Todos los antecedentes macabros de la televisión mexicana en Juegos Olímpicos y Copas Mundiales, son insuficientes para generar en nosotros el hartazgo y un pudor mínimo ante el penoso espectáculo que esos consorcios mediáticos proyectan de nuestro país en su transmisión de tales eventos ecuménicos.
No bastó con que en Grecia algunos “cómicos” mexicanos hayan sido remitidos a la autoridad competente por la “broma” de robar un objeto de menor cuantía, para divertir a un otrora “respetable público”.
De nueva cuenta, la televisión mexicana nos vuelve a pisotear, ahora proyectando una imagen lamentable de nosotros, con una comicidad boba y sin respeto por nada. Por eso el paisanaje que acude a esos eventos se siente con derecho de actuar impunemente, haciendo gala de una ignorancia mayúscula (recordemos al tipo que se orinó en la llama votiva del Arco del Triunfo y, en esta ocasión, al que le puso un sombrero mexicano a la estatua de Mandela).
Tendríamos que empezar a preguntarnos qué tipo de pueblo somos para Televisa y TV Azteca, pues parece que para estas empresas no aspiramos a otra cosa que a ser una masa informe de vulgaridad, mal gusto, sensiblería y estupidez. Facundo, disfrazado de africano (con todos los lugares comunes del estereotipo: lanza, tapa-rabos y collares) en el vestíbulo de un hotel, es un insulto al país anfitrión y a todo un continente que merece que reconozcamos en él las desgracias del colonialismo y no esa entidad semi-salvaje que nos quieren vender las televisoras.
Con fórmulas gastadas y repetitivas, los “comediantes” que complementan —en una nómina extraordinaria para un país tan pobre como México— las emisiones noticiosas sobre la Copa del Mundo, proyectan un México lamentable, de gente tramposa y sin respeto por nada. No hay creatividad, no hay ningún tipo de refinamiento y sí una mundanidad un tanto espuria.
Y qué decir de las “reporteras” y “reporteros” que reseñan la vida nocturna de Johanesburgo, Durban y otros enclaves que se constituyen como sedes de la justa, a través de cuyos trabajos finalmente no conocemos esos ángulos verdaderamente relevantes del país anfitrión. Para ellos, nada hay en Sudáfrica que pudiera ser interesante para el espectador medio, que sólo desea embrutecerse con repeticiones de jugadas y bromas de mal gusto; de ahí que siga siendo un misterio para nosotros el universo cultural de ese país, sus manifestaciones plásticas, su poesía, su mundo numinoso, sus nociones cósmicas, etc. A veces, incluso, resultan ininteligibles las intervenciones de estos personajes, pues en ellas parece no existir una coherencia discursiva mínima.
Para Televisa y TV Azteca, México es un país de borrachos, de gente ignorante (según una reportera de la televisora del Ajusco, deberíamos saber quién puso la primera piedra del Ángel de la Independencia), de ciudadanos emocionalmente inestables, desmemoriados y fanatizados, cuyo nacionalismo tiene su mejor expresión en el apoyo incondicional al equipo mexicano de fútbol.
Tres hombres disfrazados de mujeres policías, esperan a la salida de un bar a los borrachos para manosearlos. Yo miro la escena y me pregunto si debo reírme. No me siento bien; el asunto no me resulta ni inocente ni trivial. Lo que los hombres de la pantalla me plantean como un pasaje cómico, a mí me parece una tragedia. Mi país está en ruinas: el Crimen Organizado lo ha ensangrentado y las televisoras se encargan de socavar su integridad espiritual, dejándonos a todos en la indefensión. ¿Por qué no le pedimos a las televisoras que en lugar de promover su imagen con proyectos como Iniciativa México, mejor dignifiquen sus contenidos? ¿Por qué no nos ayudan a construir un país de gente crítica y consciente? ¿Por qué no establecen un compromiso con la inteligencia y no con la sinrazón?¿Por qué nos hacemos cómplices de quien nos pisotea y nos corrompe? ®