Larga vida, Elena

Entrevista a Patricia Rosas Lopátegui

Patricia Rosas Lopátegui es biógrafa oficial de Elena Garro y autora de textos y compilaciones indispensables para conocer y comprender la extraordinaria obra y la difícil circunstancia de una de nuestras más entrañables escritoras.

Patricia Rosas Lopátegui y sus Diálogos con Elena Garro.

Por su importancia y vigencia reproducimos esta entrevista a la biógrafa oficial de Elena Garro el 13 de diciembre de 2016, al cumplirse el centenario de una de nuestras mayores escritoras.

Yo no estoy para contar su existir ni ustedes para oírlo de mí. Solo puedo decir que he descubierto la poesía de Elena Garro en su plenitud gracias al tomo recopilado por Patricia Rosas Lopátegui a pesar de todas las tormentas vistas y sufridas por ella en la aventura en la que entró al enamorarse como nadie de la obra de Elena Garro. Ha sido una lucha tenaz, de heridas y combates, picaduras de avispas, hasta de parientes viles y ambiciosos. Este año estamos celebrando el centenario del nacimiento de Elena Garro. Sí la agarró a la Garro la hecatombe de la edad, pero su obra literaria crece sin la injuria del tiempo, algo así diría sor Juana Inés de la Cruz, con la cual ha de convivir allá arriba al lado del Señor a quien no lo perturba nada, sabe y escribe Santa Teresa de Ávila. Entre escritoras te veas.
—María Luisa “la China” Mendoza

Elena Garro sigue dividiendo opiniones. A unos pocos días de conmemorar el centenario salieron a la luz dos incidentes imposibles de ignorar: la faja que acompañaba el libro Reencuentro de personajes (Drácena, 2016) y que tuvo que ser removida a causa de las protestas causadas por su publicidad grotesca y misógina. Durante la misma semana se publicó la noticia de que Jesús Garro, sobrino y heredero de Elena Garro, demandó a la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) y a Patricia Rosas Lopátegui, biógrafa oficial de Elena Garro y Helena Paz Garro. Esa demanda lo único que ha conseguido es retirar del mercado editorial el libro Cristales de tiempo, poemas inéditos de Elena Garro. Resulta irónico que el libro de la controversia, publicado por una editorial extranjera, en el que no sólo la faja o cintillo es ofensivo, machista y misógino sino que el epílogo irrespete la memoria de Garro, además de manifestar un desconocimiento total de su vida y obra, siga en circulación y no así Cristales de tiempo.Alrededor de la historia de Elena Garro y de Octavio Paz se han construido altos e infranqueables muros que los han convertido en rivales eternos, no sólo a ellos, sino a los admiradores y lectores de su obra también los han dividido. Por un lado están los pacistas y del otro los garristas. Se vislumbra un nuevo bando enemigo: los que están de parte de Jesús Garro y los que están de lado de Patricia Rosas Lopátegui. En este combate y lucha de intereses estamos los lectores. Somos los que perdemos. Al retirar un libro del mercado editorial que no ofende a la memoria del autor ni a los lectores, retrocedemos.
Al conmemorar el Centenario de Elena Garro descubriremos, de mano de su biógrafa oficial, su faceta poco conocida. Hablaremos de Cristales de tiempo, poemario inédito de Elena Garro. Los poemas, además del trabajo de edición, estudio preliminar y notas realizado por Lopátegui, son admirables. Es un reconocimiento a la obra poética desconocida de Garro, y que la ambición y codicia, una vez más, amenaza con mantener a la sombra.

Nueva York, 1956. De izquierda a derecha: Elena Garro, Adolfo Bioy Casares, Octavio Paz y Helena Paz Garro

Larga vida, Elena.      

—Patricia, el jueves 8 de diciembre se publicó la noticia de que Jesús Garro, sobrino y heredero de Elena Garro, demandó a la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) y a Patricia Rosas Lopátegui por robo y abuso de confianza, “dice que no sólo no dio autorización para la publicación del volumen sino que además el libro contiene poemas que él ya había publicado en Elena Garro en la intimidad, de 2009”. La demanda se interpuso el 20 de julio. En esa noticia el demandante asegura que Helena Paz le dio el poder como representante literaria, no como heredera, ni tiene los derechos. A lo que José Garro pregunta: ¿Dónde está la autorización y con qué derecho está usted publicando?

—Firmé contratos como agente literaria y biógrafa de Elena Garro y de Helena Paz Garro en el invierno de 1997–1998. En este contexto, las dos escritoras me entregaron la colección de poemas que publiqué en Cristales de tiempo…, así como el material que apareció en Yo sólo soy memoria. Biografía visual de Elena Garro (Ediciones Castillo, 1999) y en Testimonios sobre Elena Garro. Biografía exclusiva y autorizada de Elena Garro (Ediciones Castillo, 2002). En el 2006 Helena Paz Garro y yo firmamos otro contrato para continuar con esta relación, como lo indico en el estudio preliminar de Cristales de tiempo…; este contrato está vigente y es el que me autoriza a publicar los poemas de Elena Garro. Pueden consultarlo en la Notaría Número Dos de Cuernavaca, Morelos. Ninguna editorial publica un libro si no hay un contrato que avale la obra en cuestión, por lo tanto, la Universidad Autónoma de Nuevo León no cometió ningún acto ilegal, ni la que habla en estos momentos.

