Máscara contra cabellera

El ritual de la lucha libre en México

La lucha libre en nuestro país ya no es lo que era. Esta crónica nos lleva al ring, a las gradas y al gimnasio del Profesor Mr. Lince, veterano luchador con muchas historias que contar y además, con una mirada crítica hacia el deporte/espectáculo en México.

I

Rudy Reyna

Se encienden las luces, las butacas esperan ser salpicadas de cerveza, semillitas y el sudor de los espectadores. El tiempo se agota y en el entarimado los dioses del pancracio confabulan sobre el destino de los gladiadores. El público comienza a impacientarse, piensan, con justa razón, que el anunciador ha tardado demasiado. Entre el bullicio se escucha la primera mentada de madre, símbolo de la presencia humana que exige, desagarra su garganta, la enfría de cebada y refresco, vuelve a gritar y desgarrarse, pues el asunto es hacer presencia, creer que en realidad uno es alguien dentro de esta comedia humana.

Se percibe una humareda. El público está pendiente a que su ídolo aparezca; es cuando el anunciador los llama: en esta esquina… ¡Mr. Lince! … en la otra esquina, ¡Rudy Reyna! Ya algunos están festejando la aparición, pero el recuerdo materno es el objeto más simpático de la tonada en la afición.

José Luis Vázquez, mejor conocido como el Profesor Mr. Lince, es hoy un maestro de lucha libre y dueño del gimnasio “Mr. Lince” ubicado en la colonia Terminal, en Monterrey. Como muchos amantes del deporte de las llaves y candados, muestra tristeza ante el panorama que ofrece la lucha libre actual. Tan triste se siente el hombre que de vez en cuando realiza funciones especiales encaminadas a la reflexión, donde conviven la anécdota, la fotografía, el recuerdo y la melancolía.

“Aquí les decimos a los nuevos elementos que ya luchen, porque va dirigida a los elementos que ya luchan y vamos a hacerles entender que ya no se usan muchas cosas que eran primordiales; de entrada la toma de referee en el inicio del encuentro es primordial, ahora ya ni se usa, en vez de hacer la toma de referee van y agarran el micrófono, y eso va desvirtuando la verdadera lucha.

Ya no ‘llavean’ abajo. Está muy distorsionado esto de la lucha libre, y por eso un grupo de luchadores y compañeros nos hemos dado a la tarea de hablar del tema, aunque sabemos que con esto no la vamos a cambiar pero que de perdido un grupo de niños y jóvenes se entere que había luchadores muy prolíficos en su llaveo, en su técnica y eran unos verdaderos deportistas”, señala Vázquez.

Antes se podía leer en las crónicas de las revistas especializadas en lucha libre sobre el combate por el campeonato nacional entre René “Copetes” Guajardo y Jerry London, donde la lucha duró una hora y cuarenta minutos de puro finísimo forcejeo de llaves y candados. Hoy en día un campeonato mundial tiene una duración aproximada de 12 minutos donde todo mundo ajeno al combate interviene sin que se muestre una sanción por parte de las comisiones de box y lucha.

“La realidad es de que desde que empezó una empresa a nivel profesional aquí en México se empezó a distorsionar todo copiando los espectáculos de los Estados Unidos”.

Vemos que hoy en día esta distorsión del verdadero ser de la lucha ha llegado a tales límites que el rol del luchador técnico y el rudo se confunden, a veces el “científico” es más rudo que el luchador “marrullero” anunciado en el programa, entiéndase que Atlantis o Máscara Sagrada pican más ojos que el propio Sangre Chicana o Daniel López “El Satánico”.

Por este tipo de razones, Mr. Lince indica que a menudo trata de inculcar a sus pupilos el interés en figuras como Tonina Jackson, René Guajardo, Rolando Vera, Blue Demon, Henry Piluso, entre otros.

“Hasta las propias revistas han cambiado mucho y no defienden la lucha antigua, se hacen también cómplices al reportar todo.

Pienso que también por esto se ha alejado la lucha de ciertas zonas porque ya no va la gente. Pero vamos a dejarlo eso a que la historia lo diga”, indica Vázquez.

Primeros zarpazos

Vázquez recuerda cuando de niño ya se ponía un costal de harina a modo de capa en el cuello para decir que era luchador.

