Los pasos de Cuauhtémoc Cárdenas

Comentarios en torno a su libro Sobre mis pasos

A propósito de la aparición de Sobre mis pasos, de Cuauhtémoc Cárdenas, el autor reflexiona largamente y recupera hechos mencionados y otros olvidados por el ex candidato a la presidencia.

I. Los primerísimos pasos

Chihuahua-Madera. En este trayecto dos Chihuahuas distintas. La imagen que tenía era la de la carretera Panamericana: el desierto propiamente, llanos enormes, con cactáceas y arbustos espinosos, algo de pasto. El paisaje se va transformando, los llanos empiezan a hacerse lomeríos […] Es sólo la primera impresión. Al conocer más la zona aparecen los problemas de todo el país, nada nuevos, bien complicados, con raíces profundas […] comunidades condenadas a la miseria, comunidades que fueron poseedoras de una riqueza que pudo suponerse inagotable y que con desesperación se asoman hoy al futuro.

…llegan a la violencia, único camino que ha dejado abierto el imperio de la injusticia y la reacción. Aquí se ha hecho a un lado el derecho a vivir…

—Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. Nota originada a raíz de un recorrido realizado con Lázaro Cárdenas del Río en el estado de Chihuahua, junio de 1966.

Un texto híbrido publicado al finalizar la primera década del siglo XXI. Un manuscrito algo extenso que expone la visión política de uno de los actores fundamentales en la historia de México durante la segunda mitad del siglo XX. Un obra cuasi autobiográfica. Una voz básicamente en retrospectiva, pero sin perder la perspectiva. Un libro que no es el primero publicado por el autor, aunque en cierto sentido sí es el que contiene una voz con mayor intensidad. Esto y más es Sobre mis pasos, libro de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano publicado a finales de 2010 bajo el sello editorial de Aguilar.

El libro en cuestión, tal como explica Cuauhtémoc Cárdenas, surgió a raíz de un conjunto de conversaciones que sostuvo hace algunos años con Vicente Herrasti, de Editorial Aguilar, con el fin de escribir su autobiografía. Finalmente la autobiografía no se concretó, pero quedaron las transcripciones de aquellas conversaciones, que aunadas a notas, discursos, anécdotas, crónicas y otros textos dispersos escritos por Cuauhtémoc Cárdenas, hicieron posible hilvanar Sobre mis pasos.

Cuauhtémoc Cárdenas inicia su texto reconociendo que esta visión, necesaria no de ahorita sino desde hace años, la presenta “quizá con retraso”. La diferencia con otros libros publicados por él —libros donde compilaba discursos, de entrevistas, colectivos sobre programas políticos, etcétera— radica en que Sobre mis pasos, aunque sí incorpora algo de los perfiles de sus otros libros, es en lo fundamental un libro personal, casi autobiográfico o de memorias, de crítica y autocrítica, revelador en más de un sentido. También en esta diferencia radica su valor, que desde luego no demerita el valor que pueden tener sus otros libros, tanto en un plano histórico como político e intelectual.

Sobre mis pasos no es un libro escrito por alguien balbuceante ni tartamudo; sí es un libro con claridad que, a diferencia de otras visiones —tramposas— publicadas por otros políticos recientemente, no es pesado ni aburre.

Sobre mis pasos es un libro temporalmente escrito de manera lineal, comienza en la década de 1950 y termina prácticamente en el año 2006.

Escribe Cuauhtémoc Cárdenas: “No se trata de una autobiografía, para lo que le faltaría mucho a este texto. Quedan fuera los acontecimientos de la vida familiar y de todos los días, los sentimientos frente a personas o cuestiones que he guardado para mí”. Sin embargo, en Sobre mis pasos la familia —ascendente y descendente— de Cuauhtémoc Cárdenas está muy presente. Las referencias son múltiples. Y la figura de Lázaro Cárdenas del Río es ineludible al abordar la trayectoria política de su hijo Cuauhtémoc, lo que es más que evidente al leer lo escrito en el libro.

Cuauhtémoc Cárdenas con sus padres

Los primeros tres capítulos del libro se enfocan en dos décadas, las que van de 1950 a 1970, que son las dos últimas décadas en las cuales vivió Lázaro Cárdenas y a la vez los primeros veinte años de actividades políticas de Cuauhtémoc Cárdenas. Entre éstas destaca su participación en la organización del Comité Universitario en contra de la Intervención Extranjera en Guatemala, creado en México por un grupo de estudiantes en 1954 a raíz del golpe de Estado en ese país, golpe auspiciado por la CIA en contra del presidente (electo democráticamente) Jacobo Árbenz. La participación de Cuauhtémoc Cárdenas en la organización de este comité, en la cual estuvo acompañado, entre otras personas, por Janitzio Múgica Rodríguez-Cabo, hijo del general Francisco J. Múgica, con quien llegaría a coincidir en más actividades políticas a través de los años incluyendo la organización de la Corriente Democrática, es en realidad su primera actividad política.

Cuauhtémoc Cárdenas, al inicio de Sobre mis pasos y más adelante en algún capítulo más, señala y afirma que él no participó en el henriquismo, el movimiento que sostuvo la candidatura presidencial de oposición del general Miguel Henríquez en 1952, y que en el proceso electoral de ese año sólo fue un espectador porque ni siquiera tenía edad para votar (aunque la edad y el voto no son condiciones sine qua non para hacer política). Más importante aún, hace una crítica al general Henríquez.

Escribe Cuauhtémoc Cárdenas: “[El general Henríquez] en su fuero interno, estoy cierto, nunca aceptó ni entendió que mi padre no se la jugara por él. Nunca se dio cuenta de lo que otros veían con toda claridad: que en el henriquismo había por lo menos dos grupos bien diferenciados. Uno, el de quienes efectivamente se identificaban con la ideología y la causa de la Revolución, entre los que destacaba el general Múgica; otro, el de la gente de negocios, que encabezaba su hermano Jorge Henríquez, de influencia determinante en la campaña […] el más determinante en la campaña y en el movimiento postelectoral”.

Un poco más extensa es la narración que Cuauhtémoc Cárdenas realiza sobre el Movimiento de Liberación Nacional, movimiento que surgió posteriormente a la realización de la Conferencia Latinoamericana por la Soberanía Nacional, la Emancipación Económica y la Paz en 1961 convocada, entre otras personas, por Lázaro Cárdenas. Es interesante leer sobre las coincidencias y divergencias que en el MLN existieron entre diversos personajes políticos, ya que algunos de éstos coincidirían (y divergirían) años después en el FDN, primero, y en el PRD inmediatamente después. Cabe resaltar que Cuauhtémoc Cárdenas identifica como la causa del asesinato de Rubén Jaramillo y su familia, en el sexenio de López Mateos, la participación de este dirigente agrario en el MLN.

Escribe Cuauhtémoc Cárdenas: “Como reacción oficial al surgimiento del MLN, se produjeron acciones que fueron más allá de la oposición política y la intimidación, como el brutal asesinato de Rubén Jaramillo y varios miembros de su familia, ocurrido el 23 de mayo de 1962. Él era un militante activo del Movimiento, dirigente agrario muy respectado en el estado de Morelos”.

Los primeros tres capítulos del libro se enfocan en dos décadas, las que van de 1950 a 1970, que son las dos últimas décadas en las cuales vivió Lázaro Cárdenas y a la vez los primeros veinte años de actividades políticas de Cuauhtémoc Cárdenas.

Para muchos la influencia política de Lázaro Cárdenas en Cuauhtémoc Cárdenas podría ser inevitable, casi “genética”. La realidad es que el parentesco entre políticos, en este caso padre e hijo, no siempre es garantía de continuidad ideológica y praxis política. En este caso sí lo es y esto ha quedado demostrado sobremanera a través de la trayectoria política de Cuauhtémoc Cárdenas. En Sobre mis pasos se constata, una vez más, esa influencia. El propio Cuauhtémoc Cárdenas se refiere, por ejemplo, a voces que en 1988 señalaban que no era él, sino Lázaro Cárdenas quien en realidad convocaba y lograba amplias concentraciones —como la que se realizó en La Laguna, preámbulo de la primavera de 1988— que después sí se tradujeron en votos; acepta que la figura y el legado del general estaban presentes, pero también menciona que desde luego había algo más. Por esto último se hay que hablar de cardenismo y neocardenismo.

Un caso distinto, a propósito de la influencia o continuidad política de padre a hijo, es el que representan Carlos A. Madrazo y su hijo Roberto Madrazo Pintado. El primero se embarcó en un proceso de democratización del PRI, en la década de 1960, pocos años antes de que perdiera la vida en un supuesto accidente, y el segundo tuvo como verdaderos padres o, más bien, padrinos políticos a Carlos Hank González y Carlos Salinas de Gortari.