Jesús Garro Velázquez transcribió los fragmentos de poemas de Elena Garro de mi libro Testimonios sobre Elena Garro. Biografía exclusiva y autorizada de Elena Garro (Ediciones Castillo, 2002) en su volumen Elena en la intimidad (2009). Los transcribió tal cual aparecen en Testimonios sobre Elena Garro, los poemas son fragmentos y no están todos ellos en
esta biografía, por lo que en el libro de Jesús Garro Velázquez no están todos los poemas que edité y compilé en Cristales de tiempo. Poemas inéditos de Elena Garro (UANL, 2016). Esto lo pueden comprobar al cotejar ambas ediciones. Confabulario, suplemento cultural de El Universal, publicó el 11 de diciembre de 2016 dos poemas que transcribió textualmente de mi edición de los poemas de Elena Garro sin darle el crédito correspondiente a esos poemas publicados en Cristales de tiempo… Jesús Garro Velázquez  proclama tener derecho a este material, ¿por qué entonces no ha hecho su propio trabajo editorial de los poemas de Elena Garro y utiliza el mío? ¿Por qué El Universal cae en estas irregularidades?

—¿Cómo se enteró de la existencia de ese material inédito?

—Desde que leí por primera vez Los recuerdos del porvenir en 1976 tuve la impresión de que Elena Garro era poeta y estaba segura de que había abordado ese género. Pero en aquella época no había indicios; la marginación que padecía Elena Garro era brutal, no se conseguía información y nadie quería hablar sobre ella. La noticia de que efectivamente también era versificadora nos la dio la misma Elena en aquella carta que le envió a Emmanuel Carballo y que éste publicó en sus Protagonistas de la literatura mexicana, en 1986. La misiva data del 29 de marzo de 1980, cuando vivía el ostracismo en Madrid: 

En 1953, estando enferma en Berna y después de un estruendoso tratamiento de cortisona, escribí Los recuerdos del porvenir como un homenaje a Iguala, a mi infancia y aquellos personajes a los que admiré tanto y a los que tantas jugarretas hice. Guardé la novela en un baúl, junto con algunos poemas que le escribía a Adolfo Bioy Casares, el amor loco de mi vida y por el cual casi muero, aunque ahora reconozco que todo fue un mal sueño que duró muchos años.

Posteriormente, Elena Garro y Helena Paz Garro, en calidad de su agente litraria, me entregaron estas composiciones poéticas para que se publicaran.

—Convive mucho tiempo y en distintas épocas con las dos Elenas. ¿Alguna vez le comentó algo, alguna confesión de inseguridad? ¿Cómo se sentía Elena respecto a su capacidad poética?

—La poesía fue siempre una de las compañeras más asiduas y leales de Elena Garro. Desde pequeña leyó a los grandes poetas griegos, latinos, alemanes, ingleses y españoles. De ahí que su producción revele esa familiaridad con la poesía y que no sólo su lenguaje esté impregnado de un excepcional lirismo, también el contenido y las estructuras de sus obras revelen que éstas se encuentran determinadas por el orden que rige a la imaginación, a la suprarrealidad, que es decir a la poesía. En el estudio preliminar al poemario explico que cuando se dio a conocer como dramaturga en Poesía en Voz Alta en 1957 con sus piezas Andarse por las ramas, Los pilares de doña Blanca Un hogar sólido, los críticos de la época coincidieron en su calidad poética. Por ejemplo, Rafael Solana escribió en la revista Siempre!:

Un hogar sólido es una obra de la más alta calidad poética y literaria, algo de lo más bello, de lo más elevado, de lo más importante que autor dramático alguno haya escrito en México en este siglo. […]; felicísimo acierto, cumbre literaria, una de las más altas que el teatro poético moderno haya alcanzado (y esta vez no estamos hablando solamente del de México, sino también del que conocemos de otros países). […] Un hogar sólido es una maravilla de belleza, de poesía, de gracia, de inteligencia, de talento.

Margarita Michelena comentó en Hoy:

Por [estas tres obras] circula la poesía en libertad […]. Hay que ser todas las cosas, ellas mismas, por el corazón y por la orilla. Hay que ser la poesía, la inocencia total y sagrada del mundo. Con estas páginas de las que fluye la frescura metafórica más rica y más viva, Elena Garro prueba […] que la inocencia, que la facultad de maravillarse son el mágico manantial de donde brota, temblando en su gracia original, infalsificable, la poesía. Y que la poesía es, a su vez, la única forma posible de recobrar la verdadera sabiduría, esto es, la inocencia.