A los catorce años de edad él y sus amigos descubrieron un anuncio en el periódico donde decía que se enseñaba lucha libre gratis.

Así fue como asistieron al antiguo Edificio Marroquín ubicado en la calle Zaragoza antes de llegar a Pare Mier, donde en el cuarto piso se impartían entrenamientos de box, lucha libre y danza. Era el INJUVE.

Ya no ‘llavean’ abajo. Está muy distorsionado esto de la lucha libre, y por eso un grupo de luchadores y compañeros nos hemos dado a la tarea de hablar del tema, aunque sabemos que con esto no la vamos a cambiar pero que de perdido un grupo de niños y jóvenes se entere que había luchadores muy prolíficos en su llaveo, en su técnica y eran unos verdaderos deportistas”, señala Vázquez.

Pasados los años, de ese grupo de 14 amigos sólo quedaron él y otro compañero, quienes pasaron a estudiar con el profesor Beny Llanas para iniciar luego su entrenamiento como luchador con el maestro Rolando Vera.

“Primeramente luché como ‘El Yaki’ durante los 70’s y ya en 1976 pedí permiso en la empresa donde trabajaba, que era la Arena Coliseo para luchar enmascarado, por lo cual dejé de luchar ciertos meses y modifiqué mi peso y subí más delgado y más marcado.

Ahí empecé con el nombre de Mr. Lince que estuve llevando ese nombre hasta el año de 1992”.

Recordando con mucho respeto el trabajo de René Guajardo como promotor luchístico, Vázquez señala que en su físico aun faltaban algunas medidas como la estatura y el peso, sin embargo Guajardo les dio oportunidad para desenvolverse al lado de grandes figuras, tan así que llegó a ser pareja en Matamoros del Enmascarado de Plata, “El Santo” frente al “Copetes” y Ray Mendoza.

Rápidos, furiosos y mal preparados

Vázquez comenzó su entrenamiento en 1964 y tardó seis años para ingresar al mundo del pancracio. Hoy los jóvenes deportistas tardan unos seis meses de entrenamiento para poder subirse al ring, lo cual denota pobreza sobre su preparación como luchadores, y un gran interés en el mercado económico.

Rudy Reyna recuerda con un dejo de melancolía aquella época en que se la pasaba dentro del pancracio: aquellos días no volverán sobre un deporte que cada vez pierde más su esencia.

«Es muy distinto porque cuando yo andaba en mi apogeo era todo muy diferente y muy efectivo, así lo veíamos nosotros, las arenas llenas a reventar.

Lástima, ahora no es la misma lucha que yo viví. Yo respeto lo que es la lucha pero hay muchos compañeros que no están bien preparados, les falta mucha preparación, están hechos al vapor y eso es lo que yo veo que los aguevona (sic) y ya no quieren hacer nada», comenta el siempre exótico.

Reyna señala que no son solamente los luchadores quienes han tomado esta actitud de “estrellitas”, sino que el vicio radica en quienes se hacen llamar «maestros», pues consideró a algunos de muy poca calidad ya que después de un entrenamiento de tres o cuatro meses lanzan al ring a elementos sin preparación.

«Son los que denigran a todos los que fuimos y dejamos en alto vuelo la lucha libre. Desgraciadamente veo que esto en vez de acabarse se está denigrando más, la gente ya no lo toma en serio, se toma de vacile.

La gente insulta ya feo y descaradamente sin que el luchador se pueda defender», apuntó.

Un cuerpo caliente no calienta el ambiente

Rudy indica que para el luchador de antaño, calentar el ambiente era símbolo de efectividad, y para un luchador exótico como lo él, siempre estrafalario y llamativo, el respetable público siempre estuvo en primer plano.

«En mis tiempos no había eso, sí hacíamos enojar a la gente y nos aventaban agua y cerveza, pero hasta ahí.

Me gritaban hasta de lo que me iba a morir, y para mí eso era bueno, porque eso significaba que yo estaba en mi mero apogeo, que la sabía armar. Para mí era calentar y para ellos encabronar».

Un bello cuerpo no siempre pertenece a un buen luchador, apunta Reyna.

«Si yo fuera promotor no me iría por ese lado, me iría por la técnica asesorándome con buenos maestros de lucha libre, si no la gente que sí sabe de lucha dirían, mira a Rudy Reyna, nada más trae a puro chavito bonito y bien dado».