Prácticamente en paralelo, en un mismo capítulo, Cuauhtémoc Cárdenas habla de Carlos A. Madrazo y del movimiento estudiantil de 1968. Ambos temas convergen, en cierto aspecto, en un nombre: Luis Gutiérrez Oropeza, jefe del Estado Mayor Presidencial de Gustavo Díaz Ordaz. Parte de ese capítulo de Sobre mis pasos fue publicado hace unas semanas, a pocos días de que saliera a la venta, por la revista Proceso como un adelanto del libro. Cuauhtémoc Cárdenas revela que el general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional en el sexenio del mismo Díaz Ordaz, realizó una visita al general Lázaro Cárdenas pocos días después del accidente aéreo en el que perdió la vida el licenciado Carlos A. Madrazo, la esposa de éste y todos los pasajeros de un vuelo comercial.

El mitin en CU, 1988

Escribe Cuauhtémoc Cárdenas: “[García Barragán] Le dijo con los ojos rasos de lágrimas (según lo refirió mi padre a mi madre, la que hasta años después me lo contó), entre otras cosas, que la caída del avión en la que viajaba Madrazo se había debido a un acto de sabotaje, preparado y mandado por Gutiérrez Oropeza, quien era dado al uso de la violencia y el presidente se lo permitía”.

Esto último se enlaza con los acontecimientos de 1968. Escribe Cuauhtémoc Cárdenas: “En 2004 sostuve una conversación con un amigo militar de alta graduación, hoy en situación de retiro, que me permitió confirmar hechos que yo suponía cómo se habían dado, relacionados con los acontecimientos de 1968. Me dijo mi amigo en esa ocasión que, según lo que él sabía, aquel 2 de octubre el gobierno esperaba que los dirigentes del movimiento estudiantil anunciaran una tregua en sus exigencias y movilizaciones hasta después de los Juegos Olímpicos. Pero que antes de esto sucediera, tiradores empezaron a disparar desde lo alto de los edificios contra los paracaidistas, que era el único contingente del Ejército que en ese momento se encontraba en ese lugar. Cuando miembros de este cuerpo, ya herido su comandante, el general Hernández Toledo, fueron tras los tiradores, se encontraron con que se trataba de personal del Ejército, de judiciales y agentes de Sinaloa (por qué de Sinaloa, comentó, ¿quién sabe?) con un guante blanco, como identificación. Esa gente, me dijo, estaba al mando del Estado Mayor Presidencial, cuyo jefe era el general Luis Gutiérrez Oropeza”. El capítulo donde se narra esto último se llama Técnica y política (¿ruda?).

En diversos proyectos técnicos estuvo involucrado Cuauhtémoc Cárdenas: la Comisión del Río Balsas, el Consejo Técnico Consultivo de la CNC, la Siderúrgica Las Truchas-Lázaro Cárdenas, el desarrollo del puerto Lázaro Cárdenas. Sin embargo, otras actividades políticas dentro de la administración pública son las que a veces se resaltan más. Entre éstas se localizan su paso —fugaz— por el Senado, su desempeño como subsecretario de Forestal y de la Fauna en la SARH, así como el cargo de gobernador que ejerció en Michoacán de 1980 a 1986.

La gubernatura de Michoacán es tema de otro capítulo del libro. El arribo de Cuauhtémoc Cárdenas al gobierno de Michoacán no fue una concesión del régimen ni un mero trámite. Es de sobra conocido, y en Sobre mis pasos se narra esto, que él buscó la gubernatura de ese estado desde 1974, año en el que su candidatura fue bloqueada a pesar de contar con diversos apoyos y un trabajo político en ese sentido. El candidato priista al gobierno de Michoacán resultó ser Carlos Torres Manzo, secretario de Estado con Luis Echeverría. La candidatura de Cárdenas fue posible hasta seis años después, ya durante el gobierno de López Portillo. Cárdenas salió entonces del gabinete presidencial, donde ocupaba una subsecretaría, pero lo que no dice en su libro, quizá porque no lo ve así, es que su candidatura fue también factible en esa época ya que así él, como algunos otros, era desplazado de una posición en el gabinete a raíz del enquistamiento que en éste se daba por parte del grupo neoliberal encabezado por el entonces director de Política Económica de la Secretaria de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas de Gortari, y su esquirol proyanki adjunto, José Córdoba Montoya.

En el mismo capítulo, “Michoacán”, Cuauhtémoc Cárdenas habla de temas diversos, de política y administración. Sin embargo, algo que vale la pena mencionar, a poco más de veinte años de los hechos y ahora que el gobierno del michoacano Felipe Calderón está en plena “guerra contra el crimen organizado”, es el caso Enrique Camarena, agente de la DEA, cuyo cadáver —junto con el cadáver de su piloto— fue sembrado en un rancho michoacano.

Algo de este caso que resalta Cuauhtémoc Cárdenas, de entrada, es el hecho ilegal de la incursión de agentes judiciales del estado de Jalisco en Michoacán, así como la nula comunicación de la Procuraduría General de la República hacia el gobierno de Michoacán respecto del operativo.

Resumen de los hechos narrados en un apartado del capítulo “Michoacán”: El sábado 2 de marzo de 1985 fueron asesinados en su rancho El Mareño, en territorio michoacano, el agente judicial —en retiro— Manuel Bravo, su esposa y tres de sus hijos (sobrevivieron dos nietos de Manuel Bravo). Agentes judiciales del estado de Jalisco, fuertemente armados, al igual que agentes judiciales federales, había arribado para detener a Manuel Bravo supuestamente con la intención de que declarara por hipotéticos vínculos delictivos. Hubo un tiroteo. Los hijos mayores de Bravo llegaron después de que se sucedió el tiroteo y tal parece que convencieron —por petición de los agentes judiciales— a su padre de que se entregara. Finalmente, “lo que encontraron los agentes judiciales del estado [de Michoacán], al llegar a El Mareño, fue una escena macabra: Manuel Bravo, su esposa, el hijo enfermo y los dos hijos que habían llegado de Zamora [los que convencieron a su padre de que se entregara], muertos a tiros”. El 5 de marzo, a novecientos metros del rancho El Mareño, un campesino encontró dos cadáveres “a flor de tierra”, estos cadáveres resultaron ser los de Enrique Camarena y su piloto Zavala Avelar.

Algo de este caso que resalta Cuauhtémoc Cárdenas, de entrada, es el hecho ilegal de la incursión de agentes judiciales del estado de Jalisco en Michoacán, así como la nula comunicación de la Procuraduría General de la República hacia el gobierno de Michoacán respecto del operativo. Cárdenas no sólo se presentó en el lugar de los hechos, sino que también publicó en la prensa michoacana y nacional un enérgico desplegado, una carta abierta dirigida al procurador general de la República, Sergio García Ramírez, y al gobernador de Jalisco, Enrique Álvarez del Castillo. Esto cayó muy mal en el gobierno federal. Cárdenas señala que viajó después a la Ciudad de México para entrevistarse con el presidente Miguel de la Madrid, quien a raíz de la publicación de la carta canceló la audiencia con el gobernador de Michoacán. Cuauhtémoc Cárdenas sólo se entrevistó con el secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, quien, según el propio Cárdenas, lo recibió preguntándole que “por qué había publicado la carta” y además le comunicó que “el presidente De la Madrid estaba muy incómodo con la forma pública en como [Cuauhtémoc Cárdenas] había manejado el caso”.

Escribe Cuauhtémoc Cárdenas: “A nadie se sancionó ni se ha sancionado hasta la fecha por los asesinatos en El Mareño. Los responsables han gozado de impunidad y de la protección de autoridades federales. No era usual que cuestiones de gobierno se ventilaran públicamente [..] Por otro lado, sucedió también que mi presencia, la presencia del gobernador de Michoacán en El Mareño, descontroló la operación, y además, que por razones que desconozco, los encargados de tener a tiempo los cadáveres en la huerta del rancho de los Bravo llegaron tarde. En la región corre la versión de que ese día un helicóptero la anduvo sobrevolando y en algún momento aterrizó. De hacer sido así, el helicóptero llegó tarde y se deshizo de su carga en un lugar cercano al que debía, pero no en el sitio previsto a partir de lo cual hubiera podido establecerse la inculpación de Manuel Bravo y justificarse los hechos que condujeron a ese brutal asesinato múltiple”.

Algo que no menciona Cuauhtémoc Cárdenas, a propósito del caso Camarena y del narco, es que Enrique Álvarez del Castillo, en ese entonces gobernador de Jalisco, sería designado procurador general de la República por Carlos Salinas de Gortari el primero de diciembre de 1988.

II. Los primeros pasos

La jornada electoral que acaba de concluir ha representado un despertar cívico del pueblo de México.

Ha sido evidente la voluntad ciudadana para establecer un régimen democrático y abolir el autoritarismo imperante. La respuesta del gobierno y de los agentes del partido oficial [el PRI] ha sido contraria a esta abrumadora demanda ciudadana.

Además de las numerosas violaciones a la legalidad constitucional, algunas sumamente graves que se habían venido cometiendo y denunciando a lo largo del proceso electoral, hoy se ha puesto en evidencia la determinación del grupo gobernante de consumar una imposición a despecho de la voluntad popular.