Para Elena Garro la poesía no le era ajena, vivía y se nutría de ella. La marginación que padecieron sus poemas se remite a su relación con Octavio Paz, quien le prohibió no sólo escribir poesía, sino todo lo que tuviera que ver con el desarrollo de su talento. Como me comentó su hija Helena Paz Garro: 

¿Es verdad que tu padre le prohibió a tu mamá escribir poesía?
Me respondió sin titubeos.
—Mi papá le prohibía escribir todo. No sólo poesía, todo, no la dejaba expresarse. Recuerdo que un día yo lo fui a ver y le dije que la dejara expresarse. Y él me preguntó: “¿Crees que así se le quite la locura?” Yo le repliqué: “La locura no, porque mi mamá no está loca, lo que se le va a quitar es la depresión”.

“En México, por el simple hecho de ser mujer, todo queda invalidado… En México, apenas una mujer es un poco inteligente, tiene otras aspiraciones; quiere trabajar, escribir, hacer algo, todos se confabulan para ver ‘qué le hacen’, cómo la destruyen, cómo la dañan”. Estas frases siguen vigentes, ¿no?

Cuando Elena Garro me entregó estos poemas en 1997 deseaba que se dieran a conocer. El hecho de que varios de ellos consten de varias versiones indica su interés por trabajarlos, es decir, darlos a la luz pública. Fueron las circunstancias adversas las que impidieron su edición, pero esto sucedió con la mayoría de su producción. La obras de Elena Garro no se publicaron inmediatamente después de su escritura, siempre se quedaron guardadas u olvidades en sus míticos baúles por los preceptos machistas de Octavio Paz y de la cultura mexicana en general. Elena expresó en los años sesenta: “En México, por el simple hecho de ser mujer, todo queda invalidado… En México, apenas una mujer es un poco inteligente, tiene otras aspiraciones; quiere trabajar, escribir, hacer algo, todos se confabulan para ver ‘qué le hacen’, cómo la destruyen, cómo la dañan”. Estas frases siguen vigentes, ¿no?

—Dicho por usted, lo más difícil fue ordenar el material, ya que algunos textos presentaban mayor trabajo estético, una estructura, rítmica y prosodia más elaborada que en otros, no todos estaban fechados “ya que ella era enemiga del tiempo cronológico”. Además, algunos poemas tienen dos versiones. Quienes hemos leído acerca de la vida y el temperamento de Elena Garro, sabemos que ella era así: disipada, despreocupada, libre. El misterioso baúl que aparece y desaparece a través de sus múltiples mudanzas, por aquí y por allá. No sorprende que la despreocupación por su material poético corriera con la misma suerte. ¿Por qué decide nombrar al libro Cristales de tiempo?

—Yo creo que se ha construido una leyenda en torno a una Elena Garro despreocupada por su obra. Me parece que es una percepción falsa y equivocada. Hay varias circunstancias que algunos estudiosos de Garro se niegan a reconocer. Al casarse con Octavio Paz sus proyectos intelectuales quedaron truncados por la autocracia de Paz. Durante veinte años se convirtió en la sombra del marido. Después, cuando por fin pudo darse a conocer como escritora, se involucró en la lucha de los desamparados, enfrentó al sistema político mexicano y a los intelectuales coludidos con el poder. Esto le ocasionó enemistades poderosas que le hicieron la guerra, la desacreditaron y terminaron por eliminarla de la vida política y cultural. Por su posición contestataria no pudo tener tranquilidad para desarrollar sus proyectos literarios, a diferencia de los escritores allegados al gobierno que recibían prebendas, y por lo tanto publicaban sin ningún contratiempo. Por otro lado, no hay que olvidar que Elena fue un ser de muchos intereses y combates: escritora, pero también activista entregada a las causas de justicia social y de la democracia. Sin embargo, siempre defendió su vocación de ser escritora. Creo que cuando negaba o tomaba a la ligera este oficio, era su mecanismo de defensa ante el ninguneo que padecía al lado de las figuras masculinas prepotentes que la rodeaban. Esto persiste hasta hoy en día, basta ver la edición de Reencuentro de personajes que lanzó la editorial española Drácena en pleno centenario del natalicio de Elena Garro. Es como si estuviéramos viviendo hace cincuenta años, cuando sus correligionarios se burlaban de su lucha en favor de los desamparados, la acusaban de perseguir a Octavio Paz y de promiscua. Drácena retoma estas aseveraciones sexistas y misóginas y las imprime nada menos que en una de las novelas más innovadoras de la literatura en lengua española. La cizaña salta a la vista: hay que desacreditar el talento femenino para que no quede en entredicho la mediocridad del masculino. Estamos una vez más ante la insolencia de los patriarcas que lanzan afirmaciones sin fundamento, porque la sociedad les permite hacer y decir lo que les venga en gana. La impunidad impera en todos los ámbitos.