Reyna recuerda aquel sentimiento de desahogo que se vivía en las arenas de antaño, y recuerda también con gracia cómo provocaba a las mujeres asistentes a la lucha sangrando una y otra vez más a sus ídolos para lograr con esto el efecto de desahogo.

«Las señoras eran las más groseras, ellas no tienen límites ni asco. Hasta de ellas aprendí varias cosas.

A mí nunca me faltaron el respeto porque sabían como yo madreaba. Yo me daba gusto, si no veía sangre no andaba a gusto yo.

Tenía que sacarle sangre y ahora sí me sentía yo, cuál exótico ni que nada. Entre más me gritaba la gente rayadas de madre yo más agradecía».

Para Rudy, palabras como tijeras voladoras o llaves son extrañas para los luchadores de hoy en día, quienes solamente con la patada o el sillazo creen que han cumplido con su papel en el ring.

De verse obligado a asistir a una función de lucha lo haría viendo un programa de luchadores de su época como el «Negro» Navarro o Solar.

La lucha libre le dio todo a Rudy, viajó por donde le dio su gana, como él menciona, lo más cerquita fue a Japón donde recordó aquellos alaridos muy coordinados que se daban en la arena.

Fue sorprendido al ver que la gente no se levantaba de sus asientos ni maldecía al aire cuando un compañero, el Gran Hammada, le comentó que si lograba provocar esos alaridos era porque estaba calentando completamente la arena.

II

Aprovechando la línea recta que surge entre la calle Zaragoza y el “Barrio del San Luisito” hoy conocido como la Colonia Independencia, avanzamos atravesando el centro de la ciudad dejando atrás espacios solitarios para olvidar en el camino los locales comerciales del Pasaje Comercial Morelos plantando los pies sobre el Puente Zaragoza.

Llegando a la Indepe basta con girar hacia la derecha sobre 16 de Septiembre y repetir la operación en Jalisco. La maniobra se ve interrumpida por dos graneras, cada una con cinco soldados, quienes están revisando un automóvil tipo Tsuru abandonado sobre el portón de un hogar. Coincidencias de la vida, la revisión se efectúa exactamente frente al consultorio del ex luchador y hoy quiropráctico Don Humberto Garza, nuestro hombre citado. El que nada debe nada teme y pasamos al interior del # 306. El famoso “Niño travieso de Monterrey” nos suplica aguardemos un momento, pues un cliente trae una molestia en el hombro y este domingo tiene que volver a formar parte de su equipo de sóftbol.

Terminado el masaje y escuchado las recomendaciones del ex luchador, el afectado se atreve a preguntar si este fin de semana podrá “pelotear”. Garza le cuestiona seriamente pero en broma si le pagan mucho en ese equipo. Se despiden con una sonrisa. Travesuras de la vida.

En el anterior reportaje sobre el ayer y el ahora en la Lucha Libre Mexicana, los ex luchadores regiomontanos José Luis Vázquez, conocido como “Mr. Lince” y Rudy Reyna coincidían en la importancia que se le da hoy en día al espectáculo sobre la filosofía del combate.

“Ahorita ya no hay maestros, en primer lugar. En segundo lugar, el luchador ya subiendo al ring hace su cuerpo como él quiere y desobedece al maestro.

La gente cree que abriéndose la frente, habiendo sangre, quebrándole una lámpara o un palo en la cabeza que eso es la lucha verdadera, y no es así.

La lucha es un encuentro entre luchador y luchador respetando a la autoridad que es el referee, al empresario y la Comisión de Box y Lucha. Respetando a la gente, quien paga para ver un espectáculo y no payasadas”, apunta Garza inclinado sobre la camilla de su consultorio.

“Ahí va el agua”

En las películas de los años sesenta el espectador era testigo del celo acendrado en los asistentes a una función de lucha libre, pues eran quienes primeramente repudiaban la inclusión de ajenos al combate. Ya de eso han pasado 40 años.

“Nadie sanciona. No hay autoridad, no hay Comisión de Box y Lucha que tenga esa disciplina para llamar la atención al luchador que no se meta con la gente. No es igual que yo lleve a mi chamaco y yo diga ‘ching.. a tu mad…’ y el niño lo repita. Es un mal ejemplo para la afición”, recalca Garza.

