El reggaetón ha evolucionado desde su creación a mediados de los noventa y ya no es una música exclusivamente masculina ni heterosexual.
Si vamos a hablar de reggaetón hablemos del elefante en la sala: el reggaetón es un género abiertamente sexual. Si una quiere cortarse las venas abiertas de América Latina tal vez sintoniza a Calle 13, o si se le antoja un romance casto y puro quizá vaya a la Oreja de Van Gogh; habrá quienes de plano quieran bailar a Celia Cruz nomás para machacarle al mundo su inverosímil optimismo. Pero quienes pasan por el reggaetón se toparán inevitablemente con insinuaciones sexuales que van de lo sensual y ricamente cantado, como “Despacito”, a lo abiertamente indiscreto si no es que patanesco, como “Ropa interior”, pero si se quiere evitar la narrativa sexosa acompañada de música ad hoc pues simplemente evite el reggaetón y ni siquiera hay tema de conversación.
Claro que hay reggaetones que nada dicen de sexo, son fantásticos y entrañables, como los de Bomba Estéreo, o los que de plano tienen un punto político y un argumento de resistencia frente a la violencia sexual y la misoginia que solamente se entienden en la ironía de ser acompañados por música de reggaeton, como algunos de Chocolate Mix.
Digamos que se llevan al elefante de la sala y aún quedamos unos cuantos gatos dispuestos a hablar de reggaetón, y entonces sí, no hay escapatoria, vamos a entrarle al asunto: ¿qué es tan molesto del sexo en el reggaetón? Existen por lo menos dos posturas críticas con matices varios. La primera es que el sexo del que se habla en este género caribeño cosifica a las mujeres y ejerce en ellas/nosotras una gran violencia simbólica porque se trata de una bola de sujetos que la califican a una de gordibuena, señorita, de mover el culo bien o mal y un sinfín de etcéteras. La otra es que el reggaetón es una música con mensajes básicos y casi rupestres —porque dígame usted si hay algo más básico en esta vida que hablar de sexo. Enfoquémonos en el primer punto porque el segundo no tiene mucho margen de discusión: es clasismo vil; quienes desprecian el reggaetón por ser básico lo que en realidad quieren decir es que es un ritmo de barrios y zonas urbanas marginadas. Es música de nacos, mamás luchonas y cholos, con toda la carga racista y clasista que estos términos conllevan. El clasismo, el racismo y el desprecio general a las clases populares merecen un análisis aparte porque hablan de esta clase media aspiracional, de buenas conciencias y moral intachable, de mirreyesy gente bien a quienes el azar fenotípico y de clase los ha colocado en la primera fila de las oportunidades y se sienten calificados para diferenciar la cultura buena de la mala. Pero no queremos hablar de eso.
De lo que queremos hablar es de esa cosificación y violencia simbólica contra las mujeres en el sexo contenido en todo, en todo el reggaetón, y lo que queremos decir es que esa aseveración es ya una falacia y en el mejor de los casos un cliché.
De lo que queremos hablar es de esa cosificación y violencia simbólica contra las mujeres en el sexo contenido en todo, en todo el reggaetón, y lo que queremos decir es que esa aseveración es ya una falacia y en el mejor de los casos un cliché. Lo es por dos razones. La primera es simple y se va directamente a la evidencia: si bien existen los reggaetones cosificadores y denigrantes como Mi vecinita de Plan B, 4 Babies de Maluma, Móntala de Miguelito, y La muda, entre muchos otros reggaetones sexistas, denigrantes y de plano misóginos, el género no se puede reducir ya, hoy, a esa expresión y no puede decirse que esas características le sean exclusivas, desafortunadamente; se puede encontrar cosificación y misoginia en canciones de hip hop y del mainstream rockero.
Según sus historiadores, el reggaetón surgió con ese estigma y el de exaltar el combo sexo–drogas–violencia, pero es justo decir que este género musical ha cambiado merced a los intérpretes que poco a poco se han ido integrando, e irónicamente cantantes emblema como Maluma se han vuelto ellos mismos territorio de contraataque e intervención de culture jamming feministas.
Tampoco es que la tipología de este reggaetón “primario” termine en la cosificación sexual; muchos de los reggaetones que cantan ídolos del género como Enrique Iglesias, J. Balvin, Maluma, Danny Ocean, Nicky Jam o CNCO son más ofensivos y violentos contra otros hombres que contra las mujeres. Se dan gusto tachando de cornudo, porquería y mediocre al rival de amores. El novio oficial en estas fantasías masculinas es un tipo que no satisface sexualmente a la chica en cuestión, por lo que ellas los tienen a ellos como escape, no obstante el cornudito sigue siendo el oficial. Y en estos casos las letras son de un sentimentalismo ramplón que bordea en lo patético; cuentan las historias de hombres sentimentales y chillones que los botaron luego de una noche y que están esperando a que la chica deje al novio. Hay muchos otros que caen en un tópico muy querido a la canción popular y los señores reggaetoneros se emborrachan para olvidar que los dejaron. Podrían acusar de sadismo —porque violentos contra los propios hombres sí son—, pero en este sufrimiento no hay mucha cosificación sexual y sí varoncitos que en su territorialidad caen en el sentimentalismo vil.