Elena Garro asumió este oficio como muy pocos lo han hecho, ya que escribió en las peores condiciones de vida y dejó un legado valioso en cada uno de los géneros que abordó: en el periodismo, teatro, novela, cuento, libretos, poesía, memorias.

Por lo tanto, no estoy de acuerdo con ese mito de la escritora indiferente a su obra; al contrario, Elena Garro asumió este oficio como muy pocos lo han hecho, ya que escribió en las peores condiciones de vida y dejó un legado valioso en cada uno de los géneros que abordó: en el periodismo, teatro, novela, cuento, libretos, poesía, memorias.

Me preguntas, ¿por qué titulé su poemario Cristales de tiempo? Por dos razones: una, porque el tiempo es uno de los leit motivs en toda su obra y siempre adquiere las formas más inimaginables o inesperadas, y dos, porque para mí cada poema representa la cristalización de un recuerdo que pervive en su memoria; en la memoria —nos dice Elena Garro— se conjugan el pasado, el presente y el porvenir. Y ésta es la esencia en sus poemas, como en el resto de su producción. Helena Paz Garro recibió con alegría el título.

—El libro se divide en cinco capítulos…

—Sí, la “Infancia en la memoria”, que reúne los textos en los que aparece la nostalgia por el “paraíso perdido” que en la obra de Elena Garro es siempre la infancia; “Horror y angustia en la celda del matrimonio”, consta de los poemas que capturan sus experiencias al lado de Octavio Paz, ninguna de ellas alentadora; “A mi sustituta en el tiempo”, es el encabezado de uno de sus poemas más emblemáticos y que titula esta sección, este apartado se caracteriza por la diversidad temática pues compila las composiciones a su hija Helena, a su madre Esperanza, a su tío Boni, a José Stalin, entre otros; “Bioy, tú me diste una tan buena lección que yo ya no puedo enamorarme de nadie, ni siquiera de Bioy”, representa al grupo más prolífico con los poemas de amor y desamor al escritor argentino, y “La poética del exilio”, la menos abundante, aunque es la que contiene sus dos poemas más extensos: “Lola”, con 298 versos, y “Vamos unidas”, con 921. En este último aparecen todos sus ciclos existenciales; es su epopeya, su canto a la vida, a la infancia paradisiaca, a sus batallas, a sus derrotas y su crítica punzante al poder, a todos aquellos que traicionan la verdad y la libertad.

—La poesía de Elena Garro lleva tintes de filosofía existencialista, del romanticismo alemán: lo onírico, el Doppelgänger y lo surrealista, pues ella era conocedora de las vanguardias europeas de los años veinte y treinta. En Cristales de tiempoel leitmotives el manejo del tiempo, la memoria y la infancia. Su poesía es íntima y a la vez vanguardista. Evoco estos versos que me encantaron: 

La voz viene del centro profundo de mi ombligo.
Hay quien vive adentro del ombligo  y que me llama.

[…]
Me busco, Me encuentro.
Nadie levanta la bacinica que cubre paisajes, pájaros vistos en deslumbrantes copas,
El pico de la estrella de la cual colgaba yo

—Sí, es uno de los poemas de largo aliento de Elena Garro: “El llano de huizaches”. Cuando yo leí por primera vez este poema pensé inmediatamente en Coyolxauhqui, la diosa lunar azteca desmembrada por su hermano Huitzilopochtli, el dios de la guerra. La inteligencia y la insubordinación femeninas en el poema y en el mito son castigadas por la supremacía masculina, que no tolera el conocimiento y la rebeldía en las mujeres. En textos como éste Garro demuestra su cercanía con las vanguardias europeas de las primeras décadas del siglo pasado; las imágenes surrealistas parecen pintar con palabras un cuadro a la Salvador Dalí, ¿verdad?  

—¿A quiénes dedica Elena sus poemas?

—Concretamente algunos de sus poemas tienen dedicatorias, otros sabemos que se los dedica a algunos de sus familiares por el título o el contenido de ellos; ahora, de manera simbólica, podríamos decir que algunos de sus poemas reflejan la opresión femenina bajo los estatutos patriarcales; son un espejo para reflexionar sobre la condición femenina. Por ejemplo, el poema dedicado a Octavio Paz, titulado “O”:

Todo el año es invierno junto a ti,
Rey Midas de la nieve.
Huyó la golondrina escondida
en el pelo.
La lengua no produjo más ríos
atravesando catedrales ni eucaliptos
en las torres. […]

O su poema “Soledad”:

Se cierran las persianas, se corren las cortinas
y se encierra a la noche en una pieza.
Las sillas, el canapé tendido, el secreter y los espejos
se miran entre sí.
Una amenaza se prepara.
¿De qué serán testigos esta noche?
La casa está en tinieblas. […]

Y de igual manera, “Hoy ármese mi mano”:

Hoy ármese mi mano,
enciéndase la luz verdosa con el odio.
Hace tiempo que tengo un enemigo.
Estamos frente a frente.
La puerta se ha cerrado.
Algo trama. […]

En el primero establece un símil o una comparación entre “O” y el Rey Midas: éste convertía todo en oro y “O” todo lo transforma en hielo. Es decir, la mirada femenina describe al poder masculino deshumanizado y carente de imaginación, de magia, de poesía. Mientras que en “Soledad” y en “Hoy ármese mi mano” la voz lírica está a la defensiva para enfrentar al enemigo que la acecha, que no le permite ser, en el sentido existencial, humano y artístico.