Numerosas violaciones cometidas hasta ahora en perjuicio de todas nuestras organizaciones y partidos políticos […] El anuncio anticipado de una supuesta victoria del partido oficial bajo esas condiciones, mucho antes de que hayan culminado el proceso de cómputo y el de calificación, reafirman nuestras sospechas de que se está configurando un fraude de grandes proporciones […]

En caso de que no se restablezca de modo inequívoco la legalidad del proceso electoral, los candidatos a la Presidencia de la República que suscribimos este documento, no aceptaríamos los resultados ni reconoceríamos las autoridades que provinieran de hechos fraudulentos, por lo que procederíamos a defender los derechos del pueblo mexicano con todas las armas que la Constitución nos otorga. Formulamos un apremiante llamado al Gobierno de la República para que repare de inmediato estas desviaciones y haga respetar la voluntad ciudadana.

—Llamado a la legalidad (fragmento), documento suscrito y leído en la Secretaría de Gobernación por los candidatos presidenciales Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Manuel J. Clouthier y Rosario Ibarra de Piedra la noche del 6 de julio de 1988.

Redacción: Porfirio Muñoz Ledo y Carlos Castillo Peraza. Fuente: Cuauhtémoc Cárdenas, Sobre mis pasos.

Un punto de inflexión importantísimo en la trayectoria de Cuauhtémoc Cárdenas lo representa el surgimiento de la Corriente Democrática en 1986; no es gratuito que el primer apartado del capítulo referente a ésta se titule Los primeros pasos. Algo dice de los movimientos de oposición que el nombre de la Corriente Democrática no fue producto del voluntarismo tan característico de los que, un día sí y el otro también, (re)inauguran nuevas etapas (sin puntos de inflexión) en sus cruzadas, en las cuales lo que ayer era la Coalición por los Parabienes de Todos hoy lo pueden presentar, cual si fuera un producto comercial que se anuncia literalmente por televisión, como el Movimiento por el Cambio y el Amor Verdaderos. El nombre de la Corriente Democrática se debió a que así fue bautizado periodísticamente el grupo encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y la maestra Ifigenia Martínez, cuenta el propio Cuauhtémoc Cárdenas, en el hoy desaparecido diario unomásuno, que fue el periódico donde se publicó por vez primera la noticia de que este grupo disidente estaba organizándose en el interior del PRI.

Un punto de inflexión importantísimo en la trayectoria de Cuauhtémoc Cárdenas lo representa el surgimiento de la Corriente Democrática en 1986; no es gratuito que el primer apartado del capítulo referente a ésta se titule Los primeros pasos.

En el capítulo “La Corriente Democrática” Cuauhtémoc Cárdenas pasa revista de los hechos que van del surgimiento de esta corriente, posterior a la XII Asamblea Nacional Extraordinaria del PRI donde coincidió con Porfirio Muñoz Ledo, hasta su candidatura presidencial concretada a finales de 1987. Cárdenas narra cómo se dieron las primeras reuniones de la CD; menciona los nombres y las posturas de diversos políticos que acudieron a éstas, así como la forma en que algunos se separaron de la corriente, significativa y lamentablemente Gonzalo Martínez Corbalá y Carlos Tello Macías en distintos momentos cada uno; nunca menciona a gente infiltrada en el grupo, quizá porque hay nombres, de hombres y mujeres, que hablan por sí mismos; cita los primeros documentos de la CD, y, desde luego, menciona cómo surgió su nombre como precandidato presidencial.

Si bien el surgimiento de la Corriente Democrática, “la fractura política más importante en la vida del régimen de partido de Estado y de partido dominante” (Cuauhtémoc Cárdenas dixit), se dio “por la preocupante situación del país, sobre todo por el creciente deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de la población y por el alto endeudamiento y la cada vez mayor dependencia de nuestro economía respecto al exterior”, también a la par el grupo disidente consideró “urgente y necesario democratizar la vida interna del PRI”, y esto finalmente desembocó en disputar la presidencia de la República. El primero que mencionó el nombre de Cuauhtémoc Cárdenas como precandidato presidencial fue Rodolfo González Guevara. Cárdenas dice que González Guevara propuso que esa precandidatura fuera “de sacrificio, con el fin de romper la rigidez de toma de decisiones del PRI”. Más adelante se llevaría a cabo, en marzo de 1987, la XIII Asamblea Nacional del PRI donde la Corriente Democrática —ya con un amplio trabajo político en bases y grupos del PRI— estuvo representada por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo. Cárdenas leyó en esa asamblea una ponencia.

Escribe Cuauhtémoc Cárdenas: “No bien terminé de presentar los puntos de la Corriente cuando, sin duda ya preparados, como jauría, se me echaron encima Miguel Ángel Barberena, gobernador de Aguascalientes, Beatriz Paredes, de Tlaxcala, Augusto Gómez Villanueva y Jesús Murillo Karam, entre otros. Afirmaron que dividíamos al partido con nuestras pretensiones, que estábamos movidos por intereses oscuros, que actuábamos contra el Presidente y quién sabe cuántas lindezas más. Se trataba de un primer aviso, todavía leve, de lo que nos esperaba en la sesión de clausura de la asamblea”.

El otro personaje que propuso la precandidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, aunque no considerándola “de sacrificio”, fue don Manuel Moreno Sánchez. Esto ocurrió en una comida que organizó éste en su rancho Los Barandales, el 25 de abril de 1987, cuenta Cuauhtémoc Cárdenas. Ahí “Manuel Moreno Sánchez se pronunció contundentemente en apoyo a la Corriente Democrática”, además planteó que fuera Cuauhtémoc Cárdenas, “con Gustavo Petricioli y Carlos Salinas de Gortari, uno de los precandidatos que democráticamente contendiera dentro del PRI por la candidatura presidencial”. Don Manuel Moreno Sánchez, que “tenía un amplio poder de convocatoria y como político siempre estuvo vinculado con el medio intelectual”, también tenía una amplia visión política: él rompió con el régimen priista (había sido presidente del Senado de 1958 a 1962) desde tiempo de Díaz Ordaz, su enemigo político.

Finalmente, después de la designación de Carlos Salinas de Gortari como candidato presidencial del PRI, “la Corriente Democrática tenía que tomar una decisión: qué hacer…” Cuauhtémoc Cárdenas narra detalladamente cómo se armó la candidatura de oposición y por qué tuvieron que ir con el registro de partidos llamados satélites o paralelos del régimen —PARM, PPS y PST— ante la ausencia de un registro propio pero también, y esto jugó a favor de la Corriente, ante la confianza del régimen en el sentido de que la candidatura de Cárdenas no representaría ningún problema serio y, por lo tanto, su registro por esos partidos no fue bloqueado.

La formalización de la candidatura de la Corriente Democrática, es decir, su registro, no fue un simple trámite, pero una vez realizado esto, una vez armada la candidatura, lo importante fue el crecimiento de las adhesiones y las movilizaciones en todo el país y la constitución del Frente Democrático Nacional como una amplia unidad de la izquierda mexicana en torno a la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, unidad que abarcó, también, la incorporación del PMS al FDN con la declinación que hizo de su candidatura —por el PMS— el ingeniero Heberto Castillo un mes antes del día de las elecciones. Esto último fue, dice Cuauhtémoc Cárdenas, “sin duda un acto generoso” de Heberto Castillo.

De los múltiples actos de campaña, uno en particular cobró especial significado para el candidato presidencial del FDN.

Escribe Cuauhtémoc Cárdenas: “El mitin [en la Ciudad Universitaria de la UNAM] se realizó el 26 de mayo de acuerdo con lo previsto. Fue una gran concentración, quizá de unas cincuenta mil personas […] representó, por una parte, la reafirmación del derecho de los universitarios a no dejar que se cerrara su institución a todas las ideas y a todas las visiones […] Constituyó, por otro lado, la adhesión de la gente pensante, del universitario independiente a mi candidatura […] fue sin duda, desde un punto de vista cualitativo, por el sitio en que se llevó a cabo, por la condición de los convocantes y los asistentes, el mitin más importante de toda la campaña. Así lo vi en aquel entonces y así lo veo actualmente”.

Manuel Clouthier, Rosario Ibarra y Cuauhtémoc Cárdenas, 6 de julio de 1988

Algo nodal en la campaña electoral de 1988 fueron los asesinatos de un cercano colaborador de Cárdenas desde su gobierno en Michoacán, el bajacaliforniano Francisco Xavier Ovando, y el colaborador de éste, Román Gil, la madrugada del 2 de julio en la Ciudad de México. Estos asesinatos inauguraron la lista de cientos de asesinatos más en los cuales perdieron la vida militantes del FDN, primero, y después del PRD durante los gobiernos de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo. Sin embargo, los asesinatos del 2 de julio de 1988 tuvieron un significado especial y consecuencias políticas inmediatas.

