La búsqueda de una identidad fronteriza a través de la música. La resistencia de una ciudad mutante.
A Marcos Ramírez, el Erre.
This is Tijuana… COME… Imposible no empezar hablando de tópicos cuando nos referimos a una de las fábricas de tópicos más vigorosas (y letales) del mundo. LO MÁS, BIG KING SIZE, 2 x 1, ladies night… la barra más larga del mundo, the most visited city in the world, the border point with more crossings (and DEADS in ilegal crossing actions)… Tijuana acredita varios estrambóticos premios Guinness.
Dejaremos que los tópicos se reacomoden por sí solos para dar una imagen más o menos fidedigna, más menos representativa de lo que Tijuana es, o quisiera ser, o más bien, de lo que quisiera ser a pesar de lo que es… Me refiero al fenómeno de identificación positiva a través de ciertas manifestaciones culturales. O cómo el paraguas inalámbrico de la sociedad civil protege del narcocorrido generalizado como banda sonora de las border cites.
Tijuana makes me happy… Hablar de Tijuana es nombrar, queriendo o sin querer, al fantasma de la Identidad. De la identidad huidiza, volátil y difusa de los tijuanenses, quienes desde el establecimiento del Rancho de la Tía Juana por su posición geopolítica han vivido de manera polarizada.
¿Cómo arraigar el sentimiento de identidad en una ciudad en esencia nómada, transitada por migrantes de toda procedencia? Y hasta hace apenas ocho años (el evento del 9-11 cambió las pautas de conducta de los estadounidenses) por millones de turistas, porque además de nómada otra característica esencial de Tijuana es su capacidad de mutar como los virus. Tijuana es viral y sus anticuerpos dependen de los flujos económicos. La narcoeconomía no deja de erigirse en el principal flujo de dinero. Las farmacias también son parte del negocio.
Hace diez años eran hordas de adolescentes entre 18 y 21 años que tomaban los bares de la Avenida Revolución como su vomitadero, llevándose de recuerdo una camiseta y una foto con un burro rayado, las célebres cebras de Tijuana. Eso los que se acordaban de algo, porque entre los extraños “servicios” que la ciudad ofrece es el de llevar borrachos hasta la línea para que alguien vaya por ellos a San Ysidro, del otro lado. Luego esos mismos adolescentes empezaron a comprar pastillas para el down y otras para el high en las farmacias de Tijuana, a la salida de los bares. Todas ellas sustancias controladas en Estados Unidos y que sólo se dispensan con receta médica, lo que también sucede en Tijuana. La diferencia estriba en la cantidad de consultorios médicos dispuestos a recetar lo que el “paciente” desee.
Ahora la narcoviolencia ha ahuyentado incluso a los cholos que venían a ponerse locos con sustancias adquiridas en las farmacias del centro de Tijuana, que ahora lucen majestuosas y repletas de medicinas en la simbólica Avenida Revolución, igual de vacías y desoladas que los pocos bares que todavía tratan de atraer al turismo al grito de a beer for one dollar y el clásico 2 x 1.
Ante ese contexto la sociedad civil de Tijuana no para de lanzar iniciativas culturales para que esta ciudad deje de ser un campo muerto asolado por la leyenda negra. Aunque éste parece ser el sino de Tijuana, y aun sabiendo que todo tópico contiene algo (o mucho) de verdad, el concierto celebrado el pasado 4 de octubre en la explanada del CECUT como la actividad central de ENTIJUANARTE, la fusión de los fundadores del Colectivo Nortec (Bostich + Fussible) con la Orquesta de Baja California (OBC) terminó en una explosión de júbilo que unió a los asistentes en un inédito, espontáneo y emotivo grito que coreaba Tijuana, Tijuana, Tijuana una y otra vez hasta la creación de unos de los éxtasis colectivos más hermosos que he presenciado en mi vida, catártico hasta la médula.
Quizás esforzarse en definir la identidad en una ciudad mutante no sea tan relevante. Más bien un discurso que funcionó desde la década de los sesenta para definir qué significaba ser mexicano, tan lejos del México central, en un contexto de predominio anglosajón. Pareciera que los tijuanenses, superando prejuicios, hacen a un lado, además de la eterna leyenda negra, el viejo dilema de saber si son más mexicanos desnaturalizados que gringos de tercera, y se asumen orgullosamente transfronterizos, orgullosamente from Tijuana, vato. ®