La segunda razón por la cual la cosificación generalizada hacia las mujeres en este género es una falacia tiene que ver con su supuesto axiomático de que la insinuación sexual hacia ellas es per se y a priori cosificación o violencia.
La segunda razón por la cual la cosificación generalizada hacia las mujeres en este género es una falacia tiene que ver con su supuesto axiomático de que la insinuación sexual hacia ellas es per se y a priori cosificación o violencia. La propuesta indecorosa y abiertamente sexual es clarísima en muchos reggaetones como éste o este otro, y de hecho “Felices los 4” no sólo es tremendamente sexual, sino que su letra hace una invitación swinger —que el video desvirtúa, lamentablemente. Ni hablar, estos reggaetones chorrean flujos corporales por todos lados.
¿Por qué esto tendría que ser en sí mismo o en todos los casos ofensivo, cosificador o violento? ¿Podemos probar y generalizar la hipótesis de que no hay mujer que quiera o le guste que “le dediquen” un reggaetón? Creemos que no, pero se da como probada esa hipótesis y se parte de que siempre y en todo momento la insinuación no es bienvenida porque —debe asumirse— las mujeres no quieren ni piensan en sexo estimuladas por letras y músicas sensuales: claro que no, las mujeres prefieren hablar de sus hijos o su carrera o sus gatos o plantas o viajes o niñeras o el súper antes que hablar o pensar que sí; ¡que sí estaría rico que alguien la sacara a bailar un reggaetón y se siguiese de largo con la inspiración! Hay como un entendido —no gratis, también debe decirse— porque la violencia sexual en México es escandalosa y es un hecho que hay siete feminicidios por día, y este supuesto es que el sexo heteronormado es impuesto o incluso forzado en las mujeres ¡siempre! Insinuarle o proponerle abiertamente sexo a cualquier mujer es per se y de suyo violencia sexual, y nos atreveríamos a decir que no, que estamos mezclando las cosas hasta volvernos pacatos en esta búsqueda de corrección política.
Se entiende que para las mujeres lesbianas debe ser una monserga la eterna insinuación de los hombres misóginos y violentos de que su “problema” es la ausencia de buen sexo heterosexual y patriarcal. Pero las mujeres que gozan del sexo con otras mujeres se hacen sus muy buenos reggaetones, lo que indica que la propuesta de sexo no debe ser una insinuación necesariamente violenta, o no lo puede ser solamente cuando viene de hombres hacia mujeres que pudieran apreciar sus atributos físicos, es decir, mujeres heterosexuales. Parece que esa generalización oculta el hecho de la diversidad de la realidad misma y de los deseos de las mujeres, pues hay quienes aborrecen el reggaetón pero también las que disfrutan la insinuación sexual y su cachondeo en un intercambio lésbico y también heterosexual, por muy patriarcal, heteronormado y machín que parezca frente a nuestras escandalizadas buenas costumbres feministas (de clase media, blanca, educada).
Tan es así que hay reggaetones en los que las mujeres expresan abiertamente deseo por los hombres —¿los cosifican? En estas canciones se habla velada o abiertamente de penes, hacer el amor, tener sexo, cama y estar excitada. Hay reggaetones deliciosamente cachondos como los de Ivy Queen y Jenny la Sexy Voz, los provocativos y explícitamente sexuales como los de Tomasa del Real y los que nos dejan pensando en si la erotización de la narcocultura no vendría siendo un problema que debemos analizar aparte, como los de Ms Nina.
No se trata de que el reggaetón nos guste, sino de que aceptemos que nuestros prejuicios —perdón, análisis— no resisten una crítica de género o de clase mínimo.
La moraleja es que a una puede o no gustarle el reggaetón por la sensibilidad musical que se tenga: ¡vaya que ni un himno a Foucault sería grato en rap o hip hop! No se trata de que el reggaetón nos guste, sino de que aceptemos que nuestros prejuicios —perdón, análisis— no resisten una crítica de género o de clase mínimo. Si queremos desechar el reggaetón por cosificador tenemos que echarle más ganitas, porque hasta donde la evidencia nos deja ver 1) hay reggaetones misóginos pero no todos cosifican y denigran a las mujeres; 2) muchos construyen masculinidades patéticas; 3) hay mujeres que detestan la insinuación sexual y otras que la desean; 4) no es una música exclusivamente masculina ni heterosexual, y 5) el género ha evolucionado, y mucho, desde su creación a mediados de los noventa.
Vale la pena concluir esta disertación con una frase lapidaria de la mismísima Tomasa del Real en entrevista: “En Chile alguien te invita a salir y te dice: ‘Ya po, vamo al carreta mañana y vacilemos sin respeto’. ¡Obvio! Yo no quiero que me tengas respeto, si me gustas y estamos los dos de acuerdo, ¡faltémonos al respeto!” ®