Esta magnífica entrevista de Toriz a Andahazi se realizó tomando en cuenta no sólo su trayectoria literaria y su prestigio profesional, sino también su carácter de explorador asiduo a los delirios de la carne de la sociedad argentina. Fascinante.
“La poesía me gusta lejos del sexo como el alcohol lejos del desayuno”
Desde casi dos décadas, Federico Andahazi (Buenos Aires, 1963) es una de las figuras señeras de la literatura latinoamericana. A partir del año 1996, cuando su novela El anatomista lo catapultó a la fama internacional, Andahazi abandonó su profesión de psicoanalista —cuenta con el título de psicólogo extendido por la UBA— para dedicarse de lleno a su carrera como escritor. A partir de 1997 Federico publicaría las novelas Las piadosas, El príncipe y El secreto de los flamencos, obra que lo consagró. En 2004 publicaría la novela Errante en la sombra y posteriormente La ciudad de los herejes.
Ha publicado también dos tomos de cuentos, El libro de las tentaciones y El oficio de los santos, y una exquisita trilogía titulada Historia sexual de los argentinos —Pecar como Dios manda, Argentina con pecado concebida y Pecados y pecadores.
La siguiente entrevista se realizó tomando en cuenta no sólo su trayectoria literaria y su prestigio profesional sino también su carácter de explorador asiduo a los delirios de la carne de la sociedad argentina.
—Dado que has documentado como nadie la Historia sexual de los argentinos —una de tu obras más exitosas— quisiera preguntarte al respecto de los mitos y realidades que circundan la vida sexual de la nación. ¿Dirías que Argentina es un país de alto fornicio?
—La generalización es una apropiación de los méritos de unos pocos. Es como cuando se dice “el ser humano consiguió la fisión nuclear”. Si fuese por mis méritos, el ser humano no habría llegado a freír un huevo. Lo mismo sucede con las hazañas sexuales. No sé cuántos estaríamos a la altura de las épicas de Lavalle, de San Martín o de Urquiza: los tipos no sólo liberaron continentes, combatieron en batallas durísimas y emprendieron expediciones, hoy impensables, a caballo o a lomo de mula; además de todo eso tuvieron una vida sexual como la mayor parte de nosotros, gente citadina que se desplaza en auto y se hace mala sangre con sólo leer los diarios, jamás tuvimos ni vamos a tener.
”Creo, sí, que hay una palabra que atraviesa toda la historia nacional y sintetiza la vida sexual de los argentinos: hipocresía.
Quien no entiende esas letras no entiende ni a Gardel en particular ni al tango en general. Ese tango macho hablado en lunfardo, muere junto con Gardel. Luego el tango se pone un poco marica, se convierte en una suerte de bolero, pierde el lunfardo, empieza de hablar de “tú” y aparecen los estereotipos del malevo hecho para la TV de los sesenta.
—La figura del latin lover sigue siendo un arquetipo fuerte en el imaginario porteño. En tanto en lo tocante a la seducción ¿crees que Buenos Aires podría ser concebida como un macho viril?
—No, no lo creo. Me parece, sí, que ésa fue la Buenos Aires del tango, aquella ciudad que murió en la década del cuarenta. De hecho, Carlos Gardel fue nuestro último latin lover de acuerdo con los cánones del cine estadounidense. De todos modos, Gardel no era ese gaucho mal caracterizado en las películas. Gardel se comprende desde su voz, sus canciones y, sobre todo, las letras de los poetas a los que interpretaba. Quiero decir, Gardel es, principalmente, Celedonio Flores. Quien no entiende esas letras no entiende ni a Gardel en particular ni al tango en general. Ese tango macho hablado en lunfardo, muere junto con Gardel. Luego el tango se pone un poco marica, se convierte en una suerte de bolero, pierde el lunfardo, empieza de hablar de “tú” y aparecen los estereotipos del malevo hecho para la TV de los sesenta. Surgen aquí y allá los “varones del tango”, las caricaturas de guapo que jamás empuñó un cuchillo. No hay que olvidar que Gardel era un guapo de los viejos que, incluso, tenía una bala alojada cerca del corazón, recuerdo de una gresca cerca del Palais de Glace. Hoy Buenos Aires es, más bien, una chica frívola y empobrecida como aquellas hijas de la oligarquía que sólo conservaron el apellido. El Palermo de los malevos que pintó Borges hoy es un barrio pobre disfrazado de rico: sigue teniendo la estructura fabril de antaño con los locales de “diseño”, ya un poco démodée, montados en viejos talleres mecánicos.
