vuelto parcial al soslayar de manera inexplicable en La gran novela latinoamericana [Alfaguara, 2011] a autores tan prominentes como José Emilio Pacheco, Guillermo Cabrera Infante, Roberto Bolaño y Rosario Castellanos. Además, “Los lectores poco familiarizados con los novelistas de nuestra región no podrán enterarse en esta obra de que Asturias, Neruda y Vargas Llosa también fueron distinguidos con el Premio Nobel. El libro de Carlos Fuentes se publica sin índice onomástico ni bibliografía ni aparato crítico, que ayudaría mucho a quienes quisieran leerlo con propósitos distintos de pasar el rato”, advierte el profesor poblano Víctor Manuel Camposeco en su artículo “Un canon muy personal”. ¿Por qué el autor mexicano vivo más conocido omite a unos escritores y menosprecia los méritos de otros? La pregunta es pertinente por cuanto considero que la crítica literaria es parte de la narrativa, y una crítica parcial o hecha con dolo o resentimiento es necesariamente injusta o deficiente. Como vemos, Fuentes como historiador, crítico y editor es poco confiable. (Aun así, las obras de Carlos Fuentes siguen siendo vendidas por una exitosa editorial transnacional y en torno de su figura se ha creado un ambiente, sobre todo oficial, de culto y reverencia —aunque, en el país de los homenajes, a cada escritor le llega el suyo tarde o temprano.)
¿Cuántos de nuestros autores escriben obras que puedan sustraerse a una opinión tan tajante? Una pregunta más: ¿Deberían los escritores jóvenes mexicanos ser innovadores en términos literarios, como lo han sido tantos escritores desde Cervantes hasta Borges y Cortázar, por ejemplo?
De Fernando del Paso debe destacarse Noticias del imperio y Palinuro de México, obras ambiciosas y con pasajes memorables, aunque me parece más ambicioso aún, y mejor logrado, Daniel Sada con sus extensas novelas en las que emplea vastos recursos lingüísticos e historias pueblerinas que trascienden al ámbito universal. De Elmer Mendoza, norteño también, podría decirse algo semejante pero por sus temas y su lenguaje pareciera que él mismo persiste en el encasillamiento. De Juan Villoro se comenta, invariablemente —y casi siempre en privado—, que es muy bueno como cronista y ensayista pero que pierde filo y aliento en sus novelas. Otros de su generación tienen una obra polémica y sus nombres aparecen con frecuencia en diarios y revistas: Jorge Volpi, Guillermo Fadanelli, Cristina Rivera Garza, Heriberto Yépez y últimamente Carlos Velázquez. Estos dos se han distinguido precisamente por el uso de un lenguaje con nuevos giros estilísticos y hasta peculiares sintaxis y vocabulario de su invención.
Como editor de varias revistas culturales desde la década de los ochenta he tenido la suerte de publicar a muchos narradores, cronistas y ensayistas de varias generaciones, desde Carlos Monsiváis, Naief Yehya, Guillermo Fadanelli y Alberto Chimal hasta Heriberto Yépez, Antonio Ortuño y muchos más jóvenes que empiezan a destacar, es decir, a ser publicados, leídos y comentados en críticas y reseñas y que participan en foros como éste. En este largo lapso —desde los años ochenta a la fecha— me he dado cuenta de que expresiones como “la literatura mexicana goza de buena salud” o “no hay innovación en las letras nacionales” son muy relativas, lo mismo que “la narcoliteratura ha invadido la república de las letras”.
Es ahora, en estos últimos años, cuando más he leído autores jóvenes con propuestas muy interesantes, muchas veces respetando la tradición y muchas otras tratando de transgredirla, con mayor o menor suerte. El resultado es lo que importa: lo que se escribe y lo que se lee. A propósito de encuentros y de escritores, quiero citar a una cuentista argentina, Mercedes Álvarez: “Un escritor no es un filósofo ni un sociólogo. Es un tipo con intuiciones, y sólo en algunos casos posee un sistema de pensamiento o bien sólidos conocimientos teóricos. Entonces, ¿qué tipo de preguntas puede responder un escritor si le exigimos un cierto grado de solvencia? O mejor, ¿un escritor puede responder a alguna pregunta? ¿Tiene un escritor algo que decir? Si se trata de alguien con talento, con una visión del mundo particular o bien de un genio, la pregunta ni siquiera es importante: podemos pasar directamente a oír la respuesta. Pero claro, eso ocurre en pocos de los casos”.
No obstante, las entrevistas con los escritores siempre nos dejan saber un poco más de ellos y de su obra —aunque insistan en hablar de política o de cualquier otro tema extraliterario—, y a veces es conveniente leerlas antes de animarse a comprar el libro. En la revista cultural que edito actualmente, Replicante, hemos dedicado un espacio considerable a la literatura, una sección que se divide en varias más: Ensayo, Libros y autores, Narrativa, Poesía y Revistas.
