Al analizar el BMW Tate Live dentro del contexto de la cultura británica y su alcance global podemos darnos cuenta de que los museos han debido recurrir más y más al espectáculo, a las redes sociales, a los patrocinadores y a la idea de interactuar con el público para poder competir dentro del mercado cultural.
El pasado 22 de marzo el Tate Modern fue la sede de un interesante evento que nos muestra la manera en la cual las grandes instituciones culturales se están adaptando a las nuevas tecnologías así como la evolución del performance. A las 20 horas (GMT) se inauguró el programa BMW Tate Live con un performance de Jérôme Bel, Shirtology (1997). Después de que la obra terminó el público pudo ver una discusión entre las curadoras, el artista francés y una moderadora. Hasta aquí, todo parece de lo más normal; lo novedoso de esto es que el evento fue virtual, pues Shirtology y la discusión posterior sólo se pudieron apreciar a través del canal de Tate en YouTube. Durante los siguientes meses las curadoras Catherine Wood y Kathy Noble presentarán obras de Pablo Bronstein, Harrell Fletcher, Joan Jonas y Emily Roysdon. Gracias al internet el BMW Tate Live propone un nuevo modo de abordar al espectador y de promover el arte contemporáneo de una manera global e inmediata. Esta iniciativa también demuestra cómo el performance ha sido institucionalizado, perdiendo así su antiguo papel contestatario.
El performance de Bel fue un simple acto durante el cual un actor se quitó camisetas con varios logos y bailó ocasionalmente. El quitarse las camisetas alude a la utilización del vestido para difundir mensajes y crear así una identidad propia. En Shirtology nos encontramos con camisetas viejas que nos remiten a los años setenta y ochenta, mensajes que expresan una ideología relacionada con la salud, el bienestar, el ejercicio y la relajación. Durante la entrevista posterior al performance Bel dijo que seleccionó esta obra porque los mensajes de las camisetas podrían ser entendidos en todo el mundo. Aunque Bel es un artista contemporáneo importante, la presentación de su obra a través de la red es la verdadera innovación, pues no sólo permite que un público masivo vea la obra en vivo, sino que también permanezca archivada en YouTube.
Shirtology y charla con las curadoras
El performance en el siglo XXI
La transmisión de una serie de obras a través de YouTube toca varios temas relacionados con el arte contemporáneo y el performance, especialmente en relación con la manera de entender y exhibir este tipo de acciones. La definición más común del performance lo describe como un tipo de arte en el cual el cuerpo humano funciona como el soporte de la obra, creando a través de acciones. Su naturaleza efímera le permitió ser parte de las prácticas de los años sesenta y setenta que atacaron al mercado del arte y al culto del objeto, especialmente a la pintura abstracta de gran formato y a las esculturas minimalistas. En cierto modo, al usar su cuerpo, los pioneros de este arte se rebelaron contra su regimentación por parte del capitalismo, resistencia ligada al feminismo y al movimiento estudiantil de la década de los sesenta.
Uno de los objetivos de las curadoras era ir más allá del concepto del performance que se formó durante los sesenta y sesenta, época que según una de ellas estuvo caracterizada por performances “íntimos” y “auténticos”. Las ya clásicas obras de Marina Abramovic, Chris Burden, Carolee Schneemann y Vito Acconci pertenecen a esa época. Además de utilizar YouTube, el BMW Tate Live modifica la relación entre el público y el artista/actor al permitir que el primero participe al comentar y hacer preguntas a los artistas y a las curadoras. Tal y como sucede en Facebook, donde podemos tener “amigos” sin haberlos conocido, este tipo de experiencias proporciona acceso a las instituciones de manera inmediata e ilusoria. De igual manera, transforman lo que fuera un acto simple en un espectáculo masivo.
Durante los últimos diez años el performance art se ha convertido en un evento espectacular que es entendido y promovido de manera muy diferente a los actos experimentales que iniciaron esta corriente durante los sesenta. La naturaleza efímera del performance desapareció una vez que fue documentado en fotografías, películas y videos. Tales registros permitieron que la documentación en torno a estas obras fuera expuesta en galerías de arte y que fuera vista por personas que no estuvieron presentes en el acto original, llevando al performance al ámbito institucional, y eventualmente, a ser convertido en mercancía. Esta corriente ya era parte de los cursos de historia del arte durante los noventa, y el BMW Tate Live ha sido una de las más recientes iniciativas que han contribuido a su institucionalización.
