Nombrar el horror. Entrevista con Roberto Abad

Las diversas formas del terror

Criaturas que nacen como tumores, niños albinos de resonancias místicas, casas mágicas que modifican la realidad, manuscritos borgianos con descripciones fantásticas son sólo algunos de los artefactos que Roberto Abad reivindica en Umbral.

Roberto Abad. Foto: cortesía del autor.

Autor de Orquesta primitiva (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2015), Cuando las luces aparezcan (Paraíso Perdido, 2020/2024), El hombre crucigrama (UNAM, 2023) y Umbral (UAM, 2024), Roberto Abad se abre paso con una prosa envolvente dentro de la narrativa de lo extraño. Sus relatos fusionan atmósferas ominosas con tradiciones populares y capturan el ángulo siniestro de la realidad. A propósito de Umbral, colección de once relatos, un prólogo y un epílogo dispuestos alrededor de la ouija como detonante de experiencias paranormales, la escritura adquiere un tono casi oracular. Como en el I–Ching, cada relato responde de forma oblicua a las oraciones herméticas que lo preceden: son las notas que acompañan nuestro viaje por un cosmos inquietante. El factor de tensión es visible —lo cual expresa una ética frente al silencio de lo innombrable lovecraftiano— e incluso se explora con destellos de humor negro e ironía.

Criaturas que nacen como tumores, niños albinos de resonancias místicas, casas mágicas que modifican la realidad, manuscritos borgianos con descripciones fantásticas son sólo algunos de los artefactos que Abad reivindica en sus narraciones. Es admirable notar su destreza para surfear en el new weird y la ficción especulativa sin ahogarse, diseccionando el mal con bisturí. La prosa gana en síntesis y el golpe psicológico sabe cuándo infligir mayor angustia. Por cierto, Umbral incluye al menos dos piezas (“Los niños de esta casa” y “La noche que mi hermano comenzó a flotar”) en las que el tono absurdo parece adquirir mayor énfasis, lo cual dejar ver una faceta distinta en el mismo volumen, que abre con “Siempre estarás conmigo” y “Aleación”, experiencias de body horror más convencionales. Pese a las diferencias, temas como la identidad y la alienación parecen sobrevolar sobre el conjunto. Un torbellino de voces nos pregunta qué somos y en qué podemos llegar a convertirnos.

Es admirable notar su destreza para surfear en el new weird y la ficción especulativa sin ahogarse, diseccionando el mal con bisturí. La prosa gana en síntesis y el golpe psicológico sabe cuándo infligir mayor angustia.

A modo de coda, durante el tiempo en el que Abad respondía esta entrevista, Umbral obtuvo el Premio Bellas Artes de Narrativa Colima 2025. Finalmente, la ouija dictó la última palabra.

Lo real

Creo que nos ha tocado crecer con una gran carga visual potente de lo que significa el horror o el terror, que proviene, por un lado, de la realidad, y por otro, de la cultura que se genera a partir de la realidad. Hemos vivido largas temporadas con la sensación de que no se puede estar en este mundo sino con el horror en nuestros ojos. La pandemia, por ejemplo, y sus primeras postales de hospitales abarrotados de cuerpos abandonados por las autoridades. ¡Fue el horror! Para mí, lo que uno tiene que hacer con las imágenes siniestras de la cotidianidad es dotarlas de significados; si no se convierte en algo más, perdemos la oportunidad de profundizar en ellas. Por otro lado, no creo que exista un horror más o menos elevado… Es el mismo, sólo que tiene muchas caras.

Un espectro

Lo que intenté hacer en Umbral es abordar diversas formas de terror, no sólo aquella en la que existe la amenaza de algo o alguien; pensar que este género se aboca sólo a un tipo de sensación o atmósfera me resulta una visión simplista. El mismo Stephen King, que es el maestro de Lamberti y de todos nosotros, tiene momentos de humor en sus libros. Así que, si bien algunos cuentos de mis cuentos tienen claros rasgos del cuento tradicional de terror, otros podrían pensarse simplemente como extraños. No en todos es evidente el factor que produce miedo, pero precisamente eso es lo que quería: un espectro diverso que puede recorrer el género. Si el libro mantuviera un mismo tono, una misma amenaza todo el tiempo, me aburriría.