—Elena Garro pasó por momentos en que se reveló y otros momentos en que se desdecía de lo que había dicho. Esto es, según usted, porque “Elena muchas veces tenía que ceder ante la prensa para tener un poco de espacio, para llevar la fiesta en paz con Paz”. La historia que subyace en el ocultamiento del material poético de Elena, una vez más, es Octavio Paz. Octavio, el poeta. Patricia, ¿fue prohibición de Paz que ella no incursionara en el género?

—Sí, Elena Garro me lo confesó a finales de 1997: Octavio Paz le prohibió escribir y menos publicar poesía, porque ése era “su” terreno. Por eso sus poemas se quedaron rezagados siete décadas. También se ha construido todo un mito en torno a que Octavio Paz apoyó la publicación de algunas de las obras de Elena Garro. A Paz le convenía aparecer ante el gremio como el esposo e intelectual “progresista” que no obstaculizaba el trabajo literario de su cónyuge. Pero esto es una farsa. Paz la “apoyaba” cuando le convenía o para retribuirle algún favor que le había hecho Elena.

—Entre los hechos que siempre me han llamado la atención están todos esos rumores que giran en torno a la novela Los recuerdos del porvenir. El primero, Elena intentó quemar la novela y fue Octavio y no el primo de Helenita, “la Chata”, quien lo rescata del fuego. Segundo, Octavio formó parte del jurado cuando la novela ganó el Premio Xavier Villaurrutia (1963). Claro ejemplo, dicen, de que él siempre apoyó a Elena (parece que esta aseveración confirma, más que desmentir, que Octavio Paz tenía el poder de decidir quién publicaba y quién perdía). Tercero, cuando la novela se vuelve a editar —corríjame si me equivoco, por favor— en la década del ochenta, es Octavio quien, una vez más, saca a Elena del atolladero, cuando ésta se encuentra en la peor de las miserias. ¿Cuál es la verdad?

—Te voy a responder con un apartado de mi libro, El asesinato de Elena Garro (2a. ed. aumentada, 2014, pp. 247–251), en el que el lector puede ver las fuentes citadas y que aquí omito para darle agilidad a la lectura.

La vida itinerante de Elena Garro se conjuga con los avatares de Los recuerdos del porvenir. El manuscrito permaneció en sus legendarios baúles y estuvo a punto de perderse en dos ocasiones. Primero, entre 1956–1957, cuando la familia Paz Garro vivía en la avenida Nuevo León 230, en la Ciudad de México. Ahí lanzó el manuscrito al fuego; su sobrino Paco (Francisco) Guerrero Garro lo rescató de las llamas y su hija Helena lo conservó. Más tarde, cuando la expulsan de México a principios de 1959, en su paso por Nueva York con destino a Europa, deja un baúl que contenía Los recuerdos del porvenir en el Hotel Middletown; al año siguiente su hermana Estrella lo recoge y se lo lleva a Francia. 

De acuerdo con Helena, su madre escribió la novela en Berna (1952–1953), y añade además que la retomó y terminó durante su estancia en Gstaad, Suiza, en el invierno de 1960–1961.

La primera vez que Garro intentó publicarla fue en 1957: 

Los recuerdos del porvenir desde hace seis años que la quise publicar y no se pudo, porque no hubo quién. ¿En el Fondo de Cultura Económica? Tampoco quisieron, que porque no se vende ese tipo de obras, según dijeron y, ¡claro!, cómo se van a vender si no les hacen ninguna promoción publicitaria. Pero, en cambio, publican cuanto libro de economistas tercerones europeos cae en sus manos.

A mediados de los años cincuenta Paz había instigado el affair entre Elena y Archibaldo Burns para después dedicarse a desacreditar a su cónyuge, como si él fuera la personificación de la fidelidad. La relación Garro–Burns se convierte en el escándalo del medio intelectual. El matrimonio Paz–Garro se deteriora ante el cotilleo, y la vida se convierte en un campo de batalla de altercados y pugnas. Paz, “ofendido”, no apoya la publicación de la novela; al contrario, parece ser que azuza su destrucción. De acuerdo con Paco Guerrero Garro:

