Tras el colapso económico de Empire, una comunidad minera en Nevada, Fern se queda sin empleo, sin hogar y sin rumbo. Pero ella no es un caso aislado; es la representante de un fenómeno creciente en Estados Unidos: los nuevos nómadas.
El desierto tiene una cualidad única: revela la verdad de las cosas. Es un paisaje desnudo, ajeno a ornamentos, donde lo que permanece debe resistir lo esencial. En Nomadland Chloé Zhao traslada esta aridez al terreno de las emociones humanas, explorando la fragilidad de la vida nómada en Estados Unidos y exponiendo, en su crudeza, un sistema que ha abandonado a su propia gente. Esta película, a primera vista contemplativa, encierra una crítica mordaz sobre la precariedad laboral y la invisibilidad de los mayores en sociedades que veneran la juventud y el éxito material.
Un viaje al margen del sueño americano
Fern, interpretada con sensibilidad por Frances McDormand, no es sólo un personaje: es un espejo roto de la clase trabajadora estadounidense. Tras el colapso económico de Empire, una comunidad minera en Nevada, se queda sin empleo, sin hogar y sin rumbo. Pero Fern no es un caso aislado; es la representante de un fenómeno creciente en Estados Unidos: los nuevos nómadas. Personas que, expulsadas del sistema económico formal, encuentran en sus vehículos una casa sobre ruedas y en las carreteras un estilo de vida alternativo, aunque impuesto por las circunstancias.
No se trata de un estilo de vida elegido libremente, sino de una adaptación forzada a una economía despiadada. Zhao, con una cámara casi documental, se sumerge en las vidas de estos nómadas modernos.
El nomadismo contemporáneo que retrata Nomadland dista mucho del idealismo aventurero de los beatniks o los hippies de antaño. No se trata de un estilo de vida elegido libremente, sino de una adaptación forzada a una economía despiadada. Zhao, con una cámara casi documental, se sumerge en las vidas de estos nómadas modernos, mostrándolos como un colectivo que intenta sobrevivir en un sistema que les ha fallado. Trabajan en empleos temporales, muchas veces extenuantes, como en los almacenes de Amazon, un símbolo irónico del consumismo que los marginó. La película expone así el contraste entre la opulencia corporativa y la miseria personal.
La ilusión de la autosuficiencia
Uno de los discursos más penetrantes de Nomadland es su desmitificación de la autosuficiencia. La cultura estadounidense, alimentada por el mito del “hombre hecho a sí mismo”, ensalza la idea de que cada individuo debe ser el arquitecto de su destino. Sin embargo, la película muestra cómo este ideal se convierte en un arma de doble filo. Los nómadas que conocemos en la historia han sido abandonados por un sistema que, mientras glorifica el individualismo, desmantela las redes de seguridad social.
Fern rechaza la caridad y la compasión paternalista, pero su resistencia es una protesta silenciosa contra una realidad ineludible: la necesidad de comunidad. Las reuniones de nómadas, los talleres y los intercambios de saberes entre ellos revelan que, incluso en la vida más desarraigada, la humanidad encuentra formas de reconstruir un sentido de pertenencia.
La vejez como condena
En sociedades que rinden culto a la juventud, la vejez se percibe como un lastre. Nomadland aborda con sobriedad este tema, dejando entrever una crítica profunda a la manera en que los sistemas económicos actuales consideran prescindibles a los adultos mayores. A medida que los beneficios de las pensiones y los seguros sociales se diluyen, las personas mayores se ven forzadas a regresar al mercado laboral en condiciones paupérrimas.
La vejez, que debería ser una etapa de descanso y reflexión, se convierte en una carrera de resistencia contra la pobreza.
Fern y sus compañeros no solamente enfrentan el desgaste físico de trabajos mal pagados, sino también la angustia existencial de saberse descartados. La vejez, que debería ser una etapa de descanso y reflexión, se convierte en una carrera de resistencia contra la pobreza. Zhao no busca victimizar a sus personajes, pero sí resalta la indiferencia con la que la sociedad los empuja a los márgenes.
Aquí, la película establece un contrapunto inquietante: mientras los personajes jóvenes de la narrativa persiguen la promesa de un futuro, los mayores parecen haber quedado atrapados en un presente interminable, donde la movilidad física no logra compensar el estancamiento emocional y social.
La belleza del ocaso
Sin embargo, Nomadland no es una película desesperanzada. En su núcleo palpita una poética del ocaso. La vejez no se presenta únicamente como una tragedia, sino como un momento de redefinición. Zhao captura, con una sensibilidad casi pictórica, los paisajes abiertos y las pequeñas alegrías cotidianas de la vida nómada. Hay belleza en el ritual de preparar un café en medio del desierto, en las conversaciones junto al fuego, en los amaneceres que no necesitan filtro.
El mensaje subyacente es poderoso: aunque el sistema pueda fallar la humanidad persiste en encontrar significado y conexión en medio del caos. La vejez, en este contexto, deja de ser un declive y se convierte en un viaje hacia una forma más elemental de existencia.
Una crítica estructural
El fenómeno de los nómadas en Estados Unidos es, en última instancia, una consecuencia directa de un sistema económico que ha priorizado la acumulación de riqueza sobre el bienestar de las personas. Zhao no ofrece soluciones, pero su narrativa invita a reflexionar sobre la necesidad de un cambio estructural. ¿Qué tipo de sociedad estamos construyendo cuando el éxito de unos pocos depende de la explotación y el olvido de tantos?
La película plantea preguntas incómodas sobre la sostenibilidad de un modelo que glorifica la productividad y descarta a quienes ya no pueden contribuir en esos términos. En una época en la que los avances tecnológicos y la globalización han ampliado la brecha entre ricos y pobres, Nomadland se convierte en un grito silencioso por una mayor justicia social.
Reflexión final: la dignidad del desarraigo
Nomadland nos obliga a mirar de frente una realidad que muchas veces preferimos ignorar. Al hacerlo también nos invita a repensar nuestras prioridades colectivas. La vejez y la precariedad laboral son dos caras de una misma moneda: ambas revelan las fallas de un sistema que se niega a reconocer la vulnerabilidad como una parte esencial de la condición humana.
Fern, como tantos otros, sigue adelante no porque haya encontrado respuestas, sino porque ha aceptado el desafío de vivir con dignidad, incluso cuando todo parece estar en contra. En este sentido, la película no es sólo una crónica del desarraigo, sino una celebración de la resistencia. En un mundo que se mueve demasiado rápido, Nomadland nos recuerda que hay belleza y fortaleza en detenerse, mirar alrededor y encontrar en lo pequeño la razón para seguir adelante. ®