Ella ha habitado en la Ciudad de México desde el año 2000, y en los días que vienen muy probablemente veremos su regreso al Buenos Aires natal.
Durante diecinueve años la periodista Mónica Maristain ha cubierto la Feria Internacional del Libro de Guadalajara para diversos medios y ha presentado muchos libros. Esta edición sería la número 20 para ella pero decidió no venir. Lo dice resignada pero convencida de que esa decisión es la mejor.
Nos citamos en un café cerca de su casa, en el barrio de Peralvillo, en la Ciudad de México, y vi a Mónica rápidamente para luego viajar a la FIL número 30. Verla estos días y tomarnos una fotografía es ya una tradición. Ahora fue en la Ciudad de México, pero varias veces ha sido en Guadalajara, durante la feria de los libros. Son esos días en los que, aunque ambos vivimos en la Ciudad de México, solemos estar cerca y podemos ponernos al día sobre nuestras vidas. Me tranquiliza saber que está bien después de haber sufrido un derrame cerebral hace unas semanas. Lamento, se lo digo, que no viaje a Guadalajara para cubrir esta trigésima edición de la FIL.
Tengo recuerdos inolvidables y de profundo agradecimiento con ella. Recuerdo cuando olvidó su laptop en un taxi y luego le enviaron un correo para avisarle que la tenían. En otra edición de la FIL vio un perro lastimado afuera de la Expo, lo rescató y siguió escribiendo sus notas.
En el Stand JJ7 del Área Internacional de la Feria se anuncia que el viernes 2 de diciembre la también autora de doce libros tendría una sesión, a las cinco de la tarde, para firmar su obra número trece, Antes, paisaje sonoro con mujer mirando una ventana (Literal Publishing, 2016). No se trata de un libro de periodismo, sino de poesía. Al lado de su foto, en el cartel, se leen la siguientes palabras que pertenecen al poema inicial: “Es el primer beso lo que llega antes como una catarata de un ayer muy ayer”. Ese verso me parece que muestra el espíritu nostálgico y vivo de Mónica, de una persona que está dividida entre Argentina, su país de origen, y México, el país que la adoptó. Ella ha habitado en la Ciudad de México desde el año 2000, y en los días que vienen muy probablemente veremos su regreso al Buenos Aires natal.
Sus poemas pueden parecer muy argentinos o muy mexicanos: “No esperes nada de la vida y de la muerte y de un frasco de tinte para el pelo con la etiqueta que dice caoba claro zanahoria de la chingada es la testa que ven cuando pasas frente al criadero de cerdos blancos y cometes el error de pensar que hay algo para ti escondido en aquella sombra vaga que hacen los grillos cuando escampan no qué tontería cómo te atreves a esdrujulizar una existencia como la de cualquiera sé cualquiera eres cualquiera”.
Mónica Maristain no está en la FIL número 30 y se le extraña, sentada en frente a su computadora, con sus audífonos, escribiendo desde temprano, sentada en alguna conferencia de prensa mientras hace preguntas a los autores o parada en algún pasillo donde conversa con periodistas o escritores. Ha registrado durante casi dos décadas mucho de lo que ha sucedido en este espacio enfocado a una de sus grandes pasiones: los libros.
Mónica Maristain está lejos, en la Ciudad de México, recuperándose. Ahora recuerdo que me dijo que un día vino a México con dos cajas de libros. ¿Con cuántas cajas de libros volverá a Argentina? ¿Qué sigue para Mónica? “Te meterás el dedo en la nariz cuando las cosas se pongan espesas ¿el dedo corazón? Tú no eres de esas te faltó tiempo para la cobardía algo de fe en el heroísmo eres cualquiera claro te quede”, se lee al final de su libro. ®