—Ser o no ser, dar y aparentar, ¿cuál es tu opinión con respecto a la dialéctica del histeriqueo? ¿Es un mal necesario? ¿Una culpa karmática? ¿La expresión de una sociedad reprimida?
—Es la hipocresía de la que hablaba al principio. El problema no es el que aparenta una sexualidad desenfrenada y termina en eso, en una pura apariencia; el problema es el opuesto: los hombres y las mujeres que se rasgan las vestiduras ante la promiscuidad y la exhibición y luego, en privado, tienen una vida sexual inconfesable. Es el religioso que, mientras se llena la boca con Dios y la Virgen, es el que abusa de menores y los amenaza para que no hablen. Es el tipo que le miente a su mujer y a sus hijos. Es el político que dice una cosa y hace otra, que se pasó la vida despotricando contra los gays y cuando los vientos cambian, vota leyes de las que abomina en su fuero íntimo. Eso es, en fin, la hipocresía: no atreverse a despojarse de la moral y ser un verdadero libertino o, al contrario, ser un moralista hecho y derecho y vivir de acuerdo con lo que se predica. Dos caras de la misma moneda.
—Argentina con pecado concebida, ¿existe un vínculo entre corrupción y sexualidad?
—La corrupción es otra faceta de la hipocresía. Quiero, sí, hacer una distinción. El ejercicio de la sexualidad no debería salir de la órbita de lo privado. La corrupción, en cambio, es un vicio de la función pública y trasciende las prácticas íntimas. Ahora bien, hay un punto donde ambos elementos se tocan. La historia nos permite comprender mejor estas relaciones. Hubo momentos en los que el abuso y la corrupción sexual fueron políticas de Estado. El mestizaje fue, en efecto, una política pública de la monarquía española en América. Dicho de manera cruda: el mestizaje fue la violación sistemática de las mujeres de los pueblos originarios por parte de los conquistadores para expandir la sangre y los apellidos españoles en América. Mucho más acá en el tiempo, el nexo entre corrupción y sexualidad se materializa en negocios como la trata y la explotación sexual de personas. No sería posible, ni por un segundo, la existencia de la esclavitud, el tráfico y la explotación sexual sin el amparo de la policía, los intendentes, los gobernadores y las máximas autoridades de un país.
El mestizaje fue, en efecto, una política pública de la monarquía española en América. Dicho de manera cruda: el mestizaje fue la violación sistemática de las mujeres de los pueblos originarios por parte de los conquistadores para expandir la sangre y los apellidos españoles en América.
—Si bien la literatura es un estímulo de primer orden para el erotismo, a la hora de los bifes, ¿crees que es más eficiente recetar una pastilla o recitar un poema?
—Si yo ya estoy dispuesto para ir al combate con el pabellón enhiesto y de pronto mi partenaire me sale con una poesía, creo que la única forma de remontar la situación sería con una pastilla. Cada cosa en su lugar. La poesía me gusta lejos del sexo como el alcohol lejos de desayuno. Me opongo a las pastillas. Creo que existe una generación de chicos que no se atreve a salir a la noche sin un Viagra en el bolsillo.
—Según la investigación de distintos laboratorios, el mayor porcentaje de hombres que consume o ha consumido un estimulante sexual se encuentra en la franja etaria de los veinticinco y cincuenta años. ¿Consideras que el consumo de pastillas diluye o potencia la virilidad simbólica? ¿Las utilizarías por necesidad o por recreo?