Un breve paréntesis para hablar de este proyecto editorial: Replicante es una revista cultural mexicana que publicó una versión impresa cada tres meses de 2004 a 2009, con 21 números en total. Desde el comienzo mantuvimos un sitio de internet, aunque éste lo actualizábamos con cada edición de la revista en papel y no subíamos todos los contenidos, solamente una tercera parte. ¿Por qué nos mudamos a internet? Porque es parte de una transformación radical en todo el planeta y queremos formar parte de ella. La mutación es inevitable y aunque convivirán todavía durante varios años la tradición de la letra impresa y las nuevas plataformas electrónicas, el universo digital demanda ya otras estrategias para manejar la información y genera otras formas de lectura, por no hablar de sus alcances: ahora Replicante se puede leer en muchos países y los lectores llegan a un promedio de cien mil mensuales.
Hemos tratado de hacer de Replicante una publicación abierta y horizontal, incluyendo a nuevos autores y las más diversas manifestaciones de la cultura; ha servido de escaparate, punto de encuentro y enlace a artistas, escritores y periodistas empeñados en abrirle nuevas ventanas a modos novedosos de ver y concebir el mundo. Es una revista para un público transgeneracional, crítico, bien informado.
En el espacio de Replicante, como en su etapa anterior, puede leerse lo mismo textos de académicos reconocidos como de jóvenes con talento y buenas ideas; ensayos filosóficos y crónicas periodísticas; crítica literaria y cinematográfica; crónicas y reflexiones en torno a las nuevas tecnologías, así como a las nuevas formas del arte de nuestros días: el cómic, el video, la televisión, la música, el diseño y todo lo que se relacione con internet y el uso de otras tecnologías en estos campos.
En el apartado de Ensayo se analiza la obra de autores clásicos y contemporáneos, mexicanos y del mundo. Autores nacionales y extranjeros discurren en torno a temas como filosofía, psicoanálisis, la locura, las ideas políticas de los escritores, el erotismo, las diferentes escuelas y agrupaciones literarias, la ciudad y, necesariamente, el lenguaje.
Por supuesto, en mi muy personal opinión, no creo que toda obra literaria deba ser necesariamente innovadora, me basta con que sea una bien escrita y con una historia narrada con solvencia y que pueda interesar al lector —alguien dijo que toda la literatura trata de investigaciones o de viajes— y no con fórmulas complacientes o trampas: plagios, temas oportunistas. Si además es capaz de aportar innovaciones formales, estilísticas, qué mejor.
Otra subsección, Libros y autores, da cuenta de publicaciones recientes pero también de libros que salieron hace varios años y de obras clásicas, a contracorriente de lo que se acostumbra en otras revistas y suplementos culturales, pues los libros tienen una vigencia más prolongada de lo que se sugiere en las reseñas de novedades. Además, hay entrevistas con autores en su mayoría mexicanos, aunque no escasean los de otras regiones de América Latina y de España, así como los comentarios críticos a libros que no son precisamente de literatura, pues los hay de ciencia, de filosofía, de erotismo y pornografía y hasta de diseño y arquitectura.
Algo que nos ha llamado la atención como editores de una revista de cultura es el ejercicio de la crítica literaria por parte de muchos jóvenes protagonistas de la literatura actual. Son jóvenes escritores que a su vez comentan, discuten y valoran otras propuestas literarias, tanto de sus coetáneos como de generaciones anteriores, de todos los temas y géneros.
Por último, en las secciones Narrativa y Poesía, hemos publicado a decenas de autores de distintas generaciones y procedencias, de México y de países iberoamericanos, con relatos y poemas que ofrecen una muestra muy variada de lo que se escribe en esta región en español. Algunos empiezan a labrarse un nombre, otros son ya más conocidos, unos son muy jóvenes y no falta el profesor que se anima a enviar por primera vez sus letras a una revista.
Lo que se publica en ésta y otras revistas literarias y culturales hispanoamericanas es un mapa muy completo y diverso de los intereses y las intenciones de los escritores de la región. Como dije ya, los nombres de muchos e ellos empiezan a ser familiares entre los lectores habituales de libros y revistas, algunos tendrán más éxito que otros, pero puede decirse que actualmente la literatura es una actividad estimulante, prolífica, viva y a la que vale la pena dedicarle unas buenas horas de lectura, reflexión y crítica. ¿Por qué leer narrativa? Porque en la narrativa confluyen las ideas, la imaginación y, eventualmente, la genialidad… ®
Rogelio Villarreal
Escríbeme a [email protected]
cristobal espinola
donde te puedo escribir rogelio villareal me urge ponerme en contacto contigo !!!!
Vesna
Acerca de la «alta literatura», Borges le dijo una vez a Bioy: «Esta gente (los cultos) cree mucho más que nosotros en los clásicos. Los imaginan perfectos. No saben que son chambones, como todo el mundo».
Disfruto de Replicante. Aprendo´y disfruto. Es un mapa, es cierto, pero a la vez, un modo de disfrutar del camino. Es un alimento y también una golosina.
Cariños desde el sur.