Con mucha frecuencia, yo solía pasar temporadas en la casa de Octavio y Elena. Entonces vivían en un departamento en las calles de Nuevo León, el que mi tía Elena había decorado en tonos marrones y dorados, con algunos detalles de verde muy oscuro.
Recuerdo que estando yo de vacaciones llegué a visitarlos, pues la Chata y yo, que habíamos crecido a la par, éramos como hermanos; hacíamos muchas cosas juntos, ir a fiestas, salir con los amigos. Además, yo amaba especialmente a mi tía Elena y, para mí, era un placer estar con ella.
Desde mi llegada, noté una tensión aguda entre Octavio y Elena. Discutían acaloradamente en el estudio, mi tía se notaba muy triste y en los ojos se le veía que había llorado mucho.
Una mañana, antes de irse Octavio a su oficina, las discusiones subieron de tono y mi tía estuvo encerrada en su cuarto toda la mañana. La Chata, que salía y entraba del cuarto de Elena, también se veía muy deprimida.
Me extrañó que no se oyera el sonido de la máquina de escribir de mi tía, pues todas las mañanas era el sonido ritual en la casa. Ese silencio era clara señal de que algo le pasaba.
Finalmente, mi tía salió de su cuarto, vestida elegantemente, con la rubia cabellera peinada para atrás y, con una forzada sonrisa, nos dijo a la Chata y a mí: “Vamos a comer a Cardini”, que quedaba a tres cuadras del departamento.
La comida fue difícil, pues aunque Elena se esforzaba por parecer alegre, la mirada la traicionaba; la tristeza se le asomaba a los ojos. Platicamos de cosas sin importancia y, como a las seis, regresamos al departamento. Hacía mucho frío y caminamos rápido, pues no íbamos bien abrigados.
Octavio ya estaba ahí y, con mirada fría, apenas nos saludó. Mi tía se fue directamente a su cuarto, y la Chata y yo salimos a recoger unos zapatos de raso que había mandado teñir, ya que estaba invitada a una fiesta con unos amigos del cuerpo diplomático.
Cuando regresamos, Octavio y Elena ya estaban de nuevo en el estudio discutiendo. Como habían cerrado la puerta no se oía bien lo que decían, pero por el tono de voz que llevaban era fácil discernir que se trataba de una discusión feroz.
Octavio salió rápidamente del estudio y abandonó el departamento. Elena salió momentos después, abrazando sobre su pecho el manuscrito de Los recuerdos del porvenir, con los ojos anegados de llanto.
Cruzó el salón y al pasar junto a la chimenea, con un rápido movimiento, lanzó ahí el manuscrito y corrió a encerrarse a su cuarto, que era su refugio.
Yo, que por prudencia me había ido al antecomedor, pero que veía todo semiescondido tras la puerta, corrí a la chimenea y saqué el manuscrito. Afortunadamente el fuego no era muy grande y sólo chamuscó un poco las orillas, aunque me quemé las manos y aún guardo como un grato recuerdo las dos pequeñas cicatrices de aquella ocasión.
Lo primero que se me ocurrió fue ir al baño, agarrar una toalla y en ella envolver el manuscrito que fui a esconder bajo mi cama. Luego fui con Josefina, una de las criadas, a la que pregunté qué me podía poner para las quemaduras, que eran sólo dos, pequeñas, y me echó aceite de oliva. Luego, regresé a la chimenea y eché mucha leña, de manera que se hizo un gran fuego.
Más tarde, contra toda nuestra voluntad y a exigencia de mi tía, nos fuimos los dos, la Chata y yo, a la fiesta.
A la mañana siguiente yo no quise salir de mi cuarto hasta que Octavio se hubiera ido. Cuando lo oí salir corrí al cuarto de mi tía, que sentada sobre la cama lloraba abrazada a la Chata. La abracé yo también y los tres, contagiados, lloramos juntos.
“¡Cinco años de trabajo, carajo!”, dijo de repente mi tía y fue, en camisón, a ver la chimenea que sólo tenía ya blancas cenizas y algún carbón.
Ella creía que Los recuerdos del porvenir estaban perdidos para siempre, pues sólo escribía en original y nunca hacía copias. Aquel manuscrito era la única copia.
Creo que nunca he visto mayor tristeza en algún rostro. Verla ahí, parada, inmóvil, con la mirada perdida sobre los restos del fuego, me partió el alma.
Corrí a mi cuarto y, sacando el manuscrito de debajo de mi cama, todavía envuelto en la toalla, se lo llevé a mi tía diciéndole: “Anoche vi cuando lo aventaste a la chimenea, pero lo saqué de ahí, mira, aquí está y no se le quemó nada”. Lo desenvolví y se lo entregué. Mi tía y la Chata dieron gritos de gusto, me besaron y la cara de mi tía se transformó, volvió a ser de alegría, como era siempre.
La Chata agarró el manuscrito y le dijo a su mamá: “Ahora lo guardo yo”, y lo atesoró entre sus brazos.
Nos vestimos y salimos a la calle los tres, alegres, pues mi tía nos dijo: “Vamos a celebrar”. Nos fuimos a Hazel y ahí nos comimos, entre risas, todo el helado que nos cupo.

