Se puede partir de la hipótesis de que el gozo, “ananda”, es la esencia última de la naturaleza, guía y señuelo para dirigir la acción por los innumerables caminos de la vida, esa vida que nace de la exuberancia de millones de células, espermas y esporas, que se mueven por el placer y van hacia el gozo.
El universo viene del gozo, se mantiene por el gozo y va hacia el gozo.
—Sentencia tántrica
El cuerpo es un templo que suele mirarse con reserva, con una cautela tan temerosa que impide que nos adentremos en él para conocerlo y disfrutarlo ampliamente: a placer. Los diversos óbices psicológicos y sociales impiden expandir la mente para hacer del cuerpo algo gozoso, propiciando que lo discernamos como algo completamente ajeno.
En la mayoría de las festividades lo que se celebra en realidad no es determinada fecha o acontecimiento, el principal regocijado es —aunque efectivamente recurriendo muchas de las veces al consumo excesivo de bebidas, drogas, sexo, alimentos— precisamente el cuerpo, los cuerpos que se mezclan en el alborozo.
La orgía, por ejemplo, está íntimamente ligada a la fiesta. “Es ésta una institución en la cual se suspenden las reglas de la vida diaria y se produce un estado de excitación colectiva. Todo con un principio y un fin prefijados. Con un ritual de entrada y un ritual de salida. Por lo regular, también la orgía se desarrolla dentro de una fiesta; en el pasado, dentro de las grandes fiestas rituales, de las que sobrevivieron el carnaval de Río, la Oktober Fest de Mónaco. Pero hasta en las fiestas privadas, la mayoría de las veces la orgía se prevé con anticipación y tiene un principio y un fin”.1
Actos orgiásticos que suelen acompañarse de otro tipo de experiencias, psicológicas o psicodélicas, como la religiosa o la ingestión de drogas o alcohol. En el caso de los cultos dionisiacos la promiscuidad no cumplía una función meramente erótica, sino fundamentalmente espiritual; los actos sexuales en grupo eran una forma de elevación divina, una catarsis para aproximarse a dios. Muy parecido a lo que ocurría en la celebración de los aquelarres, sólo que en éstos, a diferencia de aquéllos, el desenfreno y la entusiasta promiscuidad tenían como finalidad abrir las puertas del infierno para consultar a Satán.
En el caso de los cultos dionisiacos la promiscuidad no cumplía una función meramente erótica, sino fundamentalmente espiritual; los actos sexuales en grupo eran una forma de elevación divina, una catarsis para aproximarse a dios.
Con respecto a la utilización de drogas, específicamente los psicotrópicos, el uso que le han dado diversas culturas a lo largo de la historia ha tenido un sentido primigenio también de tipo mágico-religioso, a través de una estricta ritualidad de tipo sacramental. Sustancias que, al expandir la psique, permiten abrir otro tipo de puertas: las de la percepción.2
Tal poder de autoconocimiento otorgan las sustancias psicodélicas —como el LSD, la mescalina o el hongo psilocide— que hoy llegan a ser utilizadas por la medicina “alternativa”; aunque hay que enfatizar que esa permisividad se debe a la estrecha relación que esa medicina tiene con el conocimiento de Oriente; en donde —y al igual que en varias regiones de México— las plantas alucinógenas han sido utilizadas desde tiempos ancestrales. Precisamente en el caso de la filosofía oriental, existen tres vivencias de viaje ácido con la que se conecta perfectamente: “las experiencias de unidad, de cambio y de cesación del tiempo. La primera es una noción básica del hinduismo, la segunda en el taoísmo y la tercera en el zen.
”La experiencia unitaria consiste en un fenómeno físico de debilitamiento de todo el cuerpo, relajación e inactividad que, poco a poco se va transformando en un fenómeno psíquico de desaparición del ego. La personalidad individual, la afirmación volitiva, se diluye en un ser más amplio cuyo cuerpo es todo lo que se percibe. Si se está dentro de una habitación, sus paredes son las paredes del cerebro. La cabeza ‘estalla’ literalmente en un blow up que incluye todo lo circundante. El cuerpo desborda las fronteras de la piel, y el organismo y su medio se convierten en un todo indisoluble. A esta experiencia le siguen otras concomitantes de que todo está vivo, que los objetos vibran e irradian energía”.3
Situación muy distinta a lo que ocurre con drogas químicas, como el éxtasis, pues el consumo de ésta no tiene ninguna finalidad de tipo espiritual, terapéutico ni existencial.4 Pero al igual que las sustancias psicoactivas, la ingesta del éxtasis requiere, para un mayor y mejor efecto, de todo un proceso de ritualización en donde el espacio-tiempo y el cuerpo-música electrónica se convierten en elementos imprescindibles para garantizar y maximizar la intensidad del “viaje”. Un rave5 organizado en una zona abierta y alejada de la urbe, en la que no sólo puede entrarse en contacto con la naturaleza, sino que también se garantiza el after hours, ofrece una experiencia muy distinta a la de un chill-out en un club nocturno de la ciudad, en donde además el tiempo es más acotado.
También hay que enfatizar que aunque, efectivamente, en los raves generalmente se consigue alcanzar un ambiente de armonía —en donde la empatía subvierte las jerarquías—, es completamente equívoco creer que quienes acuden a estos eventos, como asegura Rossana Reguillo sobre la escena rave en México,6 tienen “una conciencia del mundo” y, más aún, una “conciencia ecológica”. Así como también es un error aseverar que en tales actos se estimula la sociabilidad cuando, por el contrario, y aunque se trate de un consumo masivo, el individuo se abstrae y termina por aislarse de la colectividad.
En cuanto al cómo y el para qué utilizar este tipo de drogas ha sido uno de los grandes debates. En su momento, Aldos Huxley y el poeta Allen Ginsberg divergieron sobre las respuestas a estas dos interrogantes. El primero sugería y defendía su uso terapéutico, a diferencia de Ginsberg, quien estaba a favor de un consumo masivo y “democrático”, lo cual, aseguraba, propiciaría un cambio tanto sexual como político.
Aldos Huxley y el poeta Allen Ginsberg divergieron sobre las respuestas a estas dos interrogantes. El primero sugería y defendía su uso terapéutico, a diferencia de Ginsberg, quien estaba a favor de un consumo masivo y “democrático”, lo cual, aseguraba, propiciaría un cambio tanto sexual como político.
En la actualidad el uso terapéutico de los psicotrópicos es más aceptado, pero su recurrencia como medio de autoconocimiento y trascendencia corpóreo aún sigue siendo repudiada. Animadversión y tergiversación que proviene no sólo de los sectores más conservadores, sino también de las izquierdas “revolucionarias”. Los primeros aseveran que la droga, réproba pandemia, contribuye a fracturar el cemento social; los segundos afirman que es un producto creado por el capitalismo para impedir que los individuos se inserten en la lucha por la emancipación.
Así lo pensaban los straight edge (sXe). En sus inicios, durante la segunda mitad de la década de los setenta, los straight edge punks portaron un estandarte de rechazo a las drogas, al alcohol y a la práctica del sexo en cualquiera de sus formas “promiscuas”, sin intentar imponer ni discriminar a quien pensara de forma distinta. Para la década de los ochenta ese movimiento —que había nacido en Washington y se había extendido ya para entonces por todo Estados Unidos y parte de Europa— comenzó a adquirir rasgos fascistas: práctica de la violencia, intolerancia, sectarismo… Al final pasarían de un extremo a otro.7
Contorsionismos ideológicos que resultan más absurdos e irrisorios cuando provienen de las corrientes filosóficas o políticas “más tolerantes”; extremismos muchas veces pueriles que se han desatado de forma obcecada hasta en contra de aquellas formas más tradicionales de gozar el cuerpo, como lo es el baile. Por ejemplo, “los anarquistas desconfiaban del tango, al que consideraban, igual que los sectores más conservadores, una música lasciva, prostibularia e inmoral”.8 Cuestión no de doble, sino de falsa moral.
Sin duda, “las religiones e ideologías organizadas y autoritarias, las patriarcales, afirman siempre que lo placentero no es en serio, y fundamentan en este supuesto la puritana moral de trabajo que conduce a la explotación del hombre por el hombre. Contrariamente a lo que pretenden las religiones y las ideologías autoritarias, se puede partir de la hipótesis de trabajo como cualquiera otra. Karl Popper dice que ninguna hipótesis se demuestra nunca, todas son tentativas: se refutan, pero no se demuestran. Se puede partir por tanto de la hipótesis de que el gozo, ‘ananda’, es la esencia última de la naturaleza, guía y señuelo para dirigir la acción por los innumerables caminos de la vida, esa vida que nace de la exuberancia de millones de células, espermas y esporas, que se mueven por el placer y van hacia el gozo”.9 ®
Notas
1 Francesco Alberoni, El erotismo, México: Gedisa, 1986, p. 100.
2 Para hacer referencia a la famosa obra de Aldos Huxley Las puertas de la percepción, en la cual aborda sus experiencias con la mescalina, así como sus implicaciones ontológicas y místicas.
3 Luis Racionero, Filosofías del underground, Barcelona: Anagrama, 2002, pp. 139-140.
4 Esto no debe de interpretarse como una satanización del consumo de éxtasis, pues no me interesa asumir posición alguna de tipo moral. Sólo pretendo identificar y diferenciar las distintas formas en que la droga se utiliza como vehículo para somatizar la fiesta.
5 A diferencia de lo que sucede con otro tipo de actos, en un rave el consumo de drogas, principalmente éxtasis y LSD, es una liturgia que le es inherente, como lo es la música electrónica.
6 “Cuerpos juveniles”, en Movimientos juveniles en América Latina. Pachucos, malandros, punketas, Barcelona: Ariel, 2002.
7 Vale destacar que quienes propiciaron que los straight edge devinieran en tan aberrante movimiento fueron algunos miembros de las nuevas generaciones.
8 Citado por Javier Campo, Las ideas libertarias y la cuestión social en el tango, Buenos Aires: FLA, 2005, p. 5. Percepción que tenían sólo los más recalcitrantes anarquistas, que con regularidad eran los más viejos.
9 Op. cit. Racionero, pp. 116-117.
dondaniel
Divido al movimiento rave en dos: trance psicodélico y todo lo demás. En el primer si que hay más consciencia ecológica y de unidad… no puedo decir que 100% pero mucho más que en otros entornos rave.