Perla Ciuk y el Diccionario de directores del cine mexicano

850 fichas biográficas de cineastas

A veintitrés años de su versión impresa, el Diccionario hace su transición al mundo digital y continúa la premisa de preservar la memoria de los que hicieron y hacen nuestro cine.

Perla Ciuk y el sitio web del Diccionario de directores del cine mexicano.

México. Año 2000. El cine nacional había sobrevivido milagrosamente a una década aciaga: la irrupción del Tratado de Libre Comercio, el desmantelamiento de las salas estatales durante el salinismo, la despedida de las estrellas populacheras de su espacio natural, el barrio —lo mismo los pránganas albureros que los mitificados héroes de acción—, quienes se guarecieron en la industria del videohome para tener ahí un último aliento, el enésimo intento infructuoso de insertar en el imaginario colectivo el concepto de Nuevo Cine Mexicano, la llegada de una nueva devaluación, así como una producción cada vez más exigua y una exhibición efímera. Y en ese contexto, mientras cierta película conformada por tres historias que coinciden a partir de un choque automovilístico inauguraba un siglo incierto para nuestra cinematografía, nacía el Diccionario de directores del cine mexicano, profuso trabajo encabezado por la crítica, investigadora y productora Perla Ciuk.

Y ahora, veintitrés años después, el Diccionario hace su transición al mundo digital con su sitio de Internet que continúa la premisa de preservar la memoria de los que hicieron y hacen nuestro cine. Así, en esta nueva etapa se agrupan 850 fichas biográficas de cineastas que fueron debutando desde la salida de la tercera edición en 2009 (Claudia Sainte–Luce, Joshua Gil, Gabriela Ivette Sandoval o Jorge Cuchí) a realizadores que fueron falleciendo en el transcurso del tiempo (René Cardona III, Christian  González, Gabriel Retes o Jaime Humberto Hermosillo).

A propósito del reciente lanzamiento de la página compartimos la entrevista con Perla Ciuk, quien explicó qué fue lo que la motivó a embarcarse en este proyecto y de qué manera intenta que decenas de nombres, archivos e imágenes no se queden en el olvido.

—¿Cuál es el origen del libro?
—El Diccionario nace por la necesidad: a finales de los años noventa yo escribía en el periódico unomásuno sobre cine, y cuando tenía que hacer un texto acerca de una película mexicana me topaba con el problema de que no había información concreta y certera de los directores contemporáneos, como sus trayectorias o sus formaciones. En ese entonces la referencia que se tenía eran la Historia documental del cine mexicano, de Emilio García Riera, y El abecedario del cine mexicano, de Jorge Ayala Blanco, pero no existía un libro expresamente dedicado a los directores mexicanos. Cuando tenía oportunidad de viajar, antes de que existiera Amazon y pudieras conseguir cualquier libro que te imaginaras, me traía diccionarios de los directores españoles, ingleses, americanos y  me sorprendía que aquí hubiera ese vacío.

Entonces me acerqué a Alejandro Pelayo, quien había sido mi maestro en el posgrado de análisis y crítica cinematográfica en la Universidad Anáhuac y que estaba en su primera etapa como director de la Cineteca Nacional, para proponerle hacer un diccionario; le gustó la idea y aceptó apoyar el proyecto. De este modo, se inició como algo muy práctico, pero a medida en que me fui adentrando a lo que implicaba hacer la biografía de un director, y más en un libro que pretendía empezar desde 1896, me di cuenta de que estaba frente a un trabajo que tenía que hacerse con el mayor rigor posible y con una investigación seria. Por ende, comencé haciendo una lista de directores y la llevé con todos los críticos y expertos de cine en México para que la vieran y me dijeran quiénes faltaban, así fue creciendo la lista y a formarse un equipo de investigadores que llegó a ser de setenta personas.

Empezamos a localizar y contactar a los cineastas para mandarles un cuestionario, redactar la ficha biográfica, enviárselas para que la revisaran y aprobaran su publicación; me parecía importante que los directores pudieran señalar: “Ese dato está mal” o “No, yo no dije eso”, porque los errores se quedan, se heredan, van de publicación en publicación, pasan las décadas y ese dato erróneo se vuelve una verdad. Así, después de tres años de trabajo, lanzamos el Diccionario.

Habiendo revisado información variada, principalmente en los periódicos y los archivos iconográficos de la Filmoteca de la UNAM, el IMCINE, Televisa y la misma Cineteca Nacional, decidimos que había que llegar a la fuente más confiable: los propios directores. De este modo, empezamos a localizar y contactar a los cineastas para mandarles un cuestionario, redactar la ficha biográfica, enviárselas para que la revisaran y aprobaran su publicación; me parecía importante que los directores pudieran señalar: “Ese dato está mal” o “No, yo no dije eso”, porque los errores se quedan, se heredan, van de publicación en publicación, pasan las décadas y ese dato erróneo se vuelve una verdad. Así, después de tres años de trabajo, lanzamos el Diccionario de directores del cine mexicano.

