La lectura se disfruta porque a la vez que uno siente que se está leyendo a sí mismo, pero en otra época, de pronto ocurre algo que pone una distancia tremenda en la historia, lo cual ayuda a descubrir numerosas capas, símbolos y significados.
Supe de Hugo von Hofmannsthal (1874–1929) cuando me obsesioné con T. S. Eliot en la primavera de 2015. Su nombre aparecía en cartas y ensayos, aunque confieso que, más allá de un ligero interés, no le presté la atención necesaria. Hoy, cuatro años después, estoy sensiblemente arrepentido por eso y a la vez maravillado de lo que encontré en su obra: ¡Vaya monstruo!
El libro que me dio esta perspectiva es Paisajes: cuentos y ensayos (Aldus, 1999). Una recopilación hecha por Alberto Cue y Pura López Colomé, quienes también tradujeron los textos del alemán al español.
Fui primero por los cuatro cuentos. Su lectura es ágil en la forma, quizá porque el austriaco narra aspectos cotidianos de los personajes; pero cobra una densidad sombría cuando éstos van y vienen entre planos de la realidad, pensamientos, imaginaciones, discusiones intrapersonales que bien encarnan dilemas éticos como preocupaciones banales.
¿Lo anterior resulta confuso? No, es un absoluto un deleite. Es cierto que en muchos momentos el lector se pregunta si está leyendo una suerte de ficción autobiográfica o si aquello es un cuento que mejor pudo ser un poema con tintes de crítica social. Pero no es queja, es una duda placentera que si bien no se resuelve, incomoda y deja pensando.
Y para ejemplo mi cuento favorito de Paisajes: “Un suceso en la vida del Mariscal de Bassompierre”. Es la rutina de un noble del siglo XVII que tiene un romance con una chica casada. El primer encuentro carnal ocurre entre provocaciones mutuas y casi impulsado por alguna fuerza externa. Las cosas se complican cuando el protagonista vive tormentos mentales abrumado por la ausencia de la mujer que desea. Entonces, en un giro rápido y bien trazado, la historia cierra con un golpe de realidad: muerte por la peste.
El ritmo de los ensayos crece poco a poco entre posturas estéticas personales y de otros autores, repasos literarios y académicos, así como críticas sobre el consumo literario. La influencia del canon en Hofmannsthal es más que evidente, y aun así deja entrever su necesidad de experimentación.
A lo anterior se suma que la idea de la ficción viene de la obra de Goethe Conversaciones de emigrados alemanes. Por eso reafirmo: la lectura se disfruta porque a la vez que uno siente que se está leyendo a sí mismo, pero en otra época, de pronto ocurre algo que pone una distancia tremenda en la historia, lo cual ayuda a descubrir numerosas capas, símbolos y significados.
Pero la verdadera revelación no estuvo en los cuentos, sino en los once ensayos. Como dice la expresión popular, ahora convertida en meme: “Vine buscando cobre y encontré oro”.
El ritmo de los ensayos crece poco a poco entre posturas estéticas personales y de otros autores, repasos literarios y académicos, así como críticas sobre el consumo literario. La influencia del canon en Hofmannsthal es más que evidente, y aun así deja entrever su necesidad de experimentación.
A decir del que me pareció más atrayente, “El poeta y este tiempo”, es un reflejo del pensamiento y crisis no sólo del nacido en Venecia, sino de la transición del siglo XIX al XX.
La única carta que se incluye en el libro es punto y aparte. En verdad algo dotado de emoción, intelecto y poder. Sin duda, la pieza más emblemática de esta edición: la carta de Lord Chandos. El quiebre personal y literario de Hofmannsthal grita de menos a más en cada línea:
He perdido la capacidad de pensar o hablar coherentemente. En un principio se me fue volviendo poco a poco imposible conversar acerca de un tema de alto nivel, lo mismo que uno de interés general y, por tanto, no acudían a mí las palabras que cualquiera suele emplear sin previo pensamiento (sic). Las palabras aisladas flotaban a mi alrededor, transformándose en ojos que observaban y también a los que yo debía observar.
El libro contiene además datos sobre Hofmannsthal y una precisa cronología, asimismo incluye dos comentarios sobre un par de cuentos que vienen incluidos en la misma edición (“La mujer envelada” y “La 672ava noche”), que en este caso son más que necesarios para entender con mayor amplitud la personalidad del libro y del autor.
¿Qué le espera a un lector experimentado? Primero debo precisar que no lo soy, pero cuando menos sí le aguarda una interesante plática con el autor que se torna en todo momento mimética y apasionante. La preocupación por el lenguaje está todo el tiempo a punto de explotar en un delirio incontenible. Y si eso no se disfruta, entonces me doy por vencido en la búsqueda de material que despierte la pulsión por la literatura.
¿Qué le espera a un lector que apenas conoce al autor? Seré sincero: puede ser complicado seguirle el paso al principio, pero apenas uno se acostumbra a la estructura y los cambios de ritmo es como aventarse en paracaídas. No sabes qué habrá después, aunque puedes intuirlo.
Al principio de estas no muy elocuentes palabras, comenté que leí una traducción y no los textos originales.
Este último aspecto deja intacto lo que algunos críticos destacan en Hofmannsthal: la sensibilidad social en las narraciones, la preocupación poética por el lenguaje, su respeto por la tradición literaria con base en autores clásicos, y la transitoriedad entre planos oníricos y realistas.
Tras esta primera lectura de Paisajes no puedo dejar de preocuparme por querer leerlo en su idioma original. Lo anterior es al mismo tiempo una ironía hablando de Hofmannsthal, quien a los veintisiete años abandonó la poesía al considerar que el lenguaje no era sólo un vehículo de expresión de ideas o experiencias.
Pero, de nuevo, he aquí la diferencia entre él y yo. ¿En dónde consigo más material de Hofmannsthal ya, traducido de manera urgente? ®