Escribe Cuauhtémoc Cárdenas: “Xavier Ovando tenía a su cargo, entre otras tareas, organizar la recepción de toda la información electoral del 6 de julio. Por ello había identificado en cada distrito a dos personas que reportaran a la Ciudad de México, al menos a dos teléfonos diferentes, la forma cómo se fuera desarrollando la jornada electoral y, en su momento, los resultados asentados en las actas de las casillas y en los distritos. Las personas que reportarían resultados, tenían también como encomienda reunir las actas de escrutinio de las casillas […] La red se había formado para contar con esa información de los 300 distritos […] Ovando y su ayudante Román Gil habían reunido toda esa información y eran los únicos que la conocían y la guardaban”.

1988: Un proceso electoral totalmente en manos del gobierno, padrón, credenciales y boletas electorales no confiables, asesinatos políticos, robo y quema de urnas, casillas zapato, alteración de actas de escrutinio, medios de comunicación —principalmente la televisión— totalmente cerrados para los candidatos de oposición, dinero a raudales e ilegal para el PRI, acarreo de votantes, relleno de urnas, caída del sistema, millones de votos que no se contaron, un colegio electoral —que calificó la elección— en manos del PRI, etcétera, etcétera. De nada de esto habla en su último libro, ni en los anteriores que publicó, Carlos Salinas de Gortari, el candidato que en 1988 pedía “Que hable México”. Cárdenas sí habla de esto en Sobre mis pasos, pero también habla de su entrevista —a instancias del operador salinista Manuel Camacho Solís, entonces secretario general del PRI— con Carlos Salinas de Gortari el 29 de julio de 1988 en casa de Manuel Aguilera Gómez.

1988: Un proceso electoral totalmente en manos del gobierno, padrón, credenciales y boletas electorales no confiables, asesinatos políticos, robo y quema de urnas, casillas zapato, alteración de actas de escrutinio, medios de comunicación —principalmente la televisión— totalmente cerrados para los candidatos de oposición…

Escribe Cuauhtémoc Cárdenas: “Salinas y yo expusimos nuestras visiones de las campañas que habíamos realizado, yo hice referencia al fraude electoral y a la necesidad de limpiar la elección […] recurrentemente [Salinas] me preguntaba que qué quería, a lo que todas las veces que hizo esa pregunta respondí que lo único que quería era que se limpiara la elección […] Esperaba muy probablemente de mi parte la petición de senadurías y diputaciones, algún cargo para mí y para otros dirigentes del FDN, concesiones, eventualmente dinero, a cambio de que reconociera un resultado electoral que sólo mediante una falta de ética, moralidad y responsabilidad podía haberse reconocido como válido. Estimo que la conducta que he seguido con posterioridad a este hecho, muestra que lo tratado en aquella ocasión quedó en lo que he dicho”.

El primero de diciembre de 1988 la diputada priista Socorro Díaz Palacios le colocaría la banda presidencial a Carlos Salinas de Gortari, de quien años después sería su subsecretaria de Gobernación.

Hemiciclo a Júarez, 1 de diciembre de 1988

También el actuar de la cúpula panista es comentado por Cuauhtémoc Cárdenas. Ya desde la noche del 6 de julio un fúrico Diego Fernández de Cevallos vaticinaba cómo y con quién se alinearía el Partido Acción Nacional en los siguientes años, el sexenio de las concertacesiones. En diciembre de 1988 el presidente nacional del PAN, Luis H. Álvarez, diría que Salinas “se iba a legitimar en los hechos” (no con votos ni limpiando la elección). Carlos Castillo Peraza, su sustituto en la dirección nacional panista, diría durante el salinato que “el gobierno de Salinas era una victoria cultural del PAN”. A Castillo Peraza y Diego Fernández de Cevallos los propios priistas, en San Lázaro, los apodarían “las ardillas” porque no salían de Los Pinos. Y denodadamente, también en San Lázaro en diciembre de 1991, Diego Fernández de Cevallos defendería, más que cualquier priista, la quema de los paquetes electorales de 1988, lo que finalmente el PRI y el PAN aprobaron y se actuó en consecuencia. “Esos paquetes nada son y nada representan”, sentenció en ese entonces desde la tribuna Diego y además callaba (“¡Que se callen!”) a los diputados de oposición que recordaba el fraude electoral de 1988.

Por cierto, antes de pasar a los otros pasos, vale la pena mencionar que hay una anécdota muy curiosa que data del año 1988 en Sobre mis pasos.

Escribe Cuauhtémoc Cárdenas: “En algunas de las cortas estancias en la Ciudad de México en el curso de la campaña, de mediados o fines de abril en adelante, al llegar a casa después de un recorrido o concentración, alrededor de las 10 y media u 11 de la noche, sucedió en dos o tres ocasiones con semanas de separación entre una vez y otra: una mujer joven me esperaba en la banqueta, tratando de no colocarse bajo alguna de las luces de la calle; se acercaba a mí con cautela y me entregaba un documento, ‘una encuesta’, me decía, ‘que enviaba su esposo que trabajaba en la presidencia’. En esos documentos, sobre todo el último, que debe haber llegado a mis manos unas dos semanas antes del día de la elección, las cifras que aparecían indicaban que mi candidatura registraba las mayores expectativas de voto, sobrepasando 40 o 42%, cuatro o cinco puntos arriba del candidato oficial [Carlos Salinas de Gortari]. Nunca he sabido quién me enviaba esas encuestas ni quién me las entregó”.

III. Los otros pasos

Fue en esa ocasión cuando de manera más distendida conversamos con Marcos. Desde nuestro primer encuentro y así lo constaté en las diversas ocasiones en que nos reunimos, me dio la impresión de ser una persona de gran sensibilidad, con un firme compromiso con la causa que había abrazado, bien identificado con el sentir y las formas de pensar y comportarse de los indígenas, justamente indignado por las injusticias sociales, económicas y políticas del país, con amplia información sobre la situación política nacional y del mundo. Nos entendíamos, había respeto a las posiciones y visiones de cada quien y coincidíamos en que era necesario encontrar una solución pacífica e institucional a los problemas que estaban en la raíz del levantamiento zapatista, lo que aún considero debe lograrse.

—Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Sobre mis pasos.

Marcelo Ebrard y Camacho Solís durante el salinato

El primero de enero de 1994, día de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio negociado —es un decir— por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari con el gobierno estadounidense de Bush I, irrumpió en Chiapas el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Ese mismo día, asesorado por Adolfo Aguilar Zínser, el entonces candidato presidencial del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas, antes que cualquier otro candidato, hizo una amplia declaración al respecto. De esto, de los primeros días del conflicto, así como de las primeras negociaciones en Chiapas, da cuenta Cuauhtémoc Cárdenas en el capítulo “La segunda campaña”. Más adelante le dedica un solo capítulo, íntegro, al EZLN. En este otro capítulo comenta acontecimientos posteriores respecto al neozapatismo.

Sobre mis pasos también incluye un capítulo íntegro referente al PRD, en el cual se habla del proceso que dio origen a este partido “una vez consumada la imposición —de Carlos Salinas de Gortari en la Presidencia de la República— por el Colegio Electoral”. Es en dos capítulos —“El Partido de la Revolución Democrática” y “La segunda campaña”— donde se narra el acontecer nacional durante el salinato. En torno a la política electoral, una arista importante que toca Cuauhtémoc Cárdenas es el tema de las alianzas del PRD.

Para empezar, el tema de las alianzas del PRD y el PAN no es una novedad, data de la década de 1990. Sin embargo, estas alianzas pocas veces se materializaron en candidaturas comunes, aunque sí hubo algunas. Las alianzas PRD-PAN fueron, más bien, en torno a reformas electorales y sólo ocasionalmente. Cárdenas habla, justamente, del trato diferenciado que el régimen de Salinas de Gortari le dio a los dos partidos: mientras al PAN le reconocía triunfos electorales, al PRD, invariablemente en las elecciones locales en las que éste que ganaba, le practicaba un fraude electoral (Baja California y Michoacán fueron estados paradigmáticos en ambos sentidos). Cárdenas también habla de los acercamientos y las coincidencias —en cuestiones electorales y de reforma política— que tuvo con Manuel J. Clouthier, pero éste moriría en un supuesto accidente automovilístico en 1989 a escasos meses de que tomara posesión Carlos Salinas de Gortari, quien finalmente se entendió muy bien —en todo— con la cúpula panista encabezada por Luis H. Álvarez, Carlos Castillo Peraza y Diego Fernández de Cevallos.

Por parte del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas no menciona que en este partido hubo dos personajes que durante el salinato insistieron, lo que siguieron haciendo inclusive años después, en alianzas con el PAN. Estos dos personajes fueron Heberto Castillo y Porfirio Muñoz Ledo. El primero llegó a declarar en 1992 o 1993, y se llevó una portada de La Jornada: “Alianza con Acción Nacional [en 1994] aunque Cuauhtémoc no sea el candidato”. Muñoz Ledo, además, buscaba un externo como candidato presidencial para 1994 y mencionaba a su amigo Carlos Fuentes, quizá pensando en el experimento reciente de Mario Vargas Llosa en Perú.

Una alianza PRD-PAN que recupera y valora —por el candidato— Cuauhtémoc Cárdenas: la candidatura del doctor Salvador Nava para gobernador en San Luis Potosí.

