La siguiente es una cronología mínima que pretende catalogar la evolución del terrorismo en el margen del conflicto israelí-palestino.
Cuando oímos pronunciar las palabras “atentado terrorista” no hace falta sintonizar un noticiero para poder retratar con lujo de detalle las escenas de destrucción ni para trazar el perfil del sospechoso común que aparece dentro de la conciencia colectiva: la falta de imaginación es una epidemia difundida por los medios de comunicación. Sin embargo, el terrorismo en Medio Oriente no siempre usaba un kafiyé (paño tradicional árabe) o barbas de espesor bíblico, tampoco era asociado de manera automática con el radicalismo islámico. Los terroristas cambian conforme al enemigo en turno.
En 1917, durante la I Guerra Mundial, el Reino Unido había logrado derrotar al ejército turco para reemplazar al Imperio Otomano e imponerse en Palestina en lo que fue conocido como el Mandato Británico (oficialmente impuesto entre 1920 y 1948). Para ese entonces existían varios grupos de resistencia judíos que luchaban en contra de la población árabe local al mismo tiempo que intentaban terminar con la ocupación inglesa. Entre éstos destacaban la Haganá (la Defensa: organización que luego se convertiría en el actual Ejército de Defensa Israelí), el Palmaj (unidad élite integrada a la Haganá), el Etzel (HaIrgun HaTzva’i HaLe’umi BeEretz Yisra’el: la Organización Militar Nacional en Israel) y el Lehi (las siglas en hebreo de Lohamei Herut Israel: los Guerreros por la Libertad de Israel). Estos dos últimos fueron denunciados y declarados como organizaciones terroristas por la prensa occidental, las autoridades británicas e incluso por el Congreso Sionista Mundial que en 1946 los condenó por “el derramamiento de sangre inocente como medio de guerra política”. El atentado más sangriento perpetrado por el Etzel fue realizado el 22 de julio de 1946 en el hotel King David —donde se encontraban las oficinas centrales del Mandato Británico— de Jerusalén. A pesar de los comunicados telefónicos que advertían sobre el ataque, el edificio nunca fue evacuado. Noventa y un personas perdieron la vida a causa de la explosión. El Lehi llevó a cabo numerosos ataques dirigidos en contra de las autoridades británicas y los árabes palestinos. Destacan los asesinatos de Lord Mayne (ministro de Estado en el Medio Oriente) en noviembre de 1946 en El Cairo y el de Folke Bernadotte, diplomático sueco (que actuaba como representante del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en el conflicto árabe-israelí) asesinado en Jerusalén en septiembre de 1948. El neonato Estado israelí prohibió la actividad de esta organización bajo la ley antiterrorista impuesta tres días después del asesinato de Bernadotte.
Cuando oímos pronunciar las palabras “atentado terrorista” no hace falta sintonizar un noticiero para poder retratar con lujo de detalle las escenas de destrucción ni para trazar el perfil del sospechoso común que aparece dentro de la conciencia colectiva: la falta de imaginación es una epidemia difundida por los medios de comunicación.
Los palestinos tardaron una década —si contamos a partir de la independencia del Estado israelí en 1948— para darle forma a una organización de vocación política y militar. A finales de los años cincuenta nace Al Fatah, fundado, entre otros, por el histórico Yasser Arafat y el actual presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmoud Abbas. La intención de esta organización (de índole nacionalista y secular) era luchar contra el Estado judío desde la diáspora palestina (habría que recordar que la Franja de Gaza y Cisjordania sólo fueron anexadas al territorio israelí en 1967 durante la Guerra de los Seis Días. Egipto y Jordania, respectivamente, ocupaban estos territorios antes de la guerra). En 1964 la Liga Árabe dio a conocer a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), la cual declaró en su debut público sus objetivos: la aniquilación del Estado judío mediante la lucha armada. Al Fatah, guiado por el joven Yasser Arafat, se afianzaría como el brazo fuerte de la OLP para darse a conocer de manera oficial en 1965. Después de una saga de incontables ataques en contra de objetivos israelíes dentro y fuera de este país, el rostro de Arafat se convertiría en uno de los iconos más representativos del terrorismo internacional y de la causa palestina. En 1970, un año después de que Arafat fue electo presidente del comité ejecutivo de la OLP, Jordania desterró al militante palestino y expulsó a su organización de sus fronteras. Arafat se instaló en el sur del Líbano donde dirigió Al Fatah antes de