—¿Cómo se da la transición entre el formato impreso y el digital?
—Cuando apareció la primera edición el libro se volvió un hit, porque tuvo un tiraje de tres mil ejemplares, lo cual era mucho, hoy los libros de cine, si bien les va, salen con quinientos ejemplares. En 2002 salió una segunda edición en formato CD–ROM y en 2009 se publicó una tercera edición conformada por dos tomos, la cual tuvo mil ejemplares. Después de eso hice una pausa en el periodismo porque produje La vida precoz y breve de Sabina Rivas (Luis Mandoki, 2012) y eso me llevó cinco años.

Terminando la promoción de la película, quise retomar el proyecto del Diccionario, pero me di cuenta de que ya no era una opción otra edición impresa: entre que el libro se actualizaba y salía de la imprenta, éste ya hubiera nacido viejo, entre directores que fallecieron, cineastas que debutaron y películas que se estrenaron durante ese proceso. Pensé: “No puede ser que todo el trabajo que hicimos se quede sepultado en unos libros”, entonces me metí a tomar cursos de Final Cut, Photoshop y todo lo que pude y comencé la transición del Diccionario al mundo digital y a las redes sociales, que fue el antecedente de lo que ahora es el sitio. La maravilla de lo digital es la inmediatez, la facilidad para corregir y actualizar, así como toda la parte iconográfica para hacerlo visualmente atractivo mientras se lleva a cabo una búsqueda.

—¿Cómo está conformado el sitio?
—Como queríamos que fuera visualmente llamativo, lanzamos el sitio con sesenta mil fotos fijas y seis mil carteles que acompañan las fichas de los directores. Éstas incluyen la biografía, la filmografía con los trailers y stills, datos de trivia y enlaces externos. Por otra parte, tenemos una sección de entrevistas en video, las cuales no son de espectáculos ni de chismes, hablamos con los directores a profundidad de cómo hizo la película, aspectos creativos y técnicos, el porqué eligió tales planos, por qué prescindió de la música, cuál es su proceso de trabajo con los actores, etcétera. Igualmente, las entrevistas que hicimos para la primera edición del libro, que estaban en casete, las digitalizamos, tomando en cuenta que varios directores ya fallecieron.

También tenemos una sección que se llama “Anatomía de una escena”, en la que los directores nos describen una escena importante de sus películas y explican cómo la hicieron. Hay una sección de ensayos de diversos temas como el cine silente, la arquitectura de las antiguas salas de cine, el cine pornográfico, los directores extranjeros que han trabajado en el país, etcétera; varios de estos ensayos se rescataron del Diccionario del Cine Iberoamericano: España, Portugal y América (2012), en el cual yo coordiné la parte de México y donde participaron expertos como Leonardo  García Tsao, Rafael Aviña, Sonia Riquer, José Felipe Coria, entre muchos otros, además de textos más recientes como uno dedicado al cine hecho con celulares u otro sobre la dirección de arte.

Tenemos una sección que se llama “Anatomía de una escena”, en la que los directores nos describen una escena importante de sus películas y explican cómo la hicieron. Hay una sección de ensayos de diversos temas como el cine silente, la arquitectura de las antiguas salas de cine, el cine pornográfico, los directores extranjeros que han trabajado en el país.

El sitio también cuenta con una sección de actualidad —estrenos, inicios de rodaje, premios obtenidos en festivales, el In Memoriam— y un directorio para profesionales. Mi deseo es que el sitio sea una fuente para el estudiante de cine, el periodista que quiere escribir un artículo acerca de una época determinada o el espectador promedio que busca saber qué está ocurriendo con el cine nacional en estos momentos, y creo que los tres años que estuvimos trabajando en este proyecto se ven reflejados en el contenido presentado.

—¿Cuáles consideras que son los cambios que ha experimentado el cine mexicano que se pueden ver reflejados en el Diccionario, desde la tercera edición del libro hasta la investigación que se hizo para la página?
—Han sido diversos cambios. Uno es que los directores jóvenes ya no quieren esperarse tres años a que una institución les dé un apoyo, hacen su película con recursos mínimos y luego ven cómo la postproducen, son propuestas muy personales y radicales, y muchas de esas películas llegan a festivales como el FICUNAM o el Black Canvas o acaban autodistribuyéndose en Vimeo o YouTube. Otro cambio significativo, obviamente, es la tecnología y la llegada del cine digital; incluso, para la primera edición del Diccionario uno de los criterios para incluir una ficha biográfica era que el director hubiera hecho al menos una película en 35 milímetros y que la hubiera estrenado comercialmente en salas, ahora eso es imposible, si el director la hizo con un celular y la estrenó en una plataforma de streaming entra al Diccionario.