En una profesión donde el respeto por el respetable parece haberse dejado olvidado en el armario, sucede lo mismo con el respeto hacia la propia figura. Y en esto coincide Garza con Rudy Reyna y Mr. Lince: hace algunos años el luchador se cocía a fuego lento.

“Mi cuñado Mario Segura tardó seis años para poder subir al ring. De los 100 chavos que traía Rolando Vera entrenando salieron nada más 15 o 20, entre ellos ‘Mr. Lince’, el ‘Cadete’. Fue un ejemplo para nosotros que un luchador se hacía en dos o tres años; ahora el luchador se hace en un mes por su físico, su hermosura y porque ya sabe caer”.

“Nadie sanciona. No hay autoridad, no hay Comisión de Box y Lucha que tenga esa disciplina para llamar la atención al luchador que no se meta con la gente. No es igual que yo lleve a mi chamaco y yo diga ‘ching.. a tu mad…’ y el niño lo repita. Es un mal ejemplo para la afición”, recalca Garza.

El entrenamiento es la llave del deporte, señaló en una ocasión Andrés “Richardson” Durán Reyes, mejor conocido como “El amo del escándalo”: Sangre Chicana. Descansando en una bodega de la Casa Universitaria del Libro, pues recién había concluido una función de lucha libre para presentar la compilación de crónicas “Sin límite de tiempo”, Durán Reyes se confesó seriamente, sin aquella vivacidad y “locura”, características de su personaje.

“Entreno como quiera lucha en el gimnasio y pesas, no lo dejo. Nunca he dado clases, a los únicos que les di fue a mis hijos, a Sangre Chicana Jr. y a ‘Lluvia’. Se me hace que si me muero va a ser en un gimnasio.

Es la llave del deporte, lo sano, los gimnasios a los que llamamos templos del deporte. Hay como quiera levantar pesas para que el músculo esté activo, no nada más pura maroma y lucha olímpica. Hay que tener una alimentación balanceada y no andar comiendo mugres, ya ves que en gorditos tenemos el primero o segundo lugar en todo el mundo” apuntó en aquella ocasión.

Durán Reyes señaló que no sabe hacer otra cosa que luchar y estar en el gimnasio, inclusive teme a las consecuencias de abandonar estas actividades.

“Hay que aclarar que tengo 40 años luchando y si me retiro de esto me enfermo, esto es medicina para mí”, señala tal vez el “Rolling Stone” de la lucha libre mexicana.

El más joven de los entrevistados es Kaientai, luchador regiomontano quien en su niñez quedó fascinado después de presenciar un combate entre “Sangre Chicana y el Perro Aguayo”.

“Mi interés en la lucha nace desde muy niño. Veía la lucha por televisión pero luego pedí a mi papá que me llevara a la Monumental de Monterrey, donde por muchos años fui a ver lucha. La primera vez que fui me tocó ver a mis dos ídolos de la niñez , mano a mano, ‘Perro Aguayo vs. Sangre Chicana’ . Tenía aproximadamente 5 o 6 años, pero créeme, esa función la tengo muy grabada en mi mente”.

No cabe duda que la parranda es bonita, cuando es bien llevada. Humberto Garza recuerda la ausencia de regaños por parte de los maestros ante indisciplinas como el beber alcohol, desvelarse, fumar tabaco o demás actitudes antideportivas. El castigo consistía en cautiverio.

“No nos regañaban, nos suspendían dos o tres meses sin gimnasio, sin nada, y solitos nos componíamos”, apunta quien hiciera una tremenda pareja junto a Rubén “El Expreso del Norte” Juárez.

Si el gladiador no respeta al público, éste a su vez al gladiador, ¿quién sería el encargado de poner las reglas? Tal vez los comisionados, pero estos a su vez están maniatados por los “Señores del Espectáculo”. Uno se pregunta, ¿y la prensa? Sólo se escucha la música de los grillos.

Como bien mencionaba Mr. Lince en la primera parte de “Máscara contra cabellera”, hoy en día los tiempos sobre el ring están escritos bajo el guión del “business”. En esto también coincide Garza.