Por parte del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas no menciona que en este partido hubo dos personajes que durante el salinato insistieron, lo que siguieron haciendo inclusive años después, en alianzas con el PAN.

Escribe Cuauhtémoc Cárdenas: “Se empezó a manejar en el PRD el nombre del doctor Salvador Nava como posible candidato. El doctor no era miembro del partido, pero era un reconocido luchador por la democracia y su candidatura se proyectaba con fuerza […] dijo que aceptaría a condición de que fuera postulado por varios partidos; de hecho, por toda la oposición […] En el PRD en lo general y yo en lo particular, no simpatizábamos con la idea de apoyar una candidatura conjunta con el PAN, por sus posiciones ideológicas radicalmente contrarias a nuestro proyecto […] La posición del doctora de ir como candidato de una coalición opositora era, hasta donde pude palparlo, inflexible. En esas condiciones […] se tomó una decisión”.

Las diferencias del neocardenismo con Salinas de Gortari y Acción Nacional iban más allá de cuestiones políticas. A partir de la segunda mitad del sexenio salinista, una vez que el PRI obtuvo en las elecciones de 1991 la mayoría legislativa (290 de 300 diputados de mayoría y 31 de 32 senadores también de mayoría), este partido en alianza con Acción Nacional realizó un conjunto de reformas constitucionales en materia económica, educación, relaciones con el clero, etcétera. Era la época de la modernidad simulada y del primer mundo imaginado, pero también del corporativismo y la demagogia de Solidaridad, cuyo nombre ni siquiera era original: Salinas lo tomó del sindicato del movimiento anticomunista de Lech Walesa, compatriota de Karol Wojtyla (Juan Pablo II). Además, no dejaba de ser la época de la corrupción y los fraudes electorales.

Cuauhtémoc Cárdenas recuerda perfectamente cómo se operó a nivel nacional la elección intermedia de 1991, que tuvo como experimento previo una elección extraordinaria en Uruapan, Michoacán. “Un fraude sofisticado”, lo llama. Es significativo recordar que en 1991 el PRI arrasó descomunalmente y que inclusive en el D.F., por exceso de votos, digamos, los priistas se quedaron sin posiciones plurinominales. En ese entonces, Marcelo Ebrard Casaubón, secretario de Gobierno del regente salinista Manuel Camacho Solís, quedó fuera de la Asamblea porque encabezaba la lista plurinominal del PRI. Algo similar, y en otro contexto, le pasaría a René Bejarano Martínez años después. Ebrard y Bejarano coincidirían en torno a López Obrador también años después: el primero como delfín y el segundo como operador estrella.

En el 75 aniversario de la promulgación de la Constitución de 1917, el 5 de febrero de 1992, Cuauhtémoc Cárdenas pronunció un discurso en Querétaro. En ese importante documento, que recupera en Sobre mis pasos, hablaba de las recientes reformas constitucionales aprobadas por el PRI y el PAN, pero también, casi tres años antes del error de diciembre de 1994 y la crisis económica, advertía de ciertos riesgos.

Escribió Cuauhtémoc Cárdenas en 1992: “El gobierno ha dado un paso adelante: ha procedido a reformar la Constitución en algunos de sus artículos esenciales, alterando su espíritu reivindicatorio y su contenido social y popular, dando con ello un vuelvo histórico al desarrollo político del país […] Estas reformas, aprobadas por dictado autocrático del Ejecutivo a una mayoría legislativa que nunca recibió mandato popular para realizarlas, carecen de autoridad moral, y yendo más al fondo, de validez constitucional […] Los riesgos de una nueva asfixia de la economía están a la vista de nueva cuenta. La estabilidad de la economía está en manos de los especuladores y se hará insostenible cuando ellos decidan que los daños de la política oficial les resultan tan insoportables que impongan una nueva devaluación al peso y restricciones sociales y cargas más pesadas al pueblo en su conjunto”.

El proceso electoral de 1994 estuvo, sin duda, marcado por un asesinato político, el que cobró la vida a Luis Donaldo Colosio. Aparte de este asesinato, Cuauhtémoc Cárdenas recuerda otros más. Este recordatorio lo hizo el 7 de junio de 1994, Día de la Libertad de Expresión, en un acto de los candidatos presidenciales con periodistas. El recordatorio es pertinente en un país donde la memoria escasea, sobre todo en tiempos de purificaciones en las plazas y tribunas públicas, purificaciones no sólo de políticos de oscuro pasado sino también de periodistas en condiciones análogas.

Escribe Cuauhtémoc Cárdenas: “…y finalmente, para sorpresa de todos los asistentes y desagrado de más de uno, pedí se guardara un minuto de silencio en memoria de los periodistas asesinados [cuarenta a lo largo del sexenio salinista], cuyos crímenes en su mayoría permanecían impunes. Fue notorio que el único que no se levantó de su asiento mientras se guardaba el minuto de silencio fue Jacobo Zabludovsky. No imagino la razón de su desacuerdo con mi pronunciamiento, más allá de su desagrado respecto a mi candidatura”.

A Cuauhtémoc Cárdenas le tocó protagonizar, junto con Ernesto Zedillo y Diego Fernández de Cevallos, el primer debate presidencial en México. Se puede decir que ése fue un debate histórico. Y también se puede decir que ese debate significó el punto de inflexión a partir del cual la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas perdió la posibilidad de disputar la elección presidencial. Más allá de la parafernalia y del hecho en sí, ésa fue la única consecuencia política del debate en 1994.

A Cuauhtémoc Cárdenas le tocó protagonizar, junto con Ernesto Zedillo y Diego Fernández de Cevallos, el primer debate presidencial en México. Se puede decir que ése fue un debate histórico.

Escribe Cuauhtémoc Cárdenas: “Unos días antes del debate me buscó Diego Fernández de Cevallos, candidato del PAN. Me dijo que iría al debate a presentar argumentos, a fijar puntos de vista y no pretendía hacer descalificaciones personales de sus contrincantes. Respondí que yo iría con la misma actitud […] Así se llegó a ese debate […] Quien realmente llegó desinhibido y presentó sus argumentos con más fuerza y golpeando a un lado y a otro, más a mí que a Zedillo, fue Diego. A sus ataques no respondí, lo que visto pasado el encuentro fue un grave error, pues tenía argumentos para rebatirlo […] Diego resultó, sin duda alguna, el mejor librado en el debate y el mejor valorado por la opinión pública […] Los principales medios, dependientes en alto grado de la voluntad y de los recursos del gobierno, se volcaron destacando el supuesto buen desempeño del candidato oficial [Zedillo], lo que estuvo acompañado de la desaparición de Diego de la escena pública por varias largas semanas. Suspendió por un tiempo sus actividades de campaña, sin que se conozca hasta ahora una explicación clara de los motivos”.

La acusación más ridícula que el posteriormente desaparecido Diego Fernández de Cevallos hizo en ese debate en contra de Cuauhtémoc Cárdenas, haciendo gala de una actitud de beata de la década de los setenta, fue decir que “¡como gobernador de Michoacán promovió el estudio del marxismo-leninismo en las preparatorias!” Diego, en una frecuencia muy lopezobradorista, mostró documentos (no recuerdo si los sacó de una caja, pero de seguro un video sí nos sacaría de dudas) de planes de estudio y cosas así. Pero no sólo en las preparatorias de Michoacán, sino también en las de entidades gobernadas por Acción Nacional, precisamente en el mismo 1994, los planes de estudio incluían elementos de sociología marxista, por ejemplo, y de otras escuelas o corrientes de pensamiento. Quizá Diego leyó planes de estudio donde encontró más de un copy-paste de catecismo de materialismo histórico, de esos que publicaba la Editorial Progreso.

La cuestión, no ridícula sino bastante seria, es por qué Diego y muchos panistas no le ponen ningún pero a otro catecismo, el que en escuelas confesionales se impone a generaciones de niños y jóvenes, desde el preescolar hasta universidades (como la que comandaba Marcial Maciel, protegido de Wojtyla), a quienes hasta a misa se les lleva como parte de su educación. Y bueno, a propósito de formaciones, si Diego es en realidad un buen abogado, competente y preparado, por lo menos debe conocer una obra clásica de Karl Marx donde éste habla, entre otras cosas, de la miseria religiosa: Crítica a la Filosofía del Derecho de Hegel.

Después de ese debate Cuauhtémoc Cárdenas y la dirigencia del PRD viajaron a Chiapas. Ahí tuvieron un encuentro con el EZLN. Ese encuentro no fue nada terso. Aunque la crítica de Marcos no era descalificación farisea tipo Diego Fernández de Cevallos, sino algo diametralmente opuesto.

Escribe Cuauhtémoc Cárdenas: “Marcos hizo un discurso duro. Criticó al PRD, criticó fuerte al sistema de partidos, al régimen político y al gobierno, descartando como vía de acción del EZLN la electoral […] Señaló también que no recibirían a ningún otro candidato […] El encuentro con los zapatistas tuvo repercusiones. Los medios oficialistas argumentaron con un carácter que daba presencia al macartismo, que el PRD y yo simpatizábamos con la vía armada”.