También un cambio importante es el aumento exponencial de mujeres que están dirigiendo. Igualmente, está el tema del número de directores que ingresaron: la primera edición tenía 530 directores, para la segunda edición solamente debutaron 13 cineastas, para la tercera edición fueron 657 y ahora salimos con 850, además de que tenemos 150 directores pendientes, porque aún no han respondido a nuestra invitación o bien porque ya hicieron su ópera prima, pero todavía no la han estrenado, y considero que mientras la película no tenga un público la película no existe. Finalmente, está la política gubernamental que en estos años ha suprimido los fideicomisos y eso ha dificultado que varias películas puedan ser terminadas.

—A pesar de la bonanza en su producción en lo que va del siglo, el género documental ha tenido una presencia en realidad mínima dentro de las diferentes ediciones del Diccionario. ¿A qué se debe esto?
—Ha sido un tema pendiente. En la primera edición incluimos a los pioneros del cine mexicano, a quienes podríamos considerar documentalistas porque registraron las incidencias de la Revolución Mexicana —el más conocido, Salvador Toscano—, pero en general el Diccionario se ha concentrado en el cine de ficción porque el documental requiere de un esquema de planeación e investigación totalmente diferente. Igualmente, tiene que ver que en los diccionarios de directores que conocí y consulté la ficción y el documental se separaban; esas distinciones han ido desapareciendo, hablando de cambios, cada vez es más común que haya híbridos o que los realizadores puedan fácilmente hacer un documental y después una película de ficción, como Tatiana Huezo o Carlos Armella, y también la visión del público se ha modificado. Gradualmente nos iremos poniendo al día con los documentalistas, también dependerá del tiempo y recursos con los que contemos.

Desde el principio el Diccionario fue concebido como un proyecto para combatir al olvido. Por ejemplo, el trabajo de campo de rastrear y localizar a los directores del que hablaba anteriormente nos permitió encontrar aproximadamente a 150 cineastas de los que no se sabía gran cosa, recuperar a otros tantos que habían quedado totalmente perdidos y también a muchos directores independientes.

—Al inicio mencionaste los avatares que atravesaste en un panorama editorial y periodístico árido. Veintitrés años después, pareciera que sigue habiendo una idealización por la Historia oficial de nuestro cine: se insiste en citar religiosamente nombres como los de Roberto Gavaldón, Ismael Rodríguez o Alejandro Galindo, pero, por ejemplo, las muertes de Víctor Manuel “Güero” Castro, Alberto Mariscal o René Cardona III en su momento pasaron prácticamente inadvertidas, a pesar de sus abultadas filmografías. ¿A qué crees que se debe que, por lo general, tenemos una mala memoria fílmica?
—Desde el principio el Diccionario fue concebido como un proyecto para combatir al olvido. Por ejemplo, el trabajo de campo de rastrear y localizar a los directores del que hablaba anteriormente nos permitió encontrar aproximadamente a 150 cineastas de los que no se sabía gran cosa, recuperar a otros tantos que habían quedado totalmente perdidos y también a muchos directores independientes. Al incluir a alguien no juzgamos si fue un director de los años setenta que hizo una película dentro del cine de ficheras o si es un director contemporáneo que hizo una película experimental que fue vista por treinta personas y, en ese sentido, el Diccionario es totalmente democrático.

Ahora bien, me ha tocado ver a estudiantes de cine en sexto semestre que no saben quiénes fueron Jaime Humberto Hermosillo o Felipe Cazals. ¿A qué se debe que la gente no recuerde o simplemente no conozca a los directores? A la distribución, a que no hay un interés específico por parte de la mayoría de los medios, al acceso de la tecnología y a la falta de cultura de la preservación: los organismos que existen para tal fin como la Filmoteca de la UNAM o la Cineteca Nacional han hecho lo posible por proteger lo que está bajo su custodia, pero, por ejemplo, muchas veces los propios directores no se preocupan en conservar el material; cuando fallecen las familias ven unas cajas con fotografías y las tiran, nos ha tocado ir a ver archivos totalmente enmohecidos y húmedos. Por eso, los directores activos son oro molido para mí, a muchos les digo: “Si están filmando y no hay dinero para el making of tomen fotos con el celular y mándenme todo lo que tengan”, porque creo que es importante tener un registro de nuestro cine. ®

Aquí, el Diccionario de directores del cine mexicano.

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Publicado en: Cine

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