“Yo cuando le gané la lucha a Karloff Lagarde, esa lucha fue de una hora y media. Era comisionado Rolando Vera, yo quise ir a luchar y andaba pasado tres kilos. El mismo Rolando Vera me llevó al círculo y me metió al vapor hasta que no bajé los tres kilos. Fue una lucha muy agotada para ganar ese campeonato”, recuerda, y la melancolía desciende sobre toda la Independencia. Pasemos a otro tema.

Indian Mexican Power

“El sol sale para todos, no hay que culpar a los de la ‘W’. Es cuestión de gustos; yo no le debo nada a ellos, a mí me gusta ver el Consejo (CMLL), se lo recomiendo a la gente porque ahí sigue siendo lo de antes”, dijo “El Pocho Maldito”, Durán Reyes.

Es una realidad que nombres como Jeff Hardy, John Cena o Big Show tienen más resonancia en los oídos de los niños, tal vez los entes más propensos al aprendizaje, que otros como Atlantis, Místico, quien anda en “el otro lado” como “Sin Cara”, Averno o el propio “Sangre Chicana”. ¿Qué sucede?

“Son conceptos diferentes. La lucha estadounidense es buena, pero no precisamente WWE. Hay muchas empresas que no salen por televisión y tienen un nivel muy bueno. ¿Qué le llama la atención a los niños?, pues la producción que manejan. Muchos bla bla bla por micrófono, pero en el caso de la WWE te puedo decir que luchadores buenos tendrá seis, y con un grupo de 30 luchadores es exagerado que aun así se considere la mejor empresa del mundo”, expresa Kaientai.

Se ha visto a la lucha gringa como la raíz de la “desgracia” de la lucha libre mexicana, pues el vulgo considera que la lucha “extrema” proviene de las tierras del Tío Sam. Kaientai practica esta modalidad y arroja luz sobre el oscuro término.

“Aquí hay algo chistoso; el nombre «lucha extrema» es sólo aquí en México. Ese concepto de lucha existe desde hace mucho con el nombre de ‘Death match’ o ‘Hardcore wrestling’, y mi incursión se da porque al paso del tiempo empecé a coleccionar videos de lucha de diferentes partes del mundo, y un día llegó a mis manos un video de la empresa FMW de Japón, que es una de las empresas icono en este estilo. Me gustó mucho y mi idea no fue de lleno practicarlo, pero entre amigos surgió la idea de armar una funsión sólo para conocidos y mostrarles algo que en Monterrey nunca se había visto. La verdad nos fue muy bien”, dice el joven luchador.

La sangre es sangre

Habría que recordar las hazañas del “Copetes” Guajardo, quien cada sábado de lucha libre no faltaba que le pusiera un “descontón” a un aficionado ya entrado en alcoholes.

Dicen que la afición enjundiosa iba a buscar a Guajardo hasta su propio vestidor, a insultarlo y René salía a encarar enfundado nada más que en sus calzoncillos de ropa interior.

Es ahí cuando el que estaba más cerca recibía tremendo cachetadón y todo mundo se iba feliz a su casa.

Con una lesión en la cervical, la cuarta vértebra de la cintura, los codos y las rodillas, las “sentaderas”, “Mr. Lince” sin embargo buscaba seguir luchando aun y cuando los médicos le señalaban que debía retirarse del ring para comenzar a trabajar fuera del cuadrilátero como entrenador.

Aun y que existe rivalidad entre los luchadores, Mr. Lince comenta que la mayoría son compañeros, inclusive compadres.

Con una lesión en la cervical, la cuarta vértebra de la cintura, los codos y las rodillas, las “sentaderas”, “Mr. Lince” sin embargo buscaba seguir luchando aun y cuando los médicos le señalaban que debía retirarse del ring para comenzar a trabajar fuera del cuadrilátero como entrenador.

“Arriba se te hace un nudo en la garganta cuando la gente de una arena grande te reconoce tu trabajo cuando tú convences, cuando te brinda un aplauso.

Pues hay roces, como estás cuerpo a cuerpo y lógico que sientes que te aprieta y entonces luego le aprietas más.

Había veces en que venían en el camión que viajábamos todos juntos dos elementos con ganas de seguirse dando y paraban la camioneta, y se arreglaban a fregadazos, y luego que ya se daban ya le seguíamos por el camino”, comenta entre risas.

Rudy aprovecha para mandar un saludo a algunos cronistas de lucha libre, los más modernos, quienes señalan en sus textos que este deporte siempre ha estado plagado de falsedad, falsos golpes, falsa sangre.