Diferencial

Sinceramente no sé cuál es. Creo que ese diferencial lo tendría que detectar el lector. Si no lo detecta, quizá mi obra sea igual a la del resto. Me gusta escribir creyendo que existe un diálogo con la tradición, y al mismo tiempo, buscar en la estructura las posibilidades del texto; eso me ha permitido que un libro sea también un concierto, un crucigrama, una ouija…

Concepto creativo

Umbral nace del hallazgo que fue dar con artilugios que generan lenguaje sin que necesariamente estén hechos para tal fin. Se trata de un libro que juega a ser una ouija, con sus elementos indispensables —el tablero, el puntero y las preguntas a los espíritus—, y en el que la palabra da razón de la existencia de mundos sobrenaturales. Los cuentos se escribieron bajo esa premisa: existen otras dimensiones, paralelismos, espejos que podemos atravesar y entidades que a su vez pueden cruzar a nuestro lado. Pero a veces lo único que atraviesa es la palabra, y eso es suficiente para creer. En esa búsqueda estaban ya los temas que me persiguen y me obsesionan: los sueños, los cuerpos amorfos, los dobles, las infancias al límite, las sectas…

Relatos favoritos

En “Los niños de esta casa” una niña narra cómo la casa de sus tíos, que es un organismo vivo, hace réplicas de quienes la habitan. Es un homenaje directo a todas esas historias de casas encantadas y realidades paralelas, de Alicia en el país de las maravillas hasta La casa de hojas. Y, por otro lado, en “Retorno a Galápagos” se narran dos historias: la de unos amigos que descubren un manuscrito de una bibliófila prestigiosa, y la del manuscrito que cuenta sobre un biólogo jubilado que descubre una nueva especie de lagartos de los que se enamora. Es, justo como dices, una cosa borgiana, en que la realidad se diluye gracias a la estructura de falso ensayo.

Incertidumbre e identidad

Quiero pensar que la incertidumbre envuelve a todas las historias; en cada uno de los relatos existen momentos de duda, de especulación. Para mí, el cuento se completa hasta que surgen silencios e interrogaciones. No me interesa mucho la circularidad, aunque a veces termino llegando a ella. Bueno, creo que eso es lo que verdaderamente envuelve a las historias: momentos de duda. Pero si lo pienso siempre he tratado de que suceda así.

Trece relatos…

La identidad está presente en toda historia fantástica, ¿qué son Frankenstein o El retrato de Dorian Gray sino reflexiones sobre la identidad? Claro que no se escribe pensando en ello. Pero de alguna manera termina siendo el subtexto.

Lo ominoso

En las historias de Umbral quise que fuera latente la idea de la que he hablado: aquello que cruza de un lado a otro. Me parece que en ese elemento que irrumpe se encuentra la tensión. Hay que nombrar. Si no se hace, cuestionamos. Se le juzga a Lovecraft por la aparición de “lo inenarrable, lo innombrable, lo indescriptible”, etc. Ahora es casi imposible hacer relatos como El huésped, de Amparo Dávila, en el que el monstruo es invisible a los ojos del lector. Ese recurso parece haberse agotado. Se necesita de una gran habilidad narrativa para construir tensiones sobre una base como ésa.

Ocultismo

Bueno, sin querer, son trece textos los que componen el libro. Un prólogo y un epílogo y once relatos en forma. Esto me lo hicieron ver los primeros lectores cuando el libro estuvo publicado. Había dos textos más, que quité porque no sentí que se conectaran con el resto, y agregué el epílogo durante la edición. Pero nunca pensé en el número trece. No hay mucho más que eso. Algún lector me reclamó que el libro no fuera tan interactivo como El hombre crucigrama (mi anterior libro en la UNAM) pero, vamos, es un libro–ouija, literalmente, tiene todos los elementos para entablar un diálogo con los espíritus, ¡qué más interactivo que eso quieren! ®

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Publicado en: Libros y autores

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