Porteño errante, Leonardo Tarifeño ha vivido quince años fuera de su país pero confiesa que se formó en México, donde se radicó por ocho años y aprendió a ser más solidario y sensato, “Ya ves cómo nos califican a los argentinos”, dice.
Quizá la crónica más alegre o ligera, si podemos llamarla así, de Leonardo Tarifeño, es en la que narra cuando quiso ser cadenero del Rioma, un bar de la avenida Insurgentes, en la colonia Roma de la Ciudad de México. Aunque no tiene la complexión ni la prepotencia de uno de esos personajes, Tarifeño pudo experimentar el poder que ejercen sobre una pequeña turba de jóvenes ansiosos por ser protagonistas de una noche frenética. La más amarga y dolorosa, la de un feminicidio —cruel, artero, como todos— en un pueblo de la pampa argentina. En éste y el resto de los relatos reunidos en su libro Extranjero siempre. Crónicas nómadas [El Salario del Miedo-Almadía, 2013] el periodista argentino da cuenta de acontecimientos y búsquedas que han tenido lugar en lugares tan distantes como Cuba, Mali, Brasil, Hungría, Argentina y parajes recónditos de México, como el metro o el desierto de Real de Catorce. Porteño errante, ha vivido quince años fuera de su país pero confiesa que se formó en México, donde se radicó por ocho años y aprendió a ser más solidario y sensato, “Ya ves cómo nos califican a los argentinos”, dice.
En las crónicas de Leonardo hay inteligencia y una sensibilidad desarrollada a lo largo de un vagabundeo que le ha obsequiado historias e imágenes insólitas y de distintas tesituras. Una frase de Paul Bowles ha sellado el trabajo de este periodista: “No hay nada que yo disfrute más que leer el relato de un escritor inteligente acerca de lo que le ocurrió lejos de casa”.
Las crónicas de este volumen fueron publicadas en versiones más cortas en publicaciones de América Latina, pero Tarifeño volvió a ellas para añadir la información que dejó fuera por razones de espacio. Narraciones de diez mil caracteres crecieron hasta tres veces más y se convirtieron en las piezas sorprendentes que ahora pueden leerse en esta atractiva edición. “Una crónica guarda la resolución de un cuento, la investigación del reportaje, la vida interior de un ensayo personal”, dice Rafael Pérez Gay en el prólogo, y cita a Tomás Eloy Martínez: “La crónica es el único territorio donde combaten con armas iguales la realidad y la imaginación”.
En las crónicas de Leonardo hay inteligencia y una sensibilidad desarrollada a lo largo de un vagabundeo que le ha obsequiado historias e imágenes insólitas y de distintas tesituras. Una frase de Paul Bowles ha sellado el trabajo de este periodista: “No hay nada que yo disfrute más que leer el relato de un escritor inteligente acerca de lo que le ocurrió lejos de casa”. Si alguna enseñanza le ha dejado su oficio a Tarifeño es la de que no hay buenos ni malos, que no todos los culpables lo son totalmente y que alguna responsabilidad le cabe a la sociedad. No hay verdades en sus crónicas, sino hechos. Inteligencia y humildad, dice Tarifeño, porque sin humildad no hay periodismo. ®