La naturaleza efímera del performance desapareció una vez que fue documentado en fotografías, películas y videos. Tales registros permitieron que la documentación en torno a estas obras fuera expuesta en galerías de arte y que fuera vista por personas que no estuvieron presentes en el acto original, llevando al performance al ámbito institucional, y eventualmente, a ser convertido en mercancía.
Aunque muchos de los pioneros del performance aún están vivos, la institucionalización de este arte puede analizarse a través de la trayectoria de Marina Abramovic, una de las iniciadoras del performance. La reciente exposición retrospectiva de Abramovic, The Artist is Present (MoMA, 2010), consagró a esta figura de manera global, degenerando eventualmente en la participación de la artista en una cena de gala con personajes famosos de Los Ángeles. Aunque la trayectoria de Abramovic ya se encuentra dentro del canon del arte contemporáneo, su creación del Center for the Preservation of Performance Art contribuye también a la institucionalización de esta corriente junto con Performa, un evento bienal exclusivamente dedicado a este tipo de prácticas. Es necesario recordar también el episodio de Sex and the City que se burló de una de las obras de Abramovic, pues muestra que ésta ha entrado a la cultura de masas. Dada la notoriedad de Abramovic y del performance durante la primera década del presente siglo, lo que el BMW Tate Live propone no es vanguardista, sino que responde a la necesidad del museo de exhibir este tipo de obras.
En el caso de la exposición de Abramovic en el MoMA, el acceso a sus performances costaba veinte dólares. Se tenía que estar ahí. Gracias al BMW Tate Live todos podemos estar presentes, aunque sea de manera virtual. Sin embargo, este tipo de acceso no ha cambiado el status quo ni significa que vivamos en una sociedad más justa, sino en una donde ciertas clases sociales pueden ser parte del primer mundo gracias al internet, al museo y al patrocinio de una compañía automotriz alemana.
El museo y los públicos masivos
Al crear un espacio virtual para las obras comisionadas el Tate esconde los mecanismos que le permiten funcionar como uno de los museos más importantes del mundo. Al contrario de museos que no basan su prestigio en su colección de arte moderno o contemporáneo, como el Metropolitan de Nueva York, o la misma National Gallery de Londres, la reputación del Tate depende en comprar e impulsar el arte contemporáneo. Es decir, el Tate funciona como un coleccionista público cuya selección de obras sirve para canonizar a ciertas figuras y corrientes, (re)escribiendo así la historia del arte y asegurando a la vez su propia relevancia como institución (el MoMA en Nueva York funciona de una manera similar). Tal estrategia se complementa con el Turner Prize, el premio más importante que pueda ganar un artista contemporáneo, otorgado cada año por el Tate. Ahora que el arte contemporáneo ha ido más allá de la creación de objetos fáciles de exhibir, los museos han debido encontrar nuevas maneras de exhibir y preservar obras efímeras y cambiantes.
La transmisión de un performance por la red es sólo uno de los métodos que los museos han utilizado en los últimos veinte años para incrementar su visibilidad. Tal vez la primera acción que se tomó para que estas instituciones funcionaran como marcas globales fue la apertura del Guggenheim Bilbao en 1997, episodio que promocionó un museo, una colección de arte y una ciudad al mismo tiempo. La fundación Guggenheim replanteó así la idea del museo de arte moderno y contemporáneo, pues contrató a un arquitecto famoso para que diseñara el edificio y decidió operar como franquicia. Esta fundación después abrió sedes en Berlín y Las Vegas, además de organizar varias exposiciones sobre las culturas de África, China, Brasil, azteca, Giorgio Armani, las motocicletas y Frank Lloyd Wright para atraer a públicos masivos. El Guggenheim que se tiene planeado para Helsinki tal vez no será construido, lo que nos indica que este complejo modelo quizá haya dejado de funcionar.
