Los pensamientos poéticos son la sombra del trabajo formal de Heidegger, en ellos podemos encontrar las obsesiones recurrentes de los temas que habían moldeado su carrera, como el rompimiento con su formación sacerdotal y su creciente ateísmo en la primera década del siglo pasado.
Gómez Dávila habla de dos tipos de escritura, una “corta y elíptica” y otra “larga, lenta y minuciosa”. Los Pensamientos poéticos de Martin Heidegger (Barcelona: Herder, 2010) cumplen paradójicamente con ambos estilos de escritura, porque al mismo tiempo de estar configurados en verso y prosa breve, “la idea es un centro ardiente de consecuencias infinitas, pero no es aún sino germen y promesa en sí encerrada, una dura punta de diamante”.
Por esta ambivalencia que no se queda en la mera estilística poética, pero tampoco en las profundidades crípticas de la filosofía, Heidegger nos regala en sus pensamientos poéticos una hoja de vida, una faena paralela a su producción estrictamente filosófica, la cual hasta hace poco no había sido impresa, debido a que —como diría el traductor al español de esta obra, Alberto Ciria— estaba conformada por textos que nunca habían sido pensados “para el magisterio universitario y en su mayoría tampoco para su publicación”. Por lo que son escritos de carácter diverso, que van desde poemas y cartas de enamorado, recuerdos de sus años joviales, hasta reflexiones profundas impregnadas de rigor filosófico, así como meditaciones personales y autocríticas que iban acompañando etapa por etapa su labor académica.
A pesar del carácter personal de algunos de los pensamientos poéticos, jamás leeremos a un Heidegger desapegado de la filosofía. Quizá no en un sentido teórico, pero sí desde una postura existencial, no se ve, en las palabras del filósofo de la selva negra, ningún resabio de banalidad o poca elocuencia ni siquiera en sus expresiones más cotidianas. Una vida aplicada en filosofía es lo que Heidegger nos muestra hasta en sus versos más convencionales.
¿Por qué pensamientos poéticos y no simplemente un libro más de filosofía ajustado a una prosa normal y con reglas sintácticas convencionales? La respuesta es compleja, pero entendámosla de manera resumida. La presunción de Heidegger fue llevar su crítica de la filosofía tradicional hasta sus últimas consecuencias.
Los pensamientos poéticos son la sombra del trabajo formal del filósofo alemán, en ellos podemos encontrar las obsesiones recurrentes de los temas que habían moldeado su carrera desde el inicio, como el rompimiento con su formación sacerdotal y su creciente ateísmo en la primera década del siglo pasado: “Me aparté de la fuerza de la cercanía de dios, esa fuerza/ que crea a los héroes/ y, a la caza de fuegos fatuos, anduve a tientas/ por la necesidad y la noche/ olvidé la iluminación de la estrella/ apoyé la frente caliente/ en el blanco tronco, empapado de rocío/ del abedul: el árbol se estremece/ temeroso de mí”.
Encontramos también entre sus meditaciones poéticas reflexiones sobre la posterior consolidación de su obra más conocida, Ser y tiempo, y su postura crítica ante la filosofía metafísica sustentada en la insistencia de que el ser no puede ser explicado desde lo ente: “El comienzo del pensamiento descansa en la diferencia del ser”. Se leen también críticas al antropocentrismo derivado del nihilismo, ambos causantes del olvido del ser: “Figurándose que él mismo es/ medida de todas las cosas/ cegado por su propia potencia/ el hombre atraviesa hoy el extravío”. Además de críticas recurrentes a la avasalladora técnica planetaria que nos orilla a creernos los dueños del universo, transgrediendo la tierra y olvidando lo primordial: “Enajenado de las estrellas/ asolando la tierra/ falseando el pensar meditativo/ al reconvertirlo en un calcular/ cerrado al dictado que aguarda/ a los únicos poetas”.
Asimismo, hay meditaciones en torno a la autenticidad que dan varias situaciones primordiales de la existencia como el querer: “La experiencia fundamental del amor viviente y de la verdadera confianza hizo que mi ser se desarrollara y acrecentara. Actuó de forma creadora, en el sentido de que los modos de comportamiento del trabajo interior, hallaron el centro e irrumpieron desde el origen” —y la muerte—: “Sé antes de toda despedida…/ ¿Habitantes en la muerte? Territorio virgen, que ni es final, ni es viraje/ sonido no escuchado/ del comienzo que hace propio del puro nadeamiento”.
¿Por qué pensamientos poéticos y no simplemente un libro más de filosofía ajustado a una prosa normal y con reglas sintácticas convencionales? La respuesta es compleja, pero entendámosla de manera resumida. La presunción de Heidegger fue llevar su crítica de la filosofía tradicional hasta sus últimas consecuencias, a tal grado que incluso lo pensado no se tuviera que ajustar a sustantivos o parámetros que hicieran del ser una presencia constante, acaso descrito a partir de categorías y conceptos estáticos que le quitarían su sentido originario: el ser es algo muy distinto a lo ente, el ser no es nada. El texto más libre y más congruente al respecto son estos pensamientos poéticos pues “permiten evitar proposiciones enunciativas, en general frases; fuerzan a eludir todas las partículas y logran acceder a una usanza propia del pensar”. Para el filósofo de la selva negra ésta sería la manera en que habrá de pensarse el ser, a través de un discurso sin ataduras, de un mero enunciar lo acontecido, sin la necesidad de las reglas tradicionales del lenguaje, “¿se hallará aún alguna vez esta vía del decir?” ®