En 1962 la suerte cambia para Los recuerdos del porvenir. Esta vez Octavio Paz se empeña en que la novela salga a la luz. Ese año Elena lo había recibido y ayudado en su casa de la Ancienne–Comédie, en París, cuando Paz sufre una serie de agravios y humillaciones por un lío de faldas relacionado con su amante, la pintora Bona de Pisis. En retribución por haberlo asistido, ahora impulsa la publicación de la obra.

Antes y después del 68.

Carlos Barral, instigado por Octavio Paz, le escribe a Garro en abril de 1962 para expresar su interés por la obra inédita, ya que había leído un relato suyo proporcionado por Paz. Garro le envía Los recuerdos del porvenir, pero Barral, en noviembre de ese mismo año, le responde que dos de los lectores la han rechazado: “La novela no va con la corriente realista que predomina en España”.

La intervención de Octavio Paz fue definitiva para que por fin se diera a conocer esta obra maestra de Elena Garro. En 1962, desde París, el poeta presiona a Joaquín Díez Canedo —quien acababa de fundar el prestigioso sello editorial Joaquín Mortiz ese año— para que la publicara. Desde la capital francesa Garro, motivada por Paz, se la envía a Díez Canedo a México en 1962. La escritora comentó: 

A Octavio Paz le encantaba la fiesta dada en la casa por órdenes del general. Le parecía genial y la contaba en todas partes. Maka Strauss vino a decirme que Carlos Fuentes y Buñuel me la iban a robar. Eso era en 1957. No me interesó. Ya estaba medio quemada. Paz se encargó después de que la publicara Mortiz. Nadie la quería.

Para no parecer un hombre machista, celoso del talento de su cónyuge, promueve, hasta cierto punto, sus obras, pero asegurándose de que la fama de Elena no sobrepase su hegemonía. Paz sabe cómo jugar y manipular a la opinión pública.

Es probable que los editores no hayan querido publicar Los recuerdos del porvenir por varias razones; unas de carácter ideológico, y otras enmarcadas en las luchas por el poder. Garro iba en contra del discurso oficial sobre “el triunfo de la Revolución” con su activismo y su obra, y no se aliaba con los intelectuales que dirigían la cultura protegidos por el erario, entre ellos su marido. Octavio Paz había hecho lo posible por relegar la capacidad creadora de su esposa; la novela no encuentra editor durante diez años para no confrontar su dominio. La prueba estriba en que Joaquín Mortiz la edita en 1963 sólo a instancias de Octavio Paz, es decir, cuando el poeta se lo pide; no antes. La autoridad de Paz seguía en ascenso, ahora como embajador de México en la India (1962). 

Para no parecer un hombre machista, celoso del talento de su cónyuge, promueve, hasta cierto punto, sus obras, pero asegurándose de que la fama de Elena no sobrepase su hegemonía. Paz sabe cómo jugar y manipular a la opinión pública.

¿Qué movió al autor de El laberinto de la soledad a favorecer la publicación de Los recuerdos del porvenir? Independientemente del terreno personal y la deuda que tenía con Garro por haber obstruido su carrera durante dos décadas, Paz, afianzado en su trayectoria diplomática y consolidado como poeta y ensayista, no se siente tan amenazado por el ingenio de su esposa. Además, no podía seguir ocultando su talento. Quizá la presión que ejercían escritores como José Bianco y Adolfo Bioy Casares desde Argentina, así como los críticos y polígrafos mexicanos que escribían en la prensa destacando su inteligencia creadora, hayan contribuido a que Paz permitiera, por fin, la publicación del manuscrito.

La novela obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia, pero, al mismo tiempo, se boicoteó al desacreditarla: era, según los “enterados”, una obra reaccionaria:

¿Sabe que creo que a usted se le ha tachado de reaccionaria?
—Dentro del lenguaje moderno —expresa exhalando el humo de su cigarrillo—, la gente repite las palabras por eslogans. Tal vez lo soy, pero yo creo que hay que hacer lo que se dice; también por Los recuerdos del porvenir han dicho que soy reaccionaria. Es porque ahora estamos en la época de las clasificaciones: todos parecen necesitar una etiqueta, aboliéndose una cosa importantísima que es la conducta personal.

Después de 1968 el distanciamiento que se dio entre Paz y Garro permaneció hasta el final. Hubo altas y bajas en la relación de Paz con su hija Helena, pero con Garro fue una relación fría, telefónica y epistolar. Nada tuvo que ver Paz para que se publicaran sus obras a partir de los ochenta, aquí intervinieron ya otros factores, entre ellos los admiradores de Elena que pugnaron para que se reconocieran sus contribuciones literarias y dramatúrgicas, entre ellos José María Fernández Unsaín, René Avilés Fabila, Emilio Carballido, Emmanuel Carballo, entre otros.