En agosto de 1994 el IFE, todavía en manos del gobierno de Carlos Salinas de Gortari y encabezado por el priista Arturo Núñez Jiménez, declararía presidente electo a Ernesto Zedillo Ponce de León. Y a su vez éste declararía en Europa, meses después de tomar posesión, recuerda Cuauhtémoc Cárdenas, que “la elección de 1994 había sido inequitativa”.

Exactamente diecinueve años después de la elección fraudulenta de 1988, un 6 de julio de 1997, Cuauhtémoc Cárdenas ganó la elección de jefe de Gobierno del Distrito Federal. Este triunfo, recuerda Cuauhtémoc Cárdenas, en parte fue posible porque la crisis económica de 1994-1995 obligó al régimen a abrir válvulas de escape político. Entonces sí se ciudadanizó el IFE y las campañas electorales fueron equitativas. Pero algo muy importante también fue que la automática satanización de la izquierda, representada por Cuauhtémoc Cárdenas en esa elección, se destartaló. La oposición al salinismo y la coherencia de Cárdenas, sin duda, jugaron a su favor después del error de diciembre.

El primero de septiembre de 1997, además, se instalaría la primera legislatura con mayoría opositora al PRI, a pesar de los intentos golpistas de la fracción priista en San Lázaro encabezada por Arturo Núñez Jiménez, como coordinador, y Ricardo Monreal, como vicecoordinador. Y esa misma fracción priista, junto con el PAN, aprobaría el Fobaproa en 1999.

Toma de posesión, 5 de diciembre de 1997

La satanización de la izquierda se recompuso prácticamente a finales de 1997, sobre todo por la “candidatura natural” de Cárdenas que se perfilaba hacia el año 2000. Cárdenas recuerda, especialmente, el golpismo de Ricardo Salinas Pliego quien el 7 de junio de 1999, el día del asesinato de Francisco Paco Stanley, le dedicó seis horas continúas al linchamiento mediático del gobierno del D.F. Salinas Pliego fue el primero que en este país dijo: “Si no son capaces de hacerlo que renuncien”. Por cierto, Televisión Azteca sería en 2006, antes y después de las elecciones, la televisora donde López Obrador llegaría a tener dos reality shows de promoción política: La otra versión y La verdad sea dicha.

1997 fue también el primer año en el cual Televisa organizó su Teletón, con muchas más de seis horas continúas de transmisión (y muchos millones de pesos evadidos del fisco).

Algo que omite Cárdenas de ese 1997 es que un día después de la elección, siendo gobernador en funciones de Guanajuato, Vicente Fox anunció su precandidatura para la presidencia de la República y en una entrevista que concedió al periódico Reforma, textual, dijo de Cuauhtémoc Cárdenas: “Pues bienvenido Cuauhtémoc Cárdenas a la lucha por la democracia”.

La ignorancia o desmemoria de Vicente Fox —precandidato presidencial del PAN que hablaba de que haría comer “camote a los priistas”— debió haber alarmado, ya que él no era —es un decir— en ese año un advenedizo en la política mexicana. Fox había sido diputado federal del PAN en 1988, además había estado cerca del candidato presidencial de su partido, Manuel J. Clouthier. El nulo o tardío reconocimiento de Fox hacia Cárdenas no correspondía, por ejemplo, a lo que otras personas muy cercanas a Clouthier externaron en el funeral de éste.

Octubre de 1989. La mirada en tierras sinaloenses…

Escribe Cuauhtémoc Cárdenas: “Empezamos a conversar [Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo] con la señora y dos de sus hijas, cuando llegaron Fernando Gutiérrez Barrios, secretario de Gobernación, y Francisco Labastida Ochoa, gobernador de Sinaloa […] Transcurridos unos instantes, sin que se hubiera reanudado la conversación, salieron la señora, Gutiérrez Barrios y sus acompañantes. Las dos hijas que ahí se quedaron rompieron en exclamaciones, diciendo que ahora sí daban la cara, que mejor no hubieran aparecido”. Más adelante en el despacho de Clouthier: “Empezó primero una hija. Le dijo a Gutiérrez Barrios que esperaba cumplieran con los cambios democráticos. Gutiérrez Barrios dio una respuesta vaga […] Siguió otra hija. Respuesta similar. Luego el hijo menor. Lo mismo. Una hija, dirigiéndose a mí, dijo: ‘Cuauhtémoc, ahora eres tú quien tiene la bandera y debes continuar la lucha’. Incómodo para Gutiérrez Barrios […] Él tragaba grueso”.

De la posibilidad de una alianza PRD-PAN, opositora al PRI en el año 2000, también habla Cuauhtémoc Cárdenas en Sobre mis pasos. Esta alianza, como es de sobra conocido, nunca se concretó. Algunas de las razones de esto están escritas por Cuauhtémoc Cárdenas en el capítulo “El Distrito Federal”, anterior al capítulo “La tercera campaña”. Sin embargo, en uno de los primeros capítulos de su libro, donde habla de la primera elección a gobernador durante el salinato —la elección de 1989 en Baja California—, omite información ilustrativa también que permite entender algo de lo que pasó en 1999 y “la candidatura opositora”.

En la campaña electoral del año 2000

Si bien la candidatura de Martha Maldonado, candidata del PRD al gobierno de Baja California en 1989, obtuvo menos de 10% de votos y Cuauhtémoc Cárdenas sacó en el año 2000 poco menos de 20%, ambas candidaturas, mutatis mutandis, estuvieron marcadas no sólo por el sectarismo y el oportunismo de sectores de la izquierda, sino también y sobre todo por la negociación previa que reventó toda posibilidad de una candidatura de izquierda competitiva y le despejó el camino a Acción Nacional.

En 1989 Porfirio Muñoz Ledo impulsó denodadamente la alianza PAN-PRD en Baja California. Él públicamente ha dicho que había conseguido dos votos de la comisión política que en el naciente PRD decidió el tema de la alianza; que esos dos votos eran de Gilberto Rincón Gallardo y Arnoldo Martínez Verdugo, pero que finalmente uno se abstuvo y el otro votó en contra. En esa reunión política la voz de Adolfo Gilly sentenció: “El Partido de la Revolución Democrática no puede nacer con pañales blanquiazules”.

Y bueno, la negociación opositora de 1999, incluyendo a “los notables” (aquí también hay nombres, de hombres y mujeres, que hablan por sí solos), le despejó el camino a Fox. Nomás habría que recordar tan sólo a los y las perredistas que hasta llegaron a subsecretarias de Estado con Fox, a las cuales sólo renunciaron para incorporarse al lopezobradorismo seis años después. La mercadotecnia política de “los notables” y anexos, utilizando sus medios y espacios periodísticos, obligó de facto al PRD y al PAN a coaligarse, por aquello de la “unidad opositora”, con membretes-negocios viles a los que le siguieron dando vida: PVEM, PT, Convergencia, PAS, PSN.

Finalmente, el 2 de julio de 2000 Vicente Fox ganaría la elección presidencial. Porfirio Muñoz Ledo habló, fue aplaudido y coreado en la celebración panista realizada la noche de ese 2 de julio en el Ángel de la Independencia.

Un mes antes de tomar posesión, Vicente Fox se reunió con Cuauhtémoc Cárdenas en casa de Santiago Creel.

Escribe Cuauhtémoc Cárdenas: “Fox pensaba ofrecer a miembros del PRD las secretarías de Desarrollo Social y Medio Ambiente, concretamente a Rosario Robles y Alejandro Encinas, respectivamente, y había interés en conocer mi posición […] Le expresé que para un acuerdo con el partido sería indispensable conocer las propuestas y prioridades de la nueva administración. Le reiteré que sobre los asuntos que tenían que ver con el partido, informaría yo a su presidenta […] Como partido, considero que hubiera sido muy difícil, prácticamente imposible, establecer un acuerdo para la participación en el gobierno, pues el PRD sostenía posiciones francamente contrarias a las del PAN y a las propuestas de Fox”.

Antes, pocas semanas después del 2 de julio, hubo otra reunión Cárdenas-Fox. Esta reunión la organizó Alfonso Durazo, secretario particular de Fox por aquellos años y candidato a senador por la alianza lopezobradorista en el año 2006.

Escribe Cuauhtémoc Cárdenas: “Conversamos unos minutos, solos. Empezó diciéndome que ofrecía disculpas por las agresiones que se dieron en la campaña, que tenía interés en continuar la reforma política […] Expresó que quería tener una buena relación con el gobierno del Distrito Federal y para concluir me dijo ‘voy a la presidencia, dime en qué te puedo servir’. Agradecí su ofrecimiento y le dije que sabía que tendría las puertas abiertas con él para buscarlo de considerarlo yo necesario. Fue un encuentro breve, de no más de media hora”.

En Sobre mis pasos hay una omisión importante. Y es que no se puede decir que después de 1997, después de obtener una posición de poder, Cuauhtémoc Cárdenas dejó de ver, de atender, aspectos que siempre han estado en su agenda.

