Postpoesía. Hacia un nuevo paradigma, de Agustín Fernández Mallo, autor del celebrado Proyecto Nocilla (Nocilla equivale al Nutella mexicano) y cabeza visible de la generación afterpop, es un ensayo centrado en el poco evolucionado panorama actual de la poesía textual española (de la que el autor se pregunta si habrá dejado de existir), extendible a otras latitudes de habla hispana, sin mencionar en realidad a la poesía que se está produciendo actualmente ni incluir jóvenes hornadas de poetas, tipo directorio. Este ensayo va más allá.
Más bien fluye en sentido contrario al ser un texto, finalista del premio Anagrama de Ensayo 2009, que se alimenta de la teoría que predica y en el que las relaciones de significados se suceden una tras otra, además de incluir varias gráficas comparativas útiles para establecer paralelismos y múltiples referencias a otro textos, reclamando un carácter experimental, de laboratorio para el propio libro, y como presente y futuro de esa práctica adocenada que es la poesía ortodoxa, dividida de manera tradicional entre poesía de la experiencia y poesía de la diferencia, antaño figurante en el más alto escalón de las bellas artes, y que voluntariamente se somete a arcaicas concepciones sobre el genio individual y aislado, en un vano afán de conservar la pureza del “yo”.
Precisamente en una época en que nos hemos convertido en una terminal de una red conectada con cualquier punto en milésimas de segundos, en la que de manera instantánea se mezclan todos los tiempos y espacios, una constelación ubicua, que lleva a los artistas contemporáneos a ejercer sus prácticas desde el nomadismo estético.
En el ensayo se contrapone la práctica de la postpoesía, término acuñado por Fernández Mallo en el 2000, a la poesía ortodoxa, definida por un “estimulante” compendio de actitudes que supuestamente debe mantener un poeta ortodoxo redactado por Vicente Luis Mora: “Todo el proceso debe estar regido por los principios de contención, corrección política, actitud ligeramente irónica ante el hecho literario y respeto a los mayores”.
Tolo lo contrario de lo que debe ser un postpoeta que debería desplegar un egocentrismo radiante frente al egocentrismo autista, y estar sumido en el cosmos digital en lugar de estar anclado en una realidad predigital, contraponiendo los modelos de red y rizoma que caracterizarían a la postpoesía al modelo lineal o arbóreo de la poesía ortodoxa.
El autor afirma que tanto lo publicado hasta la fecha en papel o en soporte digital y lo expuesto en lecturas en vivo o performáticas “hace mucho tiempo que dejó de ser un laboratorio, para mutar en un museo de naturalezas muertas”,replanteándose el papel de las vanguardias históricas y su exiguo alcance en la actualidad.
Fernández Mallo argumenta que la postpoesía tiene como meta construir “artefactos poéticos que fluyan para y desde la sociedad contemporánea”.
Ahonda sobre los fenómenos que no le han sucedido a la poesía, a diferencia de otro tipo de disciplinas artísticas que se han nutrido tanto de las nuevas tecnologías como de disciplinas hermanas. La interacción con la ciencia y sus avances, aduce el autor, es fundamental en unos tiempos donde el mensaje, el contenido, ha mutado de lo textual al soporte que lo contiene, siendo más atractivo un smart phone o una computadora repleta de aplicaciones y sus posibilidades de generar contenidos en múltiples opciones que el mensaje en sí mismo, que pierde relevancia y por supuesto intensidad.
Ahonda sobre los fenómenos que no le han sucedido a la poesía, a diferencia de otro tipo de disciplinas artísticas que se han nutrido tanto de las nuevas tecnologías como de disciplinas hermanas. La interacción con la ciencia y sus avances, aduce el autor, es fundamental en unos tiempos donde el mensaje, el contenido, ha mutado de lo textual al soporte que lo contiene…
Un poema postpoético podría ser perfectamente una ecuación de física cuántica. De hecho, Fernández Mallo afirma que en el futuro todas las especulaciones científicas actuales se leerán como la poesía más bella producida en este tiempo. Idea reflejada de Las fórmulas elegantes, de Graham Farmelo, quien afirma “que las grandes ecuaciones comparten con la poesía cierta cualidad especial: la poesía es la forma del lenguaje más concisa y cargada de significado”.
Ninguno de los cambios o evoluciones que se han producido en el terreno del arte ha ocurrido en el campo de la poesía, como la transición del arte moderno al posmodernismo y posteriormente al posmodernismo tardío, que luego en un apéndice Fernández Mallo equipara al término Altermodern, concepto surgido a raíz del título dado a la Cuarta Trienal de la Tate Britain, con la curaduría de Nicolás Bourriaud, a quien se le atribuye la paternidad del término arte relacional.
El marco actual en el que la postpoesía tiene lugar, la posmodernidad tardía o altermodernidad, se define por la eclosión de los flujos de información en la red y por la incorporación al mundo occidental de culturas de cualquier rincón del orbe, con un gran peso específico de China y la India, que cobran en esta nueva jerarquía horizontal, rizomática, el mismo valor que lo producido en el propio Occidente, referencia mundial hasta hace bien poco, que se ha visto enriquecido, cuando no rebasado, por ese alud de contenidos de todo tipo. “Toda esa nueva masa, física y virtual, da lugar a la altermodernidad definida por Bourriaud”, concluye Fernández Mallo, quien vuelve a citar al teórico del arte relacional para ahondar en el concepto de que el arte que se deriva de este panorama, la mezcla de temas, espacios y tiempos, da lugar a una obra fragmentada pero no por ello arbitraria, sino que todos esos desplazamientos dan lugar, en efecto, a una obra fragmentaria en la que no hay raíces definidas, no hay un núcleo principal ni límites apriorísticos en el lenguaje.
De estas concepciones, de la basura lingüística (spam poetry) y de la belleza del extrarradio, como el perfil externo de un huevo estrellado (figura inicial de las analogías que se despliegan en este ensayo), o lo que sucede de manera espontánea un poco más allá de los márgenes definidos de las ciudades hiperplanificadas, debería nutrirse e interactuar, según Fernández Mallo, la postpoesía, la práctica poética que le corresponde a estos tiempos de ubicuidad, donde la noción de individuo se difumina completamente por la red para dar y tomar desde cualquier parte del planeta.
Apropiacionismo global, geografías sin pasado, heterotopías sin tradición parecieran ser la claves de estos tiempos en los que conviven sin pudor el lenguaje de la conciencia y la poesía con la cultura visual de la sociedad del espectáculo. ®