El sol deseca los huesos. Abrasador desde el mediodía. En la fila, antes de las dos de la tarde, los pájaros madrugadores. El festival Pa’l Norte atrae de todas las geografías del país. El largo fin de semana para la chaviza.

Al cruzar, con boleto físico o digital, abren la garganta entre los cubeteros. Entre más fría, mejor el efecto refrescante. Población flotadora. Camarillas de cómplices. Aquí hay para todos los gustos. Desde los géneros urbanos hasta el happy punk.
En las calles aledañas a Cintermex aún el operativo para desfogar a los vehículos resulta lento y tedioso.
Horas corriendo la circunferencia del reloj. Cuatro escenarios principales. Patrocinadores juveniles. Los árboles, escasa vegetación, los regaron. Con ello evitan el daño colateral de las hordas.
Solo los hierbajos verdes soportan el fragor de la batalla. Los fotoperiodistas y los acreditados de prensa deben de quedar bien con sus benefactores. Lo marginal viene al centro.
Cantar, contonearse, la ligereza de las prendas. El juego de poker trae full de ases para el viernes 4 de abril.
Sorpresas de la familia Flores. Revivir al Tribal Monterrey. Vaya redescubrimiento. Oleadas de polvo. Quienes vamos en la solidaridad sobria impacientes para Massive Attack y Green Day.
Casi a medianoche la soldadera de bebedores duerme. Olvida quiénes son, dónde están y cuándo regresaran al hogar.
Vaya superficie. Todo Cintermex es territorio Pal Norte. “Wake me up when September ends” de Green Day.
Las carnitas Ramos bajaron la cortina temprano. Dos kilómetros para buscar el auto. Masive Attack, platillo exquisito.
A todo acto de acción la involuntaria sedición. Entra la madrugada. Las Víctimas del Doctor Cerebro suenan los pocos esqueletos. El viento fresco de la siguiente onda fría en Monterrey.
Dos días más del festín anual. Quien entre por esta puerta olvide toda esperanza. De salir como llegó.
Afuera tú no existes
Viajar en sistema colectivo Metro evita pagar los 200 pesos de cuota de estacionamiento. Comprar la tarjeta 20 pesos. Cargar con saldo 61 del águila nacional. Estación Santa Lucía. Transbordo Félix U. Gómez. Rumbo a Exposición Guadalupe. Descenso en Y griega.
Boleto físico y digital. Los fraudes al día. La ingeniería digital franquea el acceso. Somos tantos. Los rostros idénticos en la comuna. Está por caer el sol.
Suicidio es el intento por la calle. En la avenida Madero la madeja de automóviles de alquiler. Por encima del puente las hormigas humanas. Acompasadas al sonido atronador de las bocinas.
Los cigarros sueltos cuestan 15 pesos. El refresco pequeño 40 pesos. Para todo lo demás existe Pal Norte. Por la puerta seis. Casi la última, donde estuvo alguna vez Plaza Sésamo.
Entrada general. Boleto físico y digital. Los fraudes al día. La ingeniería digital franquea el acceso. Somos tantos. Los rostros idénticos en la comuna. Está por caer el sol. Un día antes el calor abrazador.
Viento helado. Paso de los aspirantes a la disección de motivos. Figura inflable en forma de arcoíris. Cada vez quedamos menos heterosexuales inapetentes a la experimentación.
Quien no comparte en las redes sociales pasa a la posteridad como desconocido. El selfie reditúa la constancia de vida. Quien jamás se ha autofotografiado no existe.
Alex Lora y el Tri. Show de corazón encallecido. Los Caifanes suenan alicaídos. Sin Sabo Romo o Marcovich. La voz de Saúl Hernández ya dio todo el potencial humano. Fallo at Boy, rock clásico, bien ponchado.
En la carpa de los raperos el artista argentino hace gala de la connotación y denotación del castellano. Florido lenguaje de la universidad de la calle.
Justin Timberlake, único artista de la band boys Nysc, antiguo prometido de la desenfada Britney Spears, actor de la soledad.
Todo el viento helado. Arde la piel. Los ojos castañas de polvo. Amontonados en la bocacalle los paseantes modelan la singularidad de sus atractivos. La estructura del Pa’l Norte 2025. Quien no comparte en las redes sociales pasa a la posteridad como desconocido. El selfie reditúa la constancia de vida. Quien jamás se ha autofotografiado no existe. Afuera, la nada. Adentro, la legión de los vaciladores.
Están siendo felices
Los asistentes clientelares. Para la situación sólo queda el último día. También el recuerdo. Salida a las emociones recalcitrantes. El viernes apoteósico. Sábado transitorio al desdén. Domingo de indiferencia.
Caminan los zombies locales. En la reventa casi a costo de la primera fase. Lo principal para recuperar la inversión inicial.
Cada escenario emotivo. Ejércitos de extraviados. Las miradas frías de la locura del Tecate Pal Norte 2025.
Postpandemia. Modales para la ocasión. Ropa destructiva de conciencia.
Lora le pregunta cada segundo a la banda rockera: Están siendo felices. Da el trago profundo a la botella de la marca encaminada a la mercadotecnia alterna.
En punto de avión despistado. Los consejeros de negociadores musicales. Exageran los intercambios de tiempos justos.
Numeralia dignificante. Somos legión. Alcen las manos si están gozando. Para todo mal la tarjeta de débito, crédito y el efectivo.

Fertiliza a quienes ya corren. Cintermex pertenece al Grupo Apodaca. La curaduría y selección de representantes, incluyendo alimentos o artistas, cotiza la derrama alegre de los bolsillos Flores.
Mientras existan cándidos consumidores circulará el flujo de recursos. No llores por mi Monterrey. Tus hijos no te conocen. Va en prenda el viento helado. Voy por la chamarra para protegerme.
Tiemblan las retumbantes alegorías de los antros del Barrio Antiguo. Para ellos el precopeo o el after a la conclusión de la maquinaria distractiva.
Toneladas de basura irán al infinito. Presumen los gestores. Espacio libre de humo. Ni siquiera los cigarrillos electrónicos.
La cadena de mando para la nicotina o el cannabis rumorea las volutas de humo. El apañe relee a Olivia Rodrigo y a los argentinos Auténticos Decadentes.
Al caer el telón el ejército de macheteros a destajo, desarman contra reloj, cada espacio. Nos vemos en el 2026. Tal vez. Quizá. ®
Esto pasó el 4, 5 y 6 de abril en Cintermex, Monterrey, Nuevo León.