Algo que no menciona Cuauhtémoc Cárdenas es que en 1994 Ernesto Zedillo incorporó a un panista en su gabinete: Antonio Lozano Gracia, cercano colaborador de Diego Fernández de Cevallos, fue designado Procurador General de la República. Esa PGR, entre otras cosas, recurría a brujas o videntes para localizar el cadáver de un político desaparecido. Pero, por otra parte, Ernesto Zedillo también contempló incorporar en su gabinete a un perredista, concretamente a ¿Alejandro Encinas? Quién sabe por qué tantos políticos —del PRI, del PAN y del PT— coinciden en un deseo: incorporar como su candidato, o subalterno, o sustituto a Encinas (y hasta como contrincante, en una de ésas).

En Sobre mis pasos hay una omisión importante. Y es que no se puede decir que después de 1997, después de obtener una posición de poder, Cuauhtémoc Cárdenas dejó de ver, de atender, aspectos que siempre han estado en su agenda. Esa omisión es la masacre de Acteal ocurrida el 22 de diciembre de 1997. Cuauhtémoc Cárdenas no incorpora en Sobre mis pasos un hecho: el 24 de diciembre de 1997, siendo ya jefe de Gobierno del D.F., encabezó una manifestación en el Ángel de la Independencia donde demandó: “Es preciso que el gobierno de la República desarme y desmantele a las fuerzas paramilitares”. De ese mismo gobierno Cuauhtémoc Cárdenas decía: “Debe enviar de inmediato a la Comisión Permanente del Congreso las iniciativas para proceder a la desaparición de los poderes en Chiapas, lo que implicará la destitución de las actuales autoridades, incluido en primer lugar el gobernador Ruiz Ferro”.

En esa manifestación Cuauhtémoc Cárdenas estuvo acompañado por Andrés Manuel López Obrador y Porfirio Muñoz Ledo.

En Chiapas no hubo desaparición de poderes ni desmantelamiento de fuerzas paramilitares. Zedillo renunció, eso sí, al gobernador Ruiz Ferro, y designó gobernador sustituto al priista Roberto Albores Guillén, quien sería aliado estratégico de Andrés Manuel López Obrador y la Coalición por el Bien de Todos en el año 2006 en Chiapas.

Volviendo al capítulo “El EZLN”, aquí Cuauhtémoc Cárdenas habla de la “operación militar sorpresiva en Guadalupe Tepeyac”, ocurrida el 9 de febrero de 1995, que “intentó traicioneramente aprender a Marcos”. A raíz de estos hechos, el ex candidato presidencial contactó y planteó a ambas partes —el gobierno zedillista y el EZLN— la posibilidad de recuperar el diálogo y los encuentros cancelados. Marcos pidió que en la primera comunicación directa con representantes del secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma, Cuauhtémoc Cárdenas Batel fuera testigo de honor. Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano publica notas que su hijo escribió de los encuentros.

Uno de los representantes de la Gobernación zedillista en esos encuentros, según las notas de Cárdenas Batel, fue Luis Maldonado Venegas, actualmente coordinador de los senadores de Convergencia. Maldonado Venegas, además, sustituyó en el año 2006 a Dante Delgado en la presidencia del mismo partido. En esta posición política estuvo hasta el 2010; es decir, un personero de la Gobernación zedillista fue presidente de Convergencia durante los primeros cuatro años de la “presidencia legítima” de López Obrador, a quien acompañó en sus asambleas en el Zócalo capitalino.

IV. Los siguientes pasos

Reconocerás que en el círculo de colaboradores cercanos de Andrés Manuel [López Obrador] se encuentran algunos de los que instrumentaron el fraude electoral y la imposición en 1988 desde el gobierno, el Partido Revolucionario Institucional, la Cámara de Diputados y la Comisión Federal Electoral; quien impuso la banda presidencial a Carlos Salinas el 1 de diciembre de 1988; el que instrumentó la privatización del Canal 13 de la televisión; el que ha declarado que el proyecto económico de Andrés Manuel es el mismo que el de Carlos Salinas; el que pretendió promover la reelección de éste; y a ninguno que sepa ha pedido Andrés Manuel explicación sobre su cambio de piel política y ninguno la ha dado públicamente.

—Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. Carta pública a Elena Poniatowska, en virtud de las declaraciones hechas por ésta a La Jornada en las que afirmaba que “Cuauhtémoc Cárdenas, el subcomandante Marcos y Patricia Mercado le tenían envidia a López Obrador”. Septiembre de 2006.

“Todo es símbolo y analogía”, escribió el poeta portugués Fernando Pessoa, y no deja de ser simbólico, por decir lo menos, que el puente convincente a través del cual López Obrador llegó al FDN haya sido Rafael Aguilar Talamantes. Porque López Obrador, como priista, nunca fue miembro de la Corriente Democrática y al FDN llegó hasta después de las elecciones fraudulentas del 6 de julio de 1988. En el proceso electoral de ese año, en la categoría priista que haya tenido, López Obrador se mantuvo en el PRI de Salinas.

Escribe Cuauhtémoc Cárdenas: “Hacia finales de julio [de 1988], no tengo clara la fecha, me reuní en la oficina de los Andes con Graco Ramírez, que me había anunciado iría acompañado de Andrés Manuel López Obrador, joven dirigente del PRI en su estado, quien podría ser el candidato a gobernador de Tabasco postulado por el FDN, incluido el PRD en formación […] Pocos días después, Graco me dijo que consideraba conveniente, para comprometer más firmemente al PFCRN y para presionar a Andrés Manuel, que pidiera yo a Rafael Aguilar Talamantes que hablara con él para insistirle en que aceptara la propuesta. Se lo pedí. Habló con Andrés Manuel, con el que me reuní de nueva cuenta y finalmente aceptó contender”.

Meses después, en marzo de 1989, el mismo Rafael Aguilar Talamantes reconocería a Salinas de Gortari como “presidente legítimo” de México. Con esto, RAT se salió del FDN, que estaba en proceso de disolución y en su mayor parte se transformaría en el PRD. RAT se fue, pero quedó AMLO.

La crítica de Cuauhtémoc Cárdenas, en varios capítulos de Sobre mis pasos, alcanza al proceso de descomposición y corrupción que se inauguró en el PRD, cronológicamente, a raíz de la presidencia de López Obrador en el CEN de ese partido. Cárdenas recuerda el ignominioso fraude electoral de 1999, cuando las corrientes que se crearon amparadas por la presidencia de AMLO hicieron gala de mañas electorales que ya para esa época ni el PRI instrumentaba. A partir de entonces, ésa fue la constante en todo proceso interno. Ese fraude en particular Cárdenas lo ve con uno de los factores que afectaron su campaña electoral del año 2000.

Hay una autocrítica, algo endeble, respecto de las alianzas de ese mismo año con membretes como el PSN y el PAS. Esas alianzas no tenían razón de ser, como tampoco las que se establecieron con otros dos membretes —el PT y Convergencia— desde siempre. Esas alianzas obedecieron a la (i)lógica opositora que la “comentocracia” publicitó. El PAN también salió a pepenar membretes, pero sólo levantó al PVEM.

La crítica de Cuauhtémoc Cárdenas, en varios capítulos de Sobre mis pasos, alcanza al proceso de descomposición y corrupción que se inauguró en el PRD, cronológicamente, a raíz de la presidencia de López Obrador en el CEN de ese partido.

Siguiendo con el tema de los partidos paraestatales o paleros, membretes-negocios viles, hay una imprecisión de Cuauhtémoc Cárdenas. Él dice, en algún capítulo de Sobre mis pasos, que en la elección intermedia de 1991 perdieron su registro varios partidos: PPS, PARM y PFCRN (antes PST). Esto no fue así, esos partidos sí salvaron ese año el registro y llegaron con diputados plurinominales a San Lázaro. Esos partidos perdieron el registro hasta la elección de 1994, cuando en una especie de venganza política, nomás por haber servido para el registro de la candidatura de la Corriente Democrática en 1988, Salinas los desapareció para siempre como partidos paraestatales. A partir de la elección de 1994 los nuevos partidos paraestatales o paleros, membretes-negocios viles, fueron el PVEM y el PT. Después, en época de Zedillo, surgiría Convergencia y con el ménage à trois (Elba Esther-Fox-Martita), el Panal. Todos estos entes electoreros han sido satélites del PRI, del PAN y del PRD, a según el mercado electoral del momento.

En 1994, en el cual hubo como diez candidatos presidenciales, Cuauhtémoc Cárdenas sólo contendió con el registro electoral del PRD y perdió la elección. En 1997 hubo un candidato a la jefatura de Gobierno por cada partido registrado (había varios), pero en esa elección Cuauhtémoc ganó la elección con un amplio margen. Fox ganó la elección de 2000 e iba en alianza con el PVEM, y del 2006 ¿mejor no hablamos?

