La temporada 2 de Love, Death & Robots ofrece tan sólo ocho episodios, que pueden parecer leves en comparación con las dieciocho entregas de la primera; pero todavía hay mucho que ver aquí, y tener menos episodios no significa nada para estos dos monstruos.
David Fincher y el director de Deadpool, Tim Miller, están de regreso con Love, Death & Robots, una nueva entrega de la serie de cortos animados que profundiza en las distopías malignas, el combate cósmico y, eh… ¿un Santa Claus anacoreta? Y aunque esta vez no tengamos tantos episodios, la serie sigue siendo un gabinete de curiosidades, explayado y atractivo. La temporada 2 de Love, Death & Robots ofrece tan sólo ocho episodios, que pueden parecer leves en comparación con las dieciocho entregas de la primera temporada; pero todavía hay mucho que ver aquí, y tener menos episodios no significa nada para estos dos monstruos —que menos es más, ígnaros.
Esta ronda de episodios, con dentelladas de caos, de aproximadamente 12 a 18 minutos cada uno, abordan distópicos personajes de un imaginario colectivo posmoderno: monstruos psicológicos, robots que funcionan mal, cazarrecompensas cobardes y el órgano masivo de un gigante muerto. Una vez más, esta serie lleva la antorcha de “antología de ciencia ficción poco convencional” encendida anteriormente por programas como “Liquid Television” en los años noventa —y claro está: el Heavy Metal de 1981—. En un acto de variedades viable, capaz tanto de mostrar sus colmillos como de mostrar su subconsciente, el equipo, proveniente de una variedad internacional de estudios de animación y efectos visuales, se adentra en su oscuridad personal más profunda para contarnos las pesadillas que no nos atrevimos a soñar en un siglo como éste. Con historias que emergen de los estudios Blur Studio (“Far Cry 5”, “Shadow of the Tomb Raider”) de Miller con sede en Los Ángeles, Axis Studios (“God of War”, “Beyond Good and Evil 2”) de Escocia, Unit Image de Francia, la incorporación de Blink Industries de Inglaterra y Passion Animation Studios, la serie ofrece una vez más una feroz variedad de animaciones que van desde el 2D a la 3D, hasta imágenes generadas por las computadoras más fulminantes del mundo.
Esta ronda de episodios, con dentelladas de caos, de aproximadamente 12 a 18 minutos cada uno, abordan distópicos personajes de un imaginario colectivo posmoderno: monstruos psicológicos, robots que funcionan mal, cazarrecompensas cobardes y el órgano masivo de un gigante muerto.
Dos de los episodios de este año involucran el miedo a partir de una sublevación de robots: una tratada como sátira y la otra como un thriller claustrofóbico que recuerda a la Hardware de Richard Stanley de la década de los noventa. “Automated Customer Service”, basado en una historia del autor John Scalzi (“La vieja guardia”, 2005), nos lleva a una ciudad estilo Palm Springs administrada por autómatas, donde los residentes mayores parecen disfrutar de una existencia adyacente a la de Buy n Large de WALL•E… hasta que se enciende un malvado robot aspirador. “Life Hutch” es una breve historia de sobrevivientes, basada en un cuento del escritor Harlan Ellison (“La bestia que gritaba amor en el corazón del Universo”, de 1969), está protagonizada por Michael B. Jordan como un marine espacial abandonado que debe enfrentarse a un trastornado droide de mantenimiento. Ninguno de estos episodios son conceptos exactamente nuevos, pero una de las fortalezas de Love, Death & Robots reside en una libertad que nutre la capacidad de mostrarnos historias similares con diferentes tonos, texturas y animaciones.
“Automated Customer Service” también es un buen episodio para ver primero, ya que comienza con un apocalipsis de robot irónico que afloja la psique lo suficiente como para absorber importes más pesados en episodios venideros. Por ejemplo, está el aterrador “Pop Squad”, de la directora supervisora de la temporada 2, Jennifer Yuh Nelson (Kung Fu panda 2), que presenta a Nolan North como un policía del futuro que caza y mata a descendientes ilegales, y “Snow in the Desert”, que es una despiadada matanza que llena el space western con un proyecto de ley. Ambos se ocupan de la fría y cruel búsqueda de la inmortalidad de la humanidad. “Pop Squad” se parece más a la Elysium (Neill Blomkamp) de 2013, o incluso al propio Altered Carbon (Laeta Kalogridis) del mismo Netflix, con una élite que disfruta de una vida en el cielo y la oportunidad de vivir para siempre, pero experimentando el vacío infructuoso de ser un dios. “Snow in the Desert” es la otra cara de este episodio, con una historia basada en balas y recompensas, que trata la inmortalidad como una verdadera plaga de soledad. Ese tema es un recurso sólido para la ciencia ficción, y dividirlo en magníficos bocados nos permite ir directamente al núcleo.
A la postre, “Ice” de Robert Valley (Pear Cider and Cigarettes), cuenta una sencilla pero cálida historia de hermanos en medio de un remolino de sombras y luces neón. “The Tall Grass” y “All Through the House” incursionan en fantasmales thrillers psicológicos como humildes ofrendas de terror. Aunque “Ice” y “The Tall Grass” son visualmente únicos en comparación con los otros capítulos, y “All Through the House” es un chiste muy bueno, estos tres son los capítulos más débiles de todos. Si bien no están completamente vacíos, simplemente no están a la altura del resto.
Si los ves en el orden sugerido, el capítulo final es una adaptación de una novela de J.G. Ballard llamada El gigante ahogado (1964). Mientras que “Life Hutch” es literalmente un scape–room —en su mayoría libre de diálogos—, “The Drowned Giant”, de Tim Miller, se narra de manera redonda, de principio a fin, abarcando una gama de preguntas y observaciones existenciales mientras una pequeña ciudad descubre a un hombre gigante muerto y desnudo en una orilla. Es sublime. “The Drowned Giant” es un triunfo poético, que hierve sentimientos caóticos a través del reposo tranquilo de tu mente. Es lo mejor de la capitulación, con el seguimiento de “Pop Squad”, “Life Hutch” y “Snow in the Desert”. Si lo que buscas es una animación más diversa, “The Tall Grass” se desarrolla como una pintura en movimiento, mientras que “Ice” tiene un aspecto 2D más plano y tradicional, aunque esos dos episodios no te golpearán con la melancolía de los demás.
Love, Death & Robots, Vol. 2, no necesita más de ocho episodios. Un catálogo más corto probablemente sea lo mejor, ya que el grupo de historias de este año presenta algunos temas que se repiten. Dicho esto, la serie sigue siendo un buffet de maravillas animadas y de una maldad que invita a la reflexión. ®