Además de las estrategias utilizadas por el Guggenheim y el Tate, otras instituciones culturales han tratado de atraer a públicos cada vez más grandes de manera menos costosa y riesgosa. Ejemplos de esto son el nuevo portal del Walker Art Center, el cual se ha convertido en un centro de información sobre el arte contemporáneo, y la exposición de Carsten Höller en el New Museum de Nueva York, muestra que alentaba al público a que interactuara con las obras. La última resultó ser un éxito taquillero que fue destrozado por la crítica especializada.
Podemos considerar también las once exposiciones simultáneas de Damien Hirst en igual número de sucursales de la galería que lo representa, Gagosian, y la reciente contratación de John Elderfield, erudito curador del MoMA, por la misma galería. En el último caso, tal contratación responde a la reciente costumbre por parte de las galerías más importantes de organizar exposiciones que compitan con los museos, las “museum quality exhibits”. Claro está que las galerías no sólo buscan atraer más gente, sino también incrementar sus ventas y su reputación dentro y fuera del mundo académico. Así, es necesario ver el programa del BMW Tate Live como una estrategia más para convertir a los museos en una marca global, que además depende de la neutralización de corrientes anteriormente contestatarias como el performance. Este tipo de estrategias es la única manera de que lo nuevo entre al museo y pueda ser considerado parte del patrimonio de la humanidad, ensalzando al mismo tiempo al Tate.
El Tate y la industria cultural
Las estrategias empleadas por el Tate para ser reconocido de manera global responden también al desarrollo de la industria cultural británica, la cual es uno de los pocos sectores de la economía del Reino Unido que cuenta con un rápido crecimiento. De hecho, el Tate pertenece a una serie de instituciones culturales británicas que han logrado ser reconocidas globalmente. El reciente éxito en Estados Unidos de series televisivas como Downton Abbey, Sherlock y Pride and Prejudice demuestra la importancia de la industria cultural, anclada en el gran interés generado anteriormente por eventos como las exequias de Estado de Winston Churchill (narrado en español por Jacobo Zabludowsky), la invasión del pop y punk británico y las respectivas bodas de las princesas Diana y Katherine con los herederos a la corona. Por ende, el BMW Tate Live (y el Tate mismo) también debe de ser considerado en relación con el perfil global del Barclays Premier League, del diseñador Alexander McQueen, la casa de modas Burberry, las próximas Olimpiadas y la gran retrospectiva de Damien Hirst. Después de haber perdido su estatus como potencia colonial a mediados del siglo XX este país ha recurrido a otras actividades para recobrar su hegemonía, y parece ser que la cultura representa una de las maneras más efectivas para lograrlo. Al analizar el BMW Tate Live dentro del contexto de la cultura británica y su alcance global podemos darnos cuenta de que los museos han debido recurrir más y más al espectáculo, a las redes sociales, a los patrocinadores y a la idea de interactuar con el público para poder competir dentro del mercado cultural. De ahí que se tomen prácticas claves para el desarrollo del arte contemporáneo y se exhiban de una manera espectacular que poco tienen que ver con las raíces de éstas.
Irónicamente, aunque el BMW Tate Live pone fin a la “intimidad” y “autenticidad” anteriormente asociadas al performance, pone en evidencia la cercanía que existe entre las curadoras del Tate y artistas como Bel. Los simples mortales, así estemos en Londres o en el tercer mundo, sólo podemos ver esto de lejos por medio de nuestras computadoras. Nos fue posible hacerles preguntas, pero fueron consideradas dentro de un diálogo privado y controlado. Es decir, por más pública que sea la transmisión, este tipo de programas no cambian el hecho que el mundo del arte es manejado por un grupo minúsculo de personas.
A veces muchas personas participan en este diálogo, se invita a otros curadores, a historiadores, críticos y coleccionistas, por ejemplo, pero se trata de individuos que han comprado o pugnado por tener acceso a este circuito. Los demás somos simples clientes potenciales, personas que idealmente gastarían dinero en productos e instituciones culturales del Reino Unido. ®