Tampoco deja de ser simbólico que, como cuenta Cuauhtémoc Cárdenas, el día de la primera presentación pública de Un México para todos, el programa que preparó contemplando su candidatura presidencial para el año 2006, a finales de febrero de 2004, esta presentación fuera opacada en los medios por el primer videoescándalo del año: Jorge Emilio González, el Niño Verde, senador plurinominal electo en 2000 por la coalición PAN-PVEM, apareció en un video en el cual protagonizaba una “aparente negociación turbia relacionada con un asunto inmobiliario”. Pero bueno, se hizo por parte de Cuauhtémoc Cárdenas y del equipo con lo acompañó en Un México para todos, días después, una segunda presentación en el Palacio de Minería.

Esta segunda presentación —el día 3 de marzo de 2004— también fue opacada por videos que salieron a la luz pública ese día, videos en los que ahora aparecía el operador estrella de Andrés Manuel López Obrador, René Bejarano Martínez, quien recibía fajos de billetes del “empresario progresista” Carlos Ahumada Kurtz (alguna categoría habría que darle, así sea entre comillas, a este ente), amante de la ex jefa de Gobierno sustituta, Rosario Robles Berlanga.

Cuauhtémoc Cárdenas no lo dice, pero es obvio que, al igual que el Rey Lear, tuvo dos hijas —políticas— muy ambiciosas. Éstas fueron Rosario Robles Berlanga y Andrés Manuel López Obrador.

Otro símbolo. El 6 de julio, pero de 2005, Cuauhtémoc Cárdenas tomó la decisión de retirar su precandidatura presidencial. En Sobre mis pasos expone el documento que presentó ese día.

Para ese entonces el circo romano ya había sido instalado en el Zócalo capitalino por López Obrador, después del desafuero y rodeado por ex salinistas, zedillistas y oportunistas de todas las raleas a quienes purificó, un día sí y el otro también.

Cárdenas no participó en la campaña de López Obrador en 2006. Son varias y serias las diferencias que señala tuvo con éste. Es interesante constatar que, además, esas diferencias datan por lo menos del año 2000.

Cárdenas no participó en la campaña de López Obrador en 2006. Son varias y serias las diferencias que señala tuvo con éste. Es interesante constatar que, además, esas diferencias datan por lo menos del año 2000.

Escribe Cuauhtémoc Cárdenas: “La mayor parte de los días que hice campaña [durante el año 2000] en la Ciudad de México no coincidimos, por su decisión, con el candidato a jefe de Gobierno [López Obrador]. El desencuentro más serio se dio en mi visita a Ciudad Universitaria el 22 de junio […] Al tratar de coordinar esa visita con el programa de campaña de Andrés Manuel con que él se negaba a asistir a ese encuentro. Hubo que insistirle a través de varios enviados y fue hasta poco antes de la hora prevista para el mitin que aceptó asistir, resistiéndose hasta el último minuto a hacer uso de la palabra. Finalmente dio un corto saludo”.

Hasta el desaparecido Diego Fernández de Cevallos fue a la UNAM siendo candidato presidencial. Pero en 2006 ya nadie fue. Cárdenas fue el último candidato presidencial que se presentó en la máxima casa de estudios.

Otra cosa que tampoco menciona Cuauhtémoc Cárdenas es que la noche del 2 de julio de 2000 encabezó en el Zócalo una concentración donde señaló que el PRD había ganado la elección de jefe de Gobierno. López Obrador, en ese Zócalo, estaba asustado porque la foximanía había arrasado y la diferencia entre él y Santiago Creel era mínima, casi la misma —porcentualmente— que existiría seis años después entre el mismo López Obrador y Felipe Calderón en la elección presidencial. Hasta eso, en el 2000 los panistas no inventaron un fraude electoral en la elección del D.F. mientras aceptaban su triunfo en la elección presidencial. Haciendo una analogía, eso hubiera sido tanto como inventar un fraude en la elección presidencial, pero no así en las elecciones de legisladores.

Pocos años después hubo otra diferencia más grave.

En la carta —citada líneas arriba— de Cuauhtémoc Cárdenas a Elena Poniatowska se menciona el juicio adverso que realizó Andrés Manuel López Obrador “de la digna y firme defensa del principio de la no intervención y de la paz que hizo Adolfo Aguilar Zínser como miembro del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas” en 2003. Cárdenas también le recordó a Elena Poniatowska que “ese hecho fue el principio de la ruptura de Aguilar Zínser con el gobierno de Fox”, gobierno tan afín a la administración de Bush II.

Cárdenas menciona que en 2006, una vez que contó con el beneplácito de todos los candidatos presidenciales, aceptó la coordinación de la comisión organizadora de los festejos del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución. El primer candidato presidencial que le dio el beneplácito fue López Obrador. Sin embargo, a raíz del conflicto poselectoral de 2006, Cárdenas renunció a esa coordinación.

Volviendo a la carta abierta a Elena Poniatowska, ahí hay un amplio diagnóstico de lo que es el lopezobradorismo. La carta es extensa y de hecho no se publica íntegra en Sobre mis pasos. La carta completa se puede leer aquí.

Vale la pena extraer un fragmento más de esa carta. ¿Qué decía con sus silencios López Obrador antes de la elección presidencial de 2006?

“Puedo citarte los casos siguientes respecto a los cuales Andrés Manuel no se
pronuncia todavía y que quienes consideramos prioritaria la lucha por el
rescate y ejercicio pleno de la soberanía y por la cabal vigencia de un Estado
de Derecho estimamos fundamentales: no ha habido una toma de posición en
relación con los contratos de servicios múltiples de Petróleos Mexicanos; tampoco
respecto de la ilegal prisión y la extradición hace unas cuantas semanas de seis
ciudadanos vascos. Sobre la iniciativa Sensenbrenner, que de llevarse a la práctica vulnerará los derechos de miles o millones de mexicanos en exilio forzado en Estados Unidos; la mayor y excesiva militarización de la frontera común del lado
norteamericano, que constituye, sin lugar a dudas, un acto inamistoso hacia
México; la iniciativa del Área de libre comercio de las Américas del presidente
Bush y la propuesta alternativa de promover un acuerdo continental de
desarrollo. La iniciativa de ley de sociedades de convivencia, bloqueada en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal en los primeros tiempos de su gestión; la
falta de tacto y de oficio diplomático en las relaciones del gobierno mexicano
con los gobiernos y Jefes de Estado de Cuba, Venezuela, Argentina y Bolivia”.

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En la parte final de Sobre mis pasos Cuauhtémoc Cárdenas recuerda la muerte de su madre, doña Amalia Solórzano viuda de Cárdenas, a finales de diciembre de 2008. También anexa un documento redactado ex profeso para el libro: “¿Qué sigue?”

Como apéndice en el libro se incluye el “Mensaje a los revolucionarios de México”, que se considera y se conoce también como el Testamento político de Lázaro Cárdenas. Este documento crítico data de 1970 y Lázaro Cárdenas, que murió el 19 de octubre de ese mismo año, lo escribió para la conmemoración del 60 aniversario de la Revolución Mexicana.

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Es justo mencionar que no hay una visión política provinciana en el libro de Cuauhtémoc Cárdenas. La mirada hacia el exterior está muy presente, no circunscribiéndose en Estados Unidos, y es crítica. De hecho, hay un capítulo específico: “El encuentro con el exterior”.

Esto es importante porque en este país impera una visión provinciana, no sólo en la vida política, empezando por la propia Ciudad de México. Tal parece que el mundo sólo existe para vacacionar, en dado caso, y tomarse la foto.

Por cierto, hay dos conjuntos de fotografías incluidas en Sobre mis pasos. En algunas de esas fotografías también se constata “ese encuentro con el exterior”.

Una errata. En el segundo conjunto de fotografías que incluye Sobre mis pasos aparece una que es del año 1998, de un acto realizado en el Salón de Cabildos del Palacio del Ayuntamiento donde Cuauhtémoc Cárdenas, como jefe de Gobierno de la Ciudad de México, le entregó las llaves de la ciudad y declaró huésped distinguido de ella al gran escritor italiano (“con alma portuguesa”) Antonio Tabucchi. El pie de la fotografía señala que Tabucchi es Premio Nobel de Literatura. El autor de Sostiene Pereira no es Premio Nobel de Literatura, y si algún día le otorgan el Nobel, dignificaría a ese premio.

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Al terminar de leer Sobre mis pasos uno se queda con la sensación de que algo se perdió, o de algo nos perdimos. Es cierto que después de Vicente Fox y Ernesto Zedillo en este país cualquiera puede ser presidente. También es cierto que a Andrés Manuel López Obrador y Diego Fernández de Cevallos poco les faltó para llegar a ser presidente. Y actualmente Felipe Calderón lo es.

En tres ocasiones Cuauhtémoc Cárdenas se presentó como candidato presidencial. En una probablemente ganó la elección. Una diferencia fundamental entre Cárdenas y los políticos aludidos en el párrafo anterior es la estatura de estadista. Si Cuauhtémoc Cárdenas hubiera sido presidente hace algunos años, podemos estar ciertos de que este país sería por lo menos más respirable. ®

—Baja California, 6 de enero de 2011

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Publicado en: Enero 2011, Política y sociedad

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