No puedo creer que exista gente que salga a correr a diario y que mantenga relaciones cuatro o cinco veces por mes. Si no tiene con quién hacerlo, mastúrbese; nadie se conoce como usted mismo y la imaginación no tiene límites.
—En lo que a mí concierne, soy demasiado hipocondríaco para tomar Viagra. Es preferible que no se pare cierto órgano a que se pare el corazón. No utilizaría Viagra. La mejor manera de evitar disfunciones eréctiles es mantenerse en forma y entrenar. Hay que utilizar todos los días la herramienta para que no se anquilose. Es mucho más grato y saludable hacer ejercicios sexuales que levantar pesas o hacer flexiones. Es menester tener sexo todos los días de la vida. No puedo creer que exista gente que salga a correr a diario y que mantenga relaciones cuatro o cinco veces por mes. Si no tiene con quién hacerlo, mastúrbese; nadie se conoce como usted mismo y la imaginación no tiene límites. Por otra parte, reduce la angustia y ordena y jerarquiza las ideas. No es lo mismo el mundo antes y después de una eyaculación.
—Casados y solteros se envidian mutuamente por razones aparentes. De acuerdo con tus investigaciones, ¿quiénes tienen más relaciones sexuales?
—Los casados, obviamente. La gente que duerme todos los día en compañía de otra persona tiene muchas más posibilidades de mantener relaciones que el que, por regla general, duerme solo. Ahora bien, la calidad del sexo depende de cada caso particular.
—¿Es la Argentina una nación de piratas y cornudos?
—El mundo es un lugar de piratas y cornudos. La Argentina no es una excepción. Es más, los piratas suelen ser los más cornudos. Siempre ha sido así. La historia lo confirma. Nuestro héroe nacional, José de San Martín, escribió una carta dramática a un compañero de armas: “He nacido para cornudo”, confiesa al descubrir que su esposa le ha sido infiel no con uno, sino con dos soldados: los jóvenes oficiales Ramiro y Murillo. San Martín, en realidad, fue víctima de la venganza de Remedios de Escalada cuando se enteró de la aventuras de su heroico marido con Rosa Campusano, una hermosa ecuatoriana que conoció durante su derrotero libertario.
—¿Encuentras un placer erótico al momento de escribir? ¿Puede el sexo ser una pasión literaria?
—Por supuesto. Freud fue el primero en descubrir que toda obra literaria nace de una pulsión sexual sublimada. La relación entre sexualidad y literatura es inescindible. La escritura, y en consecuencia la lectura, son actividades de naturaleza erótica. Suscitar el llanto en el lector es fácil. Conseguir la risa es menos sencillo. Pero conseguir una erección o un orgasmo es lo más difícil. Sólo los escritores consumados los logran.
—La masculinidad como la conocíamos se encuentra en crisis. ¿Distingues paradigmas distintos en las nuevas generaciones? ¿Has cambiado mucho con respecto a la persona que eras hace veinte, hace diez años?
—Lamentablemente he cambiado muy poco. Me encantaría tener la plasticidad necesaria para cambiar. Es más, me considero un hombre algo anacrónico, un poco tanguero, un poco gótico (en el sentido de cierto romanticismo oscuro). Juzgar a las nuevas generaciones es cosa de viejo estúpido. Me resisto semejante actividad.
—“Si el joven supiera y el viejo pudiera”, dice un viejo dicho. ¿La experiencia sexual es comunicable, es un bien adquirido o una conquista personal?
—Tengo la edad exacta entre el saber y el poder. A mis casi cincuenta puedo aplicar todo lo que he aprendido. La literatura es uno de los pocos medios para comunicar la experiencia de la mejor manera. Es también un bien adquirido y una conquista personal. No son términos excluyentes.
—¿Casanova o Don Juan?
Ni uno ni otro.
—¿Algo que quieras agregar?
Sí, pero no ahora. ®