Ante esto, Reyna señaló que algunas de estas personas siempre se han sentido celosos de no haberse podido desarrollar en tan bello deporte, donde la sangre es verdaderamente roja y los golpes duelen todavía pasada una semana del encuentro.

“La lucha libre es real, cualquier golpe, todas las caídas, si alguien lo duda, le extendemos la invitación a entrenar en algún gimnasio de la ciudad, para que comprueben la «falsedad» de un golpe arriba de un cuadrilátero”, agrega Kaientai.

¿Historias tristes?

En la lucha libre también hay historias tristes parecidas a las del box donde mientras el boxeador es ganador y logra títulos es protegido por el manager, pero cuando la carrera va en declive deja de ser frecuentado por los amigos.

Puede ser entonces que el dinero les haga falta, ya que pocos son los deportistas que tienen el hábito de ahorrar el dinero. Algunos incluso se han dado al vicio y andan vagando en la calle.

Es así como la lucha libre guarda muchos secretos desconocidos por la nueva fanaticada, quienes ven en la lucha libre del país vecino el más claro exponente de este deporte, cuando en realidad la lucha libre nacional tiene una tradición que de tan entrañable hace feliz.

El tiempo pasó, ni quien lo dude, y hoy en día Rudy Reyna se dedica a ayudarle a José Luis Vázquez en su gimnasio con algunas jóvenes promesas. Coincidencias de la vida, ambos fueron entrevistados aparte, y no hay contradicciones.

Rudy está avecindado en la colonia Villa Olímpica en el municipio de Guadalupe. Debutó hace pocos meses como comisionado en la lucha libre femenil, de la cual señaló que hace mucha falta una buena preparación. Vázquez es el dueño de un gimnasio. ¿Historias tristes?

Hace poco el Hijo del Santo encabezó junto a varios luchadores un intento por revivir la pasión y el interés del público mexicano por su lucha libre. Este intento cuajó con una súper función en la Arena Monterrey con un lleno total. El propio Hijo del Santo, Blue Demon Jr., Rayo de Jalisco Jr. y Huracán Ramírez fueron acompañados por una lucha “a la antigüita”, entre “Negro” Navarro y Espartaco. Al final de los llaveos y contrallaveos el público ovacionó a ambos gladiadores y les ayudó depositando dinero sobre el cuadrilátero. Aficionados o pseudoaficionados al deporte se burlaron señalando a los dos veteranos como unos “muertos de hambre” o “limosneros”. La vergüenza no asistió esa noche a la arena, en cambio la ignorancia estuvo presente en las butacas.

“Luché con ‘Chin Ho Chow’, con ‘Septiembre Negro’, con ‘El Solitario’, mucha gente técnica y nos aventaban hasta mil o mil quinientos pesos. Por ver el espectáculo toda la gente estaba callada. Una llave o un rendimiento y la gente aplaudía porque sabe conocer la buena lucha. Ahora ya no, porque si no brincas o le das con una silla en la cabeza al contrario no están a gusto”, señala Garza.

Aun joven, Kaientai ya ha vivido la dulzura y amargura de un deporte que en ocasiones paga con estupefacientes.

“Localmente he sufrido lo que muchos compañeros, que es una paga muy baja, en una ocasión incluso no alcanzaba ni para cubrir los gastos médicos de un accidente que tuve luchando, y personalmente trato de mantenerme alejado de los vicios. Tengoalrededor de cuatro años que la empresa DTU me estuvo programando en diversas zonas de México, y más recientemente la empresa POP me invitó también”, confiesa.

Se apaga el alumbrado de la Arena Coliseo, de la Solidaridad, de la “Monumental” o de cualquier otro sitio donde el sudor, la sangre, el eco de la batalla quedará perdurando la noche; pero aun se escucha el lamento del lince y un niño a la salida del inmueble vende lonches de jamón; en sus labios se repite sin parar: Rudy, Rudy, Rudy. Vámonos todos a dormir, le dice un cuate a Kaientai mientras éste le pide un autógrafo a un Sangre Chicana adolorido. “No hay tos”, dirá Durán Reyes, al fin de cuentas mañana irá a rehabilitación a la Independencia. Humberto Garza sonríe. ®

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Publicado en: Abril 2012, Apuntes y crónicas

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