Esta nueva entrega del loco Max tiene un pretexto narrativo en extremo sencillo, pero no es más que la trasposición de las viejas tramas del western en las que una diligencia tenía que ser escoltada por el héroe a través del desierto para llegar a su destino
La trama de la nueva aventura fílmica de Mad Max peca de simple y puede tornarse en monótona para aquellos acostumbrados a que sus historias tengan arcos narrativos que propicien el desarrollo de personajes, haciendo que el espectador se interese en ellos.
Derivativa en extremo de la segunda parte —que ha sido uno de las cintas de acción más influyentes de los ochenta, copiada hasta la saciedad—, la única novedad que nos ofrece esta secuela son explosiones en CGI, por no decir que el personaje epónimo del filme —el mentado Max, interpretado aquí sin el carisma de Mel Gibson por un Tom Hardy en modo Bane— se pierde en su propia película. Eso es lo que leerán de algunos críticos de cine que, a mi parecer, esperan una película tradicional de acción o a los que les embarga la nostalgia pues ésta no es El Guerrero de la Carretera.
Sí, esta nueva entrega del loco Max tiene un pretexto narrativo en extremo sencillo, pero no es más que la trasposición de las viejas tramas del western en las que una diligencia tenía que ser escoltada por el héroe a través del desierto para llegar a su destino, de la misma forma que lo hacía la segunda parte. George Miller ha creado a un personaje tan icónico que aquí se puede dar el lujo de utilizarlo meramente como catalizador para explorar más la sociedad postapocalíptica planteada en su saga, cosa que hace además meramente en clave de acción, en una persecución de dos horas sin respiro y pocos devaneos dramáticos. De esta forma Miller deshace de manera gozosa las convenciones de estructura narrativa, las reduce a su esencia más pura y las subvierte para crear una de las películas de acción definitivas de lo que va de este siglo. Y lo hace al tono de estas nuevas épocas, incorporando el CGI con los efectos prácticos y siendo inclusivo al incorporar personajes femeninos fuertes que no se reducen a meras víctimas, como antaño. ¡Qué día para la historia del cine de acción, qué hermoso día! ®