verse obligado a huir a Túnez en 1982 después de la invasión israelí al país de los cedros. No obstante la distancia, Arafat consiguió conducir la lucha palestina desde la clandestinidad gracias a un grupo llamado los Halcones de Fatah conformado por gente leal al terrorista exiliado. En gran parte, quienes llevaron a cabo la organización para lograr el levantamiento de la primera Intifada (en 1987) fueron los Halcones de Fatah, quienes después de los acuerdos de paz de Oslo (1993) dejaron las armas, al menos bajo ese nombre. A pesar de que los labios de Arafat expresaban un cambio radical en el discurso político de la OLP y Al Fatah cuando reconoció la existencia del Estado israelí y de que ambos bandos aceptaran —en teoría— la resolución de “dos Estados para dos pueblos”, dos años después de estos esfuerzos diplomáticos y en una de tantas escaladas de violencia en Medio Oriente, los altos mandos de Al Fatah decidieron crear a los Tanzim, su nuevo brazo armado. La primera Intifada sirvió para alentar y convertir grupos de carácter político y religioso en nuevas organizaciones terroristas, como es el caso del Hamás y la Jihad Islámica. El Hamás o el Harakat Al Mukawama Al Islamiya (Movimiento de Resistencia Islámica) es la versión armada de los Hermanos Musulmanes (grupo fundamentalista egipcio que abrió las puertas al islamismo político) fundada por el jeque Ahmed Yassín (respetado predicador y símbolo espiritual del Hamás, asesinado en 2004 por el EDI). El deterioro en las condiciones de vida en los ya de por sí deteriorados Territorios Ocupados, en combinación con la influencia de gente como el jeque Ahmed Yassín, entre otros, fueron una de las claves para poder llevar a cabo esta transición de lo político-religioso hacia lo militar. El mismo Yassín se encargó de alentar a toda una generación de terroristas suicidas que cobraron la vida de cientos de ciudadanos israelíes. La Jihad Islámica fue creada a finales de la década de los setenta. Es un grupo fundamentalista —el nombre no permite confusiones—, considerablemente más pequeño que el Hamás, cuyas demandas son claras: la creación de un Estado islámico palestino y la destrucción de Israel. A diferencia del actual grupo gobernante de Gaza, la Jihad Islámica está formada de pequeñas células y se reduce a cumplir con funciones estrictamente militares. Es importante recalcar que las diferencias entre el Hamás y la Jihad Islámica en comparación con las facciones armadas de Al Fatah es fundamental, literalmente. Los miembros del Hamás y la Jihad Islámica actúan obedeciendo a una convicción religiosa mientras que los grupos armados del Tanzim se consideran guerrilleros políticos. El árabe los distingue como muyahidines y fedayines, respectivamente. A pesar de que su nombre hace referencia a la mezquita del Domo de la Roca, las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa (pertenecientes al Tanzim de Al Fatah) son un ejemplo de los fedayines, los guerrilleros de índole política. Esta organización armada fue fundada por Marwan Barghouti (activista político y líder de Al-Mustaqbal: un partido político compuesto principalmente por ex miembros de Al Fatah quienes se separaron de este grupo para expresar su descontento con la corrupción que reinaba dentro de éste) y surgió en el año 2000 durante la segunda Intifada: también conocida como la Intifada de Al-Aqsa. Pero más allá de las creencias y el escepticismo, todos estos grupos cuentan con las famosas brigadas de suicidas (“mártires”) que se han inmolado con o sin dios de por medio. En julio de 2007 el parlamento israelí extendió una oferta de amnistía a 180 militantes palestinos pertenecientes a las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa (una oferta exclusiva para la rama que operaba en Cisjordania) con el propósito de reforzar la posición del ahora-considerado-moderado Mahmoud Abbas (Abu Mazen) frente a Ismail Haniya: líder del Hamás y Primer Ministro palestino. Aunque a juzgar por las grotescas escenas de destrucción y muerte que han producido los más recientes enfrentamientos de este último episodio de la tragedia israelí-palestina, uno tendría que exceder los límites del optimismo para suponer que la moderación saldrá ilesa de los escombros. Parece irrelevante decirlo a estas alturas del juego pero hay que hacerlo: no existe una solución militar a un problema político; las concesiones son inevitables. Los únicos que parecen entender este lema agotado ya no están entre nosotros. El panorama de Medio Oriente se ve negro: terrorífico. ®
Jorge
Suave Ari
Sucinta pero ilustrativa revisión del conflicto fratricida.
Gracias.