En este viento luminoso que es el universo de Paul Bowles hierven las palabras y la música. Su obra y su vida son una invitación al disfrute.
Comenzaré diciendo que Casi nada es un libro esbelto, cuya espina dorsal es del grueso de mi atigrado lápiz Maped, de tono ligeramente más claro que el de la arena de Tánger y compuesto de 87 páginas color paja que recorren 51 años de poesía del escritor cuya vida y obra resultan interesantísimas.
Casi nada tiene la ligereza de las plumas de un ave con tan sólo cuarenta y ocho poemas y el peso de un monolito por lo que representa. El nombre del libro proviene de uno de los poemas de corte intimista que Bowles le escribió a su esposa Jane Auer varios años después de su muerte. Paul y Jane sostuvieron durante treinta y cinco años un matrimonio que más bien era una relación de amistad con cariño y cuidados y en la que ambos mantenían relaciones bisexuales de manera consensuada.
Dado que Paul Bowles se dedicó poco a la poesía, me resulta curioso encontrar este libro. Adolescente publicó sus primeros versos en la revista parisina Transition, de los que Gertrude Stein —una de sus mejores y admiradas amigas en su vida adulta— opinaba que “eso” no era poesía y que él “no era un verdadero poeta”. Un comentario que no le importó ni lo detuvo, pues siguió publicando en Estados Unidos, Francia e Inglaterra.
Paul y Jane sostuvieron durante treinta y cinco años un matrimonio que más bien era una relación de amistad con cariño y cuidados y en la que ambos mantenían relaciones bisexuales de manera consensuada.
De niño escribió historias de animales y sus primeras crónicas de viaje. Posteriormente, se dedicó a escribir novelas como El cielo protector (llevada al cine por Bernardo Bertolucci), Déjala que caiga, La casa de la araña, La tierra caliente, Muy lejos de casa y relatos como Delicada presa, El tiempo de la amistad, Antes del amanecer y Un episodio distante. Además de libros de poemas y traducciones de cuentos populares africanos, también publicó algunas memorias y una autobiografía.
Para entrar a Casi nada es necesario considerar como antecedente que Paul Bowles (New York 1910–1999) escribió poesía con la forma de “escritura automática” subconsciente de los surrealistas. Ésta consistía en poner la mente en blanco antes de empezar a escribir y sin pensar en lo que se decía. Esta manera de creación literaria presenta, por razones obvias, dificultades al traducirse de una lengua a otra de distinta familia, así como problemas al momento de abordar los versos. Sin saber esto, el lector puede sentir cierta frustración al no experimentar el poema. Para mí fue un tanto difícil entrar en algunos de ellos. Sin embargo, la ternura de Casi nada me cautivó. En éste el poeta no puede más que mostrarse ante el dolor de la pérdida y llevarnos a su intimidad:
Primero había lodo, y el sonido de la respiración, y nadie sabía bien dónde estábamos. Cuando lo averiguamos, era demasiado tarde. Ahora nada puede suceder salvo como debe suceder. Y luego estuve solo, y no importó. Sólo porque para entonces nada importaba.
A la soledad que no le importó, pero se le vino encima cuando Jane le faltó:
Y ¿quién distingue la diferencia entre tú y yo? Y tú misma tienes la culpa de lo que has hecho conmigo. ...Cuando los árboles estaban allí me importaba que estuvieran, y ahora ya no están... Hay muchas cosas que quería decirte antes de que te fueras. Ahora no las diré.
En este libro también hay dos escritos en prosa: “Entidad” y “Ningún pueblo”, que son ejemplos de esa escritura automática, en que aparentemente se respeta la sintaxis y se escriben sensaciones a través de imágenes sonoras, visuales y semánticas.
Lo más interesante de la poca poesía escrita por este autor se relaciona con su visión musical. Él mismo explicaba que su poesía estaba influida por la música. Sentía una especial fascinación por la eufonía del lenguaje. Como él mismo dijo alguna vez: “No recuerdo ninguna época en que la palabra escrita no me evocara el sonido correspondiente.”
Es por ello que pueden apreciarse aliteraciones, anagramas, encabalgamientos y disemias, así como rupturas sintácticas en versos largos. Los temas que aborda en Casi nada tienen que ver con el paisaje y los elementos de la naturaleza.
Otros de sus poemas incluidos en este libro tienen formas gráficas que dan la impresión de que el autor pretendía hacer del poema un objeto con movimiento propio.
Y es que este neoyorquino, poeta, narrador, traductor, periodista, compositor y etnomusicólogo, más que escritor era nómada. Un eterno viajero que se enamoró de la riqueza de las culturas étnicas, de sus ritos, música y costumbres. Tuvo un especial cariño por la tradición oral marroquí, de la que tomó elementos para sus narraciones.
Aprendió varias lenguas, entre ellas francés, alemán, árabe y zapoteco. Escribió algunos de sus poemas en francés y afirmaba haber aprendido el español leyendo Altazor, de Huidobro.
Un espíritu libre, auténtico y solitario tenía una personalidad tan magnética e irresistible que atrajo a Tánger a una gran cantidad de intelectuales, fotógrafos, dramaturgos, cineastas, bailarines, pintores, escultores, músicos, artistas y escritores
Un espíritu libre, auténtico y solitario tenía una personalidad tan magnética e irresistible que atrajo a Tánger —donde vivió desde 1931 por influencia de Gertrude Stein— a una gran cantidad de intelectuales, fotógrafos, dramaturgos, cineastas, bailarines, pintores, escultores, músicos, artistas y escritores de las corrientes dadaísta, surrealista, existencialista, neorrealista y de la generación Beat. Aunque se consideraba un solitario, hizo grandes amistades del medio artístico. Amigos cercanos fueron Truman Capote, Gore Vidal, William Burroughs, Tennessee Williams, Mohammed Mrabet, Allen Gingsberg, Jack Kerouac. En su viaje a México en 1934 conoció a Silvestre Revueltas, Pablo Moncayo y Blas Galindo.
Algunos de ellos influyeron en sus creaciones. En su poesía se notan influencias de Isherwood, Auden, e.e. cumings y William Carlos William, con quienes trató personalmente. Y en la música que aprendió de niño se percibe la influencia de Aaron Copland. Por todos era sabido que Paul Bowles admiraba el trabajo de escritura de Franz Kafka y de Jorge Luis Borges.
En este viento luminoso que es el universo de Paul Bowles hierven las palabras y la música. Su obra y su vida son una invitación al disfrute. ®