Morras leyendo morras habla de un canon literario inacabado, cuestiona los planes de estudio conformados únicamente por voces masculinas y expone las problemáticas y narrativas excluidas sistemáticamente de la literatura.
Morras leyendo morras es una colectiva que nace en Monterrey por iniciativa de estudiantes de Letras para leer y difundir el trabajo de autoras de diferentes localidades. Con el conflicto de no asumirse a ellas mismas como escritoras, en una carrera en la que aún proliferan los textos de hombres, este proyecto ha apostado por construir una memoria colectiva artística y cultural con mujeres que se leen y se acompañan.
Lorena Valdiviesa, una de las creadoras, explica que Morras leyendo morras surgió con la intención de generar redes de apoyo, promover a artistas emergentes e incitar a la escritura de mujeres. Por su parte, Andrea Gorgonia e Ixchel Robledo, integrantes de la colectiva, recalcaron lo importante que fue para ellas acercarse a lecturas con las que se pudieran identificar y, más aún, haciéndolo de la mano de compañeras, maestras y amigas. “Cuando lees algo de un autor conocidísimo, probablemente ya haya una autora que también lo escribió”, dice Robledo.
Gracias a esta promoción entre amigas han encontrado nuevos textos de escritoras que tratan vivencias similares a las suyas, pero que además han funcionado como un espacio de empatía para ver a la otra. Cuando les preguntan cómo deberían ser los escenarios de morras que leen morras, y en general todos los dedicados a la literatura, Andrea habla de un lugar sin reglas, sin nadie a quién rendirle cuentas. Lo explica como un acto de amor y rebeldía que considera la voz de la otra persona y que construye ambientes seguros y horizontales, un tipo de pacto de unión para identificarse con las y los demás.
En cuanto a Ixchel, ella habla de la necesidad de proporcionar obras de autoras y autores con las que los niños, niñas y adolescentes se puedan encontrar; de dar lugar a historias de mujeres, indígenas, migrantes o de la comunidad LGBT+, por mencionar algunas, que nos hagan voltear a ver otras problemáticas:
Pasa mucho con las lecturas que nos ponen en la secundaria: a nadie le importan porque no nos encontramos en ellas. A mí en esos años me encargaron leer El Quijote, el Poema de Mio Cid y Marianela, todas bien pinches aburridas. A la mejor están chidas y ahorita las puedo dimensionar distinto, pero en ese momento tenía trece años… no me importaba nada de lo que estaba ahí. Con esas experiencias lo único que hacen es que las y los adolescentes terminen perpetuando un rechazo natural a la literatura […]. Necesitamos espacios que privilegien nuestras perspectivas y donde podamos vernos, sobre todo en este momento histórico en el que nunca hemos tenido tantas oportunidades para voltear a ver otras realidades aparte de las hegemónicas.
Asumirse como escritoras
Al ser Morras leyendo morras una colectiva que fomenta la escritura de mujeres, Lorena Valdivieso preguntó a ambas integrantes si se consideran a sí mismas escritoras. Tanto Gorgonia como Robledo comentaron lo complicado que es hacerlo cuando no se tiene nada publicado aún, entre otras dificultades como el síndrome de la impostora o no sentirse merecedoras de ese título. Valdivieso añadió que cuando alguien les preguntaba qué escribían, dudaban sobre qué responder: “No podíamos decir ‘Sí, sí escribo, y escribo poesía que además es referencial’. Es complicado viniendo de una carrera en la que todas las lecturas eran en su mayoría de hombres y donde, en un grupo de veinte personas, las voces de sólo tres compañeros valían más que las de todas las demás”.
Aun así, las tres coinciden en que su escritura ha sido un acto de resistencia. Para Ixchel, resistir ha significado leer sin obligarse a incluir a ciertos autores que en ese momento no comprende o no quiere leer. Hace referencia a Virginia Woolf cuando dice que una mujer necesita dinero y un cuarto propio para escribir:
Yo no tenía lo que Woolf decía […], la ensoñación excesiva era lo único que me acercaba a eso. Cuando empecé a escribir tuve una herramienta para que los personajes y situaciones que tenía en mi cabeza estuvieran en papel […]. Yo creo que ésa es la forma más real con la que he resistido. Criticar la falta de una no habitación propia es criticar la pobreza, entonces anteponerme a mi contexto por medio de la imaginación y la fantasía fue la manera más directa para sentirme feliz y satisfecha con mi vida.
Por su parte, Andrea cuenta que su manera de resistir es saber que, aunque en el momento no esté escribiendo, la palabra siempre va a estar ahí para cuando decida retomarla. Considera la escritura una forma de posicionarse, de tener un lugar en el mundo y existir: “La escritura era un espacio de partida y de llegada, quizá no un refugio, pero sí un lugar en el que quería estar. La escritura tiene que ver con decidir que eso es lo que tú quieres”.
Para quienes deseen escribir, las tres aconsejan confiar en el trabajo de una misma, sin compararse ni esperar recibir premios. Coinciden en que la escritura no tiene que ser causa de estrés o ansiedad, sino una oportunidad para sentir, expresarse y decir lo que cada una trae adentro, en el momento que consideren oportuno, sin prisas ni presiones.
Tanto leyendo como escribiendo entre mujeres, Morras leyendo morras habla de un canon literario inacabado, cuestiona los planes de estudio conformados únicamente por voces masculinas y expone las problemáticas y narrativas excluidas sistemáticamente de la literatura. La colectiva ha difundido el trabajo de escritoras, pero también ha trascendido las letras al traer las vivencias íntimas a un espacio de encuentro y diálogo entre amigas.
Para saber más de ellas, se encuentran en Instagram como @morrasleyendomorras y tienen actividades presenciales y virtuales.
Este proyecto fue presentado en la Feria Internacional del Libro de Monterrey el 13 de octubre. ®