—Los nombres siguen disminuyendo de la lista de aliados. Los que fueron amigos poco a poco van desapareciendo. El reciente fallecimiento del escritor René Avilés Fabila, imponente y feroz guerrero, defensor y confeso enamorado platónico de Garro. Patricia, ¿no ha sentido en algún momento que se ha convertido en un proceso demasiado arduo hacer entender a la gente, es decir, a los periodistas con sus publicaciones, donde casi nunca falta el señalamiento de que Elena fue una traidora y los demás rasgos poco amables? ¿Hasta dónde espera ver cumplida su labor, la misión de Patricia Rosas Lopátegui? Biógrafa oficial de Elena Garro.

—Todas las batallas que se enfrentan en contra del statu quo son interminables, porque los que detentan el poder, quienes controlan los medios masivos de comunicación, a las mafias, a los oportunistas, a los “judas”, a las “capillas literarias”, a los mercenarios, etcétera, tienen todas las armas para defender sus tejes manejes o farsas para desprestigiar o invalidar la lucha de los insurrectos. Así, para responder a tu pregunta, este tipo de luchas no tienen fin, porque estamos como David peleando en contra de Goliat.

—Debido a los festejos por el Centenario, se le ha recordado con reportajes, lecturas, artículos, homenajes y demás. Entre las novedades editoriales del 2016 están dos publicaciones: el poemario Cristales de tiempo,de la Universidad Autónoma de Nuevo León y Garro. Cuentos completos,editado por Alfaguara con prólogo de Geney Beltrán. Definitivamente, el giro novedoso es Cristales de tiempo. Sin embargo, el libro ha sido poco comentado. ¿Cuál puede ser la causa?

—México sigue siendo un país de “capillas literarias”, o de grupitos de poder que controlan a las instituciones culturales, pero lo peor del caso es que estas “capillas” no sólo existen a nivel oficial, sino que se propagan en todos los ámbitos de la sociedad; es decir, las vemos en las universidades, en las editoriales, e incluso en forma independiente se hacen grupos literarios en los que sus afiliados se dedican a halagarse, apoyarse y promoverse entre sí. Son una especie de “sociedad de elogios mutuos”. Y ahora también se han reproducido las “capillas literarias” entre las mujeres. Como yo no pertenezco a ninguna de esas “capillas”, pues los críticos, los escritores, los periodistas, etcétera, sean hombres o féminas, no escriben sobre los libros que publico, a pesar de ser obras que contienen el material inédito de una escritora de la talla de Elena Garro. Son grupos muy cerrados y muy celosos. Esto ha persistido por siglos y lamentablemente no veo cambios en nuestra vida cultural.

In memoriam

A un día del centenario del nacimiento de Elena Garro, falleció Rafael Tovar y de Teresa, una figura entrañable para la escritora.

Elena Garro y Rafael Tovar y de Teresa sostuvieron una relación sincera y entrañable cuando la dramaturga, narradora, poeta y periodista regresó a México en 1991. Después de casi veinte años de exilio recibió una serie de homenajes por diferentes ciudades del país. En la Ciudad de México la celebró el entonces director del Instituto Nacional de Bellas Artes, Tovar y de Teresa, y comenzaron una amistad sellada por el amor a la literatura. En la Sala de Murales del Palacio de Bellas Artes Tovar y de Teresa dijo en presencia de la autora de Los recuerdos del porvenir:

Celebramos en ella y con ella la pasión por la literatura, el oficio puntual con la prosa insuperable. Su labor como dramaturga, novelista y cuentista enriquece las letras mexicanas, al incorporar elementos mágicos y convertir su obra en un ejemplo de ruptura y cambio. Rendimos así un merecido homenaje al talento y la vocación unidas en la figura y en la obra de esta escritora que nunca se cansa de ir y venir, de escribir en sus ires y venires, de volcar en el papel lo que le dicta esa inspiración incansable y exigente de todo gran creador. Estoy seguro de que la visita de Elena Garro a México contribuirá firmemente a que su obra se difunda cada vez más entre los mexicanos, y muy especialmente entre las nuevas generaciones, porque ella, que nunca ha estado ausente entre nosotros, debe ser cada vez más una presencia viva, perdurable e insustituible de las letras mexicanas (Guadalupe Pereyra, reportaje en El Nacional, 1991).

Gracias a las gestiones de Rafael Tovar y de Teresa, Elena Garro fue declarada miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA)(Conaculta) en diciembre de 1993, haciéndose acreedora a una beca vitalicia como creadora emérita.

Y curiosamente también la autora de Felipe Ángeles se fue hacia esa dimensión etérea un día sábado. Allá deben de estar hablando de libros y de la Revolución soviética y de la historia de México.

A Rafael Tovar y de Teresa, gracias. 

—Patricia Rosas Lopátegui ®

Nota

Esta entrevista fue una colaboración para el portal La libreta de Irma.

